domingo, 10 de febrero de 2019

CAFEINA: CORRUPCIÓN Y COMERCIO INFORMAL EN UN VIAJE INTERNO EN VENEZUELA


CAFEINA: CORRUPCIÓN Y COMERCIO INFORMAL EN UN VIAJE INTERNO EN VENEZUELA

EDUARDO ORTIZ RAMÍREZ


Como numerosas personas, he viajado de distintas maneras hacia el interior del país. En las condiciones de crisis económica, social e institucional profunda que tiene la nación, recientemente regresé con Mary desde una ciudad del interior relativamente cercana en transporte terrestre, en ese tipo de medios que llaman Encavas y que los entendidos saben que son los llamados autobusetes; pues, debe resaltarse la escasez y dificultad de medios de transporte aéreos o terrestres que hay ahora en Venezuela para tales distancias, para suplir el que uno no cargue su propio vehículo. En buen estado, rápido y condiciones medianamente aceptables se encontraba el medio que abordamos.

Dado el alto clima de inseguridad de todo tipo que existe en el país y en las carreteras en general, existe mucha paranoia (agresividad, inquietud, desconfianza, sospecha). Sentado uno, sentados todos, la gente en varios casos observa y está atenta por las razones obvias y muy conocidas. Quién se monta, quién gesticula. Que trae; en fin lo que se sabe: la experiencia convertida en relativa destreza.

Como experiencia de sospechas infundadas que puede uno tener, observamos a un joven compañero al lado de nuestro asiento un poco llamativo que, sin embargo, terminó siendo educado al pedirme un favor y con el cual terminamos compartiendo una galleta. Por ahí no habían razones de paranoia. También se montó otro joven que producía las mismas inquietudes; más aún cuando al montarse otro, se hicieron gestos transmitiendo información. Momentos antes de salir el vehículo, había observado que los habían llamado los choferes para que cancelaran algo por bultos que llevaban. La inquietud que inspiraron aumento en mi, cuando los vi ya hablando abiertamente en una parada prematura de “descanso” (pues el vehículo acababa de salir y la necesidad de combustible fue lo que determinó la misma), aunque después entendí que todavía allí no tenía yo la suficiente información sobre ellos y ya otros -más duchos en los viajes de este tipo- si la tenían. Ya avanzado un poco el camino, vine por fin a entender algo del escenario. Por tanto, cualquier sospecha o paranoia tenida por nosotros era totalmente infundada en cuanto a ellos también.

Los dos jóvenes eran transportadores de café[1]. Me habían informado algunos pasajeros que lo transportaban en grano: pero yo lo vi molido, cuando el joven más activo manipuló un pequeño paquete (probablemente ½ kg) en su sweater. Los sacos, iban guardados en la parte de equipaje del vehículo junto  a las otras piezas de equipaje de los pasajeros. Y allí comenzó la sustancia fundamental de esta nota. Un verdadero viacrucis que, aun siendo tal, no alteró significativamente el tiempo del viaje. Existe en estos transportes, paradójicamente, una verdadera sincronización del tiempo.

Recapitulando, ya en el entendido de las cosas. El chofer y el colector habían llamado a  los jóvenes para que pagaran una tarifa por los sacos de café y allí se resaltó el dinero que más adelante en la vía les cobrarían los funcionarios presentes en la misma (puestos de revisión, alcabalas). Debo señalar la destreza, tranquilidad, buen comportamiento y prácticamente frialdad que observé en los jóvenes en todos los momentos en que estuvieron implicados. Y de todos salieron airosos. Llevaban literalmente una paca de dinero para atender obsequios, vacunas o mordidas (con esta última expresión se ha llamado en México estos sucesos y otros similares)-

En la primera parada se subió un funcionario con un fusil Kalashnikov/AK-47 que era casi la mitad de su cuerpo en altura. Riguroso, pidió identificación y -estando todo bien- le dio después un vistazo al equipaje. Inmediatamente de eso, mandaron a bajar a los dos jóvenes. Estos mostraron facturas y todo terminó cuando dieron dinero. Más adelante, otra parada, otra alcabala, otro funcionario; este fue directo al equipaje. Igual procedimiento: los jóvenes bajaron, los metieron a un lugar, y salieron bien; ya habían pagado. Pero uno de los más impresionantes fue un funcionario de otro cuerpo de “seguridad” de las vías que, deteniendo por tercera vez el vehículo, no se subió al mismo, no pidió identificaciones a nadie sino que puso una mesa y mandó a estacionar el vehículo al lado de la mesa. ¡Ah… era porque iba a revisar minuciosamente el equipaje!.. pensó alguien. Tengo que decir que nunca se revisaron los bolsos de café, al menos no fue algo visible, ni en este ni en los otros casos. Algo se sabía que estaba allí, se revisaban otras cosas como excusa pero el motivo fundamental estaba como tácito. El funcionario de este tercer caso, revisó rápidamente los otros equipajes y después se llevaron a los muchachos, los cuales en momentos muy próximos salieron nuevamente tranquilos…; en todas estas actividades no participaba el chofer sino, con mucha diligencia y presteza el colector del vehículo.

Aun teniendo información del mundo y de procesos más delicados que este, tengo que decir que me impresionó grandemente este caso, por el grado de deterioro de la civilidad, la autoridad y el orden, pues todo se sucedía de la manera más natural posible. Los transportadores salen ya preparados sabiendo lo que les espera. Desde el inicio se sabe que van transportando algo y cual cazadores en busca de la presa, existen distintas instancias en el camino, que se van pasando la información de en qué lugar está la captura; donde viene y como viene. La experiencia ya le ha enseñado a transportadores y funcionarios, choferes, colectores y pasajeros que todo va a salir bien si ello se mueve dentro de la corrupción y la informalidad. Así nos lo narró  un pasajero, serio y conocedor del caso, pues transita esta ruta desde hace años -dos veces por mes- y que ya sabía los puntos donde los iban a parar.

Al final, el viaje terminó bien, quedando un fardo de paranoia, sospechas infundadas y secretos a voces íntimamente relacionados con la corrupción, la economía informal y el deterioro de las instituciones. Un contexto de necesidades, escasez, hiperinflación y malas políticas e inadecuados políticos; sin duda que es el mejor caldo de cultivo para  todo esto.


10 febrero 2019
@eortizramirez
eortizramirez@gmail.com


[1] Empresas productoras/comercializadoras del café y que fueron expropiadas durante la administración de HC, hoy día se encuentran en condiciones de abierto fracaso.

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