VENEZUELA: ENTUSIASMO, PROBLEMAS Y DESVIOS EN EL DESARROLLO. Búsqueda
de impulso y misión.
EDUARDO ORTIZ RAMÍREZ
I. EVOLUCIÓN Y CONTEXTOS POLÍTICOS Y
ADMINISTRATIVOS VARIADOS
No es del todo cierto que la economía
y el país se encuentren ahora enrumbados en base a la independencia y la diversificación
económica. Como tampoco que estemos en capacidad de convertirnos en
abastecedores de las necesidades en el área del transporte, la producción de
medicinas y productos farmacéuticos en general y mucho menos para pasar a la
conquista del espacio. Dentro de la sensatez, con seguridad, así lo percibirán
administradores y agentes empresariales de Venezuela. Es
también valido pensar que las sanciones económicas y el clima político
de los dos últimos quinquenios pueden calificarse como de un ambiente difícil. Es
considerable el esfuerzo y el consenso que debe buscarse para enrumbar el país,
aprovechando además la fuerza de su juventud.
Las sociedades avanzan, evolucionan o
se problematizan en la medida en que las ilusiones y deseos –según sean
convenientes o distorsionadas, de avanzada o de retroceso- se convierten en proyectos
de desarrollo, se unen voluntades para la materialización de los mismos y
esto último permite encontrar -en los casos de éxito- la llamada por los neo
institucionalistas dependencia de ruta.
A excepción de algunas décadas del siglo XX, como las del sesenta y setenta, no
se encuentran en la historia nacional de la última centuria, períodos donde se
anduviese cerca de tal encaminamiento hacia el desarrollo. El Presidente Rómulo
Betancourt fue un visionario en ese sentido, y ello le permitió convertirse
en uno de los pocos líderes del
desarrollo
que hemos tenido. A inicios de la Administración Bolivariana en 1999, el Presidente
Hugo Chávez planteó un Proyecto para el País, ante el cual, varios se
sintieron atraídos, independientemente de sus posiciones actuales.
La revisión de la historia nacional
de los últimos cien años, nos permite observar ilusiones y
entusiasmos –aunque normativamente no siempre de los más adecuados- en
determinados procesos económicos y políticos. Desde el punto de vista económico
y político, debe señalarse la importancia que tuvieron el café y el cacao hasta
1925, junto al sentido de paz relativa alcanzada por los gobiernos de Cipriano
Castro y sobre todo de Juan Vicente Gómez y, más o menos desde esa
fecha, por alrededor de 90 años, el desplazamiento de aquellos bienes agrícolas
por el petróleo como factor económico, que no se ha sembrado, usando
inversamente la recomendación de Arturo Uslar Pietri.
Desde los puntos de vista políticos,
económicos, sociales y militares, según los casos, existen otras ideas y
procesos de entusiasmo de la población venezolana y/o de sus dirigentes
políticos que deben destacarse.
En primer lugar, el militarismo, que estuvo presente durante todo el siglo XX
hasta 1958 a excepción del llamado trienio 1945/1948 y del inmediato y corto
período de Rómulo Gallegos (menos de un año durante 1948). Los
militares y sobre todo los venidos de los andes pasaron a considerarse y
difundir la idea de un orden inspirado y sostenido por ellos, a pesar de
mayores o menores modernismos o amplitudes según los casos. En el inconsciente
colectivo de los venezolanos o en expresiones de la conciencia inmediata,
surgen recuerdos de la tranquilidad, paz y orden relativos en algunos de esos
períodos. En
general el resaltar el militarismo busca destacar la rectitud, el orden
y la disciplina, de los militares, aunque en la sociedad esos valores y formas
de comportamiento, también los tienen organizaciones religiosas, universidades,
instituciones deportivas y empresas, entre otros ámbitos.
En segundo lugar, la industrialización, el impulso de la modernización y la
democracia desde finales de los cincuenta hasta mediados de los setenta.
