lunes, 25 de septiembre de 2023

VENEZUELA: UNA ECONOMÍA DE ALTA INFORMALIZACIÓN. Rastreando distorsiones e irregularidades.

 

VENEZUELA: UNA ECONOMÍA DE ALTA INFORMALIZACIÓN[1]. Rastreando distorsiones e irregularidades.

EDUARDO ORTIZ RAMÍREZ




DEL SISTEMA BIOMÉTRICO A LAS SUBASTAS Y A LA DOLARIZACIÓN INFORMAL.

Varias observaciones podrían hacerse sobre la aplicabilidad del sistema biométrico (o de registro de huellas para evitar compras duplicadas y con ello el aumento o fortalecimiento de los revendedores)[2] que se buscó instrumentar en 2014 como novedad y solución a determinados problemas de precios, consumo e informalidad para la economía venezolana, en el contexto en que se encuadraba la administración bolivariana después de 15 años de ejecutorias. En primer lugar, los problemas de escasez, inflación y distorsión de los precios relativos estaban ya íntimamente relacionados con las políticas de control ficticio o real que, apoyadas en una dinámica cambiaria, fiscal y política particular se había estructurado como resultado de una política económica y social no exitosa, y pasaron a ser palmariamente constatables en 2017 (año de una gran crisis y de inicio de una cuarteta de años fundamentales en la evolución política, económica y social de Venezuela[3]).  En segundo lugar, podía ser un sistema más operativo en economías más pequeñas o menos estratificadas por regiones, estados o grupos sociales. En tercer lugar, se requería un desarrollo institucional de registro, supervisión, ejecución y sanción que no era acorde con el proceso de deterioro institucional (y de desinstitucionalización) por el cual había transitado la nación venezolana en por lo menos los últimos casi treinta años previos, y ya más pronunciado en 2017. Hasta este año señalado, la experiencia de la administración bolivariana -en lo visto en más de 18 años de gobierno- en manejo de alimentos y bienes en empresas e iniciativas como Mercal, PDVAL, Abastecimiento Soberano y las correspondientes bolsas CLAP y otras, no había sido precisamente la más exitosa, a no ser que se interpretase con el fanatismo de los seguidores incondicionales.  En cuarto lugar, requería de un sistema de vigilancia estricto que no era seguro pudiese conseguirse en la sociedad venezolana de los lustros previos, donde funcionarios, organizaciones de seguridad y vigilancia se habían visto inmiscuidas en agudos procesos de corrupción; también más que evidentes para 2017. En quinto lugar, el deterioro de la civilidad y los valores ciudadanos, no parecía haberse detenido durante la administración bolivariana, sino que, por el contrario, había aumentado, dentro del propio contexto de deterioro económico y social de los 15 años previos a su propuesta en 2014, lo cual brindaba un elemento de entorno difícil para la aplicabilidad de un sistema de este tipo.

La escasez, la inflación, el favoritismo y el deterioro institucional mataron al instrumento,  tan solo quedando maquinas sin mucho sentido, porque lo que no lo había afectado la  inflación, simplemente no lo había en los estantes. Lo que había sido abarcado por esta última, se demandaba relativamente poco o nada. Correspondientemente, el sistema biométrico fue desplazado por la concentración de alimentos regulados del lado del sector público –siendo menos frecuentes las colas precisamente por ello-, para ser distribuidos con intereses fundamentalmente políticos. Esto es, los alimentos y su distribución pasaron a ser otro elemento de control político que se le sumaba al control cambiario que ya tenía ese matiz. De esta manera, pocos se acordarán del sistema biométrico, pero está en la historia y en la acumulación de intentos de la administración bolivariana.

El marco económico atinente a elementos relacionados, nos ubica para Venezuela, de 2017 en adelante, en una amalgama impresionante, en la interrelación de formación de precios, salarios, controles, mercado cambiario, deformaciones estructurales de la producción asociadas a la desindustrialización, escasez, valores y comportamiento ciudadano[4].

