martes, 4 de febrero de 2020

CUALQUIERA PUEDE SER DE LOS SESENTA: una perspectiva de la Venezuela Violenta


CUALQUIERA PUEDE SER DE LOS SESENTA: una perspectiva de la Venezuela Violenta


EDUARDO ORTIZ RAMIREZ




Por las particularidades de lo visto en el proceso de independencia venezolana durante el siglo XIX, se caracterizó este último como una guerra violenta. La violencia observada en los años sesenta del siglo XX, no tuvo mayores diferencias con los procesos vistos antes, durante o después, en otros lugares de la región. Casi todos los países en la zona, tuvieron su violencia en los sesenta, en parte imitando el proceso cubano, en la creencia que se tomaría el cielo por asalto. Por eso R. Debray y otros estuvieron en Venezuela, viendo lo que podía ser el foquismo, junto a versiones más amplias de la guerra de guerrillas, y el cual terminó fracasando en la región, a pesar de que por particularidades del caso hubo la experiencia de toma del poder en la Nicaragua de los Somoza. En Venezuela, dejó mártires, jóvenes sacrificados y esperanzas frustradas, como expresan y deprimen muchas de las narraciones de D. Bravo (líder del grupo guerrillero FALN) al respecto. La violencia terminó convirtiéndose en pacificación y en resabios para secuestros, robos de bancos y resentimientos encumbrados.

Conocí tangencialmente -u observándolos- a tres personajes que, iniciados los setenta eran como que soñaban con la violencia de los sesenta. Por comodidad, los resumí siempre como el flaco, el gordo y el loco. El flaco, a quien más conocí, y solo en base a contactos tangenciales, era un alma violenta. La pausa de sus palabras, la frialdad con que las expresaba, la indiferencia ante todo lo que pudiera justificar, así lo demostraba. Sabía muy poco del mundo y de la política, del estudio y la formación: en el fondo quería ser un preso político. El gordo, era la máxima muestra de la indiferencia ante el orden y la disciplina: estaba hecho para combatir, para polemizar, para sacar desde el fondo de su alma cualquier objeción a cualquier cosa del orden establecido. El loco, era un simple operador, ni siquiera un agitador, como puede decirse rigurosamente en los procesos políticos; podía ser el creador de actos violentos en manifestaciones diversas.

A los años, después de haber vivido su experiencia de preso político y de haber quedado vivo y liberado,  vi al flaco en la Universidad Central de Venezuela, dos veces. En una me dijo que estaba haciendo trabajo político y en otra que estaba trabajando con el profesor X, y el cual era nada menos que el rector. Pasados más años el flaco se convirtió en flamante Alcalde en el litoral central y el antiguo rector en funcionario de la administración bolivariana, iniciada en 1999. También a los años, el Gordo se convirtió en jefe de un grupo político icónico en una urbanización de Caracas, siempre referida desde la caída del dictador Marcos Pérez Jiménez (1958). En una de las tantas rondas de negociación entre oposición y gobierno tenidas en Caracas, desde inicios de los dos mil, lo vi sentado dispuesto a hablar con las mismas actitudes de siempre. El loco, lo advertí en algunas oportunidades en la UCV donde -al parecer- laboraba, siempre con su doblez y su actitud esquizoide.  

Iniciando los dos mil, narré esto en una ocasión social donde había oposicionistas, ex petroleros y otros personajes. Les hablaba del sombrío panorama que se le avecinaba a Venezuela. Y ellos, con todo derecho, oposicionistas entusiastas se impactaron oyendo la pequeña historia. Y alguno de ellos dijo: realmente nosotros no sabemos nada.

La Venezuela violenta de los sesenta, todavía la tienen varios en el alma y en el resentimiento acumulado durante más de doscientos años que tienen los venezolanos –aunque en los años señalados no brindó soporte político-. Pero en esa Venezuela hubo progreso y líderes que combatieron esa violencia y que sacaron el país adelante. El país que pacificó a la violencia ya en los setenta. Es a ese progreso, mejorado, ajustado, actualizado, a lo que se debe optar, para que la nación se vuelva a convertir en un país próspero. Y es que hay que estar atentos que el atraso, la reproducción de privilegios y la corrupción, tienen mil caras, y ya el país las ha probado con derechistas, izquierdistas y personajes supuestamente neutros.


24 de agosto 2019
eortizramirez@gmail.com




Este escrito forma parte, junto a otros treinta, del libro La violenta década de los sesenta en Venezuela, como  compilación de testimonios, flexibles en cuanto a restricciones académicas, realizada por Enrique Viloria Vera,  José Pulido y Petruvska Simne, y publicado en 2020 por Barra Libros Editores.







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