lunes, 5 de octubre de 2020

Los verdugos de Venezuela V: Las sanguijuelas

 Los verdugos de Venezuela V:

Las sanguijuelas

 

Humberto García Larralde, economista, profesor (j), Universidad Central de Venezuela, humgarl@gmail.com

 




La destrucción de Venezuela, más que expresarse en cifras, se revela en la terrible desolación de la inmensa mayoría de venezolanos. No sólo se ha acabado con los aspectos básicos de su vida cotidiana --comida y medicina a la mano, agua, luz, gasolina y transporte, seguridad mínima--, se han exterminado las capacidades del Estado por contribuir con su provisión y saboteado su solución por otras vías. Al venezolano se le ha confiscado las posibilidades de una vida digna, propia de su condición humana: los derechos consagrados en la Constitución y los acuerdos internacionales suscritos por el país son, hoy, letra muerta. Los horrores constatados recientemente por la Misión de Determinación de los hechos en Venezuela, del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, constituyen una denuncia imborrable de ello.

 

Al lado de la miseria extendida, se erigen fortunas fabulosas, amasadas de la noche a la mañana. Son el resultado del desmantelamiento del Estado de Derecho, con sus garantías y normas para supervisar y controlar la gestión pública, como del acorralamiento de los mecanismos de mercado para la producción y distribución eficiente de bienes y servicios. Estos fueron sustituidos por determinantes políticos, en primer lugar, la lealtad a la causa, es decir, al superior jerárquico, y el reparto de la renta a quienes muestran ser obsecuentes, para conformar una masa informe a disposición de las arengas del líder máximo. Los derechos se convierten en dádivas entregadas discrecionalmente a partidarios. Son las bases del régimen fascista que montó Chávez, apoyado en las bayonetas, que nos quiso vender como Revolución Bolivariana. Con el desmoronamiento de este engendro, predominan en la escena las mafias que se fueron apoderando del país para depredarlo, al amparo de su retórica mesiánica.

 

En escritos anteriores, hemos hecho un vuelo somero sobre algunas de sus expresiones más funestas: la cúpula militar podrida, dispuesta a usar la violencia para defender sus privilegios; Maduro y demás jerarcas que ocupan posiciones de poder; los jueces proxenetas del tsj, prestos a validar los desmanes de los anteriores (y a participar en sus proventos); y la gama de organizaciones paramilitares diversas, entre comandos de esbirros, bandas criminales, colectivos y otras, que han ido proliferando a la sombra de la destrucción del Estado de Derecho. Estos entes, imbricados entre sí, conforman una estructura de poder personalista y excluyente, dedicada a la expoliación de la riqueza social. Cuales verdaderas sanguijuelas, se dedican a exprimirle los medios de vida a los venezolanos, dejándolos exangües, sin sustento. Los que se benefician de tal estructura de poder son los verdugos del país.

 

Cuando hablamos de sanguijuelas, nos referimos a todo aquél que se dedica a sacarle provecho a los mecanismos de expoliación instalados en Venezuela, a expensas del bienestar de su población. Es una categoría que engloba a todos los entes arriba señalados, pero que también incluye a otros actores que no se han mencionado. Aquí se abordarán, muy brevemente, algunas de estas otras sanguijuelas.

 

En lugar destacado resalta, cual Sanguijuela Mayor, la casta militar y política que domina a Cuba. Como se ha escrito tantas veces, el enamoramiento de Chávez con la figura de Fidel Castro, cuidadosamente cultivado por éste, se tradujo en la entrega, sin tapujos, de flujos enormes de recursos al régimen gerontocrático: unos 100 mil barriles de crudo diarios, la mayoría de los cuales nunca fueron pagados; el parapeteo, por parte de PdVSA, de la Refinería Cienfuegos, la mayor de la Isla, luego confiscada por el gobierno cubano sin recompensa; el sobreprecio exagerado por personal sanitario, entrenadores deportivos y otros “técnicos” proporcionados por la isla (reciben sueldos de miseria, ya que el Estado cubano se embolsilla el grueso); la compra triangulada de insumos, equipos y bienes, provenientes de distintos países, para dejarle jugosas comisiones a Cuba; y la entrega de notarías, registros y servicios identificación y comunicación a la isla, que posibilitan oportunidades insospechadas de extorsión y control. En fin, después del colapso de la Unión Soviética y de la hambruna que se instaló en Cuba, eufemísticamente referida como “Período Especial”, Venezuela –gracias a Chávez—ha sido el gran salvavidas de la casta despótica cubana. Todavía Maduro se esfuerza en suministrarle gasolina a la isla, no obstante los estragos que causa su escasez para el consumo interno. De ahí la intención de los jefes cubanos de no soltar prenda, de auxiliar a Maduro con el know-how en el cual han mostrado gran eficacia a lo largo de más de 60 años: las prácticas de terrorismo de Estado para controlar a su población.

