viernes, 11 de mayo de 2018

POLARIZACION DESDE PERFILES DEL CONSUMO Y DEL POPULISMO


POLARIZACION DESDE PERFILES DEL CONSUMO Y DEL POPULISMO

EDUARDO ORTIZ RAMIREZ


“…si bien la desigualdad y la pobreza extremas son inaceptables en la mayoría de las sociedades, algunas disparidades de ingresos y riqueza son consideradas, en general, como un corolario tolerable, y hasta inevitable, de una economía de mercado, aunque el nivel específico de desigualdad que se considera apropiado varía en los diferentes países. La cuestión real, entonces, pasa a ser la justicia percibida en una sociedad determinada -un indicador difícil de cuantificar-. La meritocracia, la transparencia y las limitaciones en los extremos parecen ser las dimensiones más salientes de esa cuestión.  En cierta medida, las percepciones de las tendencias económicas por parte de las sociedades -ya sean positivas o negativas- se reducen a las respuestas políticas. Cuando los responsables de las políticas ignoran las pérdidas en determinadas regiones o sectores, el resultado es furia y división social -y opiniones negativas sobre la trayectoria de la economía-. Cuando los responsables de las políticas ofrecen una protección adecuada a sus ciudadanos, es más probable que esas opiniones se vuelvan positivas”. Michael Spence Project Syndicate Febrero 23, 2018 https://www.project-syndicate.org/commentary/unperceived-long-term-welfare-gains-bymichael-spence-2018-02/spanish


Varias formas de inequidad, desigualdad o polarizaciones en la distribución del ingreso pueden darse en la economía y, existen, correspondientemente, otros tantos y numerosos parámetros e indicadores para medirlas; desde las distribuciones factoriales del ingreso, las relativas a percentiles, el ingreso familiar o hasta tipos de consumo que puedan expresar patrones de crecimiento, aquellas desigualdades o hasta dinámicas culturales. De alguna manera, uno de los objetivos compartidos de la política económica es que esta deba alcanzar redistribuciones de la torta o de la riqueza, en lo que puede llamarse un crecimiento redistributivo de baja inflación.

Para la administración bolivariana todo ha venido haciéndose bien y, los resultados, han venido creciendo en corolarios positivos y satisfactorios a través de sus políticas económicas que no modifica y políticas asistencialistas teñidas de populismos e intereses políticos, que han logrado no ser exitosas pero si aumentar acelerada y declaradamente la pobreza. Mientras, en mayo 2018 nuestro salario mínimo, incluso integral (Bs 2.500.000) no alcanza a 4 $ del mercado paralelo si tomamos una página conocida (Dólar Today) que ahora es prudente ante lo que registran otras para ese mercado discrecional, donde convergen muchas necesidades y pocas ofertas de divisas[1]. De manera diferente  en Colombia y Perú (y ante aumentos del salario mínimo para 2018, comedidos y prudentes e incluso interpretados en las discusiones al respecto sobre sus posibles efectos en la economía, pero no ubicados como perniciosos) se ubicó bordeando, para los dos casos, cerca de los 300$ sin contextos inflacionarios problemáticos y mucho menos hiperinflacionarios.

Pero, como se sabe, en la economía todo esto termina materializándose en las formas de consumo que son de las necesidades básicas del ser humano. Numerosos migrantes se han enfrentado hoy día, no solo al elemento inmediato de los supermercados llenos (que los tuvo Venezuela y los tiene toda economía donde se vaya por caminos sanos y por un crecimiento que aun sin ser de una tasa excesivamente alta se convierta en perdurable), sino al acto básico para  un consumidor de medir y cuantificar cuantos kilos o paquetes puede adquirir con porciones de su salario, tenga este el nivel que tenga; añadiéndosele a esto la tranquilidad y el sosiego de no tener que considerar si al otro día o a los tres días habrá aumentado de precio, como sucede en los contextos hiperinflacionarios y en la dinámica venezolana de la actualidad.

