sábado, 13 de septiembre de 2025

Lecciones de Max Weber para las democracias asediadas

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Lecciones de Max Weber para las democracias asediadas

Sep 5, 2025ENRIQUE KRAUZE

MÉXICO D.F. - ¿Cómo conciliar la política y la ética o, siendo más realistas, cómo manejar la tensión entre ambas? Esta es la pregunta que se planteó el sociólogo alemán Max Weber en "La política como vocación", una conferencia que pronunció ante la Asociación de Estudiantes Libres el 28 de enero de 1919, durante la efímera Revolución de Múnich. Más de un siglo después, su ensayo sigue siendo un duro recordatorio de los peligros superpuestos de la demagogia, el liderazgo carismático y el fanatismo ideológico.

En el centro del ensayo de Weber hay una pregunta crítica: ¿Cuál es el fundamento ético de la política? Su respuesta radica en el ahora famoso contraste entre la "ética de la convicción" y la "ética de la responsabilidad". Aunque reconocía la fuerza moral de la primera, Weber se inclinaba por la segunda. Para él, una verdadera "vocación política" exigía un compromiso apasionado con una causa, pero atemperado por la moderación, el desapego y, sobre todo, un profundo sentido de la responsabilidad. Sólo un político con tales cualidades, argumentaba, merecía "poner su mano en la rueda de la historia".

Por el contrario, advertía Weber, los demagogos de su época encarnaban una tendencia peligrosa. "Actuando bajo una ética absoluta", escribió, estos líderes se sentían responsables "sólo de velar por que no se apague la llama de la convicción: por ejemplo, la llama de la protesta contra las injusticias del orden social". Si sus acciones no logran el fin deseado, "responsabilizarán al mundo, a la estupidez de los hombres o a la voluntad de Dios que los hizo así".

Weber comparó a los revolucionarios alemanes de aquel periodo con los teólogos del siglo XVII que esperaban el inminente regreso de Cristo: ambos exhibían un "chiliasmo orgiástico" y una ferviente creencia en una "apertura escatológica de la Historia." Demagogos, revolucionarios y profetas por igual proclamaban un futuro radiante que siempre estaba a nuestro alcance. Para acelerar su llegada, nada parecía imposible. Pero ningún fin, por sagrado que fuera, podía justificar que se ignoraran las consecuencias reales de los medios.

La crítica de Weber se extendía incluso a los pacifistas. Dado que la fuerza es el instrumento ineludible y definitorio del poder, Weber advertía contra "la ingenuidad de creer que del bien sólo procede el bien y del mal sólo el mal". Con demasiada frecuencia, argumentaba, ocurre lo contrario, y "quien no lo vea es un niño, políticamente hablando". De esa paradoja extrajo una lección más amplia: en ningún lugar era más evidente la "trágica deformación" de la condición humana que en la política. Por eso, consideraba la política como la "lenta perforación de duras tablas".

Pero aunque Weber no ofrecía recetas para la salvación o la felicidad, tampoco abogaba por la pasividad, el conservadurismo o la política reaccionaria. En su lugar, propuso una forma apasionada pero realista de defender los valores más elevados de la humanidad. Esta era, para él, la esencia de la "ética de la responsabilidad".

Los demagogos, revolucionarios y pacifistas anónimos que Weber criticó en su conferencia -los abanderados de la "ética de la convicción"- fueron Karl Liebknecht, Rosa Luxemburg y Kurt Eisner, líder de la Revolución de Múnich y entonces jefe del gobierno revolucionario de Baviera. Los asistentes recordaron que Weber los citó por su nombre, pero los omitió en la versión impresa, que se publicó meses después del colapso de la revolución.

Weber también dejó sin nombrar a otro personaje en su conferencia: el "tipo puro" de político que encarnaba la "ética de la responsabilidad". Ese personaje no era otro que el propio Weber.

La pasión secreta de Weber

Weber tenía 54 años cuando pronunció su conferencia de Múnich. Para entonces, era un sociólogo y filósofo social muy respetado, con una obra monumental -aunque inédita en su mayor parte-. Había llegado a Múnich para reanudar su vida académica tras años de retiro forzoso debido a una larga y dolorosa depresión.

Su postura política en aquella época desafiaba cualquier clasificación. Como muchos de sus contemporáneos, Weber era un entusiasta partidario de la Primera Guerra Mundial: "Sea cual sea el resultado, esta guerra es grande y maravillosa", escribió en agosto de 1914. En particular, su apoyo no estaba impulsado por el romanticismo pangermánico, sino por el realismo.

Según Weber, Alemania tenía un destino geopolítico ineludible: mientras Suiza podía ser la guardiana de "la libertad y la democracia" y de "valores culturales mucho más íntimos y eternos", Alemania no tenía más remedio que afirmar su poder frente a la Rusia zarista y la hegemonía angloamericana.

Como recordaría más tarde el filósofo Ernst Bloch, Weber vestía uniforme todos los domingos. Ansiaba servir en el frente, pero su contribución adoptó otra forma: se dedicó, con la misma intensidad disciplinada que ponía en su erudición, a dirigir los hospitales militares de Heidelberg.

Sin embargo, al poco tiempo, el entusiasmo de Weber dio paso a la desilusión. Las estrategias políticas, diplomáticas y militares del Kaiser le parecieron no sólo equivocadas, sino espectacularmente estúpidas. Lo que había defendido como una guerra necesaria y defensiva contra el imperialismo ruso se había transformado en una temeraria empresa expansionista encabezada por "locos" militares y sus aliados industriales.

Weber denunció la política anexionista de Alemania en Bélgica y predijo correctamente que los ataques de submarinos a barcos civiles arrastrarían a Estados Unidos a la guerra. En su opinión, ningún líder político estaba a la altura del momento: ni el káiser Guillermo II, al que despreciaba, ni la sucesión de cancilleres que capitularon ante la arrogancia de los militares. "¡No hay un solo hombre de Estado, uno solo, para manejar la situación! Y pensar que ese hombre que no existe es indispensable", escribió en 1915 a su viejo amigo, el pastor y político liberal Friedrich Naumann.

Durante un tiempo, Weber incluso creyó que podría ser un estadista de ese tipo. En 1916, viajó a Berlín para intentar poner "la mano en la rueda de la historia", pero sus esfuerzos quedaron en nada. Ni sus previsiones sobre las consecuencias económicas de la guerra ni sus planes de actuar como representante informal de Alemania en Polonia -concediendo a ese país ocupado cierta autonomía- recibieron la menor atención. "Es muy poco probable que haya algo para mí", se quejaba. Incluso sus amigos más devotos, como el psiquiatra y filósofo germano-suizo Karl Jaspers, temían que sus actividades políticas le distrajeran de su trabajo académico.

Sobre todo, Weber lamentaba la inutilidad de ser un político vicario. Aunque confesaba estar "harto de irrumpir en los despachos de la gente para 'hacer algo'", seguía aferrado a la esperanza: "Todos saben que, si me necesitan, siempre estaré a mano".

Weber creía que en aquella época la política tenía un único objetivo primordial: asegurar el futuro de Alemania persiguiendo la paz. Pero no apoyaba la paz a cualquier precio, y menos aún el humillante acuerdo que, en su opinión, proponían los pacifistas. La república, creía, sólo podría sobrevivir si la paz preservaba su dignidad.

En su lugar, Weber imaginó una alternativa constitucional y republicana que rechazaba tanto el militarismo pangermánico como la revolución social. Desde la Revolución Rusa de 1905, y especialmente después de que los bolcheviques tomaran el poder en 1917, Weber había escrito extensamente sobre el socialismo, descartándolo por inviable desde el punto de vista político y práctico. No veía ningún camino plausible para hacer realidad la visión utópica del Manifiesto Comunista.

Aunque la política era la pasión secreta de Weber, y siguió siéndolo durante el resto de su vida, su papel político le seguía siendo esquivo. Incapaz de aconsejar, influir, mandar o influir directamente en los acontecimientos, continuó enseñando mientras se dedicaba a su monumental libro de 1920Sociología de la religión.

Un profeta sin seguidores

Los jóvenes daban esperanzas a Weber, pero ¿podría aportarles claridad en medio de la confusión que estaban viviendo? Dos años antes de pronunciar "La política como vocación", Weber presidió unos seminarios en el castillo de Lauenstein, en Baja Sajonia, a los que asistieron destacados escritores de diversas tendencias políticas y un círculo de estudiantes con tendencias liberales, socialistas y pacifistas. Como contó más tarde su esposa Marianne en su exhaustiva biografía, aquellas reuniones se convirtieron en un ensayo del conflicto generacional que pronto se extendería fuera de la sala de conferencias y a las calles de Múnich.

Entre los jóvenes que asistían a los seminarios de Weber se encontraba el intenso y atormentado poeta y dramaturgo Ernst Toller. Veterano de la Gran Guerra gravemente herido, Toller había pasado de los hospitales psiquiátricos a las celdas de las prisiones a causa de su militancia pacifista. Su preocupación, como escribió más tarde en sus memorias, iba "más allá de los pecados del Kaiser o de la reforma electoral", los temas que abordaba Weber. Él y sus camaradas querían nada menos que "crear un mundo nuevo, cambiar el orden existente, cambiar el corazón de los hombres".

Los estudiantes, recordaba Marianne Weber, respetaban el "ethos controlado" de su marido y su "sobria incorruptibilidad", pero se erizaban ante "esa mente científica que era incapaz de ofrecer una forma sencilla de resolver los problemas y que se preguntaba sobre cada 'ideal social' por qué medios y a qué precio podía alcanzarse."

Pero Weber no desesperó, instando a sus alumnos a "cascar las duras nueces" del trabajo científico y a buscar el conocimiento de sí mismos y del mundo a través de datos objetivos y no de "revelaciones". No creía en la profecía social. Sin embargo, como observó Marianne, sentía un profundo parentesco no con los incomprendidos padres de la ciencia, sino con el profeta bíblico Jeremías, un "titán de la invectiva" que denunciaba por igual a su rey y a su pueblo. Sin apóstoles a su lado ni esperanzas de éxito, Weber siguió adelante, impulsado únicamente por la rectitud de su crítica. "Le envolvía", recuerda Marianne, "el patetismo de la soledad interior".