Trabajo, orden, limpieza, posibilidades de expandir la economía y los proyectos
de inversión, estuvieron presentes en este periodo. Autopistas, industrias,
escuelas y hasta las ideas e iniciativas de crear un Metro para Caracas,
surgieron de esos años a pesar del rentismo. Pero también se ordenaron
y/o regularizaron campañas de prevención de enfermedades vía -por ejemplo-
cruzadas masivas de vacunación así como la regularización de la protección
social vía Seguro Social Obligatorio. Economías hoy día en progreso como Chile y
Colombia, entre otras, tenían varias ausencias y deficiencias y miraban a
Venezuela en variados aspectos como un ejemplo de buen avance. Pero esta parte
positiva se convirtió o desarrolló dialécticamente su contrario.
Pues la sociedad venezolana no tenía albergado
el consenso, y el resentimiento
(acumulado en alrededor de 150 años) y el radicalismo político de quienes no veían
esos resultados como desarrollo hicieron su parte para horadar un proyecto en
curso (dejándole a la nación y a algunas de sus instituciones cicatrices
imborrables y populistas así como demagógicas formas de funcionamiento), y ello
encontró su alteración definitiva en las bases más profundas de la renta
petrolera, al convertirse la gestión administrativa de la nación en un distribucionismo exacerbado a partir de
mediados de los setenta con la primera administración de Carlos Andrés Pérez
(1974/1979). Como señaló D.F. Maza
Zavala, el trabajo -en el contexto de la Gran Venezuela de la Primera administración de CAP- fue
sustituido por el dinero fácil que, además, pasó a formar parte del impulso de
la corrupción; y en un contexto donde comenzó a manifestarse la inflación, los
déficits en cuenta corriente y, entre otras cosas, el endeudamiento
externo. La gran paradoja: un petroestado
alborotado con el incremento en el precio de su commodity, que termina endeudado y con buscadores de renta enriquecidos vía
corrupción.
En tercer Lugar, la corrupción, el desasosiego, el autoritarismo en condiciones de
democracia, los partidos convertidos en el eje repartidor de la “democracia” y
la corrupción con la democracia de partidos, forman parte de un período de más
o menos 20/25 años que va desde mediados de los setenta hasta 1999, pues hay
que decir que los pueblos y naciones también desvían sus caminos, enrumbándose
inadecuadamente según coyunturas, riqueza fácil e inadecuados liderazgos. Se
trataba ahora en este tercer y desviado entusiasmo de un pueblo –en no pequeña
proporción- confundido, con cultura de campamento (como alguna vez
señaló un dramaturgo) y buscador de arreglos según herencias, períodos e
historia; y políticos y administradores que parecieron ser más ineficientes
mientras uno sustituía al otro (Luis Herrera Campins 1979/1984, Jaime
Lusinchi 1984/1989, Carlos Andrés Pérez 1989/1993, R. J. Velázquez 1993/1994 y
Rafael Caldera 1994/1999) y, una masa de aquel mismo pueblo -en su acepción
amplia, abarcando también clases medias y altas- observando en cada oportunidad
electoral, la ocasión misma para su proyecto personal o grupal, a pesar de las
luces que todavía podían irradiar en momentos algunos de los presidentes, el
congreso, algunos ministros y determinados políticos e intelectuales que podían
fungir como la reserva moral del país. Se registró en la secuencia referida,
el episodio notable de un pueblo eligiendo por segunda vez, con
distintas esperanzas y entusiasmos, a dos presidentes (Carlos
Andrés Pérez y Rafael Caldera), cuyos resultados en ambos casos terminaron
con mayores dramas y problemas económicos y sociales que con los que comenzaron.
En el plano de la política económica,
el mayor entusiasmo fue albergar, en algunas ocasiones, las ideas extremas
del neoliberalismo y la crítica acérrima a la sustitución de importaciones
o el acotamiento de frases cómodas y jocosas, según instituciones y
ministerios, o impulsar ideas melosas del amor por el país o de la defensa de
la figura presidencial, según el caso y momento. La cultura del extremo hizo de
la suyas, en momentos de este periodo y en las ideas y entusiasmos dominantes.
