LA ECONOMÍA COMO FALACIA: ¡RECOGE TU
GALLO MUERTO!
EDUARDO ORTIZ RAMÍREZ
A pesar de todos los pronósticos y augurios, y aun a sabiendas de lo que dicen opinadores y declaradores regulares,
que han hecho de ello -y con todo
derecho- un trabajo; donde organismos como CEPAL
han proyectado niveles de crecimiento cercanos al 10%; la economía y sus
variables han dado –como si fuesen un objeto
social extraño- su dictamen por ahora: ¡recoge
tu gallo muerto! Duro es decirlo,
pero más duro es vivirlo, en el
deterioro del salario real y en el no poder albergar mejoramiento en el
bienestar, para un tiempo próximo cercano.
Las esperanzas han estado signadas
por algunos en niveles de crecimiento, mejoramiento de los precios del petróleo
y hasta en una especie de arrepentimiento conceptual que habría tenido la administración
bolivariana, que, después de más de 22 años y de herencia y/o acciones de las
administraciones del Presidente Chávez y
del Presidente Maduro, que, por distintas vías, habrían creado, heredado, o
gestionado un modelo económico social, el cual ahora, están dispuestos a
modificar algunos, con la mágica palabra interpretativa u operativa: apertura o liberalización.
Hay varias vías, pero una de las que
mejor ilustra el concepto en economía, es que se debe buscar un crecimiento
redistributivo de baja inflación. Ninguna de las tres variables, y
mucho menos su exitosa interconexión, son evidencias en la actualidad
venezolana. Como siempre, hay resquicios que pueden generar esperanzas. Y, así
como entre un año y otro, distintos gobiernos encuentran una disminución de los
accidentes viales en los periodos vacacionales, uno observa cómo, en variados
gobiernos, y en el actual, se expresan alegrías por una mayor captura de ingresos
tributarios, como acaba de expresar el Presidente Nicolás Maduro.
Pero, en el lado fuerte del plato,
como es sabido, Venezuela disminuyó el tamaño de su economía en alrededor de un
80%. Con tales niveles de pérdida económica,
cualquier nivel de crecimiento puede ser bueno y también magnificado. Todavía no
es fácil medir cuanto ha perdido Venezuela por la migración de su recurso
humano y su mano de obra, pues este proceso continúa. El mayor crecimiento tiene
que ser constante y perdurable y eso
no se ha alcanzado ni globalmente, ni en variadas industrias y espacios económicos,
sino solo en el optimismo de gobernantes y acólitos de distinto tipo.
Varios años de hiperinflación (que empezó en 2017 pero ya antes tenía expresiones),
que no fue compensada o constreñida por una política antiinflacionaria que,
basada en un programa hubiera atacado las variables objetivo fundamentales, no
puede dejar de tener continuidad o efectos a pesar de los malabarismos aritméticos
de algunos o los entusiasmos de otros. Está y continúa allí, desafiando las concepciones anticipativas y retrospectivas
sobre la inflación, pues las distorsiones
de precios y salarios relativos se
mantienen y se transfiguran en un agudo escenario de desorden económico, donde
los más adelantados o apoyados sacan provecho. Para que señalar crecimiento y
prosperidad los optimistas imprudentes,
si se observa permanentemente el cierre de empresas y comercios y no es posible
afirmar se trate de un proceso de destrucción
creadora Schumpeteriano.
Punto nodal de la economía es la distribución/redistribución
del ingreso y el correspondiente aumento del nivel y calidad de vida de
los pobladores de un país, un estado o una región. Los déficits son harto
profundos en los pobladores y grupos sociales venezolanos que hoy, se aventuran
y mueren en selvas o regiones frías, sin comida, sin abrigo, buscando no
necesariamente muchas cosas, sino la compensación para aquellas que no tienen
en comida, ropa, habitación o salud. Un salario
mínimo de 30 dólares, ya en caída tumultuosa o un sector público que afecta
a sus empleados de salud o educación
(profesores, maestros y trabajadores
diversos) con políticas inestables y de baja remuneración o algunas
acciones indescriptibles, como la necesidad reciente de salir a las calles para
que se pagase no fraccionado un bono
diseccionado y deteriorado por variadas vías como el “Instructivo ONAPRE”[1],
no es la mejor muestra de aumentos
en el bienestar. Y resulta que los niveles de empobrecimiento son mayores,
ampliados y permanentes como con evidencia y fuerza demuestran los informes de
la Encuesta Encovi.
¿Qué queda entonces? Un macro desorden
donde varios han terminado aceptando la dolarización
informal y chucuta[2],
con aquella idea de que menos mal que
existe el dólar. El salto reciente del dólar (sobre los 9 bolívares por $
según portales; sobre los 7 bolívares según BCV) de hace horas y pocos días, va
a ser atendido por la flotación sucia
imperante y por agentes económicos e institucionales diversos, estimulando o
permitiendo, según sean los casos, el remarcaje y la reubicación de productos y
otras tanta disfunciones que no deben existir en economías que asuman el uso
del dólar o del euro, por ejemplo; que, por los demás, son pocas y de baja significación
poblacional y económica en el mundo las que lo han hecho. También en este escenario
los vivos, rápidos y apoyados sacan provecho. Igual sucede con los caminos verdes
y la falta de regularidad, control y supervisión institucional. Es paradójico:
el desorden deriva de una administración que ha igualado el Estado con el
gobierno para poder establecer su modelo
institucional autoritario.
Para esperanzas que se asocian al tema
de esta nota, ya no puede recurrirse a los
motores que el Presidente Maduro difundió
con fuerza 3 o 5 años atrás, pues los avances en ellos no han sido ni notables,
ni orgánicos, ni consecutivos. Más recientemente, algunos se han entusiasmado
con las Zonas Económicas Especiales.
Esta propuesta y su discusión, es vieja en el mundo y en Venezuela. En los
tiempos del paquete del Presidente Carlos Andrés Pérez II se trataron de
impulsar las maquiladoras. No se tuvieron
resultados tangibles.
Como otras propuestas en Venezuela, la
euforia, la falta de organicidad y constancia, la esperanza no olvidada de
cualquier aumento de precios del petróleo, con el más denodado espíritu rentista,
afectan la continuidad de obras y proyectos. Lamentablemente, esto viene
pasando desde avanzados los año setenta del siglo pasado. Lo que no sabíamos es
que nos faltaba conocer lo peor de lo
peor.
25 de agosto de 2022
@eortizramirez
eortizramirez@gmail.com
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