martes, 12 de marzo de 2024

¿HACIA DONDE VA VENEZUELA? Perspectivas del desarrollo y de las opciones políticas.

 

¿HACIA DONDE VA VENEZUELA?  Perspectivas del desarrollo y de las opciones políticas.

EDUARDO ORTIZ RAMÍREZ

 


LOS OTROS.

Aunque se puede caer en la ociosidad, no deja de ser importante mirarnos con cierta frecuencia sobre lo distante que estamos de otros en cuanto a desarrollo. Más aun, después de décadas y varias administraciones -de distinto color- que  sumergieron  la nación en un empobrecimiento alertado y sostenido. La situación económica y social, comparando con lo que era la nación en el siglo pasado, no está igual, se ha deteriorado grandemente.

Nuestras vías de comunicación y los sistemas de transporte se deterioraron y no se mejoran, desde los años noventa del siglo XX, mientras Alemania o Francia inventan, gestionan o instalan hoy día, sistemas de transporte colectivo sin chofer u otros gestionan prototipos de autos que ofrecen volar. Una economía que no tiene para pagar sus obligaciones de deuda externa o arreglar las escaleras mecánicas de su sistema metro, no puede convertirse en una Venezuela potencia o en una nación del primer mundo. No se puede alardear de tecnología si no se invierte en ella y se apuntala el sistema educativo con recursos y estrategias de apoyo a la competitividad de la nación; mientras, en Inglaterra o los EE.UU., ya hace tiempo que la ciencia ha pasado a estudiar sofisticaciones como por qué la mordida del tigre dientes de sable era de esa manera y no de otra, o si las ovejas pueden ser tan inteligentes como los perros (ver www.dw.com 9/11/17).

Pero, no es necesario compararnos con los más desarrollados para impresionarnos. Puede hacerse con varios países latinoamericanos que han ido modernizándose, como algunos de la Alianza del pacifico (Chile, Colombia, México y Perú). En el caso de México, hay que reconocer las ejecutorias del programa México Conectado (de hace algunos años), con inversión de recursos y dando acceso a banda ancha a la población, así como su conexión con la educación y la posibilidad de aprovechar sus aportes para la disminución de la brecha digital. Pero también, avances en puntos específicos en sistemas de transportes  de países de América Latina (Argentina, Colombia[1], Perú, Chile) nos permiten apreciar cómo nos alejamos de la modernización y el desarrollo.

ALGO DEL ENTENDIMIENTO TEORICO.

Harrison (Lawrence Harrison,  El subdesarrollo está en la mente: el caso latinoamericano) nos dice que el subdesarrollo esta en la mente y altamente determinado por los valores y la cultura -en nuestro caso, la cultura ibérica y, en declaraciones que le hemos leído asigna la culpa a los españoles-. Este autor cita, por cierto, como expertos a Francis Fukuyama o a Álvaro Vargas Llosa, a pesar de lo valioso que han sido y son los análisis acumulados dentro de la economía del desarrollo y por autores como North, Nordhaus o Rodrik[2]. Varios factores permiten presentar alternativas a esta perspectiva culturalista. Entre ellos, la distribución de la riqueza, las gestiones de gobiernos tradicionales y “revolucionarios” que se han regodeado en la inercia, comodidad petrolera, poder concentrado en el Estado, complicidad, falta de exigencias mutuas entre Estado y ciudadanos y fijación de grandes y grandilocuentes metas que permiten desatender la no consecución de resultados específicos, entre otros tantos factores.

Entre los años cincuenta y sesenta del siglo XX, fueron numerosos los planteamientos que se hicieron en diversos ambientes sobre el origen, causas y determinantes del subdesarrollo. Los elementos culturales e institucionales de variado tipo, fueron de los primeros en ser señalados en los ambientes académicos y de la sociología en el mundo anglosajón (Freyssinet. El concepto de subdesarrollo. UCV, Ediciones de la Biblioteca, Caracas). Nada sustancial, nuevo o -mejor aún- trascendental, hay en los planteamientos de Harrison. Por otra parte -y más de interés de nuestro lado-, la economía del desarrollo, aun con los traspiés tenidos, al buscar aplicar modelos que derivaban de lo observado en las sociedades más avanzadas, suministraba ámbitos que debían ser de interés. Uno siempre presente ha sido el de la Convergencia/Divergencia (puede verse por ejemplo Meier y Baldwin, Economic Development, 1957) en relación a que el crecimiento en el nivel de ingreso general y percapita es variable fundamental. Para las naciones ya avanzadas para los años cincuenta y sesenta del siglo XX el problema era cómo mantener el nivel de crecimiento y, para las naciones menos adelantadas, cómo acelerar el crecimiento  mismo (notables los aportes de Irma Adelman). Se ha hecho común comparar unos y otros niveles, evaluando su cercanía o distanciamiento y, en el último medio siglo se ha apuntalado el viejo resultado resumido en la idea de la brecha que se ensancha -también, se ha extendido hacia otras áreas incluyendo el propio concepto de brecha digital que ilustramos más arriba, entre otros-.