¿De dónde procedía ese realismo trágico? Desde muy joven, Weber supo que era inmune al hechizo y la comodidad de la religión o de sus sucedáneos ideológicos. Entendió ese hechizo lo suficientemente bien como para convertirlo en el tema de algunas de sus mejores obras, pero sus intereses le impulsaron en la dirección opuesta, hacia la labor científica de desmitificar el mundo.

En el universo de Weber no había lugar para ilusiones ni simplificaciones. Su concepto de "tipos ideales" ofrecía un marco para comprender los sistemas económicos, las instituciones jurídicas, la ética religiosa y las fuentes de la dominación política. Pero si algo definía la condición humana era la inevitabilidad del conflicto. Frente a esta dura e irreductible realidad, Weber consideraba la política como la vocación más noble, ya que ninguna otra actividad tocaba tan profundamente el núcleo trágico de la vida. En su nivel más alto, la acción política podía elevar la existencia misma, modelando su calidad moral.

Pero el hombre que llegó a Múnich en noviembre de 1918 descubrió que los mismos estudiantes a los que una vez había predicado la "ética de la responsabilidad" en el castillo de Lauenstein seguían ahora a Eisner, un líder carismático animado por la "ética de la convicción", un demagogo sacado directamente de las propias páginas de Weber.

De la esperanza a la desesperación

La Revolución de Múnich se desarrolló entre noviembre de 1918 y mayo de 1919 en tres etapas -socialdemócrata, anarquista y comunista- antes de ser aplastada por una reacción nacionalista y antisemita que acabó dando lugar al Partido Nazi.

Comenzó tras la derrota de Alemania en la Gran Guerra. La exaltación de 1914, el fervor patriótico y la embriaguez de la gloria prometida habían dado paso al racionamiento, el hambre, la enfermedad y la muerte. Casi dos millones de soldados alemanes habían muerto, con más de cuatro millones de heridos y otro millón de prisioneros. La Rusia bolchevique ya estaba fuera de la guerra en virtud del Tratado de Brest-Litovsk, y el destino de Alemania dependía ahora de Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos.

En Weimar se proclamó una república el 9 de noviembre bajo el liderazgo del Partido Socialdemócrata (SPD). Pero la democracia parlamentaria era un resultado intolerable para los revolucionarios que aspiraban a emular -y en última instancia superar- el logro de Lenin. Pronto estallaron levantamientos en varios puertos y ciudades.

En Berlín, Liebknecht y Luxemburg fundaron la Liga Espartaco con el objetivo de crear una república socialista libre. El 15 de enero, ambos fueron asesinados por soldados leales a Gustav Noske, cuyas disciplinadas y feroces fuerzas incluían a miles de voluntarios paramilitares(Freikorps), muchos de ellos curtidos veteranos de las unidades de élite de los soldados de asalto alemanes.

Para entonces, sin embargo, en Múnich ya se había impuesto otro tipo de revolución. En noviembre de 1918, la monarquía bávara se derrumbó en sólo cinco días, gracias a una movilización pacífica de decenas de miles de trabajadores y soldados. El movimiento fue dirigido, improbablemente, por Eisner, un intelectual y editor judío de 51 años.

Encarcelado a principios de 1918 por su pacifismo militante y liberado en octubre, Eisner se convirtió en el héroe del momento. Sus discursos en las plazas, auditorios, asambleas y cervecerías de Múnich electrizaron a "las masas", un término central tanto en el vocabulario como en la visión de la revolución, aunque en realidad esas masas movilizadas no representaban más del 10% de la población. El 8 de noviembre, a la espera de las elecciones parlamentarias, el Consejo Nacional Provisional declaró a Eisner primer ministro-presidente del Estado Popular de Baviera.

Gustav Landauer, amigo y colaborador de Eisner, lo describió como un "hombre modesto, puro y honorable, que se ha ganado la vida como escritor precario" y que de repente se convirtió en "el líder espiritual de Alemania por el mero hecho de que este valiente judío es un hombre de espíritu". Un obrero militante se hizo eco del sentimiento: "Es la espada de la revolución, ha derrocado a los veintidós reinos de Alemania, es nuestro brillante líder; lo defenderé hasta la muerte". A pesar de su sentido del humor autocrítico, el propio Eisner adoptó un tono mesiánico:

"El mundo parece hecho pedazos, perdido en el abismo. De repente, en medio de la oscuridad y la desesperación, suenan trompetas que anuncian un nuevo mundo, una nueva humanidad, una nueva libertad".

La repentina aparición de un gobierno revolucionario cogió a casi todo el mundo por sorpresa. Su impacto fue inmediato: Eisner defendió el sufragio femenino y la jornada laboral de ocho horas, mientras los consejos obreros dirigidos por intelectuales se unían a su bando, junto con los soldados recién llegados del frente.

Pero el gobierno de Eisner se encontró con una feroz resistencia. Los partidos centristas y conservadores, la burocracia, las clases medias, la prensa dominante, el clero católico y otros grupos religiosos (incluida la comunidad judía), las cofradías ultranacionalistas, muchos profesores y estudiantes universitarios, las misiones diplomáticas de los aliados de Alemania y la mayoría de los agricultores bávaros consideraban el nuevo régimen una aberración intolerable.

Casi de la noche a la mañana, la pacífica y cultivada Múnich se convirtió en un escenario en el que el siglo XX ensayaba su futuro. Destacados intelectuales, escritores y bohemios se unieron al gobierno, junto a economistas como Edgar Jaffé, Lujo Brentano y Otto Neurath, y pedagogos como F.W. Foerster, todos ellos convencidos de que la revolución marcaría el amanecer de una nueva era.

La ciudad se convirtió en un crisol. Los revolucionarios espartaquistas se mezclaron con los agentes de Lenin, mientras futuros nazis como Rudolf Hess y Ernst Röhm se curtían en política. El nuncio Eugenio Pacelli, futuro Papa Pío XII, enviaba informes al Vaticano. Escritores y pensadores como Thomas y Heinrich Mann, Rainer Maria Rilke, Victor Klemperer, Martin Buber y Lion Feuchtwanger fueron testigos directos de la agitación. Y en los márgenes, un pintor fracasado de 29 años y veterano amargado llamado Adolf Hitler deambulaba por mítines y cuarteles en busca de una válvula de escape para su rabia.

Sin embargo, la violencia tardó en estallar. Cuando Weber pronunció su conferencia sobre "La política como vocación" el 28 de enero, apenas habían transcurrido 11 semanas desde la llegada de Eisner al poder. La revolución seguía buscando un rumbo y el orden republicano pendía de un hilo.

En opinión de Weber, el gobierno de Eisner era un desastre. Antes de empezar su conferencia, Weber declaró: "Esto no merece el honorable nombre de revolución: es un carnaval sangriento". Entre los oyentes había estudiantes que dejarían su propia huella en la historia: el filósofo Karl Löwith; Max Horkheimer, cofundador de la Escuela de Fráncfort; y Carl Schmitt, que se convertiría en uno de los principales teóricos del nazismo.

El carnaval sangriento

En Múnich, Weber se enfrentó al "Aleph del siglo": un país convulso, una ciudad polarizada y febril, un demagogo carismático en decadencia, un parlamento debilitado, una revolución que se precipitaba hacia su apoteosis y una reacción nacionalista liderada por militares que ganaba impulso rápidamente. Estaba horrorizado.

La convergencia de la agitación histórica y la crisis personal dio a sus palabras la gravedad de una revelación profética. Su rechazo del presente reflejaba su ansiedad por el futuro, ya que estaba convencido de que el destino de Alemania y Europa se decidiría allí mismo. Destilando este momento, "La política como vocación", aunque pretendía abordar circunstancias políticas inmediatas, trascendió su tiempo y se convirtió en un texto definitorio del liberalismo moderno.

Amonestando a sus jóvenes oyentes revolucionarios, Weber habló como un profeta erudito clamando en el desierto: "Quien busque la salvación de su alma y la de los demás no debe hacerlo por el camino de la política, cuyas tareas son muy distintas y sólo pueden cumplirse por la fuerza". Su crítica a la "ética de la convicción" tenía su origen en los recientes estallidos de violencia política:

"¿No vemos que los ideólogos bolcheviques y los espartaquistas producen los mismos resultados que los de cualquier dictador militar precisamente porque utilizan este medio de la política? ¿En qué se diferencia el gobierno de los consejos de obreros y soldados del de cualquier gobernante del antiguo régimen si no es en la persona de quien detenta el poder y en su amateurismo? ¿En qué se diferencian los ataques de la mayoría de los representantes de la (supuesta nueva) ética a sus adversarios de los ataques de cualquier otro demagogo?"

Mientras que los bolcheviques rusos habían ganado, los espartaquistas de Berlín habían fracasado en su intento de alcanzar el poder. En Munich, sin embargo, el "aficionado" Eisner estaba al timón. Los "ataques" mencionados por Weber los había sufrido él mismo. El 4 de noviembre de 1918, dos furibundos representantes de "la nueva ética" (los literatos, como él los llamaba burlonamente) le gritaron en un mitin: el anarquista Erich Mühsam y el leninista germano-ruso Max Levien. Exclamó,

"¡Se dirá que se distinguen por su noble intención! Bueno, pero de lo que estamos hablando aquí es de los medios utilizados, y los adversarios combatidos también reclaman para sí, con total honestidad subjetiva, la nobleza de sus intenciones últimas."

Aunque planeaba escribir una "Sociología de la revolución" -un proyecto que nunca llegó a completar-, Weber utilizó su conferencia para trazar lo que veía como una espiral descendente que se producía ante sus ojos. Una vez que líderes como Eisner desatan las pasiones populares, pierden rápidamente el control. Por nobles que sean sus ideales, sus acciones descansan en el aparato que crean, y ese aparato no está compuesto por almas puras, sino por "los guardias rojos, los pícaros y los agitadores", que inevitablemente exigen sus recompensas:

"En las condiciones de la lucha de clases moderna, el líder tiene que ofrecer como recompensa interna la satisfacción del odio y el deseo de venganza... la necesidad de difamar al adversario y acusarlo de herejía".

