martes, 16 de octubre de 2018

CAMBIOS EN LA ECONOMÍA (varias administraciones y la actual… …uf!!!!)


CAMBIOS EN LA ECONOMÍA (varias administraciones y la actual…   …uf!!!!)
EDUARDO ORTIZ RAMIREZ


Igual que sucedió en el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez II (1989/1993) y en otros gobiernos –de antes o después de este último-, en los casi 20 años de la administración bolivariana actual, ha estado presente la idea de ejecutar cambios en la economía (cambio económico). En varios de ellos, sin embargo, más han sido las medidas efectistas o, también, las de efectos negativos reales, que los resultados positivos en cuanto a crecimiento, cambio económico –ni que decir institucional- registrados para el conjunto de agentes económicos y ciudadanos de la nación.

En la literatura y cultura económicas, está suficientemente claro lo que se entiende como cambio estructural en la economía. La modificación de la posición y presión de distintos sectores económicos, la distribución del empleo junto a los cambios en sus grados de especialización o tecnificación, los aumentos en la productividad y el mejor desempeño de la nación y su agentes en términos de competitividad y niveles de bienestar alcanzado, son, entre otros, parte de los elementos que tradicionalmente se evalúan para tales asuntos.

Es claro que esto es un proceso dinámico donde el factor tiempo no es irrelevante. Pero, también, es entendido que su relevancia no debe llevar a desplazar la materialización de expectativas positivas sólo para el largo plazo. No se requiere mucha agudeza para verificar que tales cambios no se han dado en el período de la administración bolivariana, abarcando los gobiernos del presidente HC y NM. En atención a estos menesteres, pueden ubicarse por lo menos tres perspectivas que han estado presentes sobre el cambio económico.

La primera, es la manera tácita que ha tenido el “gobierno revolucionario” de concebir el cambio estructural. El calificativo de tácita deriva de que, aun con sus deseos, esta manera de concebir el cambio económico cada día se les ha hecho más difícil de materializar. La misma concierne a las ideas socializantes que, sobre todo a partir de 2002 y 2007 han asomado o expresado –abiertamente o no, según los casos-, aunque la Constitución de 1999, grosso modo, dice otra cosa. No habiéndose materializado un proceso socialista-comunista, los “revolucionarios” han optado por una especie de justicialismo puntual, atendiendo a aquellos instrumentos que consideran permiten y permitirán materializar la “revolución” con el transcurrir del tiempo, como es el caso de la Ley de tierras, expropiaciones, estatizaciones, creación de empresas/organismos y ministerios, control de los poderes autónomos -poniéndolos a sus servicios-,  desinstitucionalización del país y ejecución pertinaz del control de cambio y supuestos/reales controles de precios, entre otros tantos elementos. Pero también, con aquel tipo de menú repetitivo, como son buena parte de las llamadas medidas sociales y productivas (CLAP, bonos o estabilidad laboral) que han buscado, entre otras cosas, compensar efectos de otras como la flotación del $ llevada al extremo, a pesar de CADIVI/DICOM y cualesquiera otra figura que no ha impedido el aterrizaje del dólar en los 150 soberanos (promedio actual del mercado paralelo)  y el alto desbarajuste inflacionario conocido ya en el mundo como la particular hiperinflación venezolana y que se perfila ascenderá a millones % para 2019, según unas y otras estimaciones.

La segunda, atañe a la idea de que el cambio económico puede mantenerse, apuntalarse, ampliarse, profundizarse o realizarse, según el caso, con el cambio de ministros. Es larga la experiencia venezolana en estos menesteres. En una cultura que ha sido –y hoy día más que nunca lo es- altamente presidencialista, debe tenerse a mano la pregunta de ¿para qué sirve un ministro? Normativamente, puede uno pensar que los ministros requieren autonomía y posibilidad de que sus opiniones sean tomadas en cuenta. El ciudadano podría así evaluar, si un ministro lo está haciendo bien o de manera diferente a sus predecesores. Si no es este el caso, pasan a ser entonces los ministros, funcionarios que acoplan su punto de vista a lo que quiere el Presidente o a lo que se denomina en ciertos ambientes la línea política. Es el caso así que, en los últimos y variados gobiernos, ha habido ministros con preparación, pero totalmente fútiles en términos de sus determinaciones, porque el Presidente de turno es el que ha determinado todo el rumbo o han pasado a formar parte, junto con él, de una especie de camarilla, que no tiene que ver con el sentido más responsable del trabajo en equipo, del respeto de distintas opiniones y, en último lugar, de la democracia. Curiosamente, fue, en ese particular segundo gobierno de Caldera (1994/1999), donde a algunos ministros se les dio – con mucha conveniencia para el Presidente- más autonomía.