En cuarto lugar,
el periodo de las ideas de la Administración Bolivariana inicialmente
difundidas por Hugo Chávez y hoy día en las figuras de sus continuadores
y de Nicolás Maduro. Esto entusiasmó a una porción alta de la población
venezolana, dadas las ofertas de crear una verdadera democracia, acabar con la
corrupción y la llamada democracia de
partidos. Honor, pulcritud, comedimiento, eficiencia en la administración
pública, oportunidades de una repartición más equitativa del ingreso, fueron
las ofertas iniciales en 1998 y 1999.
Muchos acogieron esas ideas como
suyas y les profesaron esperanzas. Transcurridos más de veinte y cinco años los
entusiasmados son menos y no todos lo que se mantienen presentan la inocencia y
sensatez que hubo en sus tiempos iniciales. La problematización económica, social
y política después de más de cinco lustros enfrenta a parte de los venezolanos ante la frustración de esperanzas no
materializadas por un proyecto que además de las ideas señaladas hizo renacer
el militarismo, en el contexto de
las democracias insuficientes de América Latina y Venezuela en particular –tal
cual se señaló-, así como a la necesidad de construir un nuevo entusiasmo,
impulso y misión para la economía y el país, abarcando las dos necesarias dimensiones.
Capitalismo de estado, expresiones de
corrupción, deterioro de los servicios, profundización de la dependencia
petrolera y del rentismo, controles en áreas de la mayor relación con la
riqueza nacional como el manejo de las divisas obtenidas del rentismo, pérdida
de patrimonios empresariales y familiares, clima de zozobra e inestabilidad en trámites,
procedimientos y seguridad personal y familiar, son parte de la percepción presente
en grupos de venezolanos. Y ello es la base, por lo demás, de la migración de numerosos
venezolanos.
Cuatro ilusiones, esperanzas, ideas y
entusiasmos que en alrededor de cien años nos trasladan la Venezuela problematizada,
deteriorada y conflictiva de años recientes. Numerosos elementos positivos
podrían destacarse en el tránsito de los dos primeros períodos de entusiasmos e
ilusiones señalados, tenidos por Venezuela y sus habitantes y que abarcaron
hasta mediados/finales de los setenta (Independencia política, avance
institucional, urbanización, alfabetización, eliminación de enfermedades,
crecimiento económico y grados de desarrollo, oportunidades de avance para
personas y familias, aumento de la atención a los marginados y excluidos de
políticas de mejoramiento social, son solo parte de ellos). El tercer periodo,
de confusiones/desviaciones abarca desde mediados de los setenta hasta finales
de los noventa, pero nunca el daño llegó a niveles mayoritaria o extendidamente
radicales. Cierto desasosiego se ha presentado en grupos sociales en años o
subperiodos de la fase iniciada en 1999, donde se planteó refundar instituciones,
crear un hombre nuevo, convertir a Venezuela en una potencia agrícola o un país
del primer mundo, llevar a los venezolanos al disfrute de cualquier máximo de
felicidad o a cualquier meta pensable según expresiones literales del
Presidente Hugo Chávez y del Presidente Nicolas Maduro según distintos momentos
y expresiones variadas. Pero realmente, la revolución bolivariana -en lo
visto hasta ahora- se convirtió en una relativa desilusión para algunos y en
una decepción para ciertos grupos sociales, según grados y niveles
diferenciados –que habían acompañado previamente a los partidos de la democracia de partidos, AD y COPEI- y que
alguna vez se esperanzaron en ella.
En quinto lugar
y correspondientemente con lo presentado, es importante en este análisis resaltar la necesidad que hoy se tiene de
albergar una quinta ilusión, entusiasmo
y misión que pueda convertirse -en base al consenso- en un proyecto que por distintas vías pudiera volver a
unir esfuerzos en pro de combatir la anomia,
que todavía existe en sectores de la población, a pesar de las expresivas y cuantiosas movilizaciones o formas
de participación y de variado matiz político, según las inclinaciones de los
participantes, tenidas durante años o lustros recientes.
