El cansancio y desasosiego político que se vive en muchos países democráticos, alimentan la tendencia de la antipolítica, que podríamos resumir bajo la lapidaria expresión «que se vayan todos». Se buscan «caras nuevas, no contaminadas» por la practicas políticas, la célebre figura del outsider. El radicalismo, el populismo y la polarización se presentan como banderas fundamentales en el rechazo a los partidos y a los políticos tradicionales, tendencia que se expande ampliamente, gracias a las nuevas tecnologías de la comunicación política, en particular las redes sociales. Pero en términos generales, los resultados que se aprecian de algunas experiencias de las nuevas caras son decepcionantes.
Las nuevas caras asumen discursos que estimulan pasiones y conquistan fanáticos. Ambiciosos y fraudulentos proyectos de trasformación de la política y del país. Una de las banderas es la lucha contra el flagelo de la corrupción y, en ese contexto, desarrollan la tesis que presenta a la política tradicional como una organización de cómplices, con plena impunidad; situación exagerada, sobre la que insisten para desplazar a los políticos y debilitar las instituciones.
Muchas de las nuevas caras tienden a ser efímeras, en su mayoría no cuentan con formación ni experiencia política, pues precisamente esos valores los descalifican. Algunos aprovechan que han logrado un protagonismo, particularmente mediático que le garantiza algún respaldo popular de inicio. Pero eso no es tema que preocupe, pues con las tecnologías, el capital y una cara nueva, se construye un candidato y con la antipolítica se va preparando el terreno.
Se cuestiona a los políticos tradicionales su desconexión de la grave situación que enfrentan las mayorías pobres y excluidas; empero, muchas de las nuevas caras tampoco tienen mayor vinculación, ni conocimiento sobre la dramática situación de la pobreza. Son figuras que hacen de la política un negocio, una competencia de ego, una banalidad.
En este contexto, el caso peruano es digno de reflexión, pues la crisis de la política y los políticos se viene desarrollando desde hace algunos años. Los partidos tradicionales se han debilitado sensiblemente y algunos han desaparecido de la escena política, el país vive una creciente fragmentación del espectro político, con el surgimiento de diversos grupos muy efímeros, que se forman por un proceso electoral especifico, sin mayor formación doctrinaria, ni trabajo con el electorado.
Al respecto conviene destacar que, en la primera vuelta de la elección nacional (11/04/2021), en la que salen vencedores las dos tendencias radicales peruana; por una parte, la Sra. Keiko Fujimori del Partido Fuerza Popular y, por la otra, Pedro Castillo del partido Perú Libre, de tendencia marxista, la boleta electoral contemplaba 20 candidatos, la mayoría de ellos sin liderazgo nacional, ni mayor formación política.
A las elecciones generales del 2021 se llega en un contexto de inestabilidad política, con 5 presidentes desde el 2016: Pedro Pablo Kuczynsk (2016-2018), Martin Vizcarra (2018-2020), Manuel Merino (2020), Francisco Sagasti (2020-2021); y con la mayoría de los expresidentes vivos sujetos a investigaciones judiciales, dos de ellos con detención (Alberto Fujimori y Ollanta Humala) y uno se suicida antes de ser detenido en su propia residencia (Alan García).
Por otra parte, un poder legislativo altamente cuestionado, que ha abusado de las facultades constitucionales, en particular le moción de vacancia que permite la destitución del presidente, con el requisito fundamental de logra el mínimo de 87 votos de los 130 miembros del Congreso.
En la segunda vuelta de las elecciones del 2021, triunfa la cara nueva y no contaminada de la política peruana, el outsider de Pedro Castillo, sin mayor formación política, un limitado liderazgo gremial en la zona de Cajamarca; empero, desde los mitos de la anti política, libre de la contaminación que representa la dinámica política de Lima. Candidato por circunstancias fortuitas, ante la inhabilitación de Vladimir Cerrón el jerarca del partido Perú Libre, con un programa de gobierno anacrónico de contenido marxista.
Los resultados de la contienda electoral resultaron fuertemente cuestionados por los sectores conservadores, que poco trabajan con la población, particularmente con los excluidos, que son muchos en el Perú, y que aspiran ganar las elecciones por la experticia técnica que disponen. Partidos democráticos que en la mayoría de los casos se mantienen como burbujas desconectadas de la dramática situación de la población, en estos momentos agravada por las graves consecuencias sociales de la pandemia del covid-19.
