lunes, 2 de julio de 2018

LA FALSA CONCIENCIA, LA INFLACIÓN Y EL BIENESTAR EN LA ECONOMÍA VENEZOLANA. O una manera de enmarcar ideas ligeras sobre la transformación económica.


LA FALSA CONCIENCIA, LA INFLACIÓN Y EL BIENESTAR EN LA ECONOMÍA VENEZOLANA. O una manera de enmarcar ideas ligeras sobre la transformación económica.

EDUARDO ORTIZ RAMÌREZ


La falsa conciencia es un concepto difundido de tiempo atrás y de variadas implicaciones, que nos puede llevar desde Marx  a Marcuse y Habermas y que puede implicar, ilusión, ideología dominante, grupos de poder, entre otros. Va siempre, directa o tangencialmente a remitirnos a una visión distorsionada de la realidad y correspondientemente sus inspiraciones son filosóficas y se interrelacionan con criterios como los de los filósofos alemanes del siglo XIX, donde la ideología oscurecía la realidad. Esta nota intenta aplicar esto a algo de la realidad venezolana actual, en la perspectiva del bienestar, el mercado y la inflación.

Es la distribución del ingreso y uno de sus derivados, el nivel de bienestar económico y social que se alcanza para los ciudadanos de una economía o sociedad, un área fundamental para la economía.  Algunos han pensado incluso, que son de observar dudosamente, aquellos análisis que desde la economía no incorporan tales asuntos. Correspondientemente, con ello uno de los factores o variables macroeconómicas  que más puede afectar aquellos es la inflación -o crecimiento no parejo de los precios de los bienes y factores de la producción y la economía-. Por tanto, nunca se ha conceptualizado que el crecimiento y el desarrollo impliquen especies de sanciones, castigos o penurias por los cuales obligatoriamente deben pasar todas las economías. Esto es, en la teoría, se puede haber albergado la posibilidad de que los frutos del crecimiento puedan ser a mediano o largo plazo, pero no se ha estructurado una visión conformista o justificadora de los resultados de políticas económicas inadecuadas, como las actualmente en curso en Venezuela, que se exprese en ideas como “ahora nos toca a los venezolanos comernos las verdes” o “ya se nos acabó el tiempo de las cosas o bienes baratos”; coligiéndose algo así como “ahora nos toca sufrir”. Esta es la falsa conciencia que inspira esta nota-.

Claro que, esto presenta un terreno ideológico complementario, que son las ideas de oficialistas incondicionales que están dispuestos a la justificación irracional de cualquier resultado; de acomodados o articulados a la administración en curso y que mantienen buenos niveles de vida o de “financiamiento”; de ciudadanos indiferentes ante la inflación por ubicarse en estratos altos de la distribución del ingreso;  o de aquellos que  simplemente lo derivan de malos manejos de la información; entre otros perfiles.

Ante los embates irremisibles de la hiperinflación, que ya bordea como promedio más de 80% mensual para los meses transcurridos del 2018[1]; ante la profundización de la escasez de divisas, bienes y efectivo; y, en un escenario donde a numerosos pobladores solo les queda -o fundamentalmente- la opción de adquirir bienes básicos y escasos al precio dolarizado que se les presente, comprar desechos[2], bienes deteriorados u ofertas dudosas; algunos han empezado a difundir aquellas ideas de la falsa conciencia como conformismo o resignación, mientras el verdadero trasfondo es la actitud de una administración que persiste en políticas que continúan generando cierre de empresas, sostenimiento y aumento de la hiperinflación, desempleo, informalidad y una migración indetenible y no vista fácilmente en iguales proporciones en distintos periodos, países, incluso continentes, en los tiempos de décadas recientes.

A pesar de que la economía venezolana comenzó a conocer la inflación fue a partir de la primera administración de Carlos Andrés Pérez, y que aunque durante 25 años en distintas administraciones adquirió preocupantes y a veces altos dos dígitos, nunca se desató la hiperinflación y el nivel de vida para distintos estratos sociales – a pesar de los deterioros en su salario real- nunca alcanzó los dramáticos y profundos deterioros que se presentan –o se van incubando crecientemente- en la evolución de la administración bolivariana desde 1999 y, más aún, en los cinco últimos años. Otras economías en América Latina, de haber tenido durante largos períodos menores niveles de vida, comparado con el que tenía el venezolano de aquellos años, pasaron, contrariamente, a alcanzar mayores niveles, como es constatable con los altos niveles que -medido en $- tienen hoy día, cuando se comparan con Venezuela. Esto, por lo demás, se ha convertido en una información difundida ampliamente por las vocerías de las migraciones.

Se estima que el objetivo de las políticas de desarrollo debe ser el mejoramiento del bienestar de los ciudadanos. Ello se ha relacionado normalmente con las condiciones regulares de vida y con el Welfare State, en el caso de las naciones más avanzadas. Es esta, sin embargo, para distintos tipos de economías, una cuestión de importancia. Ello deriva, de las  complejidades del proceso económico como asunto social.

También ser más equitativos o reducir la desigualdad, puede afectar a la eficiencia como objetivo económico. Es esto lo que lleva a evaluar en los asuntos del desarrollo y la dinámica económica, cuánto se está dispuesto a pagar en eficiencia para aumentar la igualdad, llegándose así a la idea del cubo que gotea de Okun. Sin embargo, análisis detallados de procesos de aumentos de impuestos o medidas sobre los precios producen, según los casos, resultados variados, como para que no sea fácil sacar una conclusión taxativa.

