¿El fin del
progreso?
Jan 21, 2025JOSEPH
E. STIGLITZ
NUEVA YORK – Hace 35 años, el mundo experimentó un cambio de época con el colapso del comunismo europeo. Se sabe que Francis Fukuyama llamó a este momento el “fin de la historia”, prediciendo que todas las sociedades terminarían convergiendo hacia la democracia liberal y las economías de mercado. Hoy en día, es casi un cliché observar lo equivocada que estaba esa predicción. Con el regreso de Donald Trump y su movimiento MAGA, tal vez deberíamos llamar a la era actual el “fin del progreso”
La mayoría de nosotros damos por sentado el progreso. Pero
deberíamos recordar que los estándares de vida hace 250 años apenas diferían de
los de hace 2.500 años. No fue hasta la Ilustración y la Revolución Industrial
cuando logramos las enormes mejoras en cuanto a la esperanza de vida, la salud
y los niveles de vida que han definido la modernidad.
Los pensadores de la Ilustración reconocieron que la
experimentación científica podía ayudar a las personas a entender a la
naturaleza y crear nuevas tecnologías transformadoras, y que las ciencias
sociales podían permitir una coordinación más estrecha de los esfuerzos por
mejorar las condiciones de todos los miembros de la sociedad. Esos esfuerzos
requerían que el estado de derecho desplazara al absolutismo, que el respeto
por la verdad prevaleciera sobre el oscurantismo y que se elevara la
experiencia en cuanto a los asuntos humanos. Entre los rasgos más inquietantes
de la revolución MAGA está su rechazo frontal de estos valores.
¿Puede continuar el progreso? De la misma manera que los
soviéticos consiguieron lanzar Sputnik, puede que veamos a Trump y
a sus seguidores presidir hazañas tecnológicas notables en el espacio y en
inteligencia artificial. ¿Pero podemos realmente esperar que la nueva
oligarquía estadounidense supervise avances sostenidos y ampliamente
compartidos? Los que están ahora en el poder se sienten motivados absolutamente
por la búsqueda de riqueza, y no tienen reservas a la hora de acumularla
mediante la explotación y la búsqueda de renta. Ya han demostrado su ingenio a
la hora de ejercer el poder de mercado y aprovechar los medios de comunicación
y las plataformas tecnológicas para promover sus intereses privados mediante la
manipulación y la desinformación generalizadas.
Lo que diferencia a la corrupción norteamericana actual de
las formas pasadas es su enorme escala y descaro. La idea de meter billetes de
100 dólares en sobres de papel marrón suena pintoresca comparada con lo que
tenemos ahora. Los oligarcas estadounidenses pueden “contribuir” abiertamente
con cientos de millones de dólares a la campaña electoral de un político a
cambio de favores. El préstamo sin condiciones de 465 millones de dólares que Tesla recibió de la
administración del presidente Barack Obama hace 15 años parecerá una miseria en
comparación con lo que se avecina.
El progreso requiere inversiones en ciencia básica y una
mano de obra calificada. Sin embargo, durante su primer mandato, Trump propuso recortes
tan masivos en la financiación de la investigación que incluso sus colegas
republicanos se opusieron. ¿Mostrarán la misma disposición a resistirse esta
vez?
En cualquier caso, ¿sigue siendo posible el progreso cuando
las instituciones responsables del avance y la transmisión del conocimiento son
objeto de ataques constantes? Al movimiento MAGA nada le gustaría más que
acabar con las instituciones de “élite” donde se produce tanta investigación de
vanguardia.
Ningún país puede prosperar verdaderamente si gran parte de
la población sufre carencias en educación, salud y alimentación nutritiva. En
Estados Unidos, alrededor del 16% de los niños crecen en la pobreza, el desempeño global en las evaluaciones educativas
internacionales es mediocre, la malnutrición y la falta de vivienda se han
generalizado y la expectativa de vida es la más baja entre las
principales economías avanzadas. El único remedio es más y mejor gasto
público. Sin embargo, Trump y su equipo de oligarcas están empeñados en
recortar el presupuesto todo lo que puedan. Hacerlo dejaría a Estados Unidos
aún más dependiente de la mano de obra extranjera. Pero los inmigrantes,
incluso los altamente calificados, son un anatema para
los seguidores del MAGA de Trump.
Aunque Estados Unidos ha sido durante mucho tiempo líder
mundial en el avance de la ciencia y la tecnología básicas, es difícil ver cómo
esto puede continuar en un gobierno de Trump. Veo tres escenarios posibles. En
el primero, Estados Unidos finalmente acepta sus problemas profundamente
arraigados, rechaza el movimiento MAGA y reafirma su compromiso con los valores
de la Ilustración. En el segundo, Estados Unidos y China continúan por el
camino del capitalismo oligárquico y del capitalismo de estado autoritario,
respectivamente, mientras que el resto del mundo queda rezagado. Por último,
Estados Unidos y China mantienen su rumbo, pero Europa adopta la bandera del
capitalismo progresista y de la socialdemocracia.
Lamentablemente, el segundo escenario es el más probable, lo
que significa que debemos considerar cuánto tiempo más se podrán seguir
gestionando las crecientes deficiencias de Estados Unidos. China cuenta con
enormes ventajas en el desarrollo de tecnología e inteligencia artificial,
debido a su enorme mercado, a su amplia oferta de ingenieros y a su compromiso
con la planificación a largo plazo y la vigilancia integral. Asimismo, la
diplomacia china respecto del 60% de los países no occidentales ha tenido mucho
más éxito que la estadounidense. Pero, por supuesto, ni China ni los Estados
Unidos de Trump están comprometidos con los valores que han impulsado el
progreso desde finales del siglo XVIII.
Trágicamente, la humanidad ya se enfrenta a desafíos existenciales.
Los avances tecnológicos nos han dado los medios para destruirnos a nosotros
mismos, y la mejor manera de evitarlo es a través del derecho internacional.
Además de las amenazas que plantean el cambio climático y las pandemias, ahora
también tenemos que preocuparnos por la IA no regulada.
Algunos dirán que, aunque haya una pausa en el progreso, las
inversiones pasadas en ciencia básica seguirán dando valiosos frutos. Además,
agregarán los optimistas, todas las dictaduras finalmente terminan y la historia
continúa. Hace un siglo, el fascismo asoló al mundo. Pero eso condujo a una ola
de democratización, en la que movimientos de descolonización y derechos civiles
contrarrestaron la discriminación racial, étnica y de género.
El problema es que esos movimientos exitosos solo llegaron
hasta cierto punto, y el tiempo no está de nuestro lado. El cambio climático no
esperará a que nos decidamos a actuar. ¿Disfrutarán los estadounidenses de un
progreso continuado en forma de prosperidad compartida, basada en la educación,
la salud, la seguridad, la comunidad y un medio ambiente limpio? Lo dudo. ¿Y el
fin del progreso en Estados Unidos tendrá repercusiones a escala mundial? Casi
seguro.
Es demasiado pronto para saber cuáles serán las
consecuencias de la segunda presidencia de Trump. La historia efectivamente
avanza, pero el progreso podría quedar atrás.
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Joseph E.
Stiglitz, a Nobel laureate in economics and University Professor at Columbia
University, is a former chief economist of the World Bank (1997-2000),
former chair of the US President’s Council of Economic Advisers, former
co-chair of the High-Level Commission on Carbon Prices, and lead author of the
1995 IPCC Climate Assessment. He is Co-Chair of the Independent Commission for
the Reform of International Corporate Taxation and the author, most recently,
of The Road to Freedom: Economics and the Good Society (W. W. Norton
& Company, Allen Lane, 2024).
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