Las ideas profesadas desde 1999 por
la Administración Bolivariana, están ahora guiadas por el Presidente NM
y existe inclinación a plantear ahora -por distintas vías- algo así como
aprovechar o seguir desarrollando una opción política que rescataría elementos
puros, bien encaminados y exitosos, que habría alcanzado y ejecutado HC
a pesar de ajustes e innovaciones presentadas en la evolución de los últimos
lustros.
II. ¿POR QUÉ NOS HEMOS DESVIADO DEL DESARROLLO?
Leyendo el útil
volumen del BID (Ver Gustavo Crespi,
Eduardo Fernández-Arias y Ernesto Stein. ¿Cómo repensar el desarrollo
productivo? POLÍTICAS E INSTITUCIONES SÓLIDAS PARA LA TRANSFORMACIÓN ECONÓMICA.
BID 2014) se ratifica una vez más lo viejo de nuestros problemas económicos
y de desarrollo, nuevas propuestas que en algunos casos ratifican viejas
políticas y cómo varios países han instrumentado las mismas mucho antes y mucho
más rápido que nosotros. A excepción de la apertura y liberalización de varios
mercados de inicio de los años noventa, que fue violenta y rápida –haya sido
exitosa o no-, los demás cambios y políticas en los últimos 50 años (incluidos
los 25 de la administración bolivariana) han sido de poca efectividad y lentos
resultados, en cuanto a encaminar a la nación hacia el crecimiento y desarrollo perdurable y estable.
Varios
factores en una retrospectiva histórica y económica habrían complicado el poder
alcanzar una dependencia de ruta -del tipo que señalan los neoinstitucionalistas-
o senderos estables que hubiesen propendido a ella. Mencionaremos algunos de
ellos, excluyendo la importante dinámica de la formación de la política económica y elaboración de estrategias de desarrollo.
En primer lugar, la guerra de independencia y sus
secuelas sobre el patrimonio económico de la nación -o campos y ganado- pero,
también, sobre la fisonomía y perfil cultural que se había venido acumulando en
una ciudad como Caracas -y otras del interior-. A esto se le sumó el efecto
devastador de la guerra federal y de la secuencia de pequeñas guerras y
alzamientos presentes en todo el siglo XIX y cuyos efectos no fueron totalmente
compensados por actitudes modernizantes como las de Guzmán Blanco en la segunda
mitad del siglo XIX.
En segundo lugar, el militarismo, ya señalado
también, que se extendió desde Cipriano Castro hasta finales de la
dictadura de Pérez Jiménez (con la relativa salvedad del período 45-48,
como se indicó). La dictadura de Gómez dejó carreteras y un ejército que
eliminó los levantamientos pero se erigió como el garante de primera y última
instancia del orden establecido. Los gobiernos siguientes, incluso con la
participación y anuencia de muchos civiles, jugaron en su mayoría a la idea de
que el orden derivaba del ejército. Si bien en varios de ellos se formaron y
crearon instituciones, la civilidad, el individuo y el perfil de las
instituciones como reductoras de la incertidumbre -según los
neoinstitucionalistas-, estuvo siempre matizado por la posibilidad militar en
tanto salvadora y conductora del orden social. La economía, por su
parte, después del desplazamiento del café y cacao -a partir de 1925- en la
balanza de pagos por parte del petróleo, observó durante la mayor parte del
militarismo el abandono de la agricultura y muy poco avance en las industrias y
las ciencias en general.
En tercer lugar, el petróleo, su aparición, su incorporación a la balanza de pagos y a la
dinámica social y económica del país con el consabido rentismo. La frase sembrar el petróleo de Uslar Pietri -ya señalada- es de las que más se han repetido, pero de las que
menos se han aplicado. El primado del petróleo en la dinámica fiscal, cambiaria
y de financiamiento del desarrollo es bastante evidente. Todos los planes de la
nación -incluidos los de la administración bolivariana- han incorporado la idea
de reducir la dependencia petrolera.
