https://www.project-syndicate.org/commentary/case-for-punitive-tax-on-russian-oil-by-ricardo-hausmann-2022-02/spanish
El argumento a favor de un
impuesto punitivo al petróleo ruso
Feb 26, 2022RICARDO
HAUSMANN
CAMBRIDGE –
Mientras escribo, el ejército de Rusia ha ingresado en la capital de Ucrania,
Kiev. Ahora resulta evidente que la amenaza de sanciones no disuadió al
presidente ruso, Vladimir Putin, de lanzar su invasión. Pero llevar adelante la
amenaza todavía puede cumplir otros dos objetivos: las sanciones pueden limitar
la capacidad de Rusia de proyectar poder al debilitar su economía y pueden
crear un precedente que podría influir en el comportamiento futuro de Putin
frente a otros países como Georgia, Moldavia y los estados bálticos.
Una razón por la cual la amenaza
de sanciones tal vez no haya impedido la guerra es que Rusia no las consideraba
creíbles. Si imponer una sanción es costoso, la voluntad política de hacerlo
puede ser débil o evaporarse con el tiempo. Por ejemplo, los consumidores
occidentales ya están molestos con los altos costos de la energía. Un embargo
al petróleo ruso reducirá la oferta energética global y hará subir aún más los
precios, desatando potencialmente una reacción violenta contra la política.
Tal vez sea por eso que los
países occidentales no la impusieron, y optaron en cambio por sanciones
financieras que, hasta ahora, no han sido lo suficientemente disuasivas.
Después de todo, posiblemente la sanción más importante a la fecha –la
suspensión del gasoducto Nord Stream 2 que habría abastecido directamente a
Alemania de gas natural ruso- incrementará la tensión, ya muy elevada, en el
mercado de gas natural de Europa.
Las sanciones son más efectivas y
creíbles si imponen costos importantes al país sancionado, pero implican costos
bajos o inclusive beneficios para quienes las imponen. Claro que encontrar este
tipo de sanciones es algo más fácil de decir que de hacer, como demuestra la
suspensión del proyecto Nord Stream 2. ¿Qué instrumentos tiene entonces
Occidente en su arsenal?
Uno que sorprendentemente ha
recibido poca atención es un impuesto punitivo al petróleo y al gas rusos. A
simple vista, imponer un impuesto sobre un bien debe hacer aumentar su precio,
haciendo que la energía sea aún más costosa para los consumidores occidentales.
Lógico, ¿no? ¡No!
El tema tiene que ver con algo
llamado análisis de incidencia impositiva, que se enseña en los cursos de
microeconomía básica. Un impuesto a un bien, como el petróleo ruso, afectará
tanto la oferta como la demanda, cambiando el precio del bien. Cuánto cambia el
precio, y quién asume el costo del impuesto, depende de cuán sensibles son la
oferta y la demanda al impuesto, o lo que los economistas llaman elasticidad.
Cuánto más elástica la demanda, más recaerá el
costo del impuesto sobre el productor porque los consumidores tienen más
opciones. Cuánto más inelástica la oferta, más
recaerá el costo del impuesto –nuevamente- sobre el productor, porque éste
tiene menos opciones.
Afortunadamente, ésta es
precisamente la situación que hoy enfrenta Occidente. La demanda de petróleo
ruso es sumamente elástica, porque a los consumidores en realidad no les
importa si el petróleo que usan viene de Rusia, del Golfo o de alguna otra
parte. No quieren pagar más por el petróleo ruso si hay otro petróleo con
propiedades similares. Por lo tanto, el precio del petróleo ruso después de
impuestos lo define el precio de mercado de todos los otros petróleos.
Al mismo tiempo, la oferta de
petróleo ruso es muy inelástica, lo que significa que grandes cambios en el
precio al productor no generan cambios en la oferta. Aquí, las cifras son
sorprendentes. Según las declaraciones financieras del grupo de energía ruso
Rosneft para 2021, los costos operativos de la empresa son 2,70 dólares por
barril. En el mismo sentido, Rystad Energy, una compañía de inteligencia comercial,
estima el costo variable total de producción de petróleo ruso (excluidos
impuestos y costos de capital) en 5,67 dólares por barril.
En otras palabras, aun si el
precio del petróleo cayera a 6 dólares por barril (hoy está por encima de 100
dólares), a Rosneft le seguiría conviniendo no dejar de extraer: la oferta es
verdaderamente inelástica en el corto plazo. Obviamente, en estas condiciones,
no sería rentable invertir en mantener o expandir la capacidad de producción, y
la producción de petróleo caería gradualmente –como siempre lo hace- debido al agotamiento y pérdida de
presión del pozo. Pero esto llevará tiempo, y para ese momento, otros pueden
invertir para quedarse con la participación de mercado de Rusia.
En otras palabras, dada la alta
elasticidad de la demanda y la baja elasticidad de la oferta de corto plazo, un
impuesto al petróleo ruso sería pagado esencialmente por Rusia. En lugar de
resultarle costoso al mundo, imponer un impuesto de esta naturaleza en realidad
sería rentable. Un impuesto global punitivo al petróleo ruso –a una tasa, por
ejemplo, del 90% o 90 dólares por barril- podría transferir al mundo unos
300.000 millones de dólares por año del arsenal de guerra de Putin, o alrededor
del 20% del PIB de 2021 de Rusia. Y sería infinitamente más conveniente que un
embargo al petróleo ruso, que enriquecería a otros productores y empobrecería a
los consumidores.
Esta lógica también se aplica al
Nord Stream 2. Un impuesto equivalente al 90% del precio
del gas natural de la Unión Europea, que actualmente ronda los 90
euros (101 dólares) por megavatio-hora, mantendría al gas ruso en el mercado
pero expropiaría la renta.
Ahora bien, ¿cuán factible sería
un impuesto mundial del 90% al petróleo ruso? En 2019, el55% de las exportaciones de combustibles minerales de
Rusia (incluyendo petróleo, gas natural y carbón) fueron a la UE, mientras que
otro 13% fue a Japón, Corea del Sur, Singapur y Turquía. China recibió sólo el
18%. Si todos estos países excepto China acordaran gravar el petróleo ruso al
90%, Rusia intentaría venderle todo su petróleo a China. Pero esto colocaría a
China en una posición de negociación fuerte. En este escenario, a China le
convendría imponer el impuesto, porque ese tipo de instrumento extraería la
renta que, de otra manera, tendría que pagarle a Rusia.
En resumen, un impuesto punitivo
al petróleo ruso debilitaría significativamente a Rusia y beneficiaría a los
países consumidores, tornándolo más creíble y sostenible que un embargo. La
idea merece considerablemente más atención de la que ha recibido.
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Ricardo Hausmann, a former minister of planning
of Venezuela and former chief economist at the Inter-American Development Bank,
is a professor at Harvard's John F. Kennedy School of Government and Director
of the Harvard Growth Lab.
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