martes, 19 de septiembre de 2017

Espejismos revolucionarios

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Felix Arellano

Resulta fundamental debatir exhaustivamente las experiencias revolucionarias que hemos vivido para comprender sus errores, manipulaciones, soberbia, fanatismo e irracionalidad destructiva

Pareciera que en América Latina no queremos abandonar el síndrome revolucionario, dando vueltas sobre “Las venas abiertas” (Eduardo Galeano) o como lo presentó muy acertadamente Carlos Rangel: “Del buen salvaje al buen revolucionario”. El colosal fracaso cubano y venezolano, no está sirviendo de escarmiento y nos encontramos con los ideólogos de oficio y sus cantos de sirena y ante la posibilidad que nuevos movimientos radicales asuman el poder por la vía democrática, con perspectivas muy inciertas para esos países y para la región en su conjunto.

Los cambios políticos ocurridos en los últimos años en Paraguay, Argentina, Brasil; la derrota de la consulta promovida por Evo Morales para modificar la constitución; el avasallante triunfo de la oposición democrática venezolana en la Asamblea Nacional; generaron la imagen de un cambio de paradigma en la región. Se podría pensar que el falso discurso, el fracaso de las políticas y la enorme corrupción borraban en el electorado la tesis populistas de los movimientos autoritarios, en su mayoría de izquierda; empero, pareciera que las tendencias son más complejas y el discurso radical, no obstantes sus negativos resultados, sigue resultando atractivo y podría avanzar en nuevos escenarios como México o Colombia; o inyectar nuevas fuerzas en Brasil o Argentina. Por eso algunos radicales debaten sobre la tesis del: “fin de un ciclo o repliegue temporal” (Celag, 2016).

El discurso radical encuentra condiciones objetivas en los altos índices de pobreza, marginalidad y exclusión que han caracterizado a muchos de nuestros países. La magnitud de la pobreza puede resultar en un voto seguro para los espejismos revolucionarios. Con hambre, sin mayor educación y formación sobre los procesos políticos, nuestra población es presa fácil del falso discurso. En muchos casos no llega a los sectores populares la información sobre los fracasos históricos de los movimientos revolucionarios y los movimientos radicales juegan con los discursos sincréticos, una mezcla irracional de ideas atractivas para los necesitados. Los ideólogos de oficio manipulan los hechos y los resultados.

La experiencia populista radical y autoritaria en la región presenta diversidad de matices, intensidad y resultados. Evidentemente, los casos más radicales e irracionales los representan Cuba y Venezuela, pero entre esos movimientos también podemos encontrar importantes coincidencias en la formulación de un falso discurso que estimula pasiones nacionalistas para generar votos. Los movimientos radicales coinciden en llegar al poder por la vía democrática, las FARC se ha sumado a la tendencia; luego, inician esfuerzos formales y autoritarios para tratar de perpetuarse en el poder, como se puede apreciar en Venezuela, Nicaragua y Bolivia.

En los últimos años la mayoría de los gobiernos democráticos de la región se han tomado en serio la erradicación de la pobreza, pero la realidad es muy compleja y profunda; décadas de exclusión han generado fuertes cordones de miseria, que difícilmente pueden apreciar como el falso discurso revolucionario les manipula para tomar el poder y, luego, incrementa la pobreza para perpetuar su hegemonía. En las recientes experiencias radicales en la región podemos apreciar que también coinciden, entre otros, en el discurso antisistema, en la exclusión de los críticos, en sataniza del mercado, el comercio y la inversión. Un discurso y una práctica que tiende a estimular el aislamiento de la comunidad internacional, para evitar controles y límites.

En la mayoría de nuestras experiencias radicales encontramos una gran corrupción, un marcado personalismo y autoritarismo, en algunos casos una tendencia militarista como plataforma de sustento en el poder; un progresivo deterioro de los valores e instituciones democráticas; un marcado rechazo tanto a la libertad de expresión como a los derechos humanos. Cuando los movimientos radicales están en campaña, los derechos humanos son una bandera fundamental, buscando respeto a sus propuestas, al llegar al poder, quienes se oponen a sus ideas son considerados como traidores y no merecen el respeto de sus derechos. Este libreto ya se vislumbra en el nuevo partido de la FARC (fuerza alternativa revolucionaria del común) y se percibe en el grupo radical de Manuel López Obrador (MORENA) en México.

En el 2018 tenemos elecciones presidenciales en México y en Colombia. Las encuestas señalan a López Obrador como potencial ganador. La FARC no ganará en el 2018, pero su discurso puede empezar a crecer. También Brasil tendrá elecciones en ese año y parece que las encuestas benefician a Lula, no obstante el daño que generó en su país. Cristina Kirchner, con varios expedientes de corrupción, también se perfila como líder nacional argentina. Todos estos proyectos autoritarios poco benefician a la sociedad democrática y, como se ha podido apreciar, en el mediano plazo constituyen un fracaso en la generación de bienestar social estable.


Resulta fundamental debatir exhaustivamente las experiencias revolucionarias que hemos vivido para comprender sus errores, manipulaciones, soberbia, fanatismo e irracionalidad destructiva. Frente a ellos resulta fundamental cultivar los valores democráticos. En Venezuela tenemos una gran oportunidad y un gran reto, pues estamos viviendo la cruda experiencia del radicalismo autoritario y podemos, trabajando unidos, construir una mejor democracia, aprendiendo de este lamentable error bolivariano.

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