Para los apparatchiki, las recompensas externas significaban "poder, botín y prebendas". Weber advirtió a los marxistas de su audiencia: "No nos engañemos ... la interpretación materialista de la historia no es un carro que se toma y se deja a capricho, y no se detiene ante los autores de la revolución."

Consciente de que sus jóvenes oyentes darían prioridad a la convicción sobre la responsabilidad, Weber cerró su conferencia con una línea del Fausto de Goethe: "El diablo es viejo; envejece para entenderlo". Sus repetidas referencias a las "fuerzas demoníacas" que impregnan la política fueron proféticas, ya que preveía "una Era de Reacción" que se asentaría en Europa en menos de una década. Si eso ocurría, las aspiraciones morales de sus oyentes -que Weber admitía compartir- se volverían inalcanzables. Alemania no se enfrentaba al "amanecer del verano", predijo, sino a una "noche polar de gélida dureza y oscuridad".

Su público se estremeció, al igual que lo había hecho Toller en Lauenstein. "Weber rasgó todos los velos del pensamiento ilusorio y, sin embargo, nadie pudo dejar de sentir que en el corazón de esa mente clara latía una profunda seriedad humana", dijo Löwith. Pero muchos no estaban dispuestos a abandonar sus ilusiones. Horkheimer recordaba: "Todo era tan preciso, tan científicamente austero, tan libre de valores, que volvimos a casa completamente desolados".

La ilusión perduró, pero fue Weber quien se mostró clarividente, ya que el "carnaval" se había vuelto sangriento. Apenas tres semanas después de la conferencia de Weber, Eisner se dirigió al Parlamento para presentar su dimisión y fue asesinado por un joven aristócrata, Anton Graf von Arco auf Valley, que pretendía demostrar su "verdadera" identidad alemana a la Sociedad Thule, nacionalista de extrema derecha, que le había rechazado porque su madre era judía. Aunque Weber no se instaló definitivamente en Múnich hasta junio de 1919, fue testigo del acto inaugural de esta tragedia.

Tras el asesinato de Eisner, un débil gobierno socialdemócrata que incluía a Neurath y Jaffé, amigos íntimos de Weber, intentó impulsar reformas audaces y originales. Pero pronto fue barrido por los consejos obreros, que el 6 de abril anunciaron la Primera República Soviética de Baviera, un insensato experimento anarquista que pretendía rehacer el mundo en siete días. A diferencia de Dios, duró menos de una semana antes de ser suplantada por la abiertamente autoritaria Segunda República Soviética Bávara, que fue aplastada el 1 de mayo por las tropas bávaras y prusianas. Fue en esas filas donde apareció por primera vez la esvástica, un oscuro presagio de lo que estaba por venir.

El gran filo-semita

Los principales protagonistas de este drama no sobrevivieron a sus secuelas. Landauer, el líder intelectual del anarquismo romántico, fue salvajemente golpeado con culatas de fusil y garrotes, y luego asesinado el 2 de mayo.

Weber también murió joven. Tras breves e infructuosas incursiones en política, regresó a Múnich en junio, justo cuando la universidad y la ciudad estaban siendo invadidas por autoridades xenófobas, nacionalistas, militaristas y antisemitas. Erigiéndose en ejemplo vivo de la ética protestante que entonces estudiaba, Weber se lanzó de nuevo a escribir y dar conferencias, expresando opiniones liberales impopulares que le valieron el injusto calificativo de "padrino de la República Soviética".

Esta lucha pública se desarrolló en paralelo a una angustia privada casi insoportable incluso para un hombre del temperamento estoico de Weber: el suicidio de su hermana viuda, que dejó cuatro hijos, y su torturada relación amorosa con la esposa de Jaffé, Else, una antigua discípula con la que editó el legendario Archiv für Sozialwissenschaft und Sozialpolitik ("Archivos de Ciencias Sociales y Política Social").

Weber estaba especialmente indignado por el "loco antisemitismo" que envenenaba incluso a sus colegas. Demostrando su independencia moral, defendió a sus antiguos adversarios judíos hasta tal punto que Leo Löwenthal, con Horkheimer futuro fundador de la Escuela de Fráncfort, le llamó "el gran filosemita".

Fiel a esa descripción, Weber defendió con éxito a Neurath ante los tribunales e hizo lo mismo con Toller, argumentando que "en un acto de rabia, Dios le hizo político". Incluso reconoció públicamente la buena fe de Eisner y habló en defensa de varios otros líderes encarcelados, explicando a los jueces el significado de la "ética de la convicción". Por eso omitió el nombre de Eisner en la versión publicada de "La política como vocación".

A pesar de todo su idealismo, la Revolución de Múnich confirmó la observación de Weber de que "lo bueno no sigue a lo bueno, sino a menudo lo contrario". Los demagogos, socialistas, pacifistas, anarquistas y comunistas que la dirigían habían cometido el mayor pecado político de todos: ignorar la realidad.

Resultó que la política no consistía en elaborar planes elevados que pasaran por alto los obstáculos prácticos. Las clases trabajadoras no eran mayoritarias en Baviera ni en Alemania. Las fábricas, ahora controladas por jefes burocráticos y militares, no abrazaron el socialismo, sino que permanecieron dentro de las estructuras capitalistas. Y no todos los seguidores de Eisner y Landauer eran idealistas como ellos; muchos cambiaron rápidamente de bando, buscando sus "recompensas internas y externas" entre las triunfantes fuerzas de extrema derecha.

Quizá lo más importante es que los revolucionarios se equivocaron sobre su verdadero adversario. No era el SPD, al que tachaban de tímido y reformista, sino el militarismo pangermánico que Weber previó y al que no supieron enfrentarse.

Convencidos de que Occidente había entrado en una fase terminal de decadencia, los fundadores de la Escuela de Fráncfort huyeron a Estados Unidos, donde construyeron libremente una tradición intelectual en desacuerdo con el orden económico de su país de acogida. Los revolucionarios, por su parte, se aferraron a la creencia de que el orden constitucional y parlamentario que defendía Weber había quedado enterrado para siempre. Pero al denunciar y prohibir al "archirreaccionario" Weber, despejaron el camino al verdadero reaccionario: Schmitt.

Aunque Weber tenía razón al condenar a esos revolucionarios románticos, pasó por alto algunos matices importantes. Eisner, por ejemplo, se parecía mucho más al socialista ruso moderado Alexander Kerensky que a León Trotsky. Landauer, el anarquista, era un místico utópico que detestaba la voluntad de poder de los marxistas. Políticamente, ¿era realmente tan irresponsable la postura pacifista de Eisner? Si hubiera perdurado, podría haber suavizado los términos punitivos del Tratado de Versalles. ¿Y los experimentos comunales de Landauer eran totalmente irrealizables, al menos a una escala modesta? No necesariamente.

En su conferencia de 1917 "La ciencia como vocación", Weber había asumido que el "encanto" nunca podría restaurarse en el desencantado mundo posterior a la Ilustración. Sin embargo, Eisner y Landauer, sostenidos por la esperanza utópica, se aferraron a ella. Ambos encarnaron la "ética de la convicción" hasta el final y pagaron el precio más alto.

A diferencia de Weber, estos líderes radicales no comprendieron la profundidad del secular odio judío de Alemania, que acabaría condenando su proyecto político. Desde el principio de la revolución, advirtió Else Jaffé: "El separatismo está levantando la cabeza y se va a adornar de antisemitismo".

La consecuencia más desastrosa de la revolución bávara fue que preparó el terreno para el ascenso de Hitler, a partir de su llegada a Múnich en noviembre de 1918. Mientras que algunos biógrafos remontan su antisemitismo a sus años en Viena, otros, como Ian Kershaw, ven sus orígenes en Múnich, donde electrizó a las mismas multitudes que Eisner había agitado meses antes. Con el demagogo fascista emulando al socialista, la teoría de Weber sobre el carisma se había visto sombríamente reivindicada.

Weber murió de neumonía en junio de 1920. Su furia contra el Tratado de Versalles y la tensión de unas luchas políticas incesantes y solitarias agravaron sin duda su agotamiento, aunque nunca perdió su determinación. Tras haber defendido el frágil orden constitucional y parlamentario de Alemania contra el frenesí de la pasión revolucionaria y el atractivo de la dictadura nacionalista, no vivió para ver los diabólicos extremos a los que llegaron estas fuerzas cuando finalmente llegó la "noche polar" que él previó.

El espectro de Múnich

Al igual que el asesinato de Eisner presagió el del ministro de Asuntos Exteriores Walther Rathenau en 1922, los disturbios de 1919 presagiaron el colapso de la República de Weimar, socavada a su vez por facciones izquierdistas cuyo desprecio por la política parlamentaria les cegó ante los peligros del militarismo y el ultranacionalismo.

Este patrón se repitió en España, donde los odios ideológicos y el desdén de la izquierda por la democracia liberal fracturaron la república y dieron poder a la derecha nacionalista, culminando en la dictadura de cuatro décadas de Francisco Franco. En América Latina se produjeron dinámicas similares, sobre todo en Chile en la década de 1970.

Las advertencias de Weber sobre los revolucionarios carismáticos y su rígida "ética de la convicción" se vieron confirmadas por el trágico curso de la Revolución Cubana. Generaciones de estudiantes latinoamericanos siguieron el camino de Fidel Castro y el Che Guevara, y el resultado de esta visión milenarista del mundo sigue siendo demasiado evidente en Cuba y Nicaragua hoy en día.

Y el ciclo todavía tiene que seguir su curso. Hace apenas unos años, parecía inimaginable que nuestras democracias volvieran a enfrentarse a las fuerzas que fracturaron la Alemania de entreguerras. Sin embargo, aquí estamos, ahogados en lo que pasa por populismo. A pesar de sus diferencias, figuras como el presidente estadounidense Donald Trump, el primer ministro húngaro Viktor Orbán, el primer ministro indio Narendra Modi y el ex presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador se asemejan al modelo de Schmitt de un dictador que entiende que toda la política se reduce a la distinción amigo-enemigo.

Algunos países como Francia, el Reino Unido, Italia y Alemania no han olvidado del todo las lecciones de la Segunda Guerra Mundial, resistiendo por los pelos la atracción del autoritarismo. Pero Estados Unidos -en vísperas de su 250 aniversario- corre ahora el peligro real de sucumbir a él.