De todo este contexto, surgieron reacciones diversas. Por un lado, la Teoría de la Dependencia que de alguna manera apuntaló para algunos una especie de resentimiento eterno[3] en América Latina, y la especie de visión sistémica del capitalismo -años sesenta y setenta-, que insistió en las iniquidades de este último a nivel mundial y le facilitó a algunos desatenderse del estudio de las realidades nacionales. Los neoliberales y tecnócratas del campo de la economía de aquel tiempo llegaron, incluso, a satanizar la expresión subdesarrollo, por considerarla no acorde con sus preocupaciones técnicas. Por otro lado, se desarrollaron los llamados modelos de crecimiento desequilibrado que buscaron adaptar, inventar o ajustar la modelística tradicional a las naciones subdesarrolladas. Pero, también, las perspectivas estructuralistas de CEPAL, satanizadas con ignorancia y voluntarismo por muchos, fueron y son de interés en la retrospectiva y en la elaboración de nuevas propuestas. También, en varias Universidades de Europa, desde distintas disciplinas se estructuraron escuelas para analizar la realidad del subdesarrollo latinoamericano creyendo, sus integrantes, muchas veces, saber más que los analistas latinoamericanos o criollos (localmente pueden mencionarse los aportes –en años como los sesenta- de  D.F. Maza Zavala, José Antonio Mayobre o Armando Córdova y Héctor Silva Michelena, con aquel libro de Aspectos teóricos del subdesarrollo, los dos últimos).

Hoy día, las instituciones y los conflictos políticos, los flujos factoriales, las asimetrías en la economía y el comercio internacionales con un multilateralismo con permanentes desequilibrios, los problemas generados por los planes de ajuste y estabilización (muy presentes en algunos años de las ultimas 3 o 4 décadas) y la necesidad de pensar y elaborar estrategias de crecimiento y desarrollo creíbles y sostenibles forman parte, entre otros elementos, de la agenda del desarrollo.

DESARROLLO, IGUALDAD Y CALIDAD DE VIDA

La problemática y sentido de la igualdad en sus relaciones con la equidad, la distribución del ingreso y la calidad de vida fueron destacados por las teorías del desarrollo y por un conjunto de planteamientos desplegados a la luz de los problemas para impulsar este último en países como los de América Latina, frente a la aplicación recurrente de planes de ajuste y estabilización. Venían ya los planteamientos del desarrollo a escala con rostro humano, cuando surgieron a finales de los ochenta sus distintos componentes, así como también, las condiciones de las que se parte para lo atinente al ajuste. El concepto de calidad de vida manejado por A. Sen (Nussbaum y Sen, La calidad de vida, Ed. FCE) insiste, por su parte, no solo en el nivel de vida sino también en los entornos para alcanzar tal nivel de vida.

Se sabe, fundamentadamente, que los socialismos reales fracasaron en brindarle un aumento en los niveles de vida a sus poblaciones integrantes. Los individuos de tales naciones, no albergaban expectativas o un proyecto temporal de vida que implicase que percibían cambios en sus vidas futuras. Tampoco son solución para naciones como Venezuela, los viejos planteamientos de la planificación concertada o la cogestión. Las naciones más avanzadas, que han desarrollado un siempre referido y particular estado del bienestar (a pesar de las crisis de este), se enfrentan hoy a proyecciones que albergan cambios necesarios en sus -en varios casos- muy completos sistemas de seguridad social. Pero también en las interrelaciones entre sus propias crisis y fuerzas económicas como el caso de la relación China EE.UU. (como acertadamente ha resaltado  Dani Rodrik[4] en años recientes)

Dos elementos, asociado uno a la transformación económica y, otro, a la economía política, son importantes para Venezuela.

El primero concierne a las necesidades de transformación económica que presenta la nación venezolana. Se entiende que la sociedad venezolana, necesita en una porción importante de resultados económicos y sociales que repercutan en su nivel de vida y en la contención de la aguda migración que ha  afectado al país y a sus pobladores  en años recientes (se expresa en la perdida de identificación de numerosos habitantes con las ideas del oficialismo). Se trata de la necesidad de impulsar un régimen de economía de mercado donde existan y se respeten los derechos de propiedad, la libertad y la propiedad privada. No se trata de buscar la plena igualdad sino de facilitar, a través del empleo, de un régimen adecuado de seguridad social y del desarrollo de las instituciones, un aumento regular y sostenido en el bienestar de los pobladores de Venezuela. Pero antes de eso, existirá la inmensa tarea de recuperar el desarrollo perdido. Esto es: los niveles de vida -o expresiones alternativas- que se venían alcanzando desde los sesenta y los setenta del siglo pasado, o una parte de ellos.

