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La crispación que está caracterizando la dinámica política en la región se ha confirmado ampliamente con los resultados de la primera vuelta en las elecciones presidenciales de Colombia, toda vez que la mayoría del electorado ha optado por un voto emocional, seleccionado las propuestas más radicales. Por una parte, a la izquierda el Pacto Histórico de Gustavo Petro y, por otra, al proyecto más radical del sector conservador con Rodolfo Hernández.
En un ambiente profundamente polarizado; ahora, para la segunda vuelta prevista para el próximo 19 de junio, le corresponde al país un voto reflexivo y responsable, que debería seleccionar el menor mal posible, en particular, el proyecto que no considere que, para lograr sus objetivos, debe perpetuarse en el poder, desmantelando la institucionalidad democrática.
El resultado de la primera vuelta ha sorprendido, al dejar fuera del juego a Federico Gutiérrez (Fico), candidato de la Coalición Equipo por Colombia, quien había desarrollado una campaña electoral relativamente moderada, con propuestas más realistas y tratando de minimizar la atmosfera de conflictividad que está caracterizando la política colombiana; empero, el voto cargado de pasión prefirió las propuestas radicales de Rodolfo Hernández, candidato por la Liga de Gobernantes Anticorrupción, quien desarrolló una campaña fundamentalmente en las redes sociales, con muy poca precisión de las propuestas concretas frente a la compleja situación que vive el país.
Uno de los argumentos que se repite al tratar de explicar la compleja situación política colombiana, tiene que ver con el rechazo a los partidos tradicionales, situación que se tiende a generalizar en la región. Pero el panorama colombiano es complejo, pues los partidos tradicionales, el Liberal y Conservador, con una historia centenaria, lograron resultados interesantes, sorprendentes para muchos, en las pasadas elecciones legislativas (13/03/2022), con una presencia significativa en ambas cámaras. Lo que evidencia, por una parte que no están en extinción, como ocurre en otros países y, por otra, que el rechazo no es tan profundo.
El nuevo Congreso fragmentado plantea un escenario interesante para el futuro ganador en la segunda vuelta, pues la gobernabilidad del país obliga al diálogo y la negociación con las diversas fuerzas políticas, para lograr los apoyos necesarios. Cualquier proyecto con aspiraciones radicales se enfrenta con limites que deben existir en los sistemas democráticos.
El voto emotivo ha imperado en la primera vuelta de las elecciones colombinas, pero se presenta como una tendencia en un gran número de países democráticos, y está logrando su expansión y consolidación, entre otros, con los nuevos recursos de las tecnologías de las comunicaciones, en particular con las redes sociales.
Los movimientos populistas y radicales despliegan campañas electorales caracterizadas por la manipulación, la desinformación, las falsas noticias y los discursos cargados de pasión, nacionalismo; pero también exclusión, xenofobia e incluso odio.
Con el recurso de las redes sociales los políticos están tratando de acaparar la atención del electorado, que está consumiendo el mensaje corto, estimulante, simplificado y simplificador de la realidad. Las nuevas tecnologías de las comunicaciones son utilizadas intensamente para bombardear al electorado de mensajes sin mayor profundidad ni complejidad.
Los populistas y radicales, promotores fundamentales del voto emocional, explotan la antipolítica y aprovechan la actitud de los apáticos, indiferentes e ingenuos que no exigen de mayor reflexión sobre los contenidos de sus campañas manipuladoras.
La campaña electoral se convierte en una competencia de manipulación, una guerra hibridad de descalificaciones, falsas promesas, mensajes apasionados; que estimulan las hormonas, pero no ofrecen soluciones viables para los problemas.
Obviamente, al llegar al poder surge la crisis, pues la complejidad de la realidad impide desarrolla las fantasías prometidas, lo que genera el proceso de frustración, decepción y rechazo; empieza el deterioro de la popularidad y, en varios casos, los gobernantes asumen el libreto autoritario, que contempla entre otros, el control de los medios de comunicación y la represión de los críticos.
