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El triunfo de Joe Biden en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos generó grandes expectativas sobre las potenciales transformaciones de la política exterior, particularmente en los internacionalistas liberales de la comunidad internacional, que aspiran el fortalecimiento del llamado Orden Liberal Internacional 2.0 (OLI 2.0). Si bien resulta prematuro definir conclusiones determinantes, en el corto tiempo de gobierno se están observando algunas paradojas que generan incertidumbre.
Conviene precisar que cuando se habla del OLI 2.0, se trata de la construcción de gobernabilidad internacional que contempla una agenda heterogénea y compleja, con mayor diversidad de temas y actores, la definición de reglas vinculantes, un mayor protagonismo de la institucionalidad internacional con funciones de control e incluso de sanción y el privilegio de los valores libertarios, la democracia y los derechos humanos; en consecuencia, resulta indispensable flexibilizar y limitar la concepción de la soberanía.
Tal organización de la dinámica internacional enfrenta muchos obstáculos y no pocos adversarios, tanto en el contexto internacional, como al interior de los Estados Unidos y pareciera que todas esas fuerzas se han agitado con los proyectos del presidente Biden y convergen para complicar o impedir los avances.
Por una parte, encontramos a muchos Estados que siguen más vinculados con el llamado Orden Liberal Internacional 1.0 (OLI 1.0), con sus bases westfalianas, que privilegia el papel de la soberanía y la autodeterminación, limitando tanto la naturaleza de la agenda internacional, como la capacidad de acción de la institucionalidad internacional.
La visión del OLI 1.0 se corresponde con las corrientes más conservadoras y aislacionistas, que han jugado un papel protagónico en la formulación de la política exterior, desde la formación de los Estados Unidos como república independiente. Podríamos ubicar sus orígenes en el discurso de despedida del presidente George Washington quien, al concluir su mandato (1789-1797), exhortó al país a concentrarse en la consolidación de una gran nación, ejemplo para el mundo y evitar una política exterior muy activa, manteniendo gran prudencia frente a la poderosa Europa.
La corriente aislacionista que ha imperado por mucho tiempo –con algunas rupturas en las últimas décadas más vinculadas, pero no exclusivas, con gobiernos demócratas–, logra gran protagonismo durante la pasada administración del presidente Donald Trump, posición que resaltaba con su constante expresión: “America First”.
Por otra parte, la tendencia aislacionista goza de amplio respaldo de los gobiernos autoritarios, que rechazan la posibilidad de normas internacionales vinculantes e instituciones que, fuera de sus territorios, ejerzan controles, mucho menos funciones sancionatorias.
Un caso ilustrativo de la dinámica del orden internacional que estamos presentando (OLI 2.0), es el tema de los derechos humanos. Sus promotores y defensores los consideran una normativa en desarrollo, de carácter vinculante; es decir, de obligatorio cumplimiento; que no prescribe en el tiempo y donde las instituciones internacionales ejercen funciones de promoción, control e incluso sanción. Este breve resumen evidencia la naturaleza de la gobernabilidad internacional con el OLI 2.0.
Los partidarios de la versión 2.0 aspiran que la mayoría de los temas de la agenda internacional, en particular los temas ecológicos, logren administrarse en tales condiciones, lo que conllevaría un papel muy relevante para orden internacional y sus instituciones, limitando la hegemonía y monopolio de los Estados.
Dentro de la corriente aislacionista, los más moderados aceptan la diversidad de los temas en la agenda y de los actores, pero el cumplimiento de los compromisos queda sujeto a la voluntad del Estado, es decir a la soberanía, y son reacios a las organizaciones que ejerzan controles y menos aún, sancionen. Visiones más radicales, en esta corriente de pensamiento, rechazan temas de la agenda, por ejemplo, los negacionistas del cambio climático o de la pandemia del covid-19.