Sin duda, los líderes populistas no son los únicos que ven la política a través de la lente polarizadora y aplanadora de Schmitt. Muchos estudiantes universitarios de Estados Unidos y Europa, animados por una versión más vaga y menos articulada de la "ética de la convicción", también la han abrazado. Pero a diferencia de los revolucionarios de 1919, que desecharon con impaciencia las advertencias de Weber en pos de la justicia social y económica, los jóvenes de hoy suelen confundir altruismo con narcisismo.

Los jóvenes de 1919 se unieron a la revolución y, como Eisner y Landauer, muchos de ellos murieron por ella. ¿Qué están dispuestos a arriesgar los insurrectos universitarios? Sus predecesores se apartaron de la política activa no para eludir responsabilidades, sino para construir un marco para el cambio social. En cambio, los movimientos estudiantiles actuales parecen carecer de una visión utópica coherente.

Dicho esto, hay una causa que preocupa sobre todo a los jóvenes idealistas de hoy: Palestina. Pero con demasiada frecuencia, el apoyo a los derechos palestinos se mezcla con el apoyo a Hamás y el antisemitismo. Del mismo modo que el antisemitismo no justifica la matanza de Gaza, la matanza de Gaza tampoco justifica hacer la vista gorda ante el antisemitismo o las atrocidades cometidas por Hamás.

He aquí otro sombrío eco de 1919. Al igual que los idealistas de Múnich, que creían que su revolución marcaría el comienzo de una era de armonía universal y disolvería antiguos odios, las generaciones judías de la posguerra esperaban ingenuamente que los horrores del Holocausto superaran siglos de prejuicios. Esa esperanza se vio finalmente frustrada por la respuesta hostil y violenta a la creación de Israel.

Desde su fundación, Israel ha firmado tratados de paz con varios países árabes y ahora busca un gran acuerdo con Arabia Saudí. Pero el conflicto palestino-israelí sigue atrapado en animosidades comunales y en la dicotomía amigo-enemigo de Schmitt.

Todo esto deja claro que "La política como vocación" nunca perderá su relevancia. Pero ha pasado mucho tiempo, y la democracia liberal vuelve a encontrarse asediada. Me pregunto: ¿Dónde están los héroes weberianos de hoy? ¿Es realmente el Presidente ucraniano Volodymyr Zelensky el único a la altura de las circunstancias?

Paseando por las calles de Múnich, encuentro motivos para la esperanza en la forma en que la ciudad reconoce tanto sus sueños como sus pesadillas, con monumentos a Eisner y Landauer, así como el Centro de Documentación para la Historia del Nacionalsocialismo, que se alza cerca de la antigua sede del Partido Nazi. Tras el atentado terrorista del 7 de octubre de 2023, vi cómo la gente se reunía en la plaza principal de Múnich para escuchar a un grupo de cantantes judíos que actuaban en yiddish. El momento fue fugaz pero poderoso, un recordatorio de que la lucha contra la gélida oscuridad del fanatismo está lejos de estar perdida.

FEATURED

Enrique Krauze

ENRIQUE KRAUZE

Writing for PS since 2024
6 Commentaries

Enrique Krauze is a historian, essayist, publisher, and the editor of the cultural magazine Letras Libres. His books include Mexico: Biography of Power (2008) and Redeemers: Ideas and Power in Latin America (2011).

 

jueves, 14 de agosto de 2025

RECUPERACION DEL METRO: UN PROYECTO EN MARCHA.


RECUPERACION DEL METRO: UN PROYECTO EN MARCHA.

 

EDUARDO ORTIZ RAMÍREZ

 


Conocí del Metro, como otros, desde los años setenta. Sin embargo, en los ochenta, por economistas amigos que habían trabajado en el proyecto desde sus inicios, y por familiares que en los 80's y 90's ya trabajaban allí, incluso en cargos profesionales de relevancia, pude conocer detalles y procesos particulares.

Vi también, como otros, su proceso de deterioro en años, décadas y administraciones variadas, que se acumuló y produjo la disminución en la calidad de su servicio. Cosa que también he conocido en detalle como usuario, pues he tenido vehículo, pero soy un citadino empedernido, de esos que se maravillan y les gusta el transporte en sistemas metros y ferrocarriles por la ventaja y el contacto urbano. Siempre recuerdo la expresión de José Vicente R. Cuando le pidieron un reconocimiento al gobierno de Luis Herrera y dijo: "El Metro".

Como nuestro interés es el consenso y el país y, como en años y lustros previos, escribí unas dos o tres veces sobre el deterioro que observaba en tal sistema, hoy día quiero resaltar sin ninguna mezquindad, lo que aprecio como una recuperación en marcha, a manera de una expresión para una de mis hijas, entre otros familiares, que laboraron allí con esmero profesional y voluntad ciudadana.

Varias como las siguientes, observamos hoy, como mejoras y puntos de lo que ojalá y sea un proceso de recuperación creciente del Sistema Metro. Del cual debe decirse que la Línea 1 y la de Las Adjuntas-Los Teques, son de las que mejor han funcionado aun en el contexto del deterioro que se presentó.

1.Mejoramiento en velocidad y puntualidad en la llegada y salida de los trenes, ya incluso en líneas como las de Plaza Venezuela, la bandera el Valle.

2.Mejoramiento del sistema de aires acondicionados a un nivel agradable, según tipo de trenes, rutas y estaciones.

3.Puesta en Funcionamiento de escaleras que estaban paradas en varias estaciones y que son añoradas, lógicamente por los usuarios y más aún por minusválidos y ancianos.

4.Instalación de acceso con sistema de tarjetas diferenciadas, incluida atención de pasajeros de tercera edad que pagan menor tarifa.

5.Mejoramiento limpieza y vigilancia, lo cual hemos observado en varias estaciones. Al igual que hemos observado la Instalación de enchufes de carga eléctrica para usuarios, lo cual siempre es de utilidad para los instrumentos de distracción y comunicación.

6.También se colocaron asientos resistentes en las estaciones, que ayudan mucho al descanso y que son afectados en condiciones de salud. Sobre todo, los mayores de edad y aun de los que no lo son.

7.Son varios los detalles a atender pues circulan mendigos y existen otros asuntos a mejorar, que también existen, por los demás, en otros metros en el mundo, incluso de países desarrollados. Pero debe reconocerse que el proceso de recuperación del Metro está en marcha y produciendo muy buenos resultados.

Deseamos que siga así.

 

eortizramirez@gmail.com 

14 de agosto 2025

 

miércoles, 13 de agosto de 2025

El mundo necesita una nueva economía del agua

https://www.project-syndicate.org/commentary/new-economics-of-water-for-increasingly-urgent-hydrological-crisis-by-mariana-mazzucato-2025-08

El mundo necesita una nueva economía del agua

Aug 8, 2025MARIANA MAZZUCATO

CIUDAD DEL CABO - Mientras los líderes africanos se reúnen en Ciudad del Cabo para la Cumbre Africana sobre Inversión en Agua, no puede haber equívocos: el mundo enfrenta una crisis de agua sin precedentes que exige un cambio de paradigma en la forma en que valoramos y gobernamos nuestro recurso más preciado.

La magnitud del desafíoes asombrosa. Más de la mitad de la producción mundial de alimentos actualmente proviene de zonas en las que el suministro de agua dulce está mermando. Dos tercios de la población global sufre escasez de agua al menos un mes al año. Más de 1.000 niños menores de cinco años mueren cada día, en promedio, por enfermedades relacionadas con el agua. Y si se mantienen las tendencias actuales, los países de altos ingresos podrían ver su PIB reducirse un 8% de aquí a 2050, mientras que los países de menores ingresos (muchos de ellos en África) se enfrentan a pérdidas del 10-15%.

Sin embargo, esta crisis también presenta una oportunidad extraordinaria. Ahora que Sudáfrica asume la presidencia del G20 (para la que he sido nombrada asesora especial del presidente Cyril Ramaphosa), puede impulsar una nueva economía del agua que considere el ciclo hidrológico como un bien común global, y no como la fuente de una mercancía que se puede acaparar o comercializar.

El justificativo económico para actuar es convincente. El Panel Internacional de Alto Nivel sobre Inversiones en Agua para África muestra que por cada dólar invertido en agua y saneamiento resilientes al clima se obtiene una rentabilidad de 7 dólares. África necesita 30.000 millones de dólares anuales adicionales para cumplir con el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) sobre seguridad hídrica y saneamiento sostenible, de modo que el déficit de financiación es significativo, aunque superable si se aplica una estrategia adecuada. La Comisión Global sobre la Economía del Agua (que copresidí junto con Ngozi Okonjo-Iweala, directora general de la Organización Mundial del Comercio, Johan Rockström, director del Instituto de Potsdam para la Investigación del Impacto Climático, y el presidente de Singapur, Tharman Shanmugaratnam) solicitó recientemente una estrategia de este tipo.

Tratar al agua como un bien común global y adoptar enfoques orientados a la misión para transformar la crisis en una oportunidad requiere reconocer tres hechos críticos. En primer lugar, el agua nos conecta a todos -no solo a través de ríos y lagos visibles, sino mediante flujos de humedad atmosférica que atraviesan los continentes-. En segundo lugar, la crisis del agua es inseparable del cambio climático y de la pérdida de biodiversidad, que se aceleran mutuamente en un círculo vicioso. Y, en tercer lugar, el agua está presente en todos los ODS, desde la seguridad alimentaria y la salud hasta el crecimiento económico.

Sin embargo, con demasiada frecuencia, las inversiones en agua siguen el manual fallido de la financiación climática y para el desarrollo. Existe una tendencia a minimizar el riesgo del capital privado sin garantizar la rentabilidad pública, a financiar proyectos sin una dirección estratégica y a tratar el agua como un problema técnico, y no como un desafío sistémico. Con estos planteamientos se corre el riesgo de crear una infraestructura hídrica que beneficie más a los inversores que a las comunidades, que exacerbe las desigualdades existentes y que no aborde la naturaleza interconectada de las crisis de agua, climática y de biodiversidad.