Dada la sobredeterminación que en la economía venezolana presentaba el elemento cambiario en 2017, hay que señalar que esto no se solucionó con las subastas Dicom con sus más de 70 millones de $ asignados –en las tres realizadas en sus momentos, tal cual se registró- en procesos solo “transparentes” o de libertad para quienes eran beneficiados. El dólar paralelo no era el único determinante de la inflación. Venezuela en 2017 –y ya desde 2016- se encontraba claramente en hiperinflación, pues para ello no es necesario que estemos en los terribles cuatro dígitos o que se alcance -estrictu sensu- el porcentaje mensual conocido; la intensidad y velocidad de los aumentos de precios, la desvalorización del dinero y la actitud de distintos agentes económicos en la búsqueda de alternativas a esta última, lo permiten afirmar desde distintas experiencias[5].

Desmantelar el control de cambios a finales de 2018, que fue un generador de alteraciones productivas y de informalización de la economía (compra-venta de dólares y bienes, de manera informal), a la vez que de corrupción, así como un arma de control político, podía hacerse de un día para otro, pero los efectos de ese mecanismo fueron  notables en distorsión, confusiones y dislocaciones productivas. Lo dramático es que, el desmantelamiento, tuvo que suceder. Igual que en otros precios, donde se debían quitar controles, pero no siempre el mercado va a brindar los mejores o más rápidos equilibrios, según los casos. Los agentes económicos –empresarios, consumidores/familias y gobierno- deben reeducarse para canalizar la formación de precios relativos. 

LA REALIDAD DEL MERCADO Y LOS BIENES

Varias expresiones presenta la informalización en el mercado de los bienes. La primera atañe a los revendedores, también llamados bachaqueros o buhoneros (de manera más permanente). Son buscadores de trabajo, ganancias fáciles y en algunos casos simple subsistencia. Abarcan desde vendedores callejeros, que dividen un kilo de algún producto en numerosas bolsitas, hasta los sofisticados oferentes de Instagram o en otros mecanismos de suministros de información para captar o mantener demandantes. Los perniciosos comportamientos manifiestos en los niveles de precios a los que los ofrecen bienes –este tipo de vendedores- y sus correspondientes niveles de ganancias, no son fácilmente entendibles a la luz del más puro liberalismo, desde el que pudiese opinarse “eso lo solucionaría el mercado”. La segunda forma se encuentra en locales y bodegas o pequeños abastos ubicados en zonas populares, céntricas y algunas no tan populares, donde se sabe que allí se conseguían/consiguen productos a precios superiores a los que estaban/están regulados. Debe asignársele un lugar particular/especial a la gasolina con el precio subsidiado y el precio llamado internacional y los contextos y gestiones multiformes que bordean a los mismos, dada la medida tomada en años recientes en cuanto a esta estructura de precios, vigente todavía en lo transitado de 2023. Estos espacios informales se han visto alterados, a diferencia de los primeros, dadas la posibilidad o amenaza de ser robados a saqueados, pero siguen existiendo. Una tercera figura de informalidad, es la que se ha generado desde los propios ámbitos oficiales y que serán los administradores de estos –es de pensar- los primeros interesados en solucionar. Se trata de como desde estos ámbitos surgen sospechas, evidencias y registros -como se ha hecho público- de reventas de las bolsas CLAP o de listas para las mismas, que no se ejecutan o que se estructuran y son redireccionadas o reubicadas con otros fines. Apartando el conjunto de valoraciones que pueden hacerse sobre lo adecuado o necesario de la existencia de un mecanismo de esta naturaleza en una economía como Venezuela, otrora con abundancia y llena de bienes y productos diversos, debe señalarse que la frecuencia y la regularidad con la que llegan tales bolsas a los distintos sectores y grupos sociales no son las que señala la administración bolivariana, al indicar que ya hay millones de personas atendidas. Lo que dicen integrantes de los sectores populares es otra cosa. Una cuarta forma que, directa o indirectamente, puede ubicarse dentro de la informalización de la economía en estos ámbitos, atañe a los nuevos expendios de bienes que han venido ampliando su número y que venden a precios totalmente dolarizados. Alimentos, cosméticos, dulces, autos de alta gama son adquiribles con la facilidad de tener los dineros para ello. De ser determinados y marcados por el dólar BCV/libre, pasan a ser también determinadores de precios. Lo que allí se consigue a un precio pasa a entenderse como un precio “normal”, más aun si tienen ramificaciones para ventas fuera del mismo local. Es curioso observar dentro de este conjunto de distorsiones como los precios de algunos productos de nacionales –que también venden algunos supermercados- superan con creces a productos similares que deberían lanzar al mercado las empresas que están bajo la administración estatal, pero cuyos productos no aparecen sino en los mecanismos de distribución pública que como hemos señalado han adquirido un matiz de control político.

