https://www.project-syndicate.org/commentary/new-economics-of-water-for-increasingly-urgent-hydrological-crisis-by-mariana-mazzucato-2025-08
El mundo necesita una nueva economía del agua
Aug 8, 2025MARIANA MAZZUCATO
CIUDAD DEL CABO - Mientras los
líderes africanos se reúnen en Ciudad del Cabo para la Cumbre
Africana sobre Inversión en Agua, no puede haber equívocos: el mundo
enfrenta una crisis de agua sin precedentes que exige un cambio de paradigma en
la forma en que valoramos y gobernamos nuestro recurso más preciado.
La magnitud del desafíoes asombrosa. Más de la
mitad de la producción mundial de alimentos actualmente proviene de zonas en
las que el suministro de agua dulce está mermando. Dos tercios de la población
global sufre escasez de agua al menos un mes al año. Más de 1.000 niños menores
de cinco años mueren cada día, en promedio, por enfermedades relacionadas con
el agua. Y si se mantienen las tendencias actuales, los países de altos
ingresos podrían ver su PIB reducirse un 8% de aquí a 2050, mientras que los
países de menores ingresos (muchos de ellos en África) se enfrentan a pérdidas
del 10-15%.
Sin embargo, esta crisis también
presenta una oportunidad extraordinaria. Ahora que Sudáfrica asume la
presidencia del G20 (para la que he sido nombrada asesora especial del
presidente Cyril Ramaphosa), puede
impulsar una nueva economía del agua que considere el ciclo hidrológico como un
bien común global, y no como la fuente de una mercancía que se puede acaparar o
comercializar.
El justificativo económico para
actuar es convincente. El Panel Internacional de Alto Nivel sobre Inversiones
en Agua para África muestra que por
cada dólar invertido en agua y saneamiento resilientes al clima se obtiene una
rentabilidad de 7 dólares. África necesita 30.000 millones de dólares anuales
adicionales para cumplir con el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) sobre
seguridad hídrica y saneamiento sostenible, de modo que el déficit de
financiación es significativo, aunque superable si se aplica una estrategia
adecuada. La Comisión Global sobre la Economía del Agua (que
copresidí junto con Ngozi Okonjo-Iweala,
directora general de la Organización Mundial del Comercio, Johan Rockström,
director del Instituto de Potsdam para la Investigación del Impacto Climático,
y el presidente de Singapur, Tharman Shanmugaratnam)
solicitó recientemente una estrategia de este tipo.
Tratar al agua como un bien común
global y adoptar enfoques orientados a la misión para transformar la crisis en
una oportunidad requiere reconocer tres hechos críticos. En primer lugar, el
agua nos conecta a todos -no solo a través de ríos y lagos visibles, sino
mediante flujos de humedad atmosférica que atraviesan los continentes-. En
segundo lugar, la crisis del agua es inseparable del cambio climático y de la
pérdida de biodiversidad, que se aceleran mutuamente en un círculo vicioso. Y,
en tercer lugar, el agua está presente en todos los ODS, desde la seguridad
alimentaria y la salud hasta el crecimiento económico.
Sin embargo, con demasiada
frecuencia, las inversiones en agua siguen el manual fallido de
la financiación climática y para el desarrollo. Existe una tendencia a
minimizar el riesgo del capital privado sin garantizar la rentabilidad pública,
a financiar proyectos sin una dirección estratégica y a tratar el agua como un
problema técnico, y no como un desafío sistémico. Con estos planteamientos se
corre el riesgo de crear una infraestructura hídrica que beneficie más a los
inversores que a las comunidades, que exacerbe las desigualdades existentes y
que no aborde la naturaleza interconectada de las crisis de agua, climática y
de biodiversidad.
Esta interconexión exige un nuevo marco económico cuyo
objetivo sea moldear los mercados de forma proactiva, en lugar de limitarse a
corregir los fallos a posteriori. Necesitamos pasar del pensamiento de
costo-beneficio a corto plazo a la creación de valor a largo plazo, y eso exige
inversiones orientadas a la misión que moldeen los mercados para el bien común.
Las misiones exigen objetivos claros
-como garantizar que ningún niño muera por falta de agua potable para 2030-.
Una vez establecidos los objetivos, toda la financiación puede alinearse con
ellos a través de enfoques intersectoriales que abarquen la agricultura, la
energía, la fabricación y la infraestructura digital. En lugar de elegir
sectores o tecnologías, se trata de encontrar socios, en todos los sectores,
dispuestos a abordar desafíos comunes. Estas inversiones orientadas a la misión
también pueden conducir a la diversificación económica, creando nuevas
oportunidades de exportación y vías de desarrollo.
