EL BOLÍVAR: ni fuerte ni soberano
en
Venezuela 2019
EDUARDO ORTIZ RAMIREZ
La administración bolivariana -en la
versión del presidente NM- se
planteó numerosísimas expectativas en base al programa puesto en ejecución el
17 de agosto de 2018 y del cual próximamente se cumple un año, con resultados
totalmente distantes de los planteados en los propósitos al comunicar el mismo[1].
Se trataba de un plan multipropósito,
aunque no tuviera las mejores herramientas o conceptualizaciones. Un elemento
nucleador de todos estos propósitos en la oferta gubernamental era el nuevo cono monetario (el del bolívar Soberano)[2].
Después de su puesta en práctica
debieron arreglarse los problemas del efectivo, salarios, inflación, manejo de
las divisas, problemas fiscales y de financiamiento externo y no fue así. Basta
seguir la secuencia oral y propositiva del presidente para ordenarlo de tal
manera. Y no era fácil que pudiese ser así, no se consiguen tantas cosas con
los conos monetarios, así tengan el “manto protector” de una criptomoneda (por
lo demás, de difícil potencia y particular desempeño como el petro de aquel momento –y de hoy
también-).
Se puede establecer un nuevo cono monetario poniendo ceros o
quitando ceros (es este el ejecutado y el más frecuente) y los precios se
mueven globalmente, en un sentido estático,
hacia un nuevo nivel, pero todos en bloque y eso independiente del proceso
inflacionario o hiperinflacionario que agobie una economía. Pasados los
movimientos iniciales, poco a poco o rápidamente, según las intensidades y
magnitudes, los movimientos de precios y salarios relativos vuelven a sus equilibrios o equilibrios inestables,
según los casos. Con desequilibrios acentuados y sin muchos instrumentos de
actuación la inflación vuelve a ser “necesaria”[3]
o inevitable, para continuar las dinámicas
de los desequilibrios de una determinada economía. Se trata de que realmente la
inflación, y más aún la hiperinflación, son procesos traumáticos y alteradores
del bienestar y la felicidad de ciudadanos y agentes económicos. En el caso de
la actualidad venezolana, sobre todo en sus dos o tres últimos años y también
para el momento de comunicación del plan propuesto por NM, de todas maneras, se añaden dos elementos altamente explosivos:
la dinámica cambiaria que ha venido extendiéndose vía dolarización informal y un
descomunal aumento del salario mínimo –que multiplicó a este último por 60-. El
balance global puede caracterizarse como el de un triunfo categórico de la
dolarización y la hiperinflación –a pesar de algunas variaciones en meses del
año 2019, donde según los datos suministrados por la Asamblea Nacional han andado sobre 20 y 30 % mensual como en los
dos últimos meses recientes, respectivamente-[4].
La inflación se conceptualiza como un
crecimiento diferente en los precios de bienes y servicios. Si los precios de
todos los factores y mercancías subiesen en la misma proporción no habría
inflación. Sucede que, un factor participante, observa que su remuneración o
contraprestación no sube en la misma intensidad que la de los otros; ese factor
es el trabajo o la fuerza de trabajo; de allí la metáfora de los precios de los
bienes subiendo por los ascensores y los del trabajo por las escaleras. En la
Venezuela de los sesenta y parte de los setenta no había inflación o el nivel
de esta era considerablemente bajo, convirtiéndose en imperceptible. Después de
mediados de los setenta y por un periodo que abarca ya más de cuarenta años
–incluidos los veinte de la administración bolivariana- los venezolanos en
mayor o menor intensidad, según los años, lustros y gobiernos, se han tenido
que acostumbrar a vivir con inflación[5];
esto es, la inflación se ha vuelto un fenómeno estructural. Debe destacarse que
para inicios de los años 2000, se observaba ya un mejoramiento de la variable
inflación en buena parte de los países latinoamericanos. En el contexto de la
administración bolivariana, el que se continuase con inflación de dos dígitos
ha implicado, para 2013 y 2014, 2015, 2016 y 2017 niveles de inflación de 40,6, 62,2, 121,7, 299,4 y 738%[6]
a pesar de los ajustes hechos por las autoridades[7]. Cerca
de 1.700.000% fue el nivel alcanzado por la inflación durante 2018 según lo
registrado por la Asamblea Nacional, mientras en 2017 había sido de alrededor
de 2.600%[8].
