viernes, 11 de octubre de 2024

Las trampas del reduccionismo

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Las trampas del reduccionismo



La teoría económica convencional confiere especial importancia a la interpretación del indicador macroeconómico Producto Interno Bruto per Cápita, como una herramienta que nos permite evaluar el bienestar material de una sociedad. El valor total de los bienes y servicios finales producidos durante un año en una determinada economía dividido por la población total, suponiendo que la riqueza creada se distribuye de manera homogénea.

Lastimosamente, los supuestos en la teoría económica dominante son una constante inobjetable. Es una forma de banalizar la inmensa complejidad que encierra la realidad social, económica, política, cultural e histórica objeto de estudio. Hecho que refleja —cada vez con más fuerza— la hipótesis de una gran crisis general del pensamiento de las ciencias económicas y sociales.

Según datos del Banco Mundial, el PIB per cápita en el mundo paso de 4.311 USD en 1990 a 13.138 USD en el año 2023. Es decir, un incremento del 205% con respecto a 1990. Sobre la base del desempeño de este indicador podemos inferir una mejora significativa en el ingreso per cápita de la población mundial.
No obstante, al incorporar una visión sistémica, nos damos cuenta que asumir una distribución homogénea del total de la riqueza creada entre el total de la población constituye un ejercicio engañoso.

Al ser cotejada la información con variables como pobreza y pobreza extrema, los resultados son desalentadores. Las desigualdades sociales se han incrementado sustancialmente especialmente en los países subdesarrollados.

Otro ejemplo, el PIB per cápita Chino, pasó de 318 USD en 1990 a 12.614 USD en el 2023. Un crecimiento del 3868%. Ahora, cuando evaluamos el desempeño de los Emiratos Árabes Unidos, el PIB per cápita de 1990 pasó de 26.683 a 52.977 USD en el 2023, un crecimiento del 99%.
A menor población, el PIB per cápita arroja un valor más elevado. Hecho que no necesariamente se traduce en un incremento de la riqueza, mucho menos que se distribuya con criterios de justicia social.

El análisis del hecho económico exige una mirada transdisciplinaria que nos permita comprender las variables macroeconómicas actuales —con sus limitaciones— hasta que podamos crear indicadores más precisos en sintonía con la realidad y nos den cuenta de los aciertos, desaciertos, retos y desafíos que nos depara la construcción de un mundo más justo.

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