martes, 6 de agosto de 2019



Efecto Putin, por Félix Arellano


felixarellano50@yahoo.com

Los efectos negativos del protagonismo autoritario y hegemónico de Vladimir Putin se van incrementando progresivamente y van alcanzando una escala mundial. Afectan directamente a la población rusa, a sus vecinos y su entorno; pero se expanden contra las democracias occidentales; se apersona en cualquier conflicto con el objeto de promover el caos y lograr algún beneficio. En este contexto, obviamente, va imponiendo su presencia en el conflicto venezolano, que le resulta una interesante ficha para su expansión geopolítica global y va logrando tal nivel de incorporación, que se convierte en parte importante en la solución del problema.
El nivel del autoritarismo en el plano nacional se agudiza en tal intensidad, que nos encontramos con una democracia rusa de papel, donde Putin mantiene el control absoluto de las instituciones, jugando a la rotación formal en los cargos de Presidente o Primer Ministro con su aliado incondicional Dimitriv Medvédev.
La violación de los derechos civiles y políticos es una constante, particularmente en lo que respecta a la libertad de expresión, para mantener un pueblo engañado y controlado
En efecto, cabe destacar que el Comité para la Protección de los Periodistas (CPI), con sede en Nueva York, informa que: “desde 1992 se registran más de 58 periodistas asesinados”. En la lista destacan, entre otros, los casos de: Anna Politkovskaya, asesinada durante la investigación de la violación de los derechos humanos en Chechenia; o los casos de Orkhan Dzhemal, Alexander Rastorguyev y Kirill Radchenko quienes investigaban la presencia de mercenarios rusos en África.
En el escenario político ruso, la progresiva destrucción de la debilitada oposición es práctica común, contempla técnicas brutales, como el envenenamiento; esto incluye a los amigos que traicionan, los empresarios que incomodan y, en general, a los que disienten. En estos días ha crecido el número de detenciones arbitrarias ya que buena parte de la población está reclamando elecciones realmente democráticas de la Asamblea de Moscú, para el próximo 08 de septiembre, que permita la participación de los candidatos de la oposición. Llevan varios días de protestas en las calles, recibiendo una respuesta violenta y desproporcionada desde el poder.
Para los vecinos de Rusia la situación no resulta fácil, pues el espíritu expansionista ruso, los sueños imperiales y territoriales no les permite aceptar la desarticulación del viejo imperio ruso de la URSS. En este contexto, Rusia como un país estructuralmente pobre, pero militarmente fuerte, está desarrollando una intensa campaña de presión y amedrentamiento de sus vecinos que, entre otras, incluye: la campaña contra Georgia (2008), los enclaves coloniales en Osetia del Sur y Abjasia. La anexión de Crimea (2014) y la campaña de hostigamiento contra Ucrania, que se mantiene hasta el presente. Además, mantiene en permanente presión a los países bálticos de Estonia, Letonia y Lituania.
En la búsqueda de un liderazgo a escala global Putin ha adoptado un estrategia diametralmente opuesta al softpower de China, que promueve tanto un discurso, como una acción práctica promotora de confianza y aceptación, proceso que, en parte, ha facilitado el Presidente Donald Trump, con su nuevas prácticas de proteccionismo y aislamiento. Por el contrario, Putin promueve un discurso y una práctica agresiva, antisistema utilizando un diversidad de recursos para estimular los conflictos que le permitan incorporarse activamente y lograr beneficios.
Desde esta perspectiva podemos observar, entre otros, su protagonismo en el medio oriente particularmente en Siria; participando en un eje con Irán y Turquía. En el marco de su estrecha relación con Irán, no está muy claro su apoyo a movimientos terroristas como Hámas y Hezbollah. En el Asia, donde trata de mantener un equilibrio estratégico con China, ya está incorporándose, gracias a su discurso antisistema, en el caso de Corea del Norte, jugando al aliado global contra el imperio.
La campaña rusa para debilitar y, de ser posible, destruir las democracias liberales, respetuosas de los derechos humanos, es profunda, sistemática y utiliza las más modernas técnicas y tecnologías. En esencia se desarrolla desde la perspectiva de aprovechar las libertades que garantizan tales democracias, para penetrarlas y paulatinamente, con falsos y manipuladores mensajes, debilitar sus bases, confundir la población, promover líderes populistas, con falsos discursos y prácticas autoritarias de derecha o izquierda.
Estas novedosas practicas se han definido como “conexión rusa” y, al respecto, las encontramos en casos tales como: las elecciones en Estados Unidos que llevaron al triunfo de Donald Trump; en Francia en las manifestaciones de los chalecos amarillos; en el Reino Unido con el Brexit y en el apoyo a los grupos políticos radicales euroescépticos de Austria, Italia y Francia.
El caso venezolano resultaba muy conveniente a los intereses hegemónicos de Putin, un nuevo e importante escenario geopolítico en la región latinoamericana, con una particular coincidencia de libreto, es decir, de falso y manipulador discurso, entre otros, el permanente ataque al imperio, el control de las comunicaciones, la eliminación de las libertades y los derechos fundamentales.
El tema militar ha sido la tarjeta de presentación, con la venta de armas su presencia se ha incrementado, pero luego la relación se ha fortalecido, el veto a favor del proceso bolivariano en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas ha sido muy conveniente.
Por su creciente participación, todo indica que la solución negociada de la crisis venezolana, exige de la necesaria participación de Vladimir Putin, lo que nos introduce en el turbulento mundo del efecto Putin
Tales turbulencias se pueden confirmar, ahora que Putin ha decidido no asistir a la reunión especial que sobre la crisis venezolana, está organizando el Presidente de Perú, para el próximo 06 de agosto. Pareciera que el objetivo es fortalecer la línea del conflicto; en consecuencia, le corresponde a la comunidad internacional una activa y creativa labor de presión ante el Kremlin para incorporarlo en la ruta de salida pacífica y democrática.

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