El banco conjunto no ha sido capitalizado por Venezuela, dicen analistas
Analistas dicen que el vínculo se genera a través de tres vertientes (Créditos: AP)
29-05-2015 04:50:45 p.m. | Miguel Sánchez.-
“La relación rusa-venezolana ha sido considerable en los últimos años por la ampliación de contratos para el crecimiento de la producción petrolera en la Faja Petrolífera del Orinoco”, afirmó el internacionalista Alfredo Ordoñez.
Mientras que el economista Eduardo Ortiz manifestó que la relación bilateral “no ha cumplido con la misión de desarrollar el país, a pesar de la experiencia conocida en la construcción de vivienda en el marco de la Gran Misión Vivienda Venezuela”, sentenció.
Ortiz, profesor de postgrado de la Universidad Central de Venezuela (UCV), recalcó que el vínculo entre ambos países “se origina a través de tres vertientes. La primera dirigida hacia el estímulo de diversificar los socios comerciales, específicamente en la búsqueda del mundo pluripolar, en segundo término en la mala dirección de los recursos obtenidos por la relación y como última raíz por la necesidad que tiene el país de percibir ingresos extras por la situación de déficit en el flujo de caja, afirmó.
Ante ello, Ordoñez resalta que la preponderancia “es la ampliación de la inversión en los bloques Junín y Ayacucho 1 y 2 a través de la estatal Rosneft y Grazprom, pero esto no mejoraría la situación que hoy afronta el país”.
Afirma, además, que la relación petrolera-gasífera de ambos países “no ha generado desarrollo”debido a que el banco binacional “no ha sido capitalizado por Venezuela”, lo que origina una influencia “mucho mayor de proyectos de inversión donde participen empresas rusas solamente”, agregó.
La nueva relación triangular
Para Ordoñez, las relaciones triangulares entre China, Rusia y Venezuela “favorecen ampliamente a los dos primeros, por su alta presencia en el comercio internacional y su relación en aumento con el tema petrolero”, argumentó.
Semanas atrás, China se proclamó con el mayor importador de crudo en el mundo “por ello Rusia y Venezuela juegan un rol importante, aunque nuestro país está experimentando un revés por el mal tratamiento que se le ha dado al fondo chino-venezolano”, añadió el internacionalista.
De igual forma, Ortiz relató que amén del nexo petrolero y gasífero entre las tres naciones “el desarrollo en temas como el agrícola o infraestructura son relativos. En agricultura no hay mayor participación, y en infraestructura los resultados son ambiguos”, puntualizó el experto en desarrollo.
La semana que corrió del 18
de mayo al 22 de mayo sorprendió a muchas personas por la conducta irregular y
especulativa del mercado paralelo, principalmente el anunciado por el portal
web Dólar Today, y que representa el indicador del comercio fronterizo
realizado en Cúcuta, es decir, la demanda de dólares para sostener el comercio
de la región fronteriza, característicamente conformado por contrabando de
extracción.
Entre las muchas
explicaciones que podemos conseguir de la conducta desquiciada del dólar
paralelo (subir de 300 Bs/$ a 423 Bs/$
en sólo 6 días) podemos conseguir hechos objetivos que anuncian a los actores
económicos, sobre todo a aquellos vinculado con el mercado de divisas, que el
gobierno enfrenta una situación de escasez de divisas importante.
En un primer lugar, el día
viernes 15 de mayo, se anuncia sorpresivamente por medios de comunicación que
“Venezuela retira fondos del FMI” por un monto de 380 millones de dólares.
Técnicamente esto forma parte de las funciones y objetivos del Fondo Monetario
Internacional, que trata de mantener la estabilidad de las cuentas externas de
los países miembros, y que se constituyen en un préstamo a que se derecho con
relación a las cuotas que cada país tiene frente al fondo. Es decir, cada país
puede solicitar (en tramos de 25% del total) un préstamo de corto plazo (3 a 5
años) para solventar una crisis coyuntural de balanza de pagos. Esete hecho
muestra una clara falta de fondos para sostener el flujo de la Balanza de
Pagos.