Aunque tiene su sentido económico, debe señalarse que muchos se alegraron en la
segunda administración de Carlos Andrés Pérez porque la guerra del
golfo hizo subir los precios del petróleo y pudimos apreciar en los
comienzos de la administración bolivariana como algunos funcionarios planteaban
deseos, para que el invierno en el norte fuera fuerte, con su correspondiente
consumo de energía.
En cuarto lugar, la democracia de partidos desde
inicios de los sesenta hasta finales de los noventa. Los partidos tradicionales
(AD y COPEI, principalmente) ya suficientemente conocidos en vivo por
las generaciones del caso, se convirtieron en medio y destino de las
realizaciones individuales. La creación de un orden colectivo, aun en los
cánones de la economía de mercado y el capitalismo, fue abandonada, en aras de
la corrupción y el beneficio directo del rentismo petrolero, sobre todo a
partir de 1974-75. El desarrollo, que se encaminó relativamente bien en los
sesenta y parte de los setenta, fue aniquilado por la Gran Venezuela en los años setenta y los partidos convertidos en el
fin último de todas las cosas.
En quinto lugar, el sentido de adaptación cómoda y
automática a la onda de neoliberalismo extremo que se difundió en
América Latina desde finales de los ochenta y comienzo de los noventa y que,
hoy día, presenta a la región con prácticamente dos décadas perdidas
(los ochenta y los noventa). Tuvo esta posición sus adeptos y tecnócratas
seguidores en Venezuela, que seguirán repitiendo que todo iba bien pero que no se dejó llevar el conjunto de reformas
hasta sus últimas consecuencias. Esto esconde la cruda realidad de que se
trató de una simple adecuación a lo que se recomendaba en los ámbitos
internacionales, aunque hubiese los excesos que en tiempo posterior reconoció J. Williamson -a quien siempre se le
identificó con el Consenso de Washington, como resumen de ese conjunto
de políticas-.
En sexto lugar, la superposición política, basada
en una especie de nueva izquierda latinoamericana y nuevamente de
militarismo, que claramente se instauró en la nación desde 1999. Este último
año y 2002 -con el intento de golpe de estado- han permitido observar
una clara sobredeterminación de la política sobre las otras esferas de la
sociedad. Los deficientes resultados económicos y sociales son atribuibles, en
parte, a los grupos políticos que administran la nación desde la administración
bolivariana. En un escenario de depresión económica, al menos posterior al
período de altos ingresos petrolero de 2004/2014, agudo desempleo, miseria expansible
y amenaza permanente a los derechos de propiedad son pocas las ideas novedosas
para las frecuentes ofertas de una administración que pasó a usar intensamente la
renta petrolera.
En séptimo lugar, un agudo proceso de desinstitucionalización, que se ha venido
intensificando en los últimos cuarenta años incluidos los veinticinco de la
administración bolivariana. En ello han contribuido los personalismos y
caprichos presidencialistas, los partidos viejos y nuevos, los agentes
productivos y los propios ciudadanos con sus comportamientos políticos y
económicos en manada. La corrupción,
la viveza, el desapego y la búsqueda de virtudes en otros, sean anglosajones,
caribeños o asiáticos, han anidado en una nación que no diferencia para lustros
recientes y hasta décadas, entre Estado y Gobierno. La llamada refundación de instituciones de la
administración bolivariana, se ha presentado, en parte, como una alteración y permanente
transición en la construcción de políticas desde las instituciones.