 

Esta interconexión exige un nuevo marco económico cuyo objetivo sea moldear los mercados de forma proactiva, en lugar de limitarse a corregir los fallos a posteriori. Necesitamos pasar del pensamiento de costo-beneficio a corto plazo a la creación de valor a largo plazo, y eso exige inversiones orientadas a la misión que moldeen los mercados para el bien común.

Las misiones exigen objetivos claros -como garantizar que ningún niño muera por falta de agua potable para 2030-. Una vez establecidos los objetivos, toda la financiación puede alinearse con ellos a través de enfoques intersectoriales que abarquen la agricultura, la energía, la fabricación y la infraestructura digital. En lugar de elegir sectores o tecnologías, se trata de encontrar socios, en todos los sectores, dispuestos a abordar desafíos comunes. Estas inversiones orientadas a la misión también pueden conducir a la diversificación económica, creando nuevas oportunidades de exportación y vías de desarrollo.

Pensemos en el enfoque de Bolivia para la extracción de litio. En lugar de limitarse simplemente a exportar materias primas, el país está desarrollando estrategias para evitar la tradicional “maldición de los recursos” creando capacidades nacionales de producción de baterías y participando directamente en la transición energética. Al hacerlo, está convirtiendo su riqueza en recursos en capacidad de innovación, fortaleciendo las cadenas de valor y creando nuevos mercados de exportación para actividades de mayor valor.

En la actualidad, se destinan más de 700.000 millones de dólares anuales a subvenciones para el agua y la agricultura, que a menudo incentivan el uso excesivo y la contaminación. Si se redireccionaran estos recursos hacia la agricultura eficiente en el uso del agua y la restauración de los ecosistemas, con condiciones claras, podríamos transformar la economía del agua de la noche a la mañana. Para ello, los bancos públicos de desarrollo pueden aportar capital paciente para infraestructura hídrica, exigiéndoles al mismo tiempo a los socios privados que reinviertan las ganancias en la protección de las cuencas.

África se encuentra en una posición privilegiada para liderar esta transformación.Su vasto suministro de agua subterránea permanece en gran medida sin explotar, con 255 millones de habitantes urbanos que viven por encima de las reservas conocidas. Combinado con energía solar asequible, este suministro ofrece la oportunidad de revolucionar la agricultura. Al centrarse en la eficiencia y la reutilización, así como en el desarrollo de capacidades, el intercambio de datos, el monitoreo y la evaluación, este recurso de agua subterránea relativamente estable, al que se accede mediante bombas alimentadas por energía solar, puede ser una alternativa descentralizada que minimice las emisiones, los residuos y otros costos ambientales que implican los proyectos de infraestructura de mayor envergadura que alteran los flujos hídricos naturales. A través de las Alianzas para el Agua Justa -marcos de colaboración que agrupan estos proyectos de energía solar y agua subterránea para aumentar la rentabilidad y, al mismo tiempo, garantizar la apropiación comunitaria-, la financiación internacional puede canalizarse hacia una infraestructura hídrica que contribuya tanto a los objetivos nacionales de desarrollo como al bien común mundial.

La presidencia sudafricana del G20 -la primera de un país africano- ofrece una plataforma histórica para impulsar esta agenda a escala global. Del mismo modo que Brasil ha utilizado su liderazgo en el G20 y su papel como anfitrión de la próxima Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP30) para impulsar la acción climática, Sudáfrica puede hacer que la seguridad hídrica ocupe un lugar central en la agenda económica global. Con la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Agua de 2026 a la vuelta de la esquina, y con el reconocimiento por parte de la comunidad internacional de que el cambio climático no puede abordarse sin abordar también la crisis del agua, es el momento oportuno para liderazgo audaz.

La Cumbre Africana sobre Inversión en Agua no es una reunión más, sino un hito. Este es el momento para pasar de tratar al agua como un recurso local a gobernarla como un bien común global, de la gestión de crisis a la configuración proactiva del mercado, y de considerar la inversión orientada a la misión como un costo a reconocerla como la base del crecimiento sostenible.

La seguridad del agua sustenta las aspiraciones de África en materia de salud, resiliencia climática, prosperidad y paz. Dado que los jóvenes africanos constituirán el 42% de la juventud global para 2030, invertir en agua equivale a invertir en el futuro del mundo. La cuestión no es si podemos permitirnos actuar, sino si podemos permitirnos no hacerlo.

MARIANA MAZZUCATO

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Mariana Mazzucato, Professor in the Economics of Innovation and Public Value at University College London, is Founding Director of the UCL Institute for Innovation and Public Purpose, Co-Chair of the Global Commission on the Economics of Water, and Co-Chair of the Group of Experts to the G20 Taskforce for a Global Mobilization Against Climate Change. She was Chair of the World Health Organization’s Council on the Economics of Health For All. She is the author of The Value of Everything: Making and Taking in the Global Economy (Penguin Books, 2019), Mission Economy: A Moonshot Guide to Changing Capitalism (Penguin Books, 2022), and, most recently, The Big Con: How the Consulting Industry Weakens Our Businesses, Infantilizes Our Governments and Warps Our Economies (Penguin Press, 2023). A tenth anniversary edition of her book The Entrepreneurial State: Debunking Public vs. Private Sector Myths was published by Penguin in September.

  

miércoles, 6 de agosto de 2025

VENEZUELA: ENTUSIASMO, PROBLEMAS Y DESVIOS EN EL DESARROLLO. Búsqueda de impulso y misión.

 

VENEZUELA: ENTUSIASMO, PROBLEMAS Y DESVIOS EN EL DESARROLLO. Búsqueda de impulso y misión.

EDUARDO ORTIZ RAMÍREZ

 


I. EVOLUCIÓN Y CONTEXTOS POLÍTICOS Y ADMINISTRATIVOS VARIADOS

No es del todo cierto que la economía y el país se encuentren ahora enrumbados en base a la independencia y la diversificación económica. Como tampoco que estemos en capacidad de convertirnos en abastecedores de las necesidades en el área del transporte, la producción de medicinas y productos farmacéuticos en general y mucho menos para pasar a la conquista del espacio. Dentro de la sensatez, con seguridad, así lo percibirán administradores y agentes empresariales de Venezuela.   Es también valido pensar que las sanciones económicas y el clima político de los dos últimos quinquenios pueden calificarse como de un ambiente difícil. Es considerable el esfuerzo y el consenso que debe buscarse para enrumbar el país, aprovechando además la fuerza de su juventud.

Las sociedades avanzan, evolucionan o se problematizan en la medida en que las ilusiones y deseos –según sean convenientes o distorsionadas, de avanzada o de retroceso- se convierten en proyectos de desarrollo, se unen voluntades para la materialización de los mismos y esto último permite encontrar -en los casos de éxito- la llamada por los neo institucionalistas dependencia de ruta. A excepción de algunas décadas del siglo XX, como las del sesenta y setenta, no se encuentran en la historia nacional de la última centuria, períodos donde se anduviese cerca de tal encaminamiento hacia el desarrollo. El Presidente Rómulo Betancourt fue un visionario en ese sentido, y ello le permitió convertirse en uno de los pocos líderes del desarrollo[1] que hemos tenido. A inicios de la Administración Bolivariana en 1999, el Presidente Hugo Chávez planteó un Proyecto para el País, ante el cual, varios se sintieron atraídos, independientemente de sus posiciones actuales.

La revisión de la historia nacional de los últimos cien años, nos permite observar ilusiones y entusiasmos –aunque normativamente no siempre de los más adecuados- en determinados procesos económicos y políticos. Desde el punto de vista económico y político, debe señalarse la importancia que tuvieron el café y el cacao hasta 1925, junto al sentido de paz relativa alcanzada por los gobiernos de Cipriano Castro y sobre todo de Juan Vicente Gómez y, más o menos desde esa fecha, por alrededor de 90 años, el desplazamiento de aquellos bienes agrícolas por el petróleo como factor económico, que no se ha sembrado[2], usando inversamente la recomendación de Arturo Uslar Pietri.

Desde los puntos de vista políticos, económicos, sociales y militares, según los casos, existen otras ideas y procesos de entusiasmo de la población venezolana y/o de sus dirigentes políticos que deben destacarse.

En primer lugar, el militarismo, que estuvo presente durante todo el siglo XX hasta 1958 a excepción del llamado trienio 1945/1948 y del inmediato y corto período de Rómulo Gallegos (menos de un año durante 1948). Los militares y sobre todo los venidos de los andes pasaron a considerarse y difundir la idea de un orden inspirado y sostenido por ellos, a pesar de mayores o menores modernismos o amplitudes según los casos. En el inconsciente colectivo de los venezolanos o en expresiones de la conciencia inmediata, surgen recuerdos de la tranquilidad, paz y orden relativos en algunos de esos períodos[3]. En general el resaltar el militarismo busca destacar la rectitud, el orden y la disciplina, de los militares, aunque en la sociedad esos valores y formas de comportamiento, también los tienen organizaciones religiosas, universidades, instituciones deportivas y empresas, entre otros ámbitos.

En segundo lugar, la industrialización, el impulso de la modernización y la democracia desde finales de los cincuenta hasta mediados de los setenta. Trabajo, orden, limpieza, posibilidades de expandir la economía y los proyectos de inversión, estuvieron presentes en este periodo. Autopistas, industrias, escuelas y hasta las ideas e iniciativas de crear un Metro para Caracas, surgieron de esos años a pesar del rentismo. Pero también se ordenaron y/o regularizaron campañas de prevención de enfermedades vía -por ejemplo- cruzadas masivas de vacunación así como la regularización de la protección social vía Seguro Social Obligatorio.  Economías hoy día en progreso como Chile y Colombia, entre otras, tenían varias ausencias y deficiencias y miraban a Venezuela en variados aspectos como un ejemplo de buen avance. Pero esta parte positiva se convirtió o desarrolló dialécticamente su contrario.

