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El desafortunado uso del concepto de narrativa por parte del presidente Luis Ignacio Lula da Silva de Brasil, menospreciando los derechos humanos, ha generado consecuencias, entre otras, ha incrementado sus contradicciones, un proceso que tiene historia; ha contribuido al fracaso de su cumbre de gobiernos latinoamericanos, afectando directamente los planes de legitimación de Nicolás Maduro; ha limitado sus aspiraciones de un renovado liderazgo internacional; ha incrementado la inestabilidad de su débil gobierno, estimulando las aspiraciones de la oposición radical sobre un juicio político.
También genera confusión su silencio frente a las verdaderas narrativas que la geopolítica del autoritarismo está posicionando en la región, en detrimento del liderazgo brasileño.
Conviene precisar que el concepto de narrativa proviene de la literatura, como un estilo de novelas y cuentos; en su mayoría fantasiosas, creaciones humanas, sin aspiraciones de comprobación empírica. Desde la perspectiva de metodología política, la narrativa se podría interpretar como un falso discurso, incluso un discurso estratégico, con unos fines específicos vinculados al poder.
Resulta lamentable presentar como fantasía la violación de los derechos humanos o una crisis humanitaria compleja. que ha motivado una diáspora impresionante como es el caso venezolano y, adicionalmente, desconocer la diversidad de informes que han presentado organismos internacionales, entre otros, los cuatro informes de Luis Almagro Secretario General de la OEA, o los presentados por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas, en el marco del Examen Periódico Universal de los derechos humanos. No podemos dejar de mencionar, la investigación sobre los derechos humanos en Venezuela que se encuentra en pleno desarrollo en la Corte Penal Internacional.
Las palabras del presidente Lula para celebrar la llegada a su país del presidente venezolano, pasan a la historia, como máxima expresión del intento de normalización autoritaria. El presidente Lula ha tratado de promover la reincorporación acelerada del gobierno venezolano en la región, desechando olímpicamente la destrucción de la institucionalidad democrática y violación de los derechos humanos, razones que llevaron al Mercosur a la aplicación de su cláusula democrática, suspendiendo al gobierno venezolano en el bloque.
El menosprecio a los derechos humanos, que son universales y no prescriben, se suma a las contradicciones que han caracterizado los gobiernos del presidente Lula, que se ufana de sus orígenes humildes, de obrero metalúrgico y su dura experiencia sindical y política. Perfil que le vincula directamente con los sectores sociales más vulnerables. Y no podemos desconocer su esfuerzo para disminuir la pobreza, con proyectos como: Bolsa Familia y Hambre Cero.
Para los críticos, soluciones limitadas y no sostenibles, que fueron posible gracias a las bases económicas establecidas por el presidente Fernando Henrique Cardoso, que lograron reducir temporalmente la pobreza, gracias a los crecientes ingresos que recibe el gobierno producto del boom de los precios de las materias primas, por las fabulosas compras chinas, pero que no enfrentan las raíces estructurales del problema. También se cuestiona que la sensibilidad social del presidente Lula queda desplazada por la falta de transparencia, la corrupción y la ideologización de su gestión, en particular en la política exterior, privilegiando un discurso antisistema, bajo los lineamientos del Foro de San Pablo.
La ideologización que estimuló el presidente Lula en el Mercosur, entre otros, acelerando la incorporación del proceso bolivariano venezolano como miembro pleno y, en la región, con los esquemas de Unasur y la Celac; han dado como resultado una mayor fragmentación y desintegración, en detrimento de las oportunidades que la integración económica, con adecuados mecanismos de equidad, puede generar para la población en su conjunto.
Un presidente con sensibilidad social, pero con una administración poco responsable en el manejo de los recursos y con un apoyo mecánico de los gobiernos afines ideológicamente, sin mayor preocupación por los costos sociales de autoritarismo, en especial por los grupos humanos excluidos o perseguidos por disentir en plena violación de sus derechos humanos.
El menosprecio del presidente Lula por los derechos humanos, también deteriora su imagen y limita las posibilidades de avanzar en un liderazgo internacional. En el marco de este objetivo, podemos apreciar que, los intentos por lograr un posicionamiento global, han resultado infructuosos, en gran medida por su posición desequilibrada frente a la invasión rusa a Ucrania.
La propuesta de promover un grupo internacional de mediación frente a la invasión no resultaba descabellada; empero, su inclinación por la posición rusa y, luego, su desencuentro con el presidente Zelensky de Ucrania, en la pasada reunión del Grupo de los 7, en la que ambos participaron como invitados, eliminó cualquier posibilidad de una mediación, debilitando su potencial liderazgo internacional.
Luego de su fracaso a escala global, el presidente Lula concentró la atención en cumbre de presidentes de la región, que contó con una participación interesante, y fue precedida por la desproporcionada recepción del presidente venezolano, que implosionó con la equivocada interpretación de la crisis venezolana como “una narrativa”, lo que concentró la atención de los medios y de la política brasileña, opacando la cumbre, que no logró avanzar en el objetivo fundamental del presidente Lula, repotenciar a la Unasur.
Seguramente el presidente venezolano se daba por satisfecho con llegar a la reunión, pues para él eso sumaba en su legitimación autoritaria, pero el presidente Lula destruyó los planes, al pretender que la cumbre sirviera para la plena legitimación del gobierno venezolano, el resultado para el anfitrión se puede calificar como un desastre. Las reacciones del presidente Luis Lacalle Pou de Uruguay y Gabriel Boric de Chile; lograron enfrentar las pretensiones del presidente Lula y abrieron el debate sobre la crisis humanitaria compleja de Venezuela.
La actitud del presidente Lula frente a los derechos humanos resultó el tema central para los medios de comunicación, pero también fue objeto de un acalorado debaten en el Congreso brasileño, en el que se presentó una segunda petición de juicio político contra el presidente Lula firmada por 48 diputados, la anterior, firmada por 33 diputados, se presentó en el mes de marzo.
Pareciera que el presidente Lula no está consciente de la frágil gobernabilidad de su tercer mandato. Recordemos que no tiene el control del Congreso, cuenta con un país polarizado, como se evidenció en los resultados electorales de la segunda vuelta, donde Lula gana la presidencia con 50.9% y Bolsonaro logra 49.1%. Por otra parte, la oposición radical pareciera tener como objetivo iniciar, lo más pronto posible, el juicio contra el presidente. Adicionalmente, no goza de buenas relaciones con los medios de comunicación y las fuerzas armadas.
Entre las contradicciones que exhibe el presidente Lula en el corto tiempo de su tercer gobierno, se puede destacar su silencio frente a las narrativas que están posicionando las potencias autoritarias, para avanzar en su expansión hegemónica, estrategia que afecta los intereses de Brasil en la región, tema que por su extensión y complejidad abordaremos en otra oportunidad.
Félix Arellano es internacionalista y Doctor en Ciencias Políticas-UCV.
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