Militarismo inconveniente,
instituciones frágiles -y no estrictamente concatenadas con la búsqueda del
desarrollo-, democracia frágil -poco transparente y temerosa de las
potencialidades del individuo, se trate de organizaciones
de vecinos, organismos no gubernamentales, cooperativas o consejos comunales-,
son parte de los episodios político-económicos del siglo XX y del XXI. Aun con
todos los logros y avances en urbanización, educación o atención social, según
los resultados de algunos periodos como el de finales de los 50 hasta comienzo
de los setenta –y que es quizás de los periodos más trascendentales que en la
historia venezolana podrían ubicarse como con mayor propensión al desarrollo-; o el del crecimiento inicial de las ciudades
–grosso modo- entre 1910 y 1930 cuando apareció el petróleo; o el de la
administración bolivariana donde sectores sociales desatendidos en
administraciones previas pasaron a ser considerados con atenciones variadas o
tener posibilidades de participar -aun con las restricciones u observaciones
que puedan hacerse-; ha existido, correspondientemente, una gran ausencia en
la elaboración de una estrategia perdurable de desarrollo, basada en el
consenso y la fijación de objetivos y, en ello, han sido responsables distintos
gobiernos y variados personajes en
también variados años, lustros y décadas.
III.PROBLEMAS PERMANENTES DEL DESARROLLO. Más allá de la macroeconomía.
Querer impulsar el crecimiento y el
desarrollo requiere, en el contexto internacional actual y de las últimas
décadas, apreciarlos, entre otras vías, por la de la presentación de dicotomías
o dualidades que, permanentemente, están presentes en la literatura y análisis
asociados. Existen, por otra parte, problemas sectoriales específicos,
necesitados también de políticas muy puntuales. Es
claro que este tipo de reflexión, estos perfiles del abordaje de la
problemática del desarrollo, han estado ausentes –y en distintos grados según
los casos- en la elaboración de la política económica y -más aún- en el
tratamiento del desarrollo económico de parte de variadas administraciones
de las últimas décadas y -de manera muy importante- en la administración
bolivariana dada su presencia de alrededor de 25 años, por una parte, y sus numerosos
proyectos y propuestas por la otra. Algunas de tales dualidades son las
siguientes.
LÍDERES/SEGUIDORES. Perspectiva de entendimiento
del éxito de las naciones y de la posibilidad de que marquen pautas económicas
y tecnológicas que puedan ser de utilidad para naciones menos adelantadas o
potenciales seguidores. Se entiende que,
en la economía del capitalismo, el líder de líderes fue Inglaterra. Después vinieron Estados Unidos, Alemania,
Japón, Francia, en fin, todos los que se beneficiaron e impulsaron –en su
momento o tardíamente- la primera, segunda, tercera y actualmente cuarta
revolución industrial y la de la tecnología más moderna y la de la Inteligencia
Artificial. Hoy en día, el rol de seguidores
sigue estando presente para la mayoría de las naciones en desarrollo. Algunas
de estas, se han convertido en líderes
a través del polémico y variopinto concepto de economías emergentes o el del perfil de aquellos países ubicados en
el grupo de los BRICS que abarca a
la expansiva e influyente economía China, además
de Brasil, Rusia, India, Sudáfrica, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Etiopia, Irán
e Indonesia, según resultados de la Cumbre en Brasil en julio 2025 (se
incorporaron los últimos cinco miembros). Pero nadie sensato, con conocimiento
e información va a creer que República Dominicana o Colombia son determinantes
en el rumbo y patrón del desarrollo económico mundial. Por lo demás, las
exageraciones e insensateces, también las tienen representantes de los países líderes.
CONVERGENCIA/DIVERGENCIA. Desde tiempo atrás, en la
literatura seria sobre el desarrollo (puede verse por
ejemplo Meier y Baldwin, Economic
Development, 1957) el crecimiento en el nivel de ingreso general y per
cápita es variable fundamental. Para las naciones ya avanzadas para los años
cincuenta y sesenta el problema era cómo mantener el nivel de crecimiento y,
para las naciones menos adelantadas, cómo acelerar el crecimiento del mismo. Se
ha extendido el uso de comparar unos y otros niveles, evaluando su cercanía o
distanciamiento a pesar de las numerosas críticas al concepto de Ingreso per cápita. El caso es que, en los
últimos sesenta años se ha apuntalado el viejo resultado resumido en la idea de
la brecha que se ensancha -que en la actualidad se ha
extendido hacia otras áreas incluyendo el propio concepto de brecha digital, entre otros-. La
distribución internacional del ingreso y la presentación del nivel de ingreso
de la mayor parte de los países en desarrollo mantiene la importancia de la convergencia/divergencia
y que tiene de base la característica: país desarrollado es igual a ingreso per
cápita alto.