Dos formas de desigualdad o de polarización -palabra forzada que usamos en esta nota-, pueden resaltarse entere muchísimas otras que existen en la actualidad del consumo en Venezuela.

La primera, atañe a los efectos de la dolarización informal por la que transita la economía en los precios de numerosos bienes y en la conversión del consumo como espacio de altas sofisticaciones aunque se trate de la más fundamental de las acciones y del más primario de los derechos que es la posibilidad de comer o alimentarse. De un lado a otro de la ciudad han surgido variados expendios de alimentos con precios clara y dinámicamente dolarizados. Calcular el salario mínimo con los precios de tales establecimientos se convertiría en una tarea altamente fantasiosa dado el nivel en Bs del salario mínimo que ya hemos señalado. Alimentos y productos variados de un hogar mantienen allí precios realmente privativos para numerosos consumidores. ¿No es este acaso un criterio o un resultado –como se quiera ver- de alta desigualdad e inequidad vista desde el consumo (o la escasez) y sus interrelaciones con el nivel salarial y el mercado cambiario? ¿No es esto la derivación automática de un conjunto de políticas mal concebidas, tercamente mantenidas y peor ejecutadas, basadas en el control de precios, mercados, y que no han terminado en éxitos sino en fracasos?

La especulación no es la determinante de la inflación (numerosos elementos conocidos en economía y que ha ejecutado y sigue ejecutando esta administración, si lo son), pero una vez desatada la hiperinflación, pasa a ser un elemento retroalimentador de la misma, más aun si aquello que Carlos Marx –hoy recordado por sus doscientos años- llamó “la potencia de las potencias” (el dinero) termina convirtiéndose en una mercancía (el actualmente ansiado efectivo en Venezuela; y cuya escasez ha desatado mecanismos[2], fantasías y caminos verdes diversos[3]).

La segunda, atañe a la inequidad y desigualdad que se asocia a encontrarse entre grupos de seguidores anotados o beneficiados automáticos de la administración bolivariana, por tener un carnet, seguir una línea o también pasar callado y beneficiarse con la bolsa o caja CLAP, pues aunque hay casos donde no se pone ese requisito, siempre terminan en algunos de ellos las posibles o tentativas llamadas de alerta o de atención sobre atender cualquier posible llamado que se haga. Las cajas del caso, no llegan con la regularidad señalada por la administración y, en varios casos, no traen determinados productos. Es conocido -o se puede inferir- que los mejor ubicados o cercanos a esferas de poder o de tráfico de influencia o de corrupción recibirán cajas o bolsas mejor dotadas. Muchos conocen además la mala calidad de productos de los que se han incorporado, aunque recientemente se han podido observar mejoramientos por productos incorporados desde otros países a los que se habían vuelto tradicionales. Pero, en cualesquiera de los casos, es indudable que estas medidas asistencialistas de un claro corte populista, han colocado a la población en una situación de cuasi mendicidad al tener que buscar alimentos que compensen la escasez y los altos precios. Y, en esa medida y la de los exclusivismos, se ha generado una polarización entre los que pueden y los que no pueden accesar a tales instrumentos.

Es esta, parte de la igualdad y la dinámica que ha construido la “revolución bonita” y la administración bolivariana con los presidentes Hugo Chávez y Nicolás Maduro en casi 20 años. Las “elecciones” que se acercan, representan un proceso dado en condiciones de hambre y profunda crisis humanitaria como nunca había visto la nación.


@eortizramirez
eortizramirez@gmail.com





[1] Basta ver los resultados de las 12 subastas Dicom de 2018.
[2] Como el caso de precios más bajos –o deflación- de productos y procesos cuando se cancelan en efectivo.
[3] Muy probablemente, dadas las particularidades de políticas e instrumentos vistos, a partir de junio estén presentes, en distinto grado o porción de participación, tres conos monetarios y los agentes económicos convivan con ellos.

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