Otro punto de interés, concierne a las relaciones a establecer entre la eficiencia y la equidad con los indicadores del bienestar. Un señalamiento de importancia, es el derivado de la propuesta de Nordhaus y Tobin – de unas décadas atrás- en cuanto a una medida del bienestar económico neto, que incorpora la variable tradicional del producto, valor del ocio y reducciones atinentes a contaminación y otros efectos negativos de la vida urbana. Son varias, sin embargo, las complicaciones que se generan al tratar de precisar esta medida. Una de ellas es, por ejemplo, que la consideración del ocio como un elemento de bienestar (en casos donde disminuye, por ejemplo, la jornada de trabajo) genera confusiones con aquellos donde el ocio es producido por las situaciones de desempleo. Dadas estas circunstancias y limitaciones para alcanzar una medida única y global del bienestar es pertinente resaltar la importancia que, con todas sus restricciones, tiene el producto (global y per cápita)[3] en tanto indicador; y de ahí su participación en el Índice de Desarrollo Humano compuesto por distintas desagregaciones del Ingreso per cápita, esperanza de vida y nivel educativo y que ha desarrollado ampliamente el PNUD, también desde hace varias décadas.         

En Venezuela y otros países de la región, los avances en el período de la transformación más intensa –segunda mitad siglo XX en adelante-, se han dado con costos muy altos -o a expensas- de parte de los grupos sociales menos favorecidos en la distribución del ingreso, con las respectivas repercusiones en cuanto a episodios de inestabilidad social y política. Los procesos de transformación económica y sus resultados deben evaluarse, entre otras cosas, en cuanto a la estabilidad o desestabilidad de la economía y la sociedad en conjunto. Así, junto a los efectos de la inflación pronunciada y el desempleo, el deterioro en la capacidad estatal se ha perfilado como una significativa fuerza de desestabilización. Esto es de alta significación en la actualidad venezolana, donde sigue en curso un agudo proceso de desinstitucionalización por parte de la administración bolivariana.

Dos corrientes de interés y que en varios sentidos pueden oponerse han sido, por una parte, la que aprecia que, como secuencia al crecimiento viene la redistribución y, por la otra, la que asigna a la política social la función de balancear o compensar la regresividad de algunas opciones de política económica. Puede aceptarse que la desigualdad estimule el riesgo y la iniciativa, pero es innegable que, su acentuación o alto nivel, pueden generar comportamientos y tensiones (envidia, corrupción, por ejemplo) que poco estimulen posiciones favorables hacia la estabilidad y el crecimiento. Pero nada de esto está presente ni en las lógicas, ni en las políticas económicas en curso en la actualidad venezolana

En décadas recientes, desde la CEPAL se insiste en integrar la política económica y la social, buscando que en la perspectiva económica estén presentes el crecimiento y la equidad y, en la social, la igualdad y la eficiencia. Igualmente, en relación a la integración referida, puede destacarse el que la divergencia que precisamente se ha presentado entre las políticas económicas y las sociales, fue una consecuencia del abandono de la idea del desarrollo social, entendiendo el desarrollo en una perspectiva amplia.

Puede señalarse –entre otros- un conjunto de asuntos de relevancia para los procesos de transformación económica y las cuestiones del crecimiento y desarrollo.

-Reversión de la tendencia a la desigualdad económica. La perspectiva más optimista, por lo demás discutible, es que en los años noventa se habían logrado detener las tendencias al deterioro distributivo iniciadas a mediados de los ochenta (otra manera de apreciarlo es afirmando que se había evitado que el número de pobres continuase aumentando). El número de pobres siguió aumentando y con ello la pobreza extendiéndose; sin ninguna comparación durante la administración bolivariana.
-Desarrollar programas paralelos eficientes y no ideologizados, en materia educativa, como medida para la consecución de un mejor bienestar de la población.
-Impulsar cambios en los sistemas tributarios que permitan, entre otras cosas, reducir la evasión.
-Control firme de los llamados índices de volatilidad (actividad económica e indicadores macroeconómicos). Fundamental para la actualidad venezolana: un intenso programa antiinflacionario que ataque gasto público, monetización del déficit y establecimiento de una nueva unidad de cuenta y valor, entre otros aspectos.

Expresiones ligeras y compromisos ideológicos, han sustituido la elaboración y disposición política para ejecutar otra política económica. Una muestra de ello es la expresión del presidente Nicolás Maduro en días recientes: “los capitalistas lo que están es pendientes de robar al pueblo. Nosotros vamos a normalizar la economía por las buenas o por las malas, pero lo vamos a lograr. Que lo sepan los capitalistas” (www.sunoticiero.com 29 de junio 2018; www.primicias24.com 29 de junio 2018).


@eortizramirez
eortizramirez@gmail.com



[2] El extremo de esto y de la miseria, son los sitios que en algunas ciudades del país ofrecen vender basura cobrándola en efectivo.
[3] Esto deriva de que, en líneas generales, el crecimiento del producto puede asociarse a generación de empleo o a la posibilidad de que se presenten elementos de estabilidad familiar y personal pero también a la gerencia y atención de distintos problemas socioeconómicos.

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