Pues la sociedad venezolana no tenía albergado el consenso, y el resentimiento (acumulado en alrededor de 150 años) y el radicalismo político de quienes no veían esos resultados como desarrollo hicieron su parte para horadar un proyecto en curso (dejándole a la nación y a algunas de sus instituciones cicatrices imborrables y populistas así como demagógicas formas de funcionamiento), y ello encontró su alteración definitiva en las bases más profundas de la renta petrolera, al convertirse la gestión administrativa de la nación en un distribucionismo exacerbado a partir de mediados de los setenta con la primera administración de Carlos Andrés Pérez (1974/1979). Como señaló D.F. Maza Zavala, el trabajo -en el contexto de la Gran Venezuela de la Primera administración de CAP- fue sustituido por el dinero fácil que, además, pasó a formar parte del impulso de la corrupción; y en un contexto donde comenzó a manifestarse la inflación, los déficits en cuenta corriente y, entre otras cosas, el endeudamiento externo. La gran paradoja: un petroestado alborotado con el incremento en el precio de su commodity, que termina endeudado  y con buscadores de renta enriquecidos vía corrupción.

En tercer Lugar, la corrupción, el desasosiego, el autoritarismo en condiciones de democracia, los partidos convertidos en el eje repartidor de la “democracia” y la corrupción con la democracia de partidos, forman parte de un período de más o menos 20/25 años que va desde mediados de los setenta hasta 1999, pues hay que decir que los pueblos y naciones también desvían sus caminos, enrumbándose inadecuadamente según coyunturas, riqueza fácil e inadecuados liderazgos. Se trataba ahora en este tercer y desviado entusiasmo de un pueblo –en no pequeña proporción- confundido, con cultura de campamento (como alguna vez señaló un dramaturgo) y buscador de arreglos según herencias, períodos e historia; y políticos y administradores que parecieron ser más ineficientes mientras uno sustituía al otro (Luis Herrera Campins 1979/1984, Jaime Lusinchi 1984/1989, Carlos Andrés Pérez 1989/1993, R. J. Velázquez 1993/1994 y Rafael Caldera 1994/1999) y, una masa de aquel mismo pueblo -en su acepción amplia, abarcando también clases medias y altas- observando en cada oportunidad electoral, la ocasión misma para su proyecto personal o grupal, a pesar de las luces que todavía podían irradiar en momentos algunos de los presidentes, el congreso, algunos ministros y determinados políticos e intelectuales que podían fungir como la reserva moral del país. Se registró en la secuencia referida, el episodio notable de un pueblo eligiendo por segunda vez, con distintas esperanzas y entusiasmos, a dos presidentes[4] (Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera), cuyos resultados en ambos casos terminaron con mayores dramas y problemas económicos y sociales que con los que comenzaron[5].

En el plano de la política económica, el mayor entusiasmo fue albergar, en algunas ocasiones, las ideas extremas del neoliberalismo y la crítica acérrima a la sustitución de importaciones o el acotamiento de frases cómodas y jocosas, según instituciones y ministerios, o impulsar ideas melosas del amor por el país o de la defensa de la figura presidencial, según el caso y momento. La cultura del extremo hizo de la suyas, en momentos de este periodo y en las ideas y entusiasmos dominantes.

En cuarto lugar, el periodo de las ideas de la Administración Bolivariana inicialmente difundidas por Hugo Chávez y hoy día en las figuras de sus continuadores y de Nicolás Maduro. Esto entusiasmó a una porción alta de la población venezolana, dadas las ofertas de crear una verdadera democracia, acabar con la corrupción y la llamada democracia de partidos. Honor, pulcritud, comedimiento, eficiencia en la administración pública, oportunidades de una repartición más equitativa del ingreso, fueron las ofertas iniciales en 1998 y 1999[6].

Muchos acogieron esas ideas como suyas y les profesaron esperanzas. Transcurridos más de veinte y cinco años los entusiasmados son menos y no todos lo que se mantienen presentan la inocencia y sensatez que hubo en sus tiempos iniciales. La problematización económica, social y política después de más de cinco lustros enfrenta a parte de los venezolanos  ante la frustración de esperanzas no materializadas por un proyecto que además de las ideas señaladas hizo renacer el militarismo, en el contexto de las democracias insuficientes de América Latina y Venezuela en particular –tal cual se señaló-, así como a la necesidad de construir un nuevo entusiasmo, impulso y misión para la economía y el país, abarcando las dos necesarias dimensiones.

Capitalismo de estado, expresiones de corrupción, deterioro de los servicios, profundización de la dependencia petrolera y del rentismo, controles en áreas de la mayor relación con la riqueza nacional como el manejo de las divisas obtenidas del rentismo, pérdida de patrimonios empresariales y familiares, clima de zozobra e inestabilidad en trámites, procedimientos y seguridad personal y familiar, son parte de la percepción presente en grupos de venezolanos. Y ello es la base, por lo demás, de la migración de numerosos venezolanos.

Cuatro ilusiones, esperanzas, ideas y entusiasmos que en alrededor de cien años nos trasladan la Venezuela problematizada, deteriorada y conflictiva de años recientes. Numerosos elementos positivos podrían destacarse en el tránsito de los dos primeros períodos de entusiasmos e ilusiones señalados, tenidos por Venezuela y sus habitantes y que abarcaron hasta mediados/finales de los setenta (Independencia política, avance institucional, urbanización, alfabetización, eliminación de enfermedades, crecimiento económico y grados de desarrollo, oportunidades de avance para personas y familias, aumento de la atención a los marginados y excluidos de políticas de mejoramiento social, son solo parte de ellos). El tercer periodo, de confusiones/desviaciones abarca desde mediados de los setenta hasta finales de los noventa, pero nunca el daño llegó a niveles mayoritaria o extendidamente radicales. Cierto desasosiego se ha presentado en grupos sociales en años o subperiodos de la fase iniciada en 1999, donde se planteó refundar instituciones, crear un hombre nuevo, convertir a Venezuela en una potencia agrícola o un país del primer mundo, llevar a los venezolanos al disfrute de cualquier máximo de felicidad o a cualquier meta pensable según expresiones literales del Presidente Hugo Chávez y del Presidente Nicolas Maduro según distintos momentos y expresiones variadas. Pero realmente, la revolución bolivariana -en lo visto hasta ahora- se convirtió en una relativa desilusión para algunos y en una decepción para ciertos grupos sociales, según grados y niveles diferenciados –que habían acompañado previamente a los partidos de la democracia de partidos, AD y COPEI- y que alguna vez se esperanzaron en ella.

En quinto lugar y correspondientemente con lo presentado, es importante en este análisis  resaltar la necesidad que hoy se tiene de albergar una quinta ilusión, entusiasmo y misión que pueda convertirse -en base al consenso- en un proyecto que por distintas vías pudiera volver a unir esfuerzos en pro de combatir la anomia, que todavía existe en sectores de la población, a pesar de las expresivas y cuantiosas movilizaciones o formas de participación y de variado matiz político, según las inclinaciones de los participantes, tenidas durante años o lustros recientes.

Las ideas profesadas desde 1999 por la Administración Bolivariana, están ahora guiadas por el Presidente NM y existe inclinación a plantear ahora -por distintas vías- algo así como aprovechar o seguir desarrollando una opción política que rescataría elementos puros, bien encaminados y exitosos, que habría alcanzado y ejecutado HC a pesar de ajustes e innovaciones presentadas en la evolución de los últimos lustros.

 

II. ¿POR QUÉ NOS HEMOS DESVIADO DEL DESARROLLO?

Leyendo el útil volumen del BID (Ver Gustavo Crespi, Eduardo Fernández-Arias y Ernesto Stein. ¿Cómo repensar el desarrollo productivo? POLÍTICAS E INSTITUCIONES SÓLIDAS PARA LA TRANSFORMACIÓN ECONÓMICA. BID 2014) se ratifica una vez más lo viejo de nuestros problemas económicos y de desarrollo, nuevas propuestas que en algunos casos ratifican viejas políticas y cómo varios países han instrumentado las mismas mucho antes y mucho más rápido que nosotros. A excepción de la apertura y liberalización de varios mercados de inicio de los años noventa, que fue violenta y rápida –haya sido exitosa o no-, los demás cambios y políticas en los últimos 50 años (incluidos los 25 de la administración bolivariana) han sido de poca efectividad y lentos resultados, en cuanto a encaminar a la nación hacia el crecimiento y desarrollo perdurable y estable.

Varios factores en una retrospectiva histórica y económica habrían complicado el poder alcanzar una dependencia de ruta -del tipo que señalan los neoinstitucionalistas[7]- o senderos estables que hubiesen propendido a ella. Mencionaremos algunos de ellos, excluyendo la importante dinámica de la formación de la política económica y elaboración de estrategias de desarrollo.

En primer lugar, la guerra de independencia y sus secuelas sobre el patrimonio económico de la nación -o campos y ganado- pero, también, sobre la fisonomía y perfil cultural que se había venido acumulando en una ciudad como Caracas -y otras del interior-. A esto se le sumó el efecto devastador de la guerra federal y de la secuencia de pequeñas guerras y alzamientos presentes en todo el siglo XIX y cuyos efectos no fueron totalmente compensados por actitudes modernizantes como las de Guzmán Blanco en la segunda mitad del siglo XIX.

En segundo lugar, el militarismo, ya señalado también, que se extendió desde Cipriano Castro hasta finales de la dictadura de Pérez Jiménez (con la relativa salvedad del período 45-48, como se indicó). La dictadura de Gómez dejó carreteras y un ejército que eliminó los levantamientos pero se erigió como el garante de primera y última instancia del orden establecido. Los gobiernos siguientes, incluso con la participación y anuencia de muchos civiles, jugaron en su mayoría a la idea de que el orden derivaba del ejército. Si bien en varios de ellos se formaron y crearon instituciones, la civilidad, el individuo y el perfil de las instituciones como reductoras de la incertidumbre -según los neoinstitucionalistas-, estuvo siempre matizado por la posibilidad militar en tanto salvadora y conductora del orden social. La economía, por su parte, después del desplazamiento del café y cacao -a partir de 1925- en la balanza de pagos por parte del petróleo, observó durante la mayor parte del militarismo el abandono de la agricultura y muy poco avance en las industrias y las ciencias en general.

