Lecciones peligrosas,
por Félix Arellano
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Cada día que pasa la invasión rusa a Ucrania acrecienta el desastre humano y, adicionalmente, genera lecciones destructivas, que incrementan las angustias e incertidumbres sobre la paz y la convivencia a escala mundial. Ahora bien, ante las amenazas que está generando el expansionismo ruso y, en general la geopolítica del autoritarismo, como ciudadanos y miembros de la sociedad civil, enfrentamos el desafío de defender y fortalecer los valores libertarios, los derechos humanos y la institucionalidad democrática.
Entre las lecciones negativas que está estimulando la invasión rusa, destaca el fortalecimiento del aforismo de raíces romanas: “si quieres la paz, prepárate para la guerra” (Si vis pacem, para bellum, Publio Flavio Vegécio). El mundo ha entrado en una vorágine conflictiva y militarista, que está consumiendo las fuerzas pacifistas y desplazando la agenda social y los valores liberales; incluso temas tan sensibles como el cambio climático están perdiendo el interés de los gobiernos.
La gravedad de la amenaza militar rusa frente a Europa y occidente en su conjunto, paradójicamente, ha obligado al nuevo gobierno alemán, conformado por partidos políticos de marcada tradición pacifista, a incorporar en la agenda el fortalecimiento militar de Alemania.
La Unión Europea, una institución que nació para promover la paz y la prosperidad de sus países miembros, también ha iniciado los debates del tema de la defensa común y está participando activamente en la reactivación de la OTAN, una organización que había perdido su horizonte.
En este contexto, debemos incorporar la difícil situación que están enfrentando Suecia y Finlandia, países tradicionalmente promotores de la paz y la convivencia que, ante la amenazan expansionista rusa, están considerando seriamente la posibilidad de incorporarse en la OTAN y, por esa razón, ya han recibido la amenaza del chantaje nuclear ruso.
La tendencia militarista también forma parte de la agenda estratégica de China, lo que tiene encendidas las alarmas en la mayoría de sus vecinos, con los que mantiene tensas relaciones, son los casos de los países ribereños del mar de la China Meridional (Brunéi, Indonesia, Malasia, Filipinas, Taiwán, Vietnam), la India en la zona de Cachemira y, con mayor intensidad, el caso de Taiwán, que enfrenta la amenaza de una posible invasión, toda vez que el gobierno chino la define como “la isla rebelde”.
Otra de las lecciones destructivas que está promoviendo la invasión, tiene que ver con el fortalecimiento del armamento nuclear, como medio de disuasión e instrumento para un reposicionamiento estratégico en el contexto internacional. Con la invasión de Ucrania, el presidente de Rusia Vladimir Putin, ha iniciado un chantaje nuclear contra occidente, que los gobiernos democráticos occidentales prudentemente están tratando de enfrentar, con dificultades.
Desde Ucrania se insiste en la percepción que los han dejado solos. En efecto, no se ha adoptado una reacción militar contundente. Por una parte, debido a que Ucrania no pertenece a la OTAN y, por otra, por el legítimo temor, que una reacción en conjunto abra la puerta para una tercera guerra mundial. Críticos radicales manejan diversas tesis para descalificar el comportamiento de los gobiernos occidentales, entre ellas, el pragmatismo acomodaticio o la cobardía.
La prudencia de occidente frente al tema nuclear, está estimulando las posiciones desafiantes de países como Corea del Norte o Irán, que perciben los programas nucleares como sus paraguas de defensa y fortalecimiento en el contexto internacional. El caso de Irán merece un breve comentario, pues desde hace un año se están desarrollando negociaciones con Estados Unidos, bajo la intermediación de la Unión Europea, para reactivar el acuerdo de control del programa nuclear iraní, firmado en el 2015, que contó con la participación de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas más Alemania; empero, el presidente Donald Trump lo denunció en el 2018.
A principios del presente año parecía inminente la reincorporación de los Estados Unidos en el acuerdo, lo que implicaba la reactivación de los mecanismos de control y supervisión, con la activa participación de la Organización Internacional de Energía Atómica. Pero en estos momentos, se presenta como una decisión muy compleja para la administración del presidente Biden, además de la crisis con Rusia, el acuerdo cuenta con la oposición del partido republicano, las monarquías sunitas del Golfo e Israel, su tradicional aliado en el medio oriente.
Los críticos de las actuales negociones coinciden en afirmar, que el acuerdo representa una válvula de escape, que facilita el desarrollo del programa nuclear iraní, al eliminar las diversas sanciones que está aplicando el gobierno de los Estados Unidos contra Irán, luego de la denuncia del acuerdo. Un argumento importante, pero que no plantea soluciones y exacerba el enfrentamiento con el gobierno teocrático de Irán.
En el inventario de las lecciones destructivas, el chantaje nuclear ruso, seguramente está estimulando que otros gobiernos autoritarios consideren la opción de incursionar en el ámbito nuclear, como parte de sus posiciones revisionistas y anti sistema, que también contribuyen a consolidar a los autócratas en el poder.
Por otra parte, para muchos, la invasión rusa a Ucrania ha herido de muerte al orden liberal internacional y los valores libertarios que constituyen su base fundacional. Al respecto, no podemos negar que la institucionalidad internacional existente resulta inútil para enfrentar la invasión, entre otras, por la figura del veto en manos de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad, Rusia entre ellos. Si bien la eliminación del veto no constituye garantía de éxito, podría contribuir a dinamizar el papel de la organización, en situaciones tan complejas como la que estamos enfrentando.
Adicionalmente, debemos reconocer que las limitaciones y debilidades de las instituciones, no implica que los valores liberales han fracasado, por el contrario, la invasión a Ucrania ha dejado clara la naturaleza del autoritarismo, que no tiene límites internos, pues los destruye progresivamente y tampoco acepta limites o controles a nivel internacional y por eso trabaja para eliminar el orden liberal internacional.
La invasión también está evidenciando que la capacidad de acción de los gobiernos en el contexto internacional se presenta limitada, tanto por el chantaje nuclear, como por el papel de la autodeterminación, es decir la visión rígida de la soberanía, una de las banderas fundamentales de los grupos populistas y autoritarios. En tales condiciones se repotencia el papel de los ciudadanos y la sociedad civil como potencial limite al ascenso del autoritarismo.
La expansión y consolidación de los sistemas democráticos permite a los ciudadanos ejercer un mayor control de sus gobiernos, capacidad que se fortalece por intermedio de diversas instituciones, tales como: los partidos políticos, los sindicatos, los gremios y asociaciones, los centros de investigación, las organizaciones no gubernamentales, los medios de comunicación y la familia.
El autoritarismo está desarrollando una compleja guerra hibrida para debilitar las democracias y eliminar los valores liberales, lo que genera un gran reto que se debería enfrentar desde las bases de la sociedad. La decisión sobre la información que recibo, acepto y asimilo nos corresponde de forma individual; en consecuencia, resulta fundamental la actitud crítica y reflexiva, que se constituye en nuestra principal herramienta frente a la narrativa manipuladora que se extiende a escala mundial contra las libertades.
Félix Arellano es internacionalista y Doctor en Ciencias Políticas-UCV.
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