lunes, 19 de junio de 2017

UNA ECONOMÍA ALTAMENTE INFORMALIZADA. O de cómo la necesidad superó a la libertad.


EDUARDO ORTIZ RAMÍREZ


DEL SISTEMA BIOMÉTRICO A LAS SUBASTAS

Varias observaciones podían hacerse sobre la aplicabilidad del sistema biométrico (o de registro de huellas para evitar compras duplicadas y con ello el aumento o fortalecimiento de los revendedores) en 2014  para la economía venezolana, en el contexto en que se encuadraba la administración bolivariana después de 15 años. En primer lugar, los problemas de escasez, inflación y distorsión de los precios relativos estaban ya íntimamente relacionados con las políticas de control ficticio o real que, apoyadas en una dinámica cambiaria, fiscal y política particular se había estructurado como resultado de una política económica y social no exitosa. Ya más que evidente en 2017.  En segundo lugar, puede ser un sistema más operativo en economías más pequeñas o menos estratificadas por regiones estados o grupos sociales. En tercer lugar, se requiere un desarrollo institucional de registro, supervisión, ejecución y sanción que no es acorde con el proceso de deterioro institucional y de desinstitucionalización por el cual ha transitado la nación venezolana en por lo menos los últimos casi treinta años. Y también, ya más pronunciado en 2017. La experiencia de la administración bolivariana - en lo visto en más de 18 años de gobierno- en manejo de alimentos y bienes en empresas e iniciativas como Mercal, PDVAL, Abastecimiento Soberano y las correspondientes bolsas CLAP y otras, no es precisamente la más exitosa, a no ser que se interprete con el fanatismo de los seguidores incondicionales.  En cuarto lugar, requiere un sistema de vigilancia estricto que no es seguro pudiera conseguirse en la sociedad venezolana de los últimos lustros, donde funcionarios, organizaciones de seguridad y vigilancia se han visto inmiscuidas en agudos procesos de corrupción. También más que evidente para 2017. En quinto lugar, el deterioro de la civilidad y los valores ciudadanos, no pareciera haberse detenido durante la administración bolivariana si no que por el contrario había aumentado, dentro del propio contexto de deterioro económico y social de los 15 años previos a su propuesta en 2014, lo cual brindaba un elemento de entorno difícil para la aplicabilidad de un sistema de este tipo.

La escasez, la inflación, el favoritismo y el deterioro institucional mataron al instrumento y hoy día tan solo quedan maquinas sin mucho sentido, porque lo que no lo ha afectado la alta inflación, simplemente no lo hay en los estantes. Lo que ha sido abarcado por esta última, se demanda relativamente poco o nada. Correspondientemente el sistema biométrico ha sido desplazado  por la concentración de alimentos regulados del lado del sector público –siendo menos frecuentes las colas precisamente por ello-, para ser distribuidos con intereses fundamentalmente políticos. Esto es, los alimentos y su distribución han pasado a ser otro elemento de control político que se le suma al control cambiario.

El marco económico atinente a elementos relacionados nos ubica para Venezuela actualmente en una amalgama impresionante, en la interrelación de formación de precios, controles, mercado cambiario, deformaciones estructurales de la producción asociadas a la desindustrialización, escasez, valores y comportamiento ciudadano. En el caso de la industria automotriz, por ejemplo, debe valorarse que: “De acuerdo con el reporte de producción de mayo emitido por la Cámara Automotriz de Venezuela (Cavenez), el mes pasado apenas se ensamblaron 154 unidades, cifra que si se compara con las armadas en mayo de 2007 (17.592 unidades) representa una caída de 99,2%” (ver www.elestimulo.com 16/06/17).

Dada la sobredeterminación que en la economía venezolana presenta el elemento cambiario, hay que señalar que esto no se soluciona con las subastas Dicom (hasta ahora van tres y una cuarta en proceso) con sus más de 70 millones de $ asignados –en las tres realizadas- en procesos solo “transparentes” o de libertad para quienes asignan o son beneficiados. Pero tampoco lo solucionará una idea extrema de libre mercado, ni el invento de controles adicionales a los perniciosos ya desarrollados por la administración bolivariana. Si bien la economía presenta una dolarización informal (con un nivel de más de 8.000 Bs por $, que supera en –grosso modo- casi 4 el nivel de las 3 primera subastas y en casi 800 veces el dólar Dipro o de 10Bs por $ y que, al parecer, seguirá existiendo y beneficiando con favoritismos y mecanismos dudosos a muy pocos), el dólar paralelo no es el único determinante de la inflación. Venezuela en 2017 –y ya desde 2016- se encuentra claramente en hiperinflación, pues para ello no es necesario que estemos en los terribles cuatro dígitos; la intensidad y velocidad de los aumentos de precios, la desvalorización del dinero y la actitud de distintos agentes económicos en la búsqueda de alternativas a esta última, lo permiten afirmar. Desmantelar el control de cambios, que ha sido un generador de alteraciones productivas y de informalización de la economía (compra-venta de dólares y bienes, de manera informal) a la vez que de corrupción, así como un arma de control político, puede hacerse de un día para otro, pero los efectos de ello serán notables en distorsión, confusiones y alteraciones productivas. Lo dramático es que va a tener que suceder. Igual que en otros precios, donde se deberán quitar controles, pero no siempre el mercado va a brindar los mejores o más rápidos equilibrios, según los casos. Los agentes económicos –empresarios, consumidores y gobierno- deberán reeducarse para canalizar la formación de precios relativos