Varios elementos se asocian a la
presencia de una inflación persistente y más aun de una hiperinflación. Afectación de los niveles de vida, vía deterioro de
los salarios reales, con efectos más intensos en aquellos grupos que dependen
de ingresos fijos a diferencia de los que dependen de ingresos variables;
alteración o aumento de las tasas de interés buscando causar efectos derivados
de la diminución de la demanda de bienes –en el caso de Venezuela se ha formado,
en algunos períodos, un círculo vicioso por las demandas hacia el mercado de
divisas-; un trade-off entre
crecimiento e inflación, buscando evitar la presencia paralela de
recalentamiento de la economía e inflación persistente, donde lo adecuado
pareciera ser alcanzar una tasa tolerable de inflación y una tasa moderada de
crecimiento económico (esto, totalmente distanciado de resultados recientes en
Venezuela); y, entre otros, pérdida del valor de la moneda y de su
significación como activo de reserva (en el humor popular, recientemente estos
dos sentidos han sido graficados destacando el valor para años como 2015 de un
billete de 100 bolívares comparándolo con momentos previos o también del de Bs
F. 100.000 en 2018). También los efectos de la inflación en las áreas
productivas (o real) tienden a diferir de los del área financiera. Pero hay que
acotar que varios de estos parámetros y
consideraciones normativas son rotas por la hiperinflación. Esta termina rompiéndoles
el espinazo a todos o la mayoría de los ciudadanos o empresarios que
desarrollan actividades lícitas, mientras, los políticos, entiéndase con la
efusividad que lo hacen, se remiten a algún ministro en la segunda
administración de Carlos Andrés Pérez
o de alguno de los dos presidentes durante la administración bolivariana (HC y NM), que han querido “romperle
el espinazo a los especuladores”, con los matices de populismo y/o
demagogia ubicables en cualquiera de los dos gobiernos. En definitiva, en un
contexto de esta naturaleza, y dada la desvalorización de la moneda, un nuevo cono monetario termina recurriendo
a otro nuevo cono monetario como
sucedió entre el de Bs. F., y el de Bs. S., y sucede hoy día en agosto de
2019 con este último plenamente derrotado por la escasez, la hiperinflación y
la dolarización informal.
Por otra parte, el que haya mucho o
poco efectivo –como nuevamente en la actualidad venezolana de 2019, al igual
que sucedía en agosto de 2018- remite, primeramente, a los desempeños
institucionales del BCV o de la Superintendencia de las Instituciones del
Sector Bancario (Sudeban), según suministros, facilidades o restricciones que
deriven de sus políticas o su desatención de la economía, en sus variables
macroeconómicas o monetarias, según los casos. La misma emisión de billetes
cuando se convierte en monetización del déficit o el alto gasto
público al que por razones de populismo o demagogia puedan recurrir
gobiernos, como en la actualidad de la administración bolivariana, forma parte
de las responsabilidades o los desatinos en las políticas económicas. Y lo
agudo de la problemática económica reciente, es que eso ha estado en la base de
que con 18 o 19 millones de $ se hubiese podido solucionar -según algunas
perspectivas- la escasez del efectivo en años como el 2018 o lo que se
había pensado, totalmente valido, de que muy pronto -al ritmo inflacionario que
se tenía, y ya convertido en hiperinflación desde finales de 2017- harían falta
billetes de 50.000 o 100.000 bolívares –cosa que en parte efectivamente se fue
presentando dentro del cono del bolívar soberano durante 2019- y hasta de mayor
denominación como en parte se puede prever o prometer, se ejecute o no. El escenario ha evolucionado con tal
aceleración que algunos ciudadanos no llegaron a tener frecuentemente, o en
cantidad significativa, en sus manos, billetes de una determinada denominación
dentro del cono del bolívar fuerte
vigente hasta 2018 –siendo el caso de que algunos nunca los tuvieron- o
igualmente, en la actualidad de 2019, ciudadanos que no han visto o tocado los
del bolívar soberano en 2019 y, en
tales circunstancias, surgen las soluciones, llamémoslas mágicas, que se piensan
estableciendo o planteando establecer otro nuevo
cono monetario. Se trata entonces de una dinámica sin final.