El resentimiento producto de una realidad histórica de exclusión y menosprecio también estimula un voto emotivo a favor de los proyectos radicales que prometen destrucción de la realidad estructural y soluciones rápidas, prácticamente mágicas. Muchos excluidos en el Perú apoyaron a Pedro Castillo y las propuestas de Perú Libre, un marxismo anacrónico, cargado de falsas promesas. Ahora enfrentan el fracaso de los resultados.
Chile, donde el voto emocional ha imperado en los recientes procesos electorales y consultas, pareciera que está iniciando la fase de la reflexión y, en consecuencia, van perdiendo confianza los proyectos salvadores de la nueva constitución, cuya aceptación decrece progresivamente; incluso, las expectativas sobre la gestión de gobierno del joven presidente Gabriel Boric, también están disminuyendo.
El presidente Nayib Bukele de El Salvador constituye una representación del voto emocional y, por otra parte, el electorado brasileño está enfrentando la arremetida de la manipulación de dos propuestas radicales, el presidente Jair Bolsonaro y el expresidente Lula Da Silva, en plenos proceso de campaña electoral, cultivando pasiones y emociones para promover el triunfo, con poco interés en el debate de las soluciones concretas para enfrentar los problemas del país.
Pero la manipulación del voto emocional no constituye una tendencia exclusiva de los países de la región; por el contrario, también se presenta en las democracias de los países industrializados. El voto cargado de emociones y pasiones lo hemos podido apreciar, entre otros, en la irracional decisión del pueblo ingles de apoyar (con un 51%) el retiro de su país de la integración europea, en el tortuoso proceso definido como Brexit. Ahora enfrentan las negativas consecuencias del voto emocional.
Tanto Donald Trump, como Vladimir Putin, han forjado sus liderazgos con el manejo de narrativas que estimula pasiones, nacionalismo, exclusión, xenofobia, polarización e incluso odio; proyectos que parecieran exitosos y están sirviendo de manuales para varios movimientos políticos radicales en Europa. Los partidos en el gobierno en Hungría y Polonia han logrado el poder cultivando emociones y, en general, los autoritarismos de izquierda y de derecha están cultivando la cultura del voto emocional no reflexivo.
En el proceso electoral colombiano en pleno desarrollo, estamos observando los diversos componentes de esta nueva dinámica de manipulación del voto emocional. El histórico malestar contra la dinámica del sistema político y los errores y corrupción de los políticos, entre otros, han estimulado el voto pasional orientado a los extremos radicales; propuestas que con sus breves e insistentes mensajes tratan de convencer a las mayorías que todo será cambiado y rápidamente.
Gustavo Petro lleva años cultivando el descontento y descalificando las instituciones. Para los vulnerables, que son muchos, Petro representa el paladín del cambio. Rodolfo Hernández, prácticamente desconocido en la política nacional, logro avanzar promoviendo la otra cara del radicalismo conservador. Dos propuestas con alto manejo de las comunicaciones, particularmente las redes sociales, concentradas en manipular al elector.
Cuando se profundiza en los programas, ideas y las propuestas el resultado es decepcionante; en ambos bandos reinan las simplificaciones, vaguedades, contradicciones y vacíos. En los escenarios de manipulación mediática pareciera que las ideas y su factibilidad poco cuentan; la atención se orienta a las emociones, las pasiones, que cautiven la atención e impidan la reflexión.
Conviene resaltar que Colombia ha logrado avances importantes en todos los planos; ahora bien, también es cierto que existen muchos problemas que exigen prontas soluciones, empero, las narrativas manipuladoras tienden a destacar y exagerar las debilidades y los errores, para alimentar el descontento y el resentimiento. En estos pocos días de campaña que restan para el difícil momento de la elección, es fundamental que el pueblo colombiano reflexione sobre la importancia de conservar y consolidar la institucionalidad democrática.
Félix Arellano es internacionalista y Doctor en Ciencias Políticas-UCV.
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