En tercer lugar, el petróleo, su aparición, su incorporación a la balanza de pagos y a la dinámica social y económica del país con el consabido rentismo. La frase sembrar el petróleo de Uslar Pietri -ya señalada- es de las que más se han repetido, pero de las que menos se han aplicado. El primado del petróleo en la dinámica fiscal, cambiaria y de financiamiento del desarrollo es bastante evidente. Todos los planes de la nación -incluidos los de la administración bolivariana- han incorporado la idea de reducir la dependencia petrolera. Aunque tiene su sentido económico, debe señalarse que muchos se alegraron en la segunda administración de Carlos Andrés Pérez porque la guerra del golfo hizo subir los precios del petróleo y pudimos apreciar en los comienzos de la administración bolivariana como algunos funcionarios planteaban deseos, para que el invierno en el norte fuera fuerte, con su correspondiente consumo de energía.

En cuarto lugar, la democracia de partidos desde inicios de los sesenta hasta finales de los noventa. Los partidos tradicionales (AD y COPEI, principalmente) ya suficientemente conocidos en vivo por las generaciones del caso, se convirtieron en medio y destino de las realizaciones individuales. La creación de un orden colectivo, aun en los cánones de la economía de mercado y el capitalismo, fue abandonada, en aras de la corrupción y el beneficio directo del rentismo petrolero, sobre todo a partir de 1974-75. El desarrollo, que se encaminó relativamente bien en los sesenta y parte de los setenta, fue aniquilado por la Gran Venezuela en los años setenta y los partidos convertidos en el fin último de todas las cosas.

En quinto lugar, el sentido de adaptación cómoda y automática a la onda de neoliberalismo extremo que se difundió en América Latina desde finales de los ochenta y comienzo de los noventa y que, hoy día, presenta a la región con prácticamente dos décadas perdidas (los ochenta y los noventa). Tuvo esta posición sus adeptos y tecnócratas seguidores en Venezuela, que seguirán repitiendo que todo iba bien pero que no se dejó llevar el conjunto de reformas hasta sus últimas consecuencias. Esto esconde la cruda realidad de que se trató de una simple adecuación a lo que se recomendaba en los ámbitos internacionales, aunque hubiese los excesos que en tiempo posterior reconoció J. Williamson -a quien siempre se le identificó con el Consenso de Washington, como resumen de ese conjunto de políticas-.

En sexto lugar, la superposición política, basada en una especie de nueva izquierda latinoamericana y nuevamente de militarismo, que claramente se instauró en la nación desde 1999. Este último año y 2002 -con el intento de golpe de estado- han permitido observar una clara sobredeterminación de la política sobre las otras esferas de la sociedad. Los deficientes resultados económicos y sociales son atribuibles, en parte, a los grupos políticos que administran la nación desde la administración bolivariana. En un escenario de depresión económica, al menos posterior al período de altos ingresos petrolero de 2004/2014, agudo desempleo, miseria expansible y amenaza permanente a los derechos de propiedad son pocas las ideas novedosas para las frecuentes ofertas de una administración que pasó a usar intensamente la renta petrolera.

En séptimo lugar, un agudo proceso de desinstitucionalización, que se ha venido intensificando en los últimos cuarenta años incluidos los veinticinco de la administración bolivariana. En ello han contribuido los personalismos y caprichos presidencialistas, los partidos viejos y nuevos, los agentes productivos y los propios ciudadanos con sus comportamientos políticos y económicos en manada. La corrupción, la viveza, el desapego y la búsqueda de virtudes en otros, sean anglosajones, caribeños o asiáticos, han anidado en una nación que no diferencia para lustros recientes y hasta décadas, entre Estado y Gobierno. La llamada refundación de instituciones de la administración bolivariana, se ha presentado, en parte, como una alteración y permanente transición en la construcción de políticas desde las instituciones.

Militarismo inconveniente, instituciones frágiles -y no estrictamente concatenadas con la búsqueda del desarrollo-, democracia frágil -poco transparente y temerosa de las potencialidades del individuo, se trate de organizaciones de vecinos, organismos no gubernamentales, cooperativas o consejos comunales-, son parte de los episodios político-económicos del siglo XX y del XXI. Aun con todos los logros y avances en urbanización, educación o atención social, según los resultados de algunos periodos como el de finales de los 50 hasta comienzo de los setenta –y que es quizás de los  periodos más trascendentales que en la historia venezolana podrían ubicarse como con mayor propensión al desarrollo-;  o el del crecimiento inicial de las ciudades –grosso modo- entre 1910 y 1930 cuando apareció el petróleo; o el de la administración bolivariana donde sectores sociales desatendidos en administraciones previas pasaron a ser considerados con atenciones variadas o tener posibilidades de participar -aun con las restricciones u observaciones que puedan hacerse-; ha existido, correspondientemente, una gran ausencia en la elaboración de una estrategia perdurable de desarrollo, basada en el consenso y la fijación de objetivos y, en ello, han sido responsables distintos gobiernos  y variados personajes en también variados años, lustros y décadas.

 

III.PROBLEMAS PERMANENTES DEL DESARROLLO. Más allá de la macroeconomía.

Querer impulsar el crecimiento y el desarrollo requiere, en el contexto internacional actual y de las últimas décadas, apreciarlos, entre otras vías, por la de la presentación de dicotomías o dualidades que, permanentemente, están presentes en la literatura y análisis asociados. Existen, por otra parte, problemas sectoriales específicos, necesitados también de políticas muy puntuales[8]. Es claro que este tipo de reflexión, estos perfiles del abordaje de la problemática del desarrollo, han estado ausentes –y en distintos grados según los casos- en la elaboración de la política económica y -más aún- en el tratamiento del desarrollo económico de parte de variadas administraciones de las últimas décadas y -de manera muy importante- en la administración bolivariana dada su presencia de alrededor de 25 años, por una parte, y sus numerosos proyectos y propuestas por la otra. Algunas de tales dualidades son las siguientes.

LÍDERES/SEGUIDORES. Perspectiva de entendimiento del éxito de las naciones y de la posibilidad de que marquen pautas económicas y tecnológicas que puedan ser de utilidad para naciones menos adelantadas o potenciales seguidores. Se entiende que, en la economía del capitalismo, el líder de líderes fue Inglaterra. Después vinieron Estados Unidos, Alemania, Japón, Francia, en fin, todos los que se beneficiaron e impulsaron –en su momento o tardíamente- la primera, segunda, tercera y actualmente cuarta revolución industrial y la de la tecnología más moderna y la de la Inteligencia Artificial. Hoy en día, el rol de seguidores sigue estando presente para la mayoría de las naciones en desarrollo. Algunas de estas, se han convertido en líderes a través del polémico y variopinto concepto de economías emergentes o el del perfil de aquellos países ubicados en el grupo de los BRICS que abarca a la expansiva e influyente economía China[9], además de Brasil, Rusia, India, Sudáfrica, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Etiopia, Irán e Indonesia, según resultados de la Cumbre en Brasil en julio 2025 (se incorporaron los últimos cinco miembros). Pero nadie sensato, con conocimiento e información va a creer que República Dominicana o Colombia son determinantes en el rumbo y patrón del desarrollo económico mundial. Por lo demás, las exageraciones e insensateces, también las tienen representantes de los países líderes.

CONVERGENCIA/DIVERGENCIA. Desde tiempo atrás, en la literatura seria sobre el desarrollo (puede verse[10] por ejemplo Meier y BaldwinEconomic Development, 1957) el crecimiento en el nivel de ingreso general y per cápita es variable fundamental. Para las naciones ya avanzadas para los años cincuenta y sesenta el problema era cómo mantener el nivel de crecimiento y, para las naciones menos adelantadas, cómo acelerar el crecimiento del mismo. Se ha extendido el uso de comparar unos y otros niveles, evaluando su cercanía o distanciamiento a pesar de las numerosas críticas al concepto de Ingreso per cápita. El caso es que, en los últimos sesenta años se ha apuntalado el viejo resultado resumido en la idea de la brecha que se ensancha -que en la actualidad se ha extendido hacia otras áreas incluyendo el propio concepto de brecha digital, entre otros-. La distribución internacional del ingreso y la presentación del nivel de ingreso de la mayor parte de los países en desarrollo mantiene la importancia de la convergencia/divergencia y que tiene de base la característica: país desarrollado es igual a ingreso per cápita alto.

Reflexionar sobre la unión de la primera y segunda dualidad que presentamos, lleva a precisar cómo, con todo, la ayuda internacional sigue siendo poco sólida y siguen concurriendo crecientes restricciones al comercio (hoy altamente complicadas con las políticas autoritarias de D Trump Presidente de USA y fuera de la institucionalidad comercial internacional construida desde inicios de la segunda post guerra[11]), además de formidables diferencias y desigualdades, con una creciente acumulación de riqueza en un selecto conjunto de la población mundial. Basta ilustrar, que según el informe Global Private Banking Survey 2013. Capturing the new generation of clients, de la consultora McKinsey, la riqueza de los más ricos alcanzó, en 2013, un valor de 60 billones (millones de millones) de dólares (86% del PIB nominal global en ese año), con una proyección -en ese momento- para 2016 de llegar a los 80 billones de dólares (que se repartirían entre 16 millones de personas). Esto, en un escenario mundial en tales años, con una población mundial bordeando los 7.000 millones de personas[12], representaba un enorme desarreglo social[13]. Pero también deben señalarse las observaciones diversas de parte de economistas como Sen[14] o Deaton[15]  en cuanto a reservas a determinados indicadores y al propio PIB per cápita, o al menos en cuanto a tener en este último indicador la confianza exclusiva. Sabido es que, todo esto, llevó a la difusión -desde 1990- del Índice De Desarrollo Humano (IDH) por parte del PNUD, basado en Ingreso per cápita, nivel educativo y esperanza de vida. Y que al momento ha avanzado en su desagregación y complejizacion.

CONFLICTOS/INSTITUCIONES. Ya están planteados de tiempo atrás, en la literatura especializada, los lineamientos fundamentales de variados aspectos que se asocian a la importancia de la dinámica institucional para el crecimiento y desarrollo. En tiempos más recientes, se ha venido avanzando en la relación entre la dimensión política y los cambios y perspectivas institucionales. Basados en planteamientos iniciales de variados autores, entre otros Rodrik, se han propuesto y usado indicadores que buscan medir factores como la coacción política, en el sentido de que los grupos políticos que ejercitan el poder político puedan llevar a cabo un determinado conjunto de políticas que propendan, por ejemplo, a la transformación económica. Pero también, se trata de registrar las posibilidades de concentración del poder político en grupos reducidos, muy cercanos, por ejemplo, al poder presidencial, y que terminarían reduciendo la perspectiva de la amplitud democrática. Termina entendiéndose que, la democracia, es más adecuada para el propio éxito de políticas de transformación y funcionamiento económico-social. De nuestra parte, esto nos reafirma la importancia que debe tener en la actualidad venezolana una perspectiva analítica y de actuación que se base en la economía política[16].