Seguidamente, al inicio de
la semana, se muestra por primera vez la caída de las Reservas Internacionales
por debajo de 18.000 millones de dólares. (17.390 US $ al 26-05-15), lo que
representa el monto más bajo en los últimos 12 años, y que demuestra la tendencia
negativa que sostiene a lo largo del presente año. (Datos del BCV)
Un tercer hecho, fue la
noticia de permitir la comercialización de autos en moneda extranjera, lo que
se traduce en una falta de capacidad de otorgar divisas a las ensambladoras
para que éstas puedan mantener el proceso productivo, y en sustitución de esta
falta de divisas, permitir que sean las ensambladoras las que procuren dólares
mediante la venta de autos en moneda extranjera. A estos hechos se les añade,
por demostración, la ausencia de subastas de divisas en el SICAD y la falta de
liquidez que presenta el sistema alterno o también llamado SIMADI.
Tales hechos muestran que
las expectativas en el corto plazo, y por lo menos hasta que termine el año, es
de una sequía importante en el mercado de divisas. En un escenario teórico, un
ataque especulativo tan fuerte en el mercado cambiario, obligaría a la
autoridad monetaria plantear un ajuste en el tipo de cambio para equilibrar el
sistema de precios. Pero, en nuestro caso, es el desequilibrio en el sistema de
precios, con tipos de cambios diferenciados hasta en más de 3000%, lo que
genera tal nivel de desequilibrio y de especulación en el mercado paralelo.
Por una vez más, (segunda en
menos de 6 meses) comienza a correr el rumor de un nuevo sistema cambiario, que
trate de corregir los desequilibrios presentes, pero una vez más, el problema
no es de precios, sino de falta de ingreso de las divisas, frente a un
escenario de creciente salida de dólares por los compromisos adquiridos en
deuda externa, expropiaciones, y las importaciones nacionales, que cada día nos
hacen sufrir cada vez más escasez y frustracheras.
Los US$65.382 millones de remesas recibidos en Latinoamérica y el Caribe en 2014 son un record histórico que superó la cifra máxima alcanzada en 2008, justo antes del estallido financiero.
Según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la recepción de dinero de inmigrantes en América Latina se ha multiplicado por tres desde 2001 y se ha recuperado de la estrepitosa caída que siguió a la crisis financiero-económica de 2008.
Las remesas recibidas el año pasado suponen un aumento del 8% en México, del 7,4,% en América Central y del 6,3% en el Caribe.
En Sudamérica, en cambio, hubo una caída de remesas en 2014 del 1% respecto al año previo.
Según María Luisa Hayem Breve, una de las autoras del informe del BID, esta diferencia responde a una de las razones de fondo del actual boom.
"El crecimiento de la economía de Estados Unidos mejoró los niveles de empleo y el aumento de las remesas a la vez que incrementó los flujos migratorios. El fenómeno inverso se ve en América del Sur cuyas remesas provienen mucho más de Europa, y sobre todo de España, que sigue en medio de una crisis económica", indicó a BBC Mundo
En todo caso el saldo es positivo para nuestra región en momentos en que la CEPAL actualizó a la baja las perspectivas de crecimiento de la región para este año.
Según la nueva proyección, la economía latinoamericana se expandirá un 1%.
En el actual escenario de vacas flacas por la caída de los precios de loscommodities y las turbulencias económicas globales, las remesas son una noticia positiva.
Migración y dinero
Las fluctuaciones de las remesas dependen del estado económico de los países receptores de migración.
El año de la gran recesión mundial, 2009, fue el de la caída más pronunciada de remesas en los últimos 15 años: un descenso del 15%.
La recuperación de los envíos desde Estados Unidos se empezó a observar en 2010 y se consolidó en los años siguientes.
En 2014, el empleo de latinoamericanos y caribeños en Estados Unidos creció en 4,3% respecto al año anterior: la fuerza laboral total de migrantes latinoamericanos rozó los 15 millones.
Este crecimiento económico produce un círculo virtuoso de mayor envío de remesas y nuevos flujos migratorios que, a medida que se integran en el circuito laboral, aumentan potencialmente el volumen de remesas.
El fenómeno opuesto se percibe en Sudamérica, que recibe una importante parte de sus remesas de España y otros países de Europa.
Con la Eurozona estancada las remesas han sufrido un retroceso.
¿Quiénes reciben más remesas?
En términos brutos, con US$23.645 millones, México es el país que más remesas recibe, seguido por Guatemala (US$5.554 millones), República Dominicana (US$4.571 millones), El Salvador (US$4.217 millones) y Colombia (US$4.093 millones).
Si bien México representa más de la tercera parte del total de remesas de la región y que estos flujos superaron sus exportaciones de petróleo en 2014, el impacto que tiene en su economía es más limitado: aproximadamente un 2% del PIB.
No es la situación de otros países.
"Cuanto más fuerte económicamente el país menos dependerá de estas remesas. Para economías como El Salvador, Guatemala, Haití, Guyana, y Honduras, las remesas son extremadamente importantes", le dijo a BBC Mundo Hayem Breve.
Guatemala es el caso más extremo.
Segundo receptor a nivel regional, las remesas representan el 15% de su Producto Interno Bruto (PIB), equivalente a la mitad de sus exportaciones y al monto total de las reservas.
Una caída o aumento en los giros pueden tener un impacto en la situación macroeconómica.
Impacto micro
Además de este impacto macro, las remesas tienen un papel muy importante en la economía de los hogares.
Un estudio del Banco Mundial muestra que transferencias privadas como las remeses constituyen en promedio a nivel regional "cerca del 10% del ingreso total de los hogares".
Este promedio depende mucho de la dimensión de la economía en cuestión.
"Si tomamos el ejemplo de Nicaragua que recibe importantes remesas de Costa Rica, vemos que estas remesas han contribuído mucho a la disminución de la pobreza", señala Hayem Breve.
En Ecuador las familias han sentido la caída de los envíos desde España que disminuyeron en un 4,9%.
El diario ecuatoriano El Comercio cita el caso de una estudiante, Karla Cuenca, de 23 años, que recibe remesas de su madre para financiar sus estudios y los de su hermano.
"Antes recibíamos más, pero mi madre tiene más gastos y sus ingresos son menores. Por suerte no ha perdido su empleo", le comentó a El Comercio.
En este sentido, un beneficiario indirecto de este aumento de las remesas, la empresa de servicios de pago Western Union, cita dos datos interesantes.
Según la compañía, las mujeres son responsables de la mayor parte de las remesas que gira la empresa.
Pero además, en algunos países como México, Western Union registra un especial aumento de envíos para el día de la Madre: las remesas como obsequio.
El caso de Sudamérica
A diferencia de América del Norte y Central, mucho más dependientes de Estados Unidos para sus remesas, Sudamérica tiene un panorama más diversificado.
Los distintos grados de desarrollo económico de los países hace que haya un mayor peso de la migración intrarregional y un flujos de remesas en corredores tales como el de Argentina y Brasil para Bolivia y Paraguay, y el de Venezuela para Colombia.
La caída de las remesas del 1% el año pasado se debió a la disminución de envíos desde Europa, pero se vio neutralizada por un crecimiento del flujo migratorio hacia Estados Unidos que aumentó en un 7,4% en 2014.
A diferencia de mexicanos y centroamericanos, que en muchos casos se emplean en la construcción y servicios, los migrantes sudamericanos se concentran más en trabajos administrativos, negocios, ciencias y artes.
Estas diferencias están relacionadas con los grados de escolaridad. En el primer caso el 57,9% y el 48,9% de sus migrantes no han completado estudios secundarios.
Un 56,2% de los migrantes sudamericanos y un 44,25% del Caribe, han cursado estudios universitarios o superiores.
En el caso de las mujeres de la región la situación es más homogénea en todos los países de la región con una clara concentración del empleo en servicios, ventas y trabajos de oficina.
He visto a algunos opinadores de la
economía, en medios de información internacional o en el escenario nacional,
recomendar la dolarización con la facilidad con la que se pela una mandarina.
El mismo credo de los neoliberales extremistas, llevado al campo monetario y
cambiario, para convencer a la administración bolivariana –que no se convence
de nada distinto a lo que ya cree-, los agentes económicos y ciudadanos del camino a la felicidad que
significa la dolarización.
Efectivamente, Venezuela tiene una dolarización informal (dada las
determinaciones del dólar paralelo/marcador sobre los variados mercados) y no
como algo sano ni recomendable. Sucede que las distorsiones de los mercados
cambiarios, monetarios y financieros de la economía venezolana, asociados y/o
ligados a un Gobierno/Estado interventor -y supuestamente socialista y revolucionario-,
han producido, junto al manejo irregular y discrecional de las divisas en un
contexto de pugna, control político y rentismo, el que los agentes económicos
busquen opciones de salvación, en un contexto de deterioro de valores y de
escasas posibilidades de inversión y, para lo cual, se enfrentan a una
administración cada día más cómoda, indiferente y confundida; mientras, la crisis económica se agudiza, pero ni ella
globalmente, ni sus hacedores de políticas, ni sus asesores o acomodados, así
lo perciben. La dolarización informal
venezolana, por tanto, no es más que resultado de un Estado interventor, en una
economía donde este ofrece la mayor cantidad de divisas y que, ante lo agudo de
la situación, es capaz de señalar posibilidades
de ventas de autos en dólares, mientras el Presidente de FEDECAMARAS, Jorge
Roig, señala con razón, varios de los peligros
e injusticias que bordearían medidas como esa. Pasar de esto a la dolarización formal no es más que
decirle al enfermo: dejemos que la
enfermedad aumente y allí abran
soluciones. Los que pescan de un lado o de otro en rio revuelto, en varios
casos no les interesa mucho lo que puede pasar con un país.
Aceptar la globalización, no tiene
por qué significar entregarse de brazos abiertos a la dolarización o a otras
derivaciones de aquella. La globalización se encuentra por todas partes. Pero,
en variadas naciones, desarrolladas o en desarrollo, no se observan las
propensiones a asumir el dólar que algunos tienen o recomiendan para países como
Venezuela.
Tres desviaciones, en nuestra
opinión, han siempre perjudicado el entendimiento económico y la elaboración de
políticas en países como Venezuela. La primera de ellas, consiste en pensar que
lo malo siempre viene del sistema internacional -fue contundente su influencia
en algunas interpretaciones sobre el desarrollo latinoamericano en los años
sesenta y setenta-. La segunda, que lo bueno, como una salvación -en este caso
la dolarización-, también puede venir del escenario internacional. En este caso,
proporcionando capitales e inversiones. Y, la tercera, la generalización
relacionada con que lo que le sucede a una, dos o tres economías, es el destino
o el desempeño del resto de las naciones de la región. Esto es, Ecuador lo
hizo, podemos hacerlo.
Venezuela no es Ecuador, más allá de
los tremendismos y coincidencias con el Presidente Correa de parte de la administración
bolivariana. El Estado venezolano, su tamaño, rentismo y distorsiones alimentadas
desde la democracia de partidos en
los 25 años anteriores a la administración bolivariana, no es el Estado
ecuatoriano. Ecuador –entre otros aspectos- es una, relativamente pequeña economía
petrolera y se ha destacado ocupando durante tiempo el puesto de principal
productor de banano en el mundo; cosa que no es igual que competir con autos,
computadores o armas, pero genera una experticia. En ecuador existe disciplina turística,
y el transporte público ha funcionado de manera que ojala lo hubiéramos tenido
en algunos de sus aspectos. Panamá es un país muy particular, con una historia
y desarrollo institucional también específicos –sui generis, por expresarlo de
alguna manera-. Ninguna de las dos naciones es expresión de un contundente o
alto desarrollo. Venezuela, acumula una aguda crisis económica, que abarca bidireccionalmente
una intensa desinstitucionalización,
un desarrollo inocultable de la corrupción y un no menos pequeño deterioro de valores
de sus ciudadanos, que buscan aceleradamente refugio en el dólar y en la conformación tenebrosa de unaideología del –para no pocos casos- exilio civil, que tiene mil cabezas,
justificaciones y no menos confusiones.
En el caso de las propuestas de
dolarización, hay influencia de las dos últimas desviaciones que señalamos más
arriba. Con la segunda es directa la relación, en las ideas sobre las mejoras a
obtener en inversiones, crecimiento, inflación y otras variables, según sus
proponentes -bastante discutibles, por lo demás-. Pero, con la tercera, hay una
curiosa derivación. Ella es atinente a que, tradicionalmente, eran las llamadas
por organismos regionales -por ejemplo- economías grandes y medianas de la
región, las que se tomaban como ilustración para generalizar, según la
desviación que hemos acotado. Hoy en día, los defensores de la dolarización nos
vuelven a poner -puesto que hace quince años también lo hacían- como ejemplo a
seguir, el caso de Panamá o Ecuador, según ya indicamos. No parece lógico
recomendar políticas para Panamá partiendo de Brasil o Venezuela o, para estas
últimas naciones, partiendo de la primera.
La dolarización es, realmente, una
entrega total por la vía monetaria-cambiaria a las fuerzas económicas que
priman en el escenario económico internacional, abandonando ciertos mecanismos
de supervisión y control sobre la moneda y otras variables económicas. A un viejo,
respetado y muy preparado profesor le escuche alguna vez decir "la moneda
lo es todo". Pero, en el caso de una moneda que no está bajo el control
nacional, sino de un Estado y fuerzas externas y que presenta gran margen de
influencia y de actuación por parte de empresas internacionales -cuyo poder es
mayor que el de muchos pequeños estados- el espacio de interrogación es amplio.
¿Quién, con sensatez, puede creer que los problemas estructurales, de producción
y crecimiento que presenta Venezuela, van a obtener solución con nuevas situaciones
donde el Bancos Central pierda parte de su sentido –por lo menos normativo-? Es claro, por lo demás, que por el hecho de
que una economía asuma el dólar esto no le va a solucionar el conjunto de
restricciones que en los mercados financieros pueda tener para accesar a los
créditos. Igualmente es claro que. quien saca la moneda al mercado se
beneficiará grandemente del llamado señoreaje
-o diferencia entre el costo de ponerla en circulación y los valores
adquiribles con ella-.
En realidad, la oposición a la
dolarización debería llevar a la oposición al uso de cualquier otra moneda con
fines y sentidos similares a los que se proponen para el dólar -sin excluir,
por supuesto, la posibilidad de que puedan surgir arreglos monetarios que, en
el perfil más factible, adquieran dimensiones regionales-. No hay que ser antiimperialista
ni antinorteamericano para esto. Lo que hay es que rescatar la autonomía para
pensar y elaborar las políticas
económicas -que ya cuenta con cierta experiencia de pérdida, dadas las condicionalidades
que estuvieron relacionadas con los planes de ajuste y estabilización en anteriores
administraciones y con las tutelas externas en el caso de la administración
bolivariana-.
But now a new working paper by the International Monetary Fund highlights another cost too: damage to the environment. Including this, the authors reckon that the total drag on the global economy caused by fuel subsidies now amounts to a stonking $5.3 trillion each year, or 6% of global GDP—more than world spends on health care. Poorer countries dole out the largest amount of subsidies; some spend up to 18% of their GDP a year on them. The lion’s share goes to coal, the most polluting fuel. By contrast renewable-energy subsidies, mainly given out in the rich world, amount to a mere $120 billion. And they would vanish if fossil fuels were taxed properly.
Defining subsidies is tricky. The simplest measure is the amount of taxpayers’ money used directly to keep a price artificially low. A broader one includes the costs borne by others, such as pollution, and exemptions from taxes. The IMF uses the wider definition to reach its $5.3 trillion figure. Seen more narrowly, the cost would be $333 billion. But this is only lower than last year because of falling oil prices.
A previous study in 2013 reckoned that the overall damage, including environmental costs, was $2 trillion. The much higher estimate released this week reflects more thorough study of the other health and environmental costs of subsidising fossil fuels. These include the costs of congestion and premature deaths caused by poor air quality, the long-term impact of global warming and the effects of extreme weather such as floods and storms. It estimates the long-term damage done by a tonne of CO2, for example, at $42. Many green-minded people think that figure (borrowed from the American government) is too low. But some economists argue that the inclusion of hypothetical climate-change costs is too sweeping.
Abrupt change is unlikely—making coal users pay its full cost would mean doubling prices. Subsidies attract a tenacious and vocal lobby. But the fall in the oil-price has provided a chance to cut subsidies. India, for example, has recently stopped using handouts to reduce the price of diesel. Egypt, Indonesia and Thailand are also reforming. Ending them altogether, and taxing fossil fuels properly, the IMF reckons, would halve the number of deaths from outdoor air pollution, cut carbon-dioxide emissions by a fifth and save up to $2.9 trillion. It would also leave governments with lots of room to cut taxes, or raise spending on more useful things.
Las tres últimas décadas
intensificaron la discusión internacional sobre la competitividad de las
naciones. Hoy día se trata de cadenas de
valor y economía verde, dentro
de otros tantos aspectos. Algunos remiten a la competitividad o al cambio
climático y, de todos ellos, la nación venezolana –en la figura de la
administración bolivariana- pareciera no demostrar el más mínimo interés.
Pasando por M. Porter y otros autores, así como por experiencias específicas de
países, siempre se evidenció que demostrar aquella es atinente a captar nuevos
mercados o a mantenerlos. Con un rasero así, Venezuela se aleja cada día mas de
ser una nación competitiva, a no ser por lo que deriva de aquella ventaja que
le molestaba a la PDVSA tradicional escuchar, y más aun a la actual, y es que
nuestra competitividad petrolera deriva mayormente de una ventaja comparativa natural que -no siendo el caso de Noruega-
termina convirtiéndose en el más craso rentismo que se aprovecha de un bien o
medio de producción dado por la naturaleza.
Decía el Presidente Hugo Chávez que quería
ver a Venezuela convertida en un país de
clase media y que -con toda seguridad con las acciones que él tomaba sobre
el latifundio y otros asuntos-
íbamos a ser una potencia agrícola.
Palabras más palabras menos, no ha terminado esto ni en lo uno ni en lo otro.
Escasez, inflación, control de cambios, agricultura de puertos, endeudamiento
con precios del petróleo altos -igual que en otras administraciones-, conforman
un panorama nada exitoso. El desarrollo y la competitividad alcanzada antes de
la administración bolivariana en variados aspectos y grados -y aun dentro de las
reservas que pudiesen tenerse- se han literalmente perdido. El optimismo más pertinaz y la mejor eficiencia de
cualquier administración futura se enfrentarán a una pesada carga de
reconstrucción.
En estos menesteres, interesa
destacar para esta nota, lo atinente a las exportaciones
no petroleras, las cuales venían siendo un elemento por lo menos de interés
y gestiones en administraciones de los
ochentas e inicios de los noventas. Todavía, en los primeros años de la
administración bolivariana, pudo alcanzarse algún nivel de reconocer para las mismas
a pesar de que no derivaba de acciones tomadas por esta administración, sino
por algún tipo de arrastre de las políticas y procesos que antes de ella se
habían estructurado. Hoy día, y más aún después de 2012, encontramos un panorama
real mente preocupante. Veámoslo con las mismas cifras que suministra el INE, enfocando no ya en los montos, que
son considerablemente bajos -a pesar de la voluntad del instituto de ignorar
deterioros o magnificar mejoramientos según los casos de distintas variables-,
sino en su composición sectorial.
Viendo las series enero-octubre para
2013 y 2014, podemos acotar elementos de interés. Para el periodo enero-octubre
2013, ascendieron las exportaciones no petroleras a 1.697 millones de $ y para
el mismo período de 2014 a 2.573 millones de $. En 2013, los productos Agrícolas
vegetales y los Alimentos, bebidas y tabacos solo representan 2,20% del total
exportado y, en 2014, 1,50%. Por su parte, los rubros Material de transporte, Maquinaria
y material eléctrico junto a Metales comunes y Plástico y manufactura alcanzan
a alrededor de 33% del total, representando valores realmente insignificantes
dentro del comercio internacional. En el año 2014, estas cuatro partidas
representaron alrededor de 20% del total exportado. No queda sino decir que
Productos minerales y Productos químicos, en ambos años, representan sobre el
60% del total exportado. Las diferencias del caso, en relación al total, las
abarcan la partida Resto (ver www.ine.gov.ve).
No solo las magnitudes, sino la composición misma de las exportaciones
referidas, están alejadas de criterios de competitividad, al expresar en varios
casos bajos grados de procesamiento y contenido tecnológico.
Con este cuadro, indudablemente que
la economía venezolana tiene una alta montaña que subir para poder recuperar
elementos de desarrollo y competitividad que había alcanzado y que perdió tal cual se señaló. La industria
del automóvil, por ejemplo, presenta una situación altamente conflictiva con sus solamente alrededor de 20.000
unidades producidas durante 2014 (en enero de 2015 se refirió el año 2014 como
el peor para la industria desde 1962; ver R Deniz 30/01/15 www.runrun.es). Otros bienes, empezando por los
alimentos, han venido desarrollando una alta dependencia de las importaciones.
La leche -por ejemplo- se viene importando sistemáticamente de varios lugares como,
entre otros, algunos países de Centroamérica. Naciones estas que no han tenido,
por cierto, algunas de ellas, ni siquiera el estancado desarrollo agrícola que
presentaba Venezuela y mucho menos el industrial en los años sesenta a los
ochenta –grosso modo-. Lejos están los episodios de captación de mercados por
parte de grupos empresariales venezolanos que habían venido atrayendo y
manteniendo espacios de mercado y hoy día no albergan sino posibilidades de
gestionar divisas muy lejanas para insumos que no pueden adquirir o inversiones
que no pueden realizar; afectándose con ello, las posibilidades de generar
empleo y crecimiento.
La situación muy probablemente se
complicará con la especie de dolarización
informal que viene avanzando en la economía venezolana. Las determinaciones
de precios vía dólar paralelo no son sino eso. La expectativa creciente ante lo
que sucede en cuanto al dólar, a diferencia de la desvalorización creciente de
lo que era en otro tiempo el esperanzador –para la administración bolivariana- Bolívar Fuerte, no es sino eso. Más aún,
se le añade hoy día, al mercado informal de transacciones en dólares, que de
unos años a acá viene creciendo en la economía venezolana, la posibilidad de
que empresas que no son ni pequeñas ni medianas, ni industrias nacientes –o
cualquier otro término que pueda usarse-, puedan materializar compromisos de
ventas en dólares. La sociedad y el mercado rentista venezolano, seguramente, más
que generar contenciones a presiones y
comportamientos aviesos, tenderán -en el contexto económico e
institucional existente- a apuntalar más distorsiones estructurales y de
mercado, a partir de tal medida.
Releyendo a Phyllis Deane -destacada economista e
historiadora de la economía inglesa- en su libro El Estado y el sistema económico. Una introducción a la historia de la
economía política (Barcelona, Crítica. 1993) -obra por lo demás que no
intenta ser ni exhaustiva ni completa sobre la temática-, pueden destacarse dos
perfiles de interés que, más allá de sus restricciones temporales y entre
variados que analiza la autora, presenta la economía política.
Uno primero,
concierne a la importancia de los elementos sociológicos e institucionales.
Como se sabe, no siempre se logra la efectiva incorporación de tales elementos
en los análisis económicos. Debe aceptarse, sin embargo, que el insuficiente
desarrollo institucional de los países latinoamericanos y en particular de
Venezuela -donde se ha convertido en desinstitucionalización
la refundación de las instituciones
de la administración bolivariana-, ha llevado a que tales elementos se
incorporen a la discusión y a las necesidades analíticas pugnando incluso
algunos criterios que habían estado establecidos como el de las mejores prácticas (varios trabajos de Rodrik y trabajos del BID
abordan esta discusión).
Algunos procesos fundamentales como la
inflación en las economías más avanzadas, han tenido determinaciones en
elementos de esa naturaleza, tal cual quedó demostrado a partir de distintas
discusiones que se relacionaron con la aplicación, entendimiento y limitaciones
de la llamada curva de Phillips, que relaciona inflación y desempleo. En tal
sentido, resalta la autora, los aportes que se han hecho del lado de la llamada
nueva macroeconomía clásica o escuela de la expectativas racionales que
“…postula que los agentes de las economías de mercado están fundamentalmente
interesados en maximizar su propio interés personal y que los precios del
mercado son barómetros e indicadores sensibles de las condiciones económicas
presentes y futuras. A partir de estos supuestos, las políticas keynesianas de gestión
de la demanda no pueden alterar los parámetros naturales del sistema económico
establecidos por fuerzas históricas e institucionales, entre otras” (pg. 197).
Estas dimensiones están considerablemente alteradas en Venezuela, con el
estatismo desarrollado por la administración bolivariana y la correspondiente
distorsión de los precios relativos que ha hecho que se pierda todo parámetro.
El segundo perfil atañe a la popularidad, difusión o interrelación que pueden presentar
ciertas propuestas hechas desde la economía política, con la actividad de
distintos agentes sociales y económicos y de manera más específica con los
ubicados como políticos. Señala
Deane que, estos últimos, y las élites instruidas en general, tienden a exigir
a los expertos en economía criterios políticos entendibles, demostrables y
aplicables. De nuestra parte acotamos que expresiones de esto se convierten en
una especie de menosprecio por la teoría que termina en aquella frase cómoda de
“me puedes dar un ejemplo”. Pero
también,una segunda deformación
derivada de esta posición de los políticos
es un pragmatismo sin consecuencias para la ejecución de determinados proyectos
y que se resume en aquella frase “hagámoslo,
si resulta está bien y, si no resulta, igualmente está bien”.
Otro elemento dentro de este segundo
perfil, es cómo se estructura la jerarquía de problemas de interés para la
economía política y los economistas. Las determinaciones vienen tanto por el
lado de las propias prioridades de los políticos
en el sentido ya planteado, como por las prioridades que establecen los
economistas académicos en sus programas de investigación. Es categórica la
autora, para insistir en que, los valedores definitivos de una parte importante
de los pronunciamientos derivados de la economía política contemporánea
–incluso pensando después de varias décadas de aparecido el libro de
referencia- y de la investigación asociada a ella, terminan siendo los
políticos, empresarios, funcionarios y periodistas.
Sin embargo, varias de las
discusiones tenidas en las últimas décadas del siglo XX y las propias
autoevaluaciones dentro de la economía, por una parte, así como los propios
avatares en lo que atañe a la gestión económica en un contexto de discusiones
sobre las opciones estado-mercado, fueron llevando a distanciamientos entre las
esferas mencionadas. En esto habría influido, también, el carácter cada día más
especializado del propio conocimiento económico o una especie de sofisticación
en los pronunciamientos, que habría generado distancias y dificultades de
entendimiento -incluso- dentro de los propios economistas.
Un elemento adicional señalado por
Deane, es la posibilidad de que en las gestiones de algunos gobiernos -de
países desarrollados- se haya generado la necesidad de crear o expresar su
propia economía espuria como vía de
justificación de políticas específicas. Y pone como ejemplo, el caso de la
llamada economía de oferta que habría permitido justificar políticas de recorte
de impuestos buscando estimular la inversión y el empleo. Otros gobiernos,
según Deane, habrían optado por lo que se ha llamado, en ciertos ambientes, la economía de andar por casa que se
basaría en la intuición de los profanos,
el empirismo y la teorización casual.
Es verificable que, en el caso de
algunos países América Latina, estos
habrían creado su propia economía
espuria a partir de los vaivenes derivados de los extremismos asociados a
la dicotomía Estado-Mercado o las modas venidas o en algunos casos estimuladas
–por qué no decirlo- desde el mundo anglosajón. O arribadas u originadas de la
propia demagogia del populismo, de la cualidad de algún petroestado como Venezuela y, más particularmente, de su rentismo
capitalista o socialista/bolivariano. Este último contexto del mismo, habría
apuntalado, en el régimen que lo impulsa u usufructúa en Venezuela su propia versión de la economía de andar por casa o más específicamente una política
económica itinerante, conflictiva, alteradora de los intereses de bienestar de
una porción alta de la población venezolana (alta escasez de bienes, inflación
de dos dígitos altos con tendencia hacia los tres dígitos con la
correspondiente desvalorización y distorsión de sueldos y salarios, inseguridad
profusa y creciente, imposibilidad de viajar, entre otros aspectos), mientras
sostiene beneficios y componendas ilícitas para los cercanos a las camarillas
del poder central, y que se sustenta en una teorización casual/adaptativa. Una
de las expresiones de esto se encuentra en varios de los cambios observados en
hacedores de políticas y funcionarios que se comprometieron hasta más no decir
y hoy se apartan de la misma política y los mismos dirigentes mantenidos en la
administración bolivariana.