VENEZUELA: VIEJOS Y NUEVOS INTENTOS DE CAMBIO
POLÍTICO/ECONÓMICO VISTOS DESDE 2023.
EDUARDO ORTIZ RAMÍREZ
Esta relativamente corta nota, busca
insistir en periodos e ideas estimulantes de entusiasmos e ilusiones que han
difundido políticos, albergado los venezolanos y sus necesidades o estimulado
cambios o desviaciones/deformaciones en Venezuela en los últimos 120 años.
Planteado de esa manera, pareciera demasiado, pero efectivamente se puede
lograr una periodización que clarifique la intención. Más aun cuando se trata
de enrumbar la economía y la sociedad venezolana, en un contexto de elecciones
y en un cuadro económico social de recesión, empobrecimiento, migración y
distanciamiento creciente de muchos logros que alcanzó la sociedad y la
economía venezolana en décadas pasadas, a pesar de deficiencias que se pudieron
haber tenido o presentado.
No es cierto que la economía y el
país se encuentren ahora en los lustros recientes enrumbados, en base a la
independencia y la diversificación económica, tal cual se ha señalado, de
distintas maneras, en el contexto de la Administración
Bolivariana, que acumula ya más de 23 años. Como tampoco que estemos en
capacidad de convertirnos en abastecedores de las necesidades en el área del transporte,
la producción de medicinas y productos farmacéuticos en general y mucho menos
para pasar a la conquista del espacio. Impresiona como mientras peor se sitúan
las variables económicas, el Presidente Nicolás
Maduro en sus discursos y defensas de su administración, más virtudes y avances
le destaca a la economía y la nación, viéndola cada día mejor o a lo sumo
diciendo que se tienen algunos problemas…; ah!... pero que ellos derivan es de
las sanciones y la guerra económica.
Las sociedades avanzan, evolucionan o se
problematizan en la medida en que las ilusiones
y deseos –según sean convenientes o distorsionadas, de avanzada o de
retroceso- se convierten en proyectos de desarrollo, se unen voluntades para la
materialización de los mismos y esta última permite encontrar -en los casos de
éxito- la llamada por los neo institucionalistas dependencia de ruta. A excepción de
algunas décadas del siglo XX, como las del sesenta y setenta, no se encuentran
en la historia nacional de la última centuria y cuarto, períodos donde se
anduviese cerca de tal encaminamiento hacia el desarrollo. Rómulo Betancourt fue un visionario en ese sentido, y ello le
permitió convertirse en uno de los pocos líderes
del desarrollo
que hemos tenido.
La revisión de la historia nacional
de los últimos ciento veinte años, nos permite observar ilusiones y entusiasmos –aunque normativamente no siempre de los más
adecuados- en determinados procesos económicos y políticos. Desde el punto de
vista económico y político, debe señalarse la importancia que tuvieron el café
y el cacao hasta 1925, junto al sentido de paz
relativa alcanzada por los gobiernos de Cipriano Castro y sobre todo de Juan Vicente Gómez
y, más o menos desde esa fecha, por alrededor de 90 años, el desplazamiento de
aquellos bienes agrícolas por el petróleo como factor económico, que no se sembró, usando
inversamente la recomendación de Arturo
Uslar Pietri.
Desde los puntos de vista políticos,
económicos, sociales y militares, según los casos, existen otras ideas y
procesos de entusiasmo de la población venezolana que deben destacarse.
1. En primer lugar, el militