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El mito de devolver un pasado glorioso o emular héroes históricos, representa una constante en las narrativas manipuladoras de los movimientos populistas, radicales y autoritarios, indiferente de sus tendencias ideológicas. Los casos son diversos y convergen en utilizar el falso discurso historicista para movilizar pasiones. La fugaz gestión de la señora Liz Truss en el Reino Unido, en alguna medida reproduce las contradicciones de esta tendencia; por el contrario, el presidente Xi Jinping de China, desde la línea autoritaria, está concentrado en borrar el pasado reciente que le hace sombra a su nuevo imperio.
Por lo pronto, a la Sra. Liz Truss, también llamada «Liz la breve», no le resultó conveniente pretender devolver el pasado glorioso de la polémica y admirada Margaret Thatcher, su paso como primera ministra ha sido efímero, apenas llegó a los 45 días. Pretendiendo asumir los tiempos thatcherianos, la premier, por intermedio de su ministro de finanzas Jeremy Hunt, presentó un programa económico ultraradical, que beneficiaba a los poderosos, en detrimento de las grandes mayorías, asumiendo que mecánicamente se transformaría en mayores inversiones de los grandes capitales, generación de empleos y bienestar
Ni el esquema teórico ni la reminiscencia de los viejos tiempos han resultado favorables y desde el propio mercado ha surgido un profundo rechazo que se evidenció, entre otros, por una de las mayores caídas de la libra frente al dólar. Entre las irresponsabilidades de la señora Liz resalta responsabilizar al ministro de sus propios errores y exigir su renuncia.
El país observó un proyecto económico improvisado que menospreciaba la gravedad del contexto, donde se suman, entre otros, las perversas consecuencias de la pandemia del covid-19, el fracaso del retiro de la Unión Europea (el Brexit), los graves efectos económicos y globales que está generando la irracional invasión rusa de Ucrania y, por si fuera poco, la ausencia de la reina Isabel II, una roca de estabilidad para el país.
Ante la magnitud del problema, la cúpula del Partido Conservador ha decidido, una vez más, sacrificar a la fugaz premier, para mantener el poder y, obstinadamente, no convocar a elecciones generales, pues los sondeos de opinión destacan una diferencia de más de 30 puntos, a favor del Partido Laborista.
Manteniendo la mayoría parlamentaria, el Partido Conservador se prepara para reeditar el proceso de consultas y elección interna, que se realizó recientemente, luego de la renuncia del anterior primer ministro Boris Johnson. No dejan de tener razón quienes están comparando al Reino Unido con la tradicional inestabilidad política italiana.
En la línea de las manipulaciones de la historia en estos momentos destaca el presidente Vladimir Putin, quien está generando muerte y destrucción por un capricho historicista y terrófago, cambiando la historia para justificar un expansionismo anacrónico y criminal. En su discurso el presidente Putin insiste en retomar los derechos que le corresponden desde la Rusia imperial. Esperemos que la señora Giorgia Meloni, nueva primera ministra italiana, representante de una organización política radical, no asuma la tesis de retomar los territorios que pertenecieron al viejo Imperio romano.
También, el presidente Recep Tayyip Erdogan de Turquía, en sus delirios de poder, no ha dejado de evidenciar la nostalgia por los derechos que corresponden al Imperio otomano, que se mantuvo por casi siete siglos, abarcando un enorme espacio que incluía territorios europeos, árabes y africanos.
Los autoritarismos tienden a utilizar la historia como un factor de cohesión, tratando de unificar al país en torno al poder hegemónico, recordando insistentemente los padres de la patria, sus grandes victorias. Obviamente, en el falso discurso se presentan como la reencarnación de los héroes. El manejo de la historia y la obsesión en el pasado, como trapo rojo para encubrir fracasos y arbitrariedades.
Ahora bien, desde la perspectiva democrática también se recurre a la manipulación del pasado en el juego político; en ese contexto, un papel destacado corresponde a la narrativa historicista, nacionalista y excluyente del presidente Donald Trump, con su America first, que ha logrado movilizar las bases del Partido Republicano.
La propuesta historicista contempla, entre otros, el mito de volver al pasado glorioso de la gran potencia americana. Retomar el país boyante de finales de la Segunda Guerra Mundial, la economía más prospera, competitiva y fuerte del planeta, en un contexto de países destruidos por la guerra y economías en desarrollo.
Al ciudadano humilde, que vota, en el marco de sus limitaciones, le apasiona tanto el carisma como el discurso del líder republicano. Lo lamentable es que resulta un falso discurso y, en el fondo, una trampa. El mundo ha cambiado profundamente, en gran medida, gracias al creativo liderazgo tecnológico de los Estados Unidos.
En ese contexto de transformaciones, nuevos países se han desarrollado, la economía, los procesos productivos, las finanzas se han globalizado. Otros actores han superado y desplazado a los Estados Unidos en diversos sectores de la economía y China avanza como una gran potencia desplazante.
No se puede devolver el tiempo, pero irresponsablemente muchos políticos recurren al mito de la historia para atraer ingenuos y mantener unidos a sus radicales.
Las propuestas nacionalistas y proteccionistas generan un aislamiento, que en principio puede beneficiar a algunos poderosos, pero siempre elimina oportunidades.
Los radicalismos de Andrés López Obrador en México, Nayib Bukele en El Salvador, Pedro Castillo en Perú o Jair Bolsonaro en Brasil; también recurren al mito del pasado y cuestionan los valores liberales, utilizando la visión despectiva del globalismo, pero en el fondo están rechazando cualquier posibilidad de control o de sanción a sus arbitrariedades
Sorprendentemente, desde la perspectiva autoritaria del presidente Xi Jinping está desarrollando una estrategia diferente, tratando de eliminar la historia que le puede genera sombra para el nuevo imperio y la nueva historia que surgen con él, en particular a partir del reciente Congreso del Partido Comunista, que lo ha confirmado para un tercer periodo, rompiendo con los esquemas establecidos. Adicionalmente, la pública y humillante expulsión del expresidente Hu Jintao del evento, representa tanto la coronación de la hegemonía del presidente Xi, como la confirmación de su talante autoritario.
Félix Arellano es internacionalista y Doctor en Ciencias Políticas-UCV.
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