martes, 23 de mayo de 2017

Trump y la revolución bolivariana

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Felix Arellano

Ahora bien, la presión internacional no debe parar. En este sentido, cabe destacar que el Alcalde de Quito está dando un paso ejemplar al declarar persona no grata al Presidente revolucionario

Desde que Donald Trump asumió la presidencia de los Estados Unidos la incertidumbre ha sido la constante. Del discurso radical del candidato, algunos temas han cambiado positivamente en la presidencia, como por ejemplo la relación con la OTAN y con China; otros se mantienen en complejidad como la relación con México, los temas comerciales y Cuba; otros temas se han agudizado como la conexión rusa. Afortunadamente el caso Venezuela se debería ubicar, hasta el momento, entre los mejores escenarios de Trump como presidente, esperamos que esto no cambie y, que por el contrario, se fortalezca.

Frente a la grave crisis venezolana, el presidente Trump está actuando con coherencia, prudencia y efectividad; evidenciado virtudes de estadista que no le resultan tan familiares. Por su parte, la revolución bolivariana inicialmente asumió que el benefactor ruso le podría facilitar una relación cordial con el imperio, en esa línea donó recursos financieros, tan necesarios en el país, para fiestas de la toma de posesión, pero la conexión rusa se está convirtiendo en uno de los temas más delicados del presidente Trump y la influencia de Putin se va desvaneciendo.

Durante la campaña electoral ni la región latinoamericana, ni el caso venezolano fueron objeto de especial atención por el candidato republicano, solo la irracional propuesta del muro en la frontera con México concentraba su atención. En algún momento, buscando votos de la Florida, se mencionó la crisis venezolana. Pero desde que asumió la presidencia, las acciones que ha realizado Trump sobre el caso venezolano evidencian coherencia con principios fundamentales de la política exterior de los Estados Unidos, como son: la democracia, la seguridad, los derechos humanos y el narcotráfico.

Coherentemente se ha mantenido y profundizado la línea del presidente Obama, definida en la orden ejecutiva aprobada en marzo del 2015 y renovada en el 2016, que considera la revolución bolivariana como un potencial peligro a la seguridad y la paz. En este sentido, no se ha derogado la orden ejecutiva y, por el contrario, se han incrementado las sanciones a funcionarios bolivarianos involucrados en acciones de narcotráfico o en violaciones de los derechos humanos o del orden constitucional y democrático en Venezuela.

Con las sanciones individuales el presidente Trump, coherentemente, se mantiene en la defensa activa de los derechos humanos, tendencia que consolida con el Estatuto de Roma que crea la Corte Penal Internacional. Las sanciones deben ser directas y efectivas contra los responsables de los delitos. Lamentablemente, otros países de nuestro hemisferio no han adoptado esta línea activa de defensa de los derechos humanos; algunos, con la falsa excusa de evitar el intervencionismo, pero resulta que la defensa de los derechos humanos exige de un necesario intervencionismo de la comunidad internacional, de lo contrario se impondría la impunidad.

Coherentemente el presidente Trump está respetando la labor de sus instituciones, en especial los Departamentos de Estado (la Cancillería) y del Tesoro, pero también el Congreso, que están trabajando exhaustivamente el caso venezolano desde hace varios años. Coherente y prudentemente el Presidente Trump ha privilegiado a la OEA como el escenario para el abordaje del caso venezolano, pues coinciden varios elementos; por una parte, la avanzada normativa hemisférica en defensa de los derechos humanos y la institucionalidad democrática; por otra, la valiente actuación del Sr. Luis Almagro Secretario General, que ha privilegiado el cumplimiento de la normativa, a sus intereses personales (la posible reelección).

Con una actitud prudente y reflexiva el presidente Trump está consultando con otros presidentes de la región (Macri de Argentina, Kucznski del Perú y Santos de Colombia) sobre el tema venezolano; también está trabajando activamente con los países críticos de la revolución bolivariana en el marco de la OEA, para explorar soluciones efectivas frente a la grave crisis venezolana. En este sentido, ha resultado positiva la convocatoria de la reunión de consulta de los Ministros de Relaciones Exteriores de la OEA para trabajar a fondo el caso venezolano el próximo 31 de mayo. Esperemos que el Secretario de Estado pudiera realizar su primera visita a la OEA en esa oportunidad, pues con ello fortalecería la organización, los derechos humanos y la democracia.

Con prudencia el gobierno de los Estados Unidos también ha alertado al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, sobre la grave situación que se vive en Venezuela, para estimular la reflexión y la presión a favor de la reinserción del país por la vía democrática y de respeto de la constitución vigente. No la tiene fácil la revolución bolivariana para mantener el falso discurso de su repetitivo libreto contra el imperialismo hegemónico. Ni la OEA ni los Estados Unidos están promoviendo sanciones contra Venezuela, por el contrario buscan diálogo y negociación.

El mundo coherentemente está presionando en la línea de los cuatro puntos establecidos por el Vaticano como camino efectivo para la paz en Venezuela, es decir: calendario electoral, liberación de presos políticos, respeto a los poderes públicos y crisis humanitaria de alimentos y medicamentos. Pero la revolución se presenta sorda, ciega y soberbia. Ahora bien, la presión internacional no debe parar. En este sentido, cabe destacar que el Alcalde de Quito está dando un paso ejemplar al declarar persona no grata al Presidente revolucionario.

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