LA REALIDAD DEL MERCADO Y LOS BIENES

Varias expresiones presenta la informalización en el mercado de los bienes. La primera atañe a los revendedores, también llamados bachaqueros y que algunos tienden a ubicar hasta el imperialismo detrás de ellos. No es cierto. Son buscadores de trabajo, ganancias fáciles y en algunos casos simple subsistencia. Abarcan desde vendedores callejeros, que dividen un kilo de algún producto en numerosas bolsitas, hasta los sofisticados oferentes de Instagram o en otros mecanismos de suministros de información para captar o mantener demandantes. Los perniciosos comportamientos manifiestos en los niveles de precios a los que ofrecen bienes estos últimos y sus correspondientes niveles de ganancias, no son fácilmente entendibles a la luz del más puro liberalismo, desde el que pudiese opinarse “eso lo solucionaría el mercado”. La segunda forma se encuentra en locales y bodegas o pequeños abastos ubicados en zonas populares, céntricas y algunas no tan populares, donde se sabe que allí se consiguen productos a precios superiores a los que están regulados. Estos espacios informales se han visto alterados, a diferencia de los primeros, dadas la posibilidad o amenaza de ser robados a saqueados, pero siguen existiendo. Una tercera forma de informalidad, es la que se ha generado desde los propios ámbitos oficiales y que serán los administradores de estos –es de pensar- los primeros interesados en solucionar. Se trata de como desde estos ámbitos surgen sospechas, evidencias y registros -como se ha hecho público- de reventas de las bolsas CLAP o de listas para las mismas, que no se ejecutan o que se estructuran y son redireccionadas o reubicadas con otros fines. Apartando el conjunto de valoraciones que pueden hacerse sobre lo adecuado o necesario sobre la existencia de un mecanismo de esta naturaleza en una economía como Venezuela, otrora abundante y llena de bienes y productos diversos, debe señalarse que la frecuencia y la regularidad con la que llegan tales bolsas a los distintos sectores y grupos sociales no son las que señala la administración bolivariana, al indicar que ya hay millones de personas atendidas. Lo que dicen integrantes de los sectores populares es otra cosa.

Una cuarta forma que, directa o indirectamente, puede ubicarse dentro de la informalización de la economía en estos ámbitos, atañe a los nuevos expendios de bienes que han venido ampliando su número y que venden a precios totalmente dolarizados. Alimentos, cosméticos, dulces, son adquiribles con la facilidad de tener los dineros para ello. De ser determinados y marcados por el dólar libre, pasan a ser también determinadores de precios. Lo que allí se consigue a un precio pasa a entenderse como un precio “normal”, más aun si tienen ramificaciones para ventas fuera del mismo local. Es curioso observar dentro de este conjunto de distorsiones como los precios de algunos productos de nacionales –que también venden algunos supermercados- superan con creces a productos similares que deberían lanzar al mercado las empresas que están bajo la administración estatal, pero cuyos producto no aparecen sino en los mecanismos de distribución pública que como hemos señalado han adquirido un matiz de control político.

Lo señalado solo representa un conjunto de aproximaciones a un ámbito vasto de comercialización y compra de bienes. Existen otros mercados como los de bienes intermedios para actividades como construcción o fabricación de alimentos, donde las irregularidades y la incertidumbre (aquello que deberían regular las instituciones sin implicar ello estatismo ni control acérrimo de la economía) son frecuentes e intensas. Las expresiones “no se consigue”, “viene Aumentado”, “por ahora está así, aprovéchalo” se han vuelto parte de la regularidad diaria y consustancial a los escenarios hiperinflacionarios.

LA NECESIDAD Y LA LIBERTAD

Pensadores, filósofos, economistas y otros han transitado y reflexionado sobre esto. Me decía un amigo, que seguía a otra cadena de amigos, que ante el producto tal o cual solo había que adquirirlo, que era un problema de necesidad y no había que preguntar mucho.

Una administración que en más de dieciocho años pretendió, planteó solucionar o mejorar la distribución del ingreso y de la renta petrolera, terminó creándole una sobredetrminación al reino de la necesidad (ampliándolo, profundizándolo) y restringiendo grandemente la libertad de producir, consumir y hasta conseguir los bienes mas elementales. ¡Terminó, en resumen, generando más pobres y más pobreza!

@eortizramirez
eortizramirez@gmail.com



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