martes, 14 de agosto de 2018

Colombia: ¿una amenaza profunda?

Colombia: ¿una amenaza profunda?, 

por Félix Arellano


En estos días debido a la toma de posesión Iván Duque como Presidente de Colombia, se han multiplicado los análisis sobre los retos y oportunidades que enfrenta este nuevo gobierno y, es evidente que la dimensión de los desafíos es inmensa, lo que exigirá de una gran capacidad de gerencia y liderazgo del Presidente. En ese contexto, preocupa que el radicalismo se convierta en una de las mayores amenazas para el Presidente Duque y, en general, para Colombia.
El radicalismo está creciendo en Colombia, la significativa polarización de la sociedad constituye una de las manifestaciones del problema y las fuentes son diversas. Por una parte, y desde el plano interno, se aprecia un conjunto de elementos que conforman los que el marxismo define como “caldo de cultivo para la revolución”; al respecto, destacan, entre otros, un largo y complejo proceso histórico que ha conformado una dinámica socio-política caracterizada por la exclusión. Una elite de privilegiados en un mar de pobreza y marginalidad, que ha alimentado la formación de movimientos radicales como las FARC, el M19 o el ELN.
En ese contexto, la naturaleza del sistema político y el tradicional funcionamiento de los partidos políticos, representa otra de las manifestaciones del modelo, por su carácter elitista-caudillista, poca transparencia y significativa corrupción; lo que debilita el funcionamiento y la confianza en la democracia. La dinámica excluyente también se puede apreciar en el plano económico, pues el funcionamiento de la economía global, altamente tecnificada, tiende a generar exclusión.
Algunos radicales simplifican la dinámica de elitismo y exclusión bajo el concepto de aristocracia, un pequeño grupo que por generaciones aspira controlar el país. Frente a esta realidad el falso discurso radical encuentra un potencial apoyo y Colombia se presenta como un objetivo importante de los movimientos radicales que se está internacionalizado.
La decisión de un grupo representativo de las FARC-EP de sumarse a la negociación e incorporarse al juego político democrático, forma parte de la estrategia radical que se ha desarrollado en Venezuela y Nicaragua, de tomar el poder por la vía de los votos y luego, desde el poder, destruir progresivamente la institucionalidad democrática y desarrollar un autoritarismo que violenta los derechos humanos con el objetivo de perpetuarse en el poder.
Los resultados en la reciente elección presidencial colombina representan una clara manifestación del crecimiento del descontento, que en votos alcanzó más del 42%. Gustavo Petro, uno de los líderes que capitaliza el descontento, ha señalado que desarrollaran una oposición dura contra el gobierno de Duque. Otra potencial manifestación del radicalismo, ser muy duros desde la oposición, para emocionar y cautivar a los descontentos e ingenuos; luego, al lograr los votos y asumir el poder, iniciar la estrategia autoritaria, la violación de los derechos humanos que defendían desde la oposición y rechazan como “instrumento imperialista” desde el poder.
Otro elemento interno que exacerba el radicalismo tiene que ver con la violencia de los movimientos antisistema y su vinculación con ilícitos internacionales, en particular el narcotráfico. Al respecto, cabe destacar que el ELN sigue en la guerrilla y que un importante número de miembros de las FARC-EP se mantienen en armas y son disidentes de los acuerdos de paz. “Las cifras no son exactas. Los números oficiales de la vicepresidencia de Colombia señalan que el 6% del universo de las FARC conformó las actuales disidencias. Mientras tanto el ministro de Defensa e investigadores independientes estiman que entre 1200 y 1400 hombres se fueron a estos grupos, es decir un 15% de lo que formaban parte de las FARC… Solo en el municipio de Tumaco, sobre el pacifico colombiano, hay tres grupos disidentes; en un lugar donde se concentra el mayor número de hectáreas de coca cultivadas de Colombia” (semana.com).
Desde el ámbito internacional también encontramos factores que apoyan el fortalecimiento del radicalismo en Colombia. Un factor son sus vecinos radicales, autoritarios, militaristas, violentos y con problemas fronterizos: Venezuela y Nicaragua.Otro factor, para desgracia de Colombia y de la región, estos dos vecinos son activos promotores de la estrategia de internacionalización del radicalismo que se manifiesta entre otros entre otras, con las alianzas castro-chavistas, la ALBA, la continental bolivariana, el Foro de San Pablo. Debido a las limitaciones de la chequera petrolera para comprar aliados, la estrategia se desarrolla entre la persuasión del falso discurso y la violencia. Las recientes declaraciones sobre Colombia desde el gobierno bolivariano pareciera que empiezan a privilegiar la violencia.
Para la democracia latinoamericana y más concretamente colombiana el radicalismo es una potencial amenaza, lo que exige de una sólida coordinación de los gobiernos y movimientos democráticos para luchar contra el radicalismo.
En esa lucha, un elemento fundamental es demostrar al mundo la farsa, el fracaso y la violencia de los casos venezolano y nicaragüense. Todo indica que el Presidente Duque enfrenta una prueba de fuego, que le puede transformar en líder de la democracia en la región

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