Lo señalado solo representa un conjunto de aproximaciones a un ámbito vasto de comercialización y compra de bienes. Existen otros mercados como los de bienes intermedios para actividades como construcción o fabricación de alimentos, donde las irregularidades y la incertidumbre (aquello que deberían regular las instituciones sin implicar ello estatismo ni control acérrimo de la economía) son frecuentes e intensas. Las expresiones “no se consigue”, “viene aumentado”, “por ahora está así, aprovéchalo” se han vuelto parte de la regularidad diaria y consustancial a los escenarios hiperinflacionarios o inflacionarios según el momento que busquemos analizar o describir.

LA NECESIDAD Y LA LIBERTAD (DE CÓMO LA NECESIDAD SUPERÓ A LA LIBERTAD).

Pensadores, filósofos, economistas y otros han transitado y reflexionado sobre esto. Me decía un amigo, en un determinado momento de estas distorsiones y su evolución, que seguía a otra cadena de amigos, que ante el producto -tal o cual- solo había que adquirirlo, que era un problema de necesidad y no había que preguntar mucho.

Una administración que en más de dieciocho años –hasta 2017, o más de 23 hasta la actualidad de 2023- pretendió o planteó solucionar o mejorar la distribución del ingreso y de la renta petrolera, terminó creándole una sobredeterminación al reino de la necesidad (ampliándolo, profundizándolo) y restringiendo grandemente la libertad de producir, consumir y hasta conseguir los bienes mas elementales. ¡Terminó, en resumen, generando más pobres y más pobreza!

Más aún qué, la dinámica de precios y salarios relativos está permanentemente condicionada por quien domina el mayor espacio de la informalidad en estos menesteres, y que no es más que la pertinaz dolarización informal de la economía y donde unos u otros (políticos, empresarios y analistas)[6] han evitado pronunciarse para establecerla como dolarización formal o simplemente eliminarla como dolarización informal.

 

25 septiembre 2023

@eortizramirez

eortizramirez@gmail.com

 

 



[1] Existen diversas líneas de investigación asociadas a la discusión de lo formal e informal, lo moderno y lo atrasado y siempre convergen en lo atinente a la presencia de una dualidad dentro de determinadas economías, y, ya en la segunda mitad del siglo XX, asociadas a la llamada perspectiva del Dualismo en análisis sobre el desarrollo en los países menos avanzados. Un análisis y discusión de interés puede verse por ejemplo en: Mario Cimoli, Annalisa Primi y Maurizio Pugno. Un modelo de bajo crecimiento: la informalidad como restricción estructural. R e v i s t a  d e  la C e p a l  8 8,  a b r i l  2 0 0 6. En esta nota solo resaltamos desacoplamientos institucionales o distanciamientos de procedimientos modernos, regulares o debidamente estructurados para el estímulo/impulso del crecimiento y desarrollo y es el sentido dado al pequeño rastreo de distorsiones e irregularidades.

[2] Dado el fracaso del mecanismo, el tratamiento del mismo es solo referencial/ilustrativo, dado el sentido que se le da a esta nota.

[5] Eduardo Ortiz Ramírez, Comienzos y desarrollos de la inflación y la política de precios controlados en Venezuela. 27 de noviembre 2017. https://www.academia.edu/resource/work/35268212.

[6] Eduardo Ortiz Ramírez. La peor de la dolarizaciones: el “cuadre” tácito de gobierno, empresas, familias y analistas y el peor de los ajustes en Venezuela. 17 de mayo 2020. https://www.academia.edu/resource/work/43087420.

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