LAS MEJORES PRÁCTICAS/PRÁCTICAS ADECUADAS. En los proyectos de reforma institucional del mundo en desarrollo, la práctica predominante consiste en identificar las mejores prácticas[17] para tratar con cualquier problema, e intentar adoptarlas allí donde se les requiera. Sin embargo, durante las dos últimas décadas, la noción de adoptar mejores prácticas ha sido duramente criticada. Dos perfiles pueden resaltarse en este sentido. En primer lugar, si a una organización se le asigna una tarea que supera ampliamente sus capacidades, puede que colapse bajo la presión. Igualmente, una organización que recibe financiamiento bajo la condición de adoptar las mejores prácticas quizás intente cumplir con los requisitos de manera puramente formal, pretendiendo que hace algo que, en realidad, sabe que no puede hacer[18]. En segundo lugar, las políticas se aplican en contextos muy específicos, donde existen reglas de juego explicitas y tácitas, y normas de conducta que pueden ser distintas de las leyes formales y puede que los actores locales conozcan bien estas reglas y las acepten, pero a los expertos extranjeros les cueste más entenderlas. Es la parte tácita -las reglas de comportamiento no escritas o informales también- lo que hace que sea tan difícil adoptar lo que funciona bien en otra parte. Por ejemplo, las mejores prácticas en un entorno donde la conducta se basa en la confianza mutua entre los participantes de una política determinada no funcionarán tan bien en un entorno dominado por la desconfianza. La dificultad de transferir las mejores prácticas del contexto de un país a otro es que es prácticamente imposible replicar los elementos informales, implícitos, no escritos y rara vez visibles del entorno institucional y los mismos terminan siendo fundamentales para las llamadas mejores prácticas. La alternativa a este concepto es entonces la mejor adecuación de las políticas a las capacidades existentes. Es esta una idea manejada desde hace lustros para mejor interrelacionar el cambio institucional con el desarrollo[19].

ESTRUCTURA/FINANZAS. Hace ya casi cuatro décadas décadas, cuando Drucker, pasó a insistir en la diferenciación entre economía de los símbolos y economía real. Entendiéndose por la primera, el área monetaria, cambiaria y financiera y, por la segunda, el área más tradicional de la producción. Para la actualidad, esta especie de dicotomía se ha profundizado con el desarrollo y profundización de los mercados de capitales y cambiarios y la propia economía de la información y la globalización. En realidad, para países como Venezuela, la dualidad presenta elementos de carácter básico en lo que se asocia a política comercial e industrial, en contraposición al área de la finanzas y a un particular mercado cambiario que evolucionó de un finiquito de la libre convertibilidad y tipo de cambio fijo en 1983, pasando por distintos regímenes cambiarios hasta llegar a un control de cambio –establecido en 2003- estricto y conducente -entre otros determinantes- a cierta inestabilidad económica, como se  plasmó desde su instalación a pesar de la abundancia de divisas, y que aunque después fue desmantelado no ha terminado de dársele solución a la dolarización informal presente todavía en 2025 y que se presenta como un problema complejo en las atenciones de la política económica y del desarrollo en el contexto de la administración bolivariana, donde el principal oferente de divisa sigue siendo el Estado. La presión y dinámica desde estas últimas áreas, no termina de verse compensada con seriedad, regularización y buenos resultados por parte de las primeras.

AGLOMERACIÓN/DISPERSIÓN. Desde décadas recientes, viene revalorizándose la importancia de la geografía (Krugman[20], Henderson, otros). En sentido general se ha resaltado la significación de estar cerca o lejos, pero también las posibilidades de acceso a una determinada nación o región. Dos conceptos fundamentales que terminan alimentándose de variadas perspectivas técnicas, pero también de sentido común, son los de aglomeración y dispersión. En una relación inversa, si se está más lejos o si los costos de comercio son más altos, se comercia menos, entre otros determinantes por el propio costo de la energía. La relación inversa también funciona si se está más cerca o los costos de comercio son más bajos. Es parte de lo que ha derivado de relaciones crecientes entre las áreas de la geografía y la economía.

En fin, hay mucho que estudiar y revisar, para mejorar las actuaciones y la elaboración de políticas en cuanto al desarrollo económico en naciones como Venezuela y, más aún, con los resultados de deformación, empobrecimiento y recesión que pueden haberse observado y acumulado.

IV.OBSERVACIÓN FINAL

De lo que sí se puede tener cierta certeza es que, debe albergarse el consenso, la paciencia y la flexibilidad que permitan estructurar planes realistas y consensuados que puedan ir en beneficio de las mayorías que, por una u otra razón o por responsabilidades de acciones en distintos períodos y administraciones, terminan en las expectativas de poder obtener compensaciones o mejoras que puedan brindarles mejores perspectivas.

eortizramirez@gmail.com

6 de agosto de 2025. 

 

 



[2] Se le atribuye a Uslar Pietri (periodista, político y escritor) la popularización de la expresión “Sembrar el petróleo” quién, el 14 de Julio de 1936, publicó en el diario caraqueño Ahora, un editorial titulado “Sembrar el petróleo”. La frase, sin embargo, quien la conceptualizó fue Alberto Adriani, antes de esa fecha y como parte de sus proyectos a ejecutar una vez desapareciese la dictadura de J. V. Gómez. Fue diplomático y periodista, con estudios de economía, y además fue funcionario en el gobierno de Eleazar López Contreras y murió muy joven (38 años, 1898/1936); varios de sus escritos fueron recopilados en el libro Labor venezolanista. Distintos elementos de discusión sobre este término pueden verse en: Humberto García L. (Compilador), La ilusión de la “siembra del petróleo”; CDCH/CENDES 2018.

[3] Con la llegada de HC al poder político, desde inicios de 1999 se han vuelto a resaltar los valores de los militares, apartándose relativamente la ubicación y significación de su sujeción al poder civil, y habiéndose esto último pasado a manifestar en la ubicación de los mismos, en labores políticas y administrativas y en el exaltamiento de la conformación del poder cívico-militar.

[4] La reincidencia e incluso el deseo de permanencia, no es un fenómeno extraño al sentido y perfil hasta ahora visto en la conformación de las estructuras políticas latinoamericanas, incluso en los casos de las democracias –o las así presentadas-. Caudillismo, presidencialismo, personalismo y líderes que asumen reencarnación o “misiones históricas”, por una parte, así como ausencia de desarrollo de la sociedad civil y lento y tardío desarrollo de las instituciones como reglas del juego, por la otra, indudablemente que están relacionados con ello.

[7] http://masterecointerucv.blogspot.com/2024/11/james-robinson-premio-nobel-de-economia.html?m=0

[8] Para casos como los de la agricultura en Venezuela puede verse por ejemplo Pedro R. Solórzano http://masterecointerucv.blogspot.com/2018/10/que-hacer-ante-la-realidad-actual-de.html. Un panorama útil expresado brevemente sobre el área automotriz se registra en  https://unionradio.net/advierten-que-80-del-parque-automotor-publico-esta-fuera-de-servicio/ . 

[9] El patrón expansivo de China en comercio, inversión y endeudamiento de otros países con ella en cuanto a comportamientos, ataduras, condicionamientos y aseguramiento de mercados se diferencia muy poco del tradicionalmente observado -y muchas veces criticado- en el desempeño de las naciones más adelantadas del espacio de las economías de mercado o capitalistas (puede verse China Solidifies Its Influence in Southeast Asia. http://www.spiegel.de/international/world/operation-mekong-china-tightens-grip-on-southeast-asia-a-1232484.html). El patrón observado en Asia se repite en África y en América Latina.

[10] También Irma Adelman https://www.bing.com/ck/a?!&&p=6d2ddb81b05372a730b84f61c82a46af8bd732e486f32a9f18854bd80484fefeJmltdHM9MTc1NDM1MjAwMA&ptn=3&ver=2&hsh=4&fclid=08a571d0-5a37-6bc1-2991-67ff5b4c6a03&psq=falacias+en+la+teoria+del+desarrollo.+irma+adelman&u=a1aHR0cHM6Ly93d3cucmVkYWx5Yy5vcmcvcGRmLzM2NC8zNjQxNDExNy5wZGY&ntb=1.

[11]Ver Anne O. Krueger. Trump’s Self-Defeating Trade Agenda. Jul 24, 2025 ANNE O. KRUEGER   http://masterecointerucv.blogspot.com/2025/08/trumps-self-defeating-trade-agenda.html?m=1

[12] En 2025 se superaron los 8.000 millones de habitantes.

[13] Ver relaciones de interés en https://www.eleconomista.es/opinion-blogs/noticias/7076103/10/15/El-Nobel-Angus-Deaton-y-las-desigualdades.html. Otros difusores de información han señalado como el año 2014  Oxfam Intermón indicó que las 85 personas más ricas del mundo acumulaban casi idéntica riqueza que los 3.500 millones de personas que constituían la mitad más pobre de la población mundial. En 2015 la cifra  descendió a 80 personas; y en 2010 esa misma riqueza se concentraba en 388 personas, tratándose de que cada vez los ricos son más ricos y los pobres, más pobres (http://www.consumer.es 17 de febrero de 2015).  

[14] Premio Nobel de Economía 1998 por su contribución al análisis del bienestar económico.

[15] Premio nobel de economía en 2015 por sus contribuciones al estudio de la pobreza, el consumo y el bienestar.

[17] Una discusión de interés sobre este término puede verse en Dani Rodrik, Second-Best Institución; American Economic Review: Papers & Proceedings 2008, Vol. 98 N°2.

[18] Cosas similares sucedían en el socialismo real, como en varias oportunidades resaltó el propio M Dobb.

[19]  Dani Rodrik, Second-Best Institution…

[20] Una reflexión de interés sobre asuntos varios del  desarrollo en: http://web.mit.edu/krugman/www/dishpan.html