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Costa Rica se encuentra próxima a celebrar, el domingo 06 de febrero, uno de los procesos electorales más complejo de su historia democrática, toda vez que un conjunto de factores económicos, políticos y sociales están conformando una crisis sistémica, que estimula un clima de malestar e incertidumbre, que podría afectar su modelo económico que ha logrado importantes avances.
El proceso electoral, que contempla la elección de la presidencia de la Republica y los 57 diputados de la Asamblea Nacional, reproduce en gran medida, con algunas especificidades, la tendencia de fragmentación polarizante que está caracterizando la dinámica política de la región. En este caso, la situación podría interpretarse de especial sensibilidad, al observar que participan 25 candidatos en la contienda electoral, lo que podría conllevar una potencial dispersión del voto y, en consecuencia, la necesidad de ir a la segunda vuelta, prevista para el 03 de abril.
El cuadro electoral se presenta fragmentado, pero en el fondo también nos encontramos con la matriz de polarización, progresivamente anacrónica, entre derecha e izquierda, que se aprecia en la mayoría de los países de la región. Tendencias políticas que en el caso de Costa Rica participan en esta elección muy fragmentadas, con diversos candidatos.
Al respecto, las recientes encuestas, además de resaltar un 40% de indefinición por parte del electorado, también destacan que la intención del voto se concentra en las candidaturas divididas de la derecha entre los candidatos José M. Figueres del social demócrata PLN, Lineth Saborío de la democracia cristiana y Fabricio Alvarado de sectores conservadores y, por otra parte, de la izquierda José M. Villalta del Frente Amplio.
El significativo número de candidatos inscritos para las elecciones presidenciales, refleja en alguna medida los problemas de fondo que vive la sociedad; pero también obedece a la dinámica institucional del proceso, cuya normativa permite a los candidatos inscribir sus nombres para competir simultáneamente, tanto en las elecciones presidenciales, como en las legislativas.
En ese contexto, varios candidatos, que pueden estar conscientes de sus limitaciones en la elección presidencial, se inscriben para lograr espacios que le permiten una mayor difusión para su candidatura al poder legislativo con efectos a escala nacional y, adicionalmente, alcanzar un margen de negociación en la conformación de alianzas con los candidatos que pasan a la segunda vuelta presidencial.
Ahora bien, la marcada polarización del debate político constituye, entre otros, una expresión de la inestabilidad que está presentando el exitoso modelo económico y político de Costa Rica, que durante varios años ha sido ampliamente reconocido por sus avances en competitividad y productividad, con criterios ecológicos e inserción eficiente en la economía global.
Junto al éxito económico, el país fue logrando estabilidad política, seguridad jurídica, confianza en la institucionalidad democrática e importantes niveles de desarrollo humano. Un cuadro que contrasta significativamente con los otros países del istmo centroamericano, donde prevalece la pobreza y la inestabilidad. Adicionalmente, goza de admiración la histórica decisión de “sustituir las armas por pupitres”, eliminando las fuerzas armadas.
La economía de Costa Rica ha prosperado, logrando un significativo crecimiento de sus indicadores fundamentales, la diversificación de sus sectores productivos con altos niveles de agregación de valor y progresiva inserción en cadenas globales de valor. Información oficial destaca que el 40% de sus exportaciones van dirigidas a las cadenas de valor en sectores de alta competitividad como la electrónica, equipos médicos, la aeronáutica aeroespacial y sector automotriz.
Ahora bien, en los últimos años la situación se ha complicado, el progreso económico se ha concentrado en pocos sectores altamente competitivos, con muy limitada capacidad de generación de empleo de alto nivel profesional. Si bien ha crecido el sector de los servicios, en particular el turismo y las comunicaciones, que generan empleo de nivel técnico, las perversas consecuencias de la pandemia del covid-19, están limitando sensiblemente la situación, incrementando el desempleo, que se calcula actualmente en un 20%.
Los sectores de punta de la economía crecen, pero también la pobreza y la exclusión, generando un malestar social que se ha incrementado por las deficiencias en la acción pública y la creciente corrupción gubernamental. Al respecto cabe destacar la repercusión que ha generado en el país el reciente caso de “la cochinilla”, relativo a sobornos de funcionarios públicos en el sector inmobiliario.
Las clases medias, fundamentales para la estabilidad política, perciben un agotamiento de sus posibilidades de crecimiento y, los sectores más vulnerables, perciben el oasis económico, como una burbuja de beneficios que se concentran en pocos privilegiados sin permear al país y la población en su conjunto.
La exclusión que tiende a generar la dinámica económica y la desconexión de los políticos con los problemas sociales, exacerbados con la pandemia del covid-19, están incrementando el desasosiego, propiciando el caldo de cultivo para las propuestas populista radicales y autoritarias.
Conviene recordar que en septiembre del 2020 el país enfrentó una fuerte ola de protestas contra los planes económicos del Presidente Carlos Alvarado, en las negociaciones de un plan de ajuste con el Fondo Monetario Internacional (FMI), lo que ha debilitado sensiblemente su popularidad y las posibilidades de su partido en las próximas elecciones. Al respecto, Welmer Ramos, candidato por el partido oficialista PAC, registra en las recientes encuestas uno de los niveles más bajos de aceptación (1%).
La situación social se presenta delicada y la capacidad de acción del gobierno limitada por los niveles de la deuda pública y el déficit fiscal: empero, la mayoría de los políticos, en particular de los partidos tradicionales, parecieran desconectados de la situación y carentes de propuestas efectivas para enfrentar los desafíos de la compleja situación.
En este contexto, las elecciones se presentan como un punto de inflexión que debe llamar la atención de la sociedad en su conjunto, a los fines de lograr la construcción consensuada e incluyente de las soluciones que permitan evitar el colapso del oasis de estabilidad y bienestar que ha representado Costa Rica en la región.
Félix Arellano es internacionalista y Doctor en Ciencias Políticas-UCV.
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