Nuestra desvalorización o perdida de
la capacidad de compra de la moneda, remite al cristiano proceso donde el
billete de 20.000 Bs F. en 2018 no alcanzaba para comprar algunos productos muy
normales en el consumo diario de una familia (un kilo de queso o carne o un
cartón de huevos). El de Bs S. 20.000 de agosto de 2019, derivado de la
reconversión que eliminó cinco ceros (00000),
tampoco alcanza. Por su parte, las restricciones en el suministro del efectivo
están bien graficadas en las veces que una persona debía ir al banco hasta el
17 de agosto de 2018 para retirar dinero, a utilizar en la compra de comida o
retirar su pensión o en el caso de 2019, donde la pensión, puede ser
representada en casi 1 y ½ kg de carne o
1 y 1/2 cartón de huevos o 1 y1/2 kg de
queso[9].
Se le adiciona una especie de preferencia por la liquidez, que
los ciudadanos, en la crisis actual, pasan a tener en cuanto a querer disponer
de dinero por la propia posibilidad de requerir más dinero ante la agudización
de la crisis o por una mezcla intensa del motivo precaucionario y
transaccional, para un escenario donde además, muchos bienes han
pasado a tener una curva de demanda de pendiente positiva convirtiéndose
en Bienes Giffen[10]
o simplemente para eludir distintas
complicaciones que le presenta el sistema bancario. Pero
hay más razones todavía y que en zonas del país han venido siendo ejecutadas y consisten
en convertir monedas y billetes en mercancía,
donde al billete se le añade valor independiente de su denominación cuando se
compran 1.000 Bs S. o 100.000.000 de Bs F. Esto ha sucedido con el bolívar fuerte y con el bolívar soberano en algunas regiones
del país.
Adicionalmente, dados los costos y
otros factores como el aumento del encaje legal, la banca no ha pasado a
disponer o suministrar al público –o las dos cosas- de abundante efectivo.
Algunos bancos comenzaron suministrando en cajeros Bs S. 20 o en taquilla en
algunos casos Bs S. 100, representando ello 2 o 10 millones de Bs F,
respectivamente, y ello no alcanzaba para/o tan solo bordeaba el precio de un
cartón de huevos regulado. En razón
de esto, puede afirmarse que si las colas no aumentaron, comparando con los
últimos días cercanos al 20 de agosto, se mantuvieron igual en cuanto a
ciudadanos necesitados de efectivo para sus transacciones o compras o para
acumularlo y revenderlo. Para el segundo semestre de 2019, los bancos, dada la
aparición de nuevos billetes han pasado a suministrar un solo billete -en los
casos más expresivos- de hasta Bs S. 50.000 con unos valores o posibilidades
alternativas que superan rápidamente el valor de la pensión, por poner un caso,
o la propia disponibilidad de los ahorros de distintos ahorristas.
Este pasa a ser un escenario
contradictorio, con las promesas de una administración de solucionar el
problema del efectivo, la desvalorización de la moneda nacional y de sus
compromisos en solucionar las necesidades del efectivo y construir un contexto
de déficit cero y no más emisión de dinero inorgánico, según
sus propias expresiones. Sin nuevas o alternativas divisas, sin canales de
financiamiento externo, la alternativa de la administración continúa siendo la monetización de un déficit que ha
venido siendo creciente.
La hiperinflación absorbió el nuevo
cono monetario de agosto de 2018 y, las variadas
formas de mercado negro, han sobrepasado los controles de precio que ha
intentado mantener el ejecutivo. La nueva estructura de costos ha sido
combatida con mayor cierre de empresas y
despidos de trabajadores o idas voluntarias, lo cual ha aumentado el nivel de
decaimiento del producto durante el año 2019. Pasará por lo demás a convertirse
en el sexto año seguido de decrecimiento económico. En tal contexto, los
trabajadores además no reciben el medio
petro petrolero al que aspiró y ofreció la administración, sino bolívares
cada vez más desvalorizados[11].
Aquel gran “invento” (ni los que le siguieron en relación a estas medidas) preciobarril/petro/salariomínimo/$ no
funcionó evidentemente. Entre otras numerosas cosas, el salario mínimo debería superar
Bs S 400.000 (en calculo rápido que realizamos el petro podría abarcar a la
fecha de hoy 20 salarios mínimos).