 

Otros países se han aprovechado de Venezuela. Rusia, proveyó cuanto juguete militar quiso adquirir Chávez para enfrentar al “imperio” –gustos caros, unos $12 mil millones--, acompañado de contratos de suministro de repuestos y equipos, como de adiestramiento militar. Empresas rusas, vinculadas con Putin, pudieron posicionarse favorablemente en el negocio petrolero, hasta poder comercializar el crudo venezolano, dizque para evadir las sanciones impuestas por EE.UU. a PdVSA, pero, sobre todo, para pagarse a sí mismas sus acreencias, por unos 9 mil millones de USD. También lograron valerse del 51% de CITGO, como garantía. Pero el mayor premio ya no es monetario –Venezuela hoy está quebrada--, sino haber logrado Putin posicionarse como piedra en el zapato, en pleno patio trasero de EE.UU..

 

Irán ha querido aprovecharse también de la destrucción de la industria petrolera venezolana, vendiendo gasolina y asistencia para activar algunos procesos de refinación. Se le paga en oro ilegalmente extraido, transacción en la cual Turquía parece haberse colado como intermediario. China, que inicialmente intentó asumir una posición hegemónica como inversionista foráneo, invitada por Chávez, ha salido con las manos quemadas por los deudores maulas con que terminó viéndose enredada.

 

El pillo de Daniel Ortega se ha embolsillado buena parte de los proventos de Albanisa y otros proyectos conjuntos, desarrollados supuestamente para bien de ambas naciones. Las solidaridades automáticas con Maduro de Lukaschenko, Bashar al-Asad y otros carniceros de sus respectivos pueblos, están registradas en sus haberes, esperando cualquier oportunidad que se presente para cobrarlas.

 

Finalmente está la panoplia de enchufados, con sus empresas de maletín que contratan de todo con el Estado, que fungen de operadores financieras, gestores internacionales, intermediarios en la sustracción de oro, diamantes y otras riquezas explotadas ilícitamente, “asesores” y cuanto otro “negocito” turbio se les ocurre, siempre y cuando lo compartan, según convenga, con jerarcas y militares. La manifestación más clara del enorme daño que han infligido sobre las condiciones de vida del venezolano está en la magnitud de las fortunas mal habidas que revelan los escándalos aireados por la prensa internacional y por periodistas de investigación. Sin embargo, las cuentas mil millonarias que han aflorado en bancos suizos (HSBC, Helvetique), de Andorra, España, República Dominicana (Banco Peravia), Panamá, USA y Portugal (Banco Espirito Santo), son apenas la punta del iceberg. Jorge Giordani quien debe saber algo respecto a estos robos, sitúa la fortuna extraída durante los gobiernos de Chávez, en $20 mil millones. Sin duda, esta cifra, bajo el desgobierno de Maduro, ha aumentado con creces. Provienen de partidas de mantenimiento de servicios públicos e infraestructura malversadas; compra de suministros que nunca llegaron; especulación con las divisas; obras iniciadas que nunca concluyen, a pesar de tragarse, cual centrífuga, toda nueva asignación; sobreprecios y comisiones para cuanta contratación se haga con el sector público; y, por supuesto, lavado de dinero del tráfico de estupefacientes y de otras corruptelas.

 

En fin, junto a la cúpula militar podrida y los jerarcas corrompidos por el poder, los jueces alcahuetas y las bandas fascistas y criminales, son los responsables de haber sustraído, durante estos largos años, los recursos y posibilidades de una vida digna para la inmensa mayoría de sus compatriotas. Nunca hubo consideraciones éticas, morales, humanitarias o políticas que detuvieran o morigeraran sus actividades de expoliación, represión y muerte. Son los verdugos de Venezuela.

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