El segundo elemento, de importancia para la economía política, debería remitir a la flexibilidad que deberán presentar distintos agentes económicos y sociales para permitir, facilitar o estimular el que los sectores menos favorecidos en la distribución del ingreso y que se han visto acompañados de integrantes de las antiguas clases medias, que han mirado alteradas sus condiciones de vida por evolución del tipo de cambio, hiperinflación, escasez de bienes y divisas, obstáculos de financiamientos y en generación de empleo. En concreto: ¿será factible pensar para Venezuela una sociedad más equitativa en la distribución del ingreso y que ello pueda convertirse en un retroalimentador del propio crecimiento y desarrollo? Esto significa repartir la torta, elaborar políticas adecuadas, canalizar bien los recursos, aplicar una sensibilidad social que sea operativa y atender efectivamente a la población y sus necesidades con el marco de una adecuada estrategia de crecimiento y desarrollo. Esto no se ha logrado con las misiones, en proceso desde 2004. Debe albergarse la posibilidad de que los sectores y agentes económicos, así como los grupos sociales y políticos que ejercen oposición al régimen y estilo de la administración actual, estén considerando, con la debida fuerza, la necesidad de atender la problemática de la distribución del ingreso. No necesita el país más populismo, ni de derecha ni de izquierda. No necesita tampoco más revolucionarios de ideas no exitosas o que se continuase con las mismas políticas actuales que se ha visto no han surtido efecto para el desarrollo y recuperación de los niveles de  vida otrora tenidos por los venezolanos. Pero tampoco necesita a neoliberales extremistas que piensen que el liberalismo extremo es la solución o que pase a ofrecerles a los venezolanos soluciones inmediatas que no van a lograrse.

De no darse lo anterior, no solo se producirá anomia, decepción y abstención para las posibilidades de desarrollar la democracia en Venezuela, sino también aumentarán los impedimentos para canalizar colectivamente el esfuerzo y entusiasmo nacional. Lo de la pobreza y su aumento, lo del deterioro del salario real y la disminución de los niveles de vida, son problemas muy concretos y con efectos y padecimientos que no son siempre fácilmente percibidos por quienes no los hayan padecido, ni siquiera parcialmente, o quienes, en funciones de gobierno, aunque se presenten como revolucionarios o como muy técnicos en políticas económicas y amantes de la Democracia –unos u otros-, pasan a comer y vivir muy bien. Son términos en los cuales hay que pensar la Venezuela de hoy.

¿DE QUÉ SE ALEJA EL PAÍS O A QUE SE ACERCA?

Venezuela se alejará más del desarrollo y la prosperidad sino se presentan las adecuadas políticas, pero las mismas serán posibles solo en un escenario de consenso como es visible en las experiencias internacionales del desarrollo. La administración bolivariana  desatendió una oportunidad notable para retomar la ruta hacia el desarrollo, pero también lo hicieron, a su manera, las administraciones entre finales de los setenta y finales de los noventa del siglo XX. Se requerían adecuadas políticas, buenos equipos, sentido de la oportunidad y concepciones dinámicas y de operatividad e impulso para la economía. Se requerían y se requieren medidas de cierta urgencia y efectividad –como las relativas a la atención de la inflación y la escasez productiva- para evitar la erosión del país y la migración efervescente que se ha profundizado en los últimos años, con alrededor de 8 millones de migrantes según organismos del caso.

La acción migrante de un pueblo sin experiencia y que no había tenido necesidad de ello, es algo terrible. Pero, muy poco de aquellas políticas, equipos y medidas, ha habido. Contrario a ello, con lo que si convive cada día más la nación desde finales de los años setenta del siglo XX –y correspondientemente es a lo que más se acerca-, es con un empobrecimiento sostenido que, de manera fundamental, solo ha dejado de afectar a las camarillas en distintos gobiernos y a los sectores mejor acomodados en la distribución del ingreso, y que no es infrecuente se presenten como víctimas de trabajadores y gobiernos.

12 de marzo 2024

@eortizramirez

eortizramirez@gmail.com

 



[2] Fue invitado Harrison a un evento organizado por la Cámara de Comercio, Cedice y la embajada de los EE.UU. en 2001. Ramón Piñango, se refirió a sus planteamientos culturalistas señalando “…Me irrita que gurúes tan simplistas pretendan decir cuál es el problema. En un país como Venezuela, con una brecha tan inmensa entre clases sociales, una visión culturalista actúa como un bálsamo en el alma de las personas, pues se asume que el problema de la pobreza no obedece a una desigual distribución de la riqueza, sino a patrones culturales. …¿Que esperanza podemos tener si para progresar debemos cambiar la cultura? Mejor apagamos la luz y nos vamos…” (El nacional día 1-7-01 H/4 y H/5)

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