De un año a acá no son visibles
éxitos de la administración bolivariana, ni del nuevo cono monetario en agosto
20 de 2019. El bolívar, por tanto, nada tiene que ver con ideas
grandilocuentes. La economía dentro de todo y más aún el bienestar, es palpable
y directa. Se ha destruido la economía, se encamina la nación hacia crisis
mayores y cada día es más fuerte la dolarización informal. Sin ser monetaristas,
fue la administración bolivariana la que con un nuevo cono monetario dijo solucionaría
todo, a través de interrelaciones bastante dudosas.
15 agosto 2019
@eortizramirez
eortizramirez@gmail.com
[2]
Grandilocuente como siempre, aunque sin éxitos, los nombres usados por la
administración bolivariana en estos y otros menesteres han sido, digámoslo con
la mejor intención, amenazantes: Fuerte,
Soberano, denotando la característica que debía resumir para el bolívar del
caso. Contrariamente, es el dólar la
moneda realmente fortalecida en el contexto de los espacios locales a pesar de
la “campaña” de la administración en su contra.
[3]
Solo de plantear en el sentido que se acota.
[4]
Puede verse para dolarización informal Eduardo Ortiz Ramírez https://www.academia.edu/38576133/DOLARIZACI%C3%93N_INFORMAL_EN_VENEZUELA_2019_a_pesar_de_acciones_y_rechazos._18_de_marzo_2019.;
también https://www.academia.edu/39741838/DOLARIZADOS_SIN_GANAR_EN_D%C3%93LARES_profundizando_la_crisis_de_un_sistema_que_no_funciona._02_de_julio_2019.
[5]
De interés para parte importante de estas referencias temporales en variables
como política económica, crecimiento, bienestar y salarios: Héctor Valecillos
Toro, “CRECIMIENTO ECONÓMICO. MERCADO DE
TRABAJO Y POBREZA. La experiencia venezolana del siglo XX” (Caracas, 2007,
Ediciones Quinto Patio).
[6]L.
Vera, ¿Cómo explicar la catástrofe económica venezolana? Revista Nueva Sociedad
No 274, marzo-abril de 2018, ISSN: 0251-3552, www.nuso.org.
Cifras, en algunos casos, diferentes a otras presentadas por otras
instituciones, distintas a las que usa la fuente, pero que marcan una clara
tendencia.
[7]
Es llamativa la insensibilidad de la administración bolivariana, ante los
estragos que produce y seguirá produciendo la hiperinflación, que ha alcanzado a 100% mensual en meses del
dramático período hiperinflacionario de casi dos años a acá y que conduce
indefectiblemente a la destrucción de patrimonios familiares y empresariales.
Uno de sus determinantes, la dolarización informal sigue avanzando y
extendiéndose. Aquella persiste en no estructurar una firme política
antinflacionaria. Nada se menciona sobre reducción del gasto público dentro del
populismo y –correspondientemente- sobre reducción en la monetización del déficit, que más temprano que tarde -por variadas
razones- volverá a presentarse según señalamos en esta nota. El petro además no
es una expresión monetaria que genere solvencia e ingresos, como los que ha
aspirado la administración y la base de ello es que no ha ampliado o generado
–y al parecer no lo hará- confianza en agentes económicos diversos.
[9]
En el caso de los salarios mínimos se trata en general de Bs S 40.000, iguales
a los de la pensión, más el bono alimenticio de Bs S. 25.000. Para junio de
2019, Cenda registró Bs S. 1.406.479,20 como valor de la canasta alimentaria, en dólares 191,10$; el salario mínimo de Bs S.
40.000, en dólares 5,43 $; ver http://cenda.org.ve/default.asp
[10]Esto
es, ante los posibles y muy factibles aumentos de precios de un contexto
inflacionario o hiperinflacionario, se demandan más. Los inspiró la importancia
que tenía la papa en las familias irlandesas del capitalismo inglés temprano de
inicios del siglo XIX, la cual consumían con Arenque en gran cantidad
diariamente.
[11]
Precio del petro como criptomoneda equivale a casi 18 salarios mínimos. Por: Morocotacoin
- Luis Mendoza | Martes, 06/08/2019 07:34 AM https://www.aporrea.org/economia/n345381.html.
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