La tercera, atañe a la perspectiva de una especie de relativo consenso que se ha venido estructurando con planteamientos originados y discutidos en distintos ambientes y que no tenía ni tiene que ver con los extremistas del neoliberalismo, ni con la perspectiva tecnocrático-conservadora que se mantenía –según grados y casos- en algunos ambientes públicos o privados antes de que la administración actual extendiera sus mecanismos de control e influencia, como era el caso de PDVSA-. Se trataba y se trata, de que realmente debe diversificarse la economía, con sus respectivas consecuencias en las exportaciones y con el aumento de las interrelaciones técnico-económicas y comerciales entre sus áreas petrolera y no petrolera. Se trataba y se trata, también, de que ello debe apuntalarse en el desarrollo de la competitividad y la productividad, respetándose los derechos de propiedad privada, impulsándose el cambio institucional y la meritocracia –que no siempre está presente en los grados o en todos los lugares donde se dice que lo ha estado o que lo está- e impulsando un cambio institucional, que aparte aquella poco productiva y no disciplinada imagen, que se ha desprendido de los ministerios y que en el actual “gobierno revolucionario” se ha mantenido y profundizado en su resultados negativos, deteriorándose ministerios y empresas del Estado, que ahora buscan recuperarse como que se hubiera descubierto el agua tibia[1].

Para este tercer perfil del cambio económico, pueden anotarse dos ideas que se han venido difundiendo y aceptando en distintos ambientes, aun con lo que es su preliminar carácter obvio. La primera idea es que, la materialización de este tercer perfil requiere atender, considerar y beneficiar a los sectores menos favorecidos en la distribución del ingreso sin la discriminación y la condicionalidad del uso de instrumentos sesgados, donde a los ciudadanos, no les queda otra opción sino la de la aceptación de la condicionalidad. Pero, a pesar de esta discusión, no debe seguirse teniendo indiferencia ante los perniciosos efectos de la concentración y regresión de la distribución señalada, que no es, por lo demás, un tema descubierto por los “revolucionarios” o sus líderes. La segunda idea, atañe a la vieja problemática de profesionalizar la gerencia pública que se ha venido extendiendo hacia el propio perfil que deberían tener los políticos y funcionarios, así como hacia los que, de nuestra parte, hemos llamado líderes del desarrollo, que son aquellos personajes de la política que poseen Liderazgo Visionario para enrumbar el país por los caminos del crecimiento y desarrollo, aunque no son necesariamente los incluidos en los figurines de la política, quienes están mejor dotados de estas condiciones .

En tales sentidos, las ejecutorias de la actual administración y su duración en el tiempo parecieran estar marcando una especie de Karma en cuanto a daños en la institucionalidad del país, en su disponibilidad de flujos de caja, en la organicidad de valores y disposiciones de distintos individuos y grupos, y que se presenta como una relación directamente proporcional  entre estas últimas disfunciones y el tránsito del tiempo. Y, en tal sentido, dure lo que dure el actual gobierno, compuesto por el mandato de dos presidentes –HC, NM-, los próximos políticos y funcionarios se encontrarán –y deberán encontrarse- con un ambiente mucho más exigente, no solo por los criterios de lo normativo sino por el conjunto de daños acumulados. En tal perfil, si bien no imposible, reencaminar a la nación y la economía será una labor intrincada –donde habrá, indudablemente, cosas de soluciones más rápidas y cosas más lentas-, a pesar de todos los optimismos y todas las eficiencias que se puedan ejecutar.

En la mirada retrospectiva que puede darse hasta cuarenta años atrás (1977/1978, ya años de crisis generadas en la Venezuela Saudita) puede acotarse que, en cuanto a  cambio económico, muchas cosas siguen sólo en proyecto.


@eortizramirez
eortizramirez@gmail.com


No hay comentarios.:

Publicar un comentario