Pensemos en el enfoque de Bolivia
para la extracción de litio. En lugar de limitarse simplemente a exportar
materias primas, el país está desarrollando estrategias para evitar la
tradicional “maldición de los recursos” creando capacidades nacionales de
producción de baterías y participando directamente en la transición energética.
Al hacerlo, está convirtiendo su riqueza en recursos en capacidad de
innovación, fortaleciendo las cadenas de valor y creando nuevos mercados de
exportación para actividades de mayor valor.
En la actualidad, se destinan más
de 700.000 millones de dólares anuales
a subvenciones para el agua y la agricultura, que a menudo incentivan el uso
excesivo y la contaminación. Si se redireccionaran estos recursos hacia la
agricultura eficiente en el uso del agua y la restauración de los ecosistemas,
con condiciones claras, podríamos transformar la economía del agua de la noche
a la mañana. Para ello, los bancos públicos de desarrollo pueden aportar
capital paciente para infraestructura hídrica, exigiéndoles al mismo tiempo a
los socios privados que reinviertan las ganancias en la protección de las
cuencas.
África se encuentra en una posición
privilegiada para liderar esta transformación.Su vasto suministro de agua
subterránea permanece en gran medida sin explotar, con 255 millones de habitantes urbanos que
viven por encima de las reservas conocidas. Combinado con energía solar
asequible, este suministro ofrece la oportunidad de revolucionar la
agricultura. Al centrarse en la eficiencia y la reutilización, así como en el
desarrollo de capacidades, el intercambio de datos, el monitoreo y la
evaluación, este recurso de agua subterránea relativamente estable, al que se
accede mediante bombas alimentadas por energía solar, puede ser una alternativa
descentralizada que minimice las emisiones, los residuos y otros costos
ambientales que implican los proyectos de infraestructura de mayor envergadura
que alteran los flujos hídricos naturales. A través de las Alianzas para el
Agua Justa -marcos de colaboración que agrupan estos proyectos de energía solar
y agua subterránea para aumentar la rentabilidad y, al mismo tiempo, garantizar
la apropiación comunitaria-, la financiación internacional puede canalizarse
hacia una infraestructura hídrica que contribuya tanto a los objetivos
nacionales de desarrollo como al bien común mundial.
La presidencia sudafricana del G20
-la primera de un país africano- ofrece una plataforma histórica para impulsar
esta agenda a escala global. Del mismo modo que Brasil ha utilizado su
liderazgo en el G20 y su papel como anfitrión de la próxima Conferencia de las
Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP30) para impulsar la acción
climática, Sudáfrica puede hacer que la seguridad hídrica ocupe un lugar
central en la agenda económica global. Con la Conferencia de las Naciones
Unidas sobre el Agua de 2026 a la vuelta de la esquina, y con el reconocimiento
por parte de la comunidad internacional de que el cambio climático no puede
abordarse sin abordar también la crisis del agua, es el momento oportuno para
liderazgo audaz.
La Cumbre Africana sobre Inversión en
Agua no es una reunión más, sino un hito. Este es el momento para pasar de
tratar al agua como un recurso local a gobernarla como un bien común global, de
la gestión de crisis a la configuración proactiva del mercado, y de considerar
la inversión orientada a la misión como un costo a reconocerla como la base del
crecimiento sostenible.
La seguridad del agua sustenta las
aspiraciones de África en materia de salud, resiliencia climática, prosperidad
y paz. Dado que los jóvenes africanos constituirán el 42% de la juventud
global para 2030, invertir en agua equivale a invertir en el futuro del mundo.
La cuestión no es si podemos permitirnos actuar, sino si podemos permitirnos no
hacerlo.
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Mariana
Mazzucato, Professor in the Economics of Innovation and Public Value at
University College London, is Founding Director of the UCL Institute for
Innovation and Public Purpose, Co-Chair of the Global Commission on
the Economics of Water, and Co-Chair of the Group of Experts to the G20 Taskforce for a
Global Mobilization Against Climate Change. She was Chair of the World Health
Organization’s Council on the
Economics of Health For All. She is the author of The Value of Everything: Making and Taking in the Global Economy (Penguin Books, 2019), Mission Economy: A
Moonshot Guide to Changing Capitalism (Penguin Books, 2022), and, most
recently, The Big Con: How
the Consulting Industry Weakens Our Businesses, Infantilizes Our Governments
and Warps Our Economies (Penguin Press, 2023). A tenth anniversary edition of her
book The Entrepreneurial State: Debunking Public vs. Private Sector Myths was published by Penguin in September.
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