martes, 6 de septiembre de 2016

¿Los nuevos no alineados?

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Felix Arellano

En el siglo XXI resulta difícil mantener los conceptos obsoletos que pregona el MPNA; pero, paradójicamente estos resultan salvadores para el proceso bolivariano. Actualmente el movimiento necesita de países miembros que asuman el falso discurso y retomen sus banderas y el proceso bolivariano necesita de un gran show de aliados ideológicos

El Movimiento de Países No Alineados (MPNA), una ficción que lleva más de cincuenta y cinco años de existencia buscando una identidad específica, reúne de nuevo su Conferencia, que se efectúa cada tres años, en nuestra Isla de Margarita del 13 al 18 de septiembre, en un momento en que se agudizan las contradicciones y se acentúa el autoritarismo tanto del movimiento, como del proceso bolivariano. Así, los dos se necesitan mutuamente en su permanente escape para lograr sobrevivir en el tiempo. Ahora bien, la realidad evidencia que los dos, ante su incapacidad para cambiar, se tornan cada día más anacrónicos.

El MPNA surge como una iniciativa conceptualmente novedosa y rupturista para enfrentar la rígida polarización que vive el sistema internacional luego de la segunda guerra mundial, en el marco de la llamada “guerra fría”, ante el enfrentamiento de las dos grandes potencias: los Estados Unidos en occidente y la URSS en oriente. La idea de un grupo no alineado introducía un movimiento geopolítico importante a la rigidez dominante y estimulaba elementos fundamentales de diversidad, complejidad y cambio.

La tesis de la no alineación se perfila, entre otros, en las Conferencias de Bandung, Indonesia de 1955, promovida por los Presidentes Nasser de Egipto, Nehru de India y Sukarno de Indonesia y la Conferencia de Brioni, Yugoeslavia de 1956, promovida por los Presidentes Nasser de Egipto, Nehru de India y Tito de Yugoeslavia. El movimiento formalmente se crea en 1961 en Yugoeslavia con 26 países miembros. Pero ya desde sus inicios la no alineación se fue tornando una ficción, pues en la práctica el grupo se fue inclinando por las visiones de la izquierda autoritaria, que beneficiaban al comunismo soviético, situación que se tornó más radical con los liderazgos que, en el MPNA, ejercieron por varios años dictadores como Fidel Castro o Robert Mugabe.

Ante la ficción de la no alineación, el movimiento, buscando espacios e identidad, asumió fuertemente la lucha contra el colonialismo y la discriminación racial, lo que le permitió un activo protagonismo durante sus dos primeras décadas. La lucha contra el colonialismo presentó al movimiento como una organización fundamentalmente afro-asiática. Ahora bien, en la medida que el colonialismo se va superando, el MPNA en su búsqueda de identidad, se concentra en la lucha por un nuevo orden económico internacional, pero con un discurso radical contra el mercado, lo que de nuevo desequilibra la organización a favor de los modelos autoritarios y centralizadores. Por otra parte, al asumir la temática económica, el MPNA tiende a duplicar el trabajo que desarrolla otra organización mundial de los países en desarrollo, el llamado Grupo de los 77 y China.

Además de la duplicación de actividades, el papel del MPNA en el área económica ha resultado limitado por el radicalismo de su discurso, que sataniza el mercado, desconociendo sus potenciales beneficios. Por su rigidez el movimiento se aleja de la dinámica de las relaciones internacionales caracterizada por la diversidad y el cambio y estrecha sus vinculaciones con los gobiernos autoritarios de izquierda, que con un falso discurso de proletariado, buscan perpetuarse en el poder.

En el siglo XXI resulta difícil mantener los conceptos obsoletos que pregona el MPNA; pero, paradójicamente estos resultan salvadores para el proceso bolivariano. Actualmente el movimiento necesita de países miembros que asuman el falso discurso y retomen sus banderas y el proceso bolivariano necesita de un gran show de aliados ideológicos, que le permitan disimular el aislacionismo que está enfrentando.

Las perspectivas del MPNA son muy frágiles y necesita de una profunda reingeniería; pero el proceso bolivariano, que lo presidirá, no tiene la capacidad para promover los cambios necesarios. La transformación del MPNA lo debería vincular con los problemas fundamentales que afectan a los países en desarrollo y que tienen que ver, entre otros, con el acceso a la toma de decisiones; la creación y no la destrucción de oportunidades; la democratización de la dinámica internacional; trabajar en temas como: los derechos humanos, la ecología, el comercio, el género, la cultura y, fundamentalmente, promover la libertad y la equidad en la dinámica mundial. La mayoría de estos valores lejanos al discurso oficial que ha caracterizado tanto al MPNA, como al proceso bolivariano.

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