miércoles, 22 de junio de 2016

Brexit y OEA: ¿más radicalismos?

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Felix Arellano

El radicalismo tiende a crecer como un fantasma por el planeta, en parte, como una equivocada reacción frente a la globalización, pero también potenciado por el dinamismo globalizador

El radicalismo tiende a crecer como un fantasma por el planeta, en parte, como una equivocada reacción frente a la globalización, pero también potenciado por el dinamismo globalizador. Al radicalismo del autoritaritarismo latinoamericano, cargado de anacronismo y conflictividad, en el que destaca el proceso bolivariano, situación que se debería debatir en el Consejo Permanente de la OEA el 23, debemos sumar el discurso y propuestas de Donald Trump en los Estados Unidos; el gobierno radical  autoritario de Putin en Rusia; las tendencias radicales que crecen en Europa y el equivocado referéndum de Gran Bretaña (Brexit) para definir su posible retiro de la Unión Europea.

Iniciemos por el Brexit. En el Reino Unido ha prevalecido un clima antieuropeo o un euroescepticismo. No formó parte de los seis fundadores que firmaron el Tratado de Roma en 1957, su ingreso fue tarde en 1973. Luego, en 1975 realizó un primer referéndum por sus dudas sobre la permanencia en el proceso, la opción mantenerse ganó con un 67%. En 1993 no suscribió el tratado de la unión monetaria que estableció el Euro y mantiene su moneda nacional la libre esterlina. Ahora, insiste en sus dudas con un nuevo referéndum que efectuará el 23 de junio.

Los promotores de la salida presentan una narrativa que tiene seguidores, pero está cargada de radicalismo, entre otros, rechazan utilizar sus recursos en  rescates financieros de otros miembros (el caso reciente de Grecia), rechazan recibir una cuota de inmigrantes; cuestionan el sistema del pote común de recursos administrado desde Bruselas y la excesiva normativa comunitaria.

Los críticos exacerban la tesis de la soberanía absoluta, que ha demostrado su debilidad en un mundo global, donde los problemas requieren de la acción mancomunada. Los discursos nacionalistas, por lo general xenofóbicos, desprecian la solidaridad. Pero no existe posibilidad de aislarse ante los graves problemas que enfrenta la humanidad, el mejor camino es cooperar y actuar activamente para enfrentar las causas.

Las encuestas que favorecían el retiro han cambiado levemente luego del asesinato de la Diputada Jo Cox que apoyaba la permanencia, pero el sentimiento de rechazo es grande y se presenta como un síndrome que va creciendo debilitando la estabilidad del proceso, al punto que el Partido de la Independencia del Reino Unido (UKP) presenta el euroescepticismo como su bandera fundamental. No es retórica decir que los problemas de la integración exigen como solución profundizar la integración, pero el Reino Unido prefiere una integración laxa, de pocos compromisos y un duro nacionalismo.

Otros radicalismos que se expanden por Europa cargados de nacionalismo, xenofobia y diversas formas de exclusión y pueden afectar la integración, es el caso, entre otros, de Marine Le Pen en Francia, el AfD en Alemania o la Lluvia Dorada en Grecia.

En Venezuela estamos muy cerca de los radicalismos irracionales, recordemos que el proceso bolivariano pregona la integración como bandera, pero la prefiere, como los ingleses, muy laxa, que no limite su soberanía y autoritarismo, de allí el retiro de la Comunidad Andina y en especial del Tribunal Andino de Justicia. Pero también rechaza el carácter universal de los derechos humanos y se ha retirado del Acuerdo de San José que crea el Tribunal de los derechos humanos de la OEA.

Extraña coincidencia, también el jueves 23 debería el Consejo Permanente de la OEA evaluar la situación de Venezuela en el marco de la Carta Democrática Interamericana (CDI), para eso los gobiernos disponen de un Informe exhaustivo de 132 páginas que detalla sobre la sistemática violación de la Carta por parte del gobierno bolivariano, esperemos que prive la ética y se adopte una estrategia que apoye la solución democrática, pacífica y constitucional del referéndum revocatorio, para poner límites al radicalismo autoritario del proceso bolivariano.

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