Los internacionalistas liberales, defensores del OLI 2.0, asumieron que la nueva administración del Presidente Biden representaría el resurgimiento de su visión y su expansión a escala global. Diversos factores han estimulado tales expectativas, entre otros, los antecedentes y la heterogénea composición del partido demócrata, los debates en la campaña electoral y los primeros discursos oficiales del Presidente electo, en particular su reiterada expresión “América ha regresado de nuevo”.
Decisiones adoptadas en los primeros días de gobierno, tales como: la reincorporación al Acuerdo de Paris sobre el Cambio Climático y a la Organización Mundial de la Salud (OMS). Luego, el interés por renovar y fortalecer el diálogo transatlántico, que se presenta como uno de los objetivos fundamentales de la exitosa gira oficial a Europa, confirmado en aspectos como el acercamiento a la OTAN y la Unión Europea; son manifestaciones que estimulan el interés por renovar la visión del OLI 2.0; empero, recientes acontecimientos introducen dudas sobre las prioridades y la orientación de la política exterior del Presidente Biden.
Al respecto cabe destacar que, a pocos días del esperanzador reencuentro con Europa, el improvisado retiro de las tropas de los Estados Unidos de Afganistán, no obstante haber sido negociado desde la administración del Presidente Trump, evidenció una descoordinación con los aliados europeos, en particular con la OTAN. Por otra parte, en el plano multilateral tampoco se ha registrado la reincorporación en la UNESCO, ni en el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas.
Más recientemente, el contrato de venta de una flota de submarinos a propulsión nuclear para Australia, que ha dado origen a un nuevo esquema de relación militar en el Indo Pacifico definido como Aukus, tampoco fue objeto de coordinación con Europa y, en este caso, con efectos económicos negativos para Francia, que contaba con un contrato previo que ha sido abruptamente revocado.
La prioridad de la acción externa del Presidente Biden pareciera concentrarse en limitar el creciente ascenso de China en el contexto global, en particular su activa presencia militar en el área del Indo Pacifico. Ahora bien, puede resultar limitado concentrar la estrategia en fortalecer el enfrentamiento con China, mediante la máxima presión unilateral que se adoptó desde la anterior administración.
La relación con la potencia asiática debería ser construida en amplia coordinación con las democracias occidentales y con una dosis de pragmatismo, que permita construir límites y controles efectivos, pero también avanzar en diversas áreas de interés mutuo.
Pese a las contradicciones, desde la perspectiva del internacionalismo liberal se mantiene la esperanza que el proyecto de la Cumbre sobre la Democracia en el Mundo, que está promoviendo el Presidente Biden, para los días 9 y 10 de diciembre del presente año, pueda constituir un punto de inflexión, para reorientar su política exterior en beneficio del orden liberal internacional 2.0.
Por otra parte, en el caso de América Latina aún no se conoce la definición de una estrategia orientada a dinamizar, diversificar y fortalecer las relaciones, debilitadas en el tiempo y donde la presencia de las potencias de la geopolítica del autoritarismo, en particular de China, está creciendo significativamente. En este contexto cabe destacar que también existe preocupación sobre la estrategia de la administración Biden frente a la crisis de la democracia en la región, en particular los casos de Nicaragua y Venezuela,
En el caso específico de Venezuela, donde hasta el presente, la administración Biden ha adoptado un esquema prudente de bajo perfil y una estrecha coordinación con la Unión Europea, que está ejerciendo un mayor liderazgo, –en particular el Sr. Josep Borrell, Canciller de la UE y el gobierno de Felipe González de España–, no está clara la posición de los Estados Unidos frente a los acontecimientos más recientes, como por ejemplo, la decisión del Sr. Borrell de aprobar una misión técnica de observación a las elecciones regionales del próximo 21 de noviembre, que ha generado serias críticas de varios gobiernos de la UE y en miembros del parlamento europeo.
En estos momentos existen dudas sobre la efectividad de la coordinación y la definición de la estrategia entre los distintos gobiernos democráticos que están apoyando la lucha por el restablecimiento de la democracia en Venezuela y, adicionalmente, la vinculación con nuestra fragmentada oposición democrática.
Félix Arellano es internacionalista y Doctor en Ciencias Políticas-UCV.
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