Reflexionar sobre la unión de la primera y segunda dualidad que
presentamos, lleva a precisar cómo, con todo, la ayuda internacional sigue
siendo poco sólida y siguen concurriendo crecientes restricciones al comercio
(hoy altamente complicadas con las políticas autoritarias de D Trump
Presidente de USA y fuera de la institucionalidad comercial internacional
construida desde inicios de la segunda post guerra),
además de formidables diferencias y desigualdades, con una creciente
acumulación de riqueza en un selecto conjunto de la población mundial. Basta
ilustrar, que según el informe Global Private Banking Survey 2013.
Capturing the new generation of clients, de la consultora McKinsey, la
riqueza de los más ricos alcanzó, en 2013, un valor de 60 billones (millones de
millones) de dólares (86% del PIB nominal global en ese año), con una
proyección -en ese momento- para 2016 de llegar a los 80 billones de dólares
(que se repartirían entre 16 millones de personas). Esto, en un escenario
mundial en tales años, con una población mundial bordeando los 7.000 millones
de personas,
representaba un enorme desarreglo social. Pero
también deben señalarse las observaciones diversas de parte de economistas como
Sen o
Deaton en cuanto a reservas a determinados
indicadores y al propio PIB per cápita, o al menos en cuanto a tener en este
último indicador la confianza exclusiva. Sabido es que, todo esto, llevó a la
difusión -desde 1990- del Índice De
Desarrollo Humano (IDH) por parte del PNUD, basado en Ingreso per cápita,
nivel educativo y esperanza de vida. Y que al momento ha avanzado en su
desagregación y complejizacion.
CONFLICTOS/INSTITUCIONES. Ya están planteados de tiempo
atrás, en la literatura especializada, los lineamientos fundamentales de
variados aspectos que se asocian a la importancia de la dinámica institucional
para el crecimiento y desarrollo. En tiempos más recientes, se ha venido
avanzando en la relación entre la dimensión política y los cambios y
perspectivas institucionales. Basados en planteamientos iniciales de variados
autores, entre otros Rodrik, se han propuesto y usado indicadores que
buscan medir factores como la coacción
política, en el sentido de que los grupos políticos que ejercitan el poder
político puedan llevar a cabo un determinado conjunto de políticas que
propendan, por ejemplo, a la transformación económica. Pero también, se trata
de registrar las posibilidades de concentración del poder político en grupos
reducidos, muy cercanos, por ejemplo, al poder presidencial, y que terminarían
reduciendo la perspectiva de la amplitud
democrática. Termina entendiéndose que, la democracia, es
más adecuada para el propio éxito de políticas de transformación y funcionamiento
económico-social. De nuestra parte, esto nos reafirma la importancia que debe
tener en la actualidad venezolana una perspectiva analítica y de actuación que
se base en la economía política.
LAS MEJORES PRÁCTICAS/PRÁCTICAS ADECUADAS. En los proyectos de reforma institucional del mundo en desarrollo, la
práctica predominante consiste en identificar las mejores prácticas[17]
para tratar con cualquier problema, e intentar adoptarlas allí donde se les
requiera. Sin embargo, durante las dos últimas décadas, la noción de adoptar mejores
prácticas ha sido duramente criticada. Dos perfiles pueden resaltarse en
este sentido. En primer lugar, si a una organización se le asigna una tarea que
supera ampliamente sus capacidades, puede que colapse bajo la presión. Igualmente,
una organización que recibe financiamiento bajo la condición de adoptar las mejores
prácticas quizás intente cumplir con los requisitos de manera puramente
formal, pretendiendo que hace algo que, en realidad, sabe que no puede hacer.
En segundo lugar, las políticas se aplican en contextos muy específicos, donde
existen reglas de juego explicitas y tácitas, y normas de conducta que pueden
ser distintas de las leyes formales y puede que los actores locales conozcan
bien estas reglas y las acepten, pero a los expertos extranjeros les cueste más
entenderlas. Es la parte tácita -las reglas de comportamiento no escritas o informales
también- lo que hace que sea tan difícil adoptar lo que funciona bien en otra
parte. Por ejemplo, las mejores prácticas en un entorno donde la
conducta se basa en la confianza mutua entre los participantes de una política
determinada no funcionarán tan bien en un entorno dominado por la desconfianza.
La dificultad de transferir las mejores prácticas del contexto de un
país a otro es que es prácticamente imposible replicar los elementos informales,
implícitos, no escritos y rara vez visibles del entorno institucional y los
mismos terminan siendo fundamentales para las llamadas mejores prácticas.
La alternativa a este concepto es entonces la mejor adecuación de las políticas
a las capacidades existentes. Es esta una idea manejada desde hace lustros para
mejor interrelacionar el cambio institucional con el desarrollo[19].
ESTRUCTURA/FINANZAS. Hace ya casi cuatro décadas
décadas, cuando Drucker, pasó a
insistir en la diferenciación entre economía
de los símbolos y economía real. Entendiéndose por la primera, el área
monetaria, cambiaria y financiera y, por la segunda, el área más tradicional de
la producción. Para la actualidad, esta especie de dicotomía se ha profundizado
con el desarrollo y profundización de los mercados de capitales y cambiarios y
la propia economía de la información y la globalización. En realidad, para
países como Venezuela, la dualidad presenta elementos de carácter básico en lo
que se asocia a política comercial e industrial, en contraposición al área de
la finanzas y a un particular mercado cambiario que evolucionó de un finiquito
de la libre convertibilidad y tipo de cambio fijo en 1983, pasando por
distintos regímenes cambiarios hasta llegar a un control de cambio –establecido
en 2003- estricto y conducente -entre otros determinantes- a cierta
inestabilidad económica, como se plasmó
desde su instalación a pesar de la abundancia de divisas, y que aunque después
fue desmantelado no ha terminado de dársele solución a la dolarización
informal presente todavía en 2025 y que se presenta como un problema
complejo en las atenciones de la política económica y del desarrollo en el
contexto de la administración bolivariana, donde el principal oferente de
divisa sigue siendo el Estado. La presión y dinámica desde estas últimas áreas,
no termina de verse compensada con seriedad, regularización y buenos resultados
por parte de las primeras.
AGLOMERACIÓN/DISPERSIÓN. Desde décadas recientes, viene
revalorizándose la importancia de la geografía (Krugman,
Henderson, otros). En sentido general se ha resaltado la significación de estar
cerca o lejos, pero también las posibilidades de acceso a una determinada
nación o región. Dos conceptos fundamentales que terminan alimentándose de
variadas perspectivas técnicas, pero también de sentido común, son los de aglomeración
y dispersión. En una relación inversa, si se está más
lejos o si los costos de comercio son más altos, se comercia menos, entre otros
determinantes por el propio costo de la energía. La relación inversa también
funciona si se está más cerca o los costos de comercio son más bajos. Es parte
de lo que ha derivado de relaciones crecientes entre las áreas de la geografía
y la economía.
En fin, hay mucho que estudiar y
revisar, para mejorar las actuaciones y la elaboración de políticas en cuanto
al desarrollo económico en naciones como Venezuela y, más aún, con los
resultados de deformación, empobrecimiento y recesión que pueden haberse
observado y acumulado.
IV.OBSERVACIÓN FINAL
De lo que sí se puede tener cierta
certeza es que, debe albergarse el consenso, la paciencia y la
flexibilidad que permitan estructurar planes realistas y consensuados que
puedan ir en beneficio de las mayorías que, por una u otra razón o por
responsabilidades de acciones en distintos períodos y administraciones,
terminan en las expectativas de poder obtener compensaciones o mejoras que
puedan brindarles mejores perspectivas.
eortizramirez@gmail.com
6 de agosto de 2025.