El órgano electoral peruano consolidó su autonomía y confirmó el triunfo electoral de Pedro Castillo, una pequeña diferencia, que generó un lamentable resultado, en el que participó mucha población pobre del Perú. Al respecto, resulta lamentable oír declaraciones que asumen que el triunfo de los radicales en las elecciones nacionales, es producto del respaldo de fuerzas internacionales, desconociendo y menospreciando el sentimiento de la población marginada y excluida, que vota con la esperanza que su situación va cambiar producto de la nueva política radical, para luego enfrentar la gran decepción.
Con la cara nueva de Pedro Castillo Perú ha vivido año y medio de un desgobierno, una profunda incapacidad para construir gobernabilidad, sin estrategia, ni objetivos de transformación, solo concentrado en mantenerse en el poder, pero sumando errores progresivamente. En el corto periodo de gobierno circularon cinco primeros ministros y en consecuencia cinco gabinetes y más de 80 ministros. Pero debemos recordar que un buen número de los promovidos a cargos ministeriales contaban con expedientes e investigaciones que adelantaban el rechazo de parte del Congreso.
Algunos de los renunciantes que dieron sus declaraciones coinciden en lo inaccesible del Presidente, rodeado de un círculo de incondicionales. En este proceso también ha acumulado 6 investigaciones fiscales que los vinculan con actos de corrupción.
No podemos desconocer que el Congreso también ha jugado una rígida actitud obstruccionista, en ese contexto, cabe destacar que negó la autorización para viajes internacionales importantes para el país: i) asistir a la toma de posesión del presidente Gustavo Petro en Colombia (04/08/2022/); ii) una gira por Europa que incluía la visita al Papa Francisco (12-18/10/2022); iii) participar en la Cumbre de la Alianza del Pacifico en México (24-26/11/2022). Una posición lamentable, pues más que afectar al presidente aislaba el país.
El tema más sensible en la relación entre los poderes Ejecutivo y Legislativo, tiene que ver con la moción de vacancia, un mecanismo que tiende a resultar demasiado flexible y, en algunos casos irresponsable, para destituir el Presidente de la República, que básicamente requiere el numero de 87 votos de los 130 miembros del Congreso y Pedro Castillo se ha convertido en el tercer presidente destituido por la aplicación de la moción de vacancia.
Pero no le resultó tan fácil al Congreso lograr la destitución del presidente Castillo, debido a su marcada fragmentación, donde ningún partido político tiene una fuerza decisiva, obliga a unas complejas negociaciones, que en el caso de Castillo fracasaron en dos oportunidades anteriores; empero, al considerar por tercera vez la moción de vacancia y, ante la irracional e inconstitucional decisión del presidente Castillo, de disolver a los 101 votos para destituirlo y juramentó a la Vicepresidenta la Sra. Dina Boluarte como la nueva Presidenta.
Impresionante el error político de Castillo, podría estar pensando en el auto golpe de Alberto Fujimori (05/04/1992), pero menospreció las enormes diferencias. En su momento Fujimori era lo más cercano a un héroe nacional, al enfrentar exitosamente a Sendero Luminoso, y la gran mayoría de las instituciones, en particular, las fuerzas armadas, lo apoyaban plenamente. Castillo, si bien contaba con una pequeña mejora en las encuestas, ha gozado en su corto gobierno un alto rechazo institucional.
Los hechos están muy claros, por eso sorprende las tesis de radicales sobre la supuesta manipulación de Castillo, los más dogmáticos han llegado a vincular al gobierno de los Estados Unidos. Lamentablemente no podemos desconocer que, en el año y medio de gobierno, el presidente Castillo realizó su mejor esfuerzo para ser destituido,
Dos detalles contradictorios podríamos destacar finalizando, por una parte, la sorprendente fortaleza de muchas instituciones peruana en el marco de una crisis política profunda, en particular, la autonomía del poder judicial, del poder electoral y del Banco Central. Pero paralelamente preocupa que la antipolítica se ha posicionado en la sociedad peruana y ante una próxima elección no sería extraño que recurran de nuevo al falso mito de la cara nueva no contaminada (el outsider).
Félix Arellano es internacionalista y Doctor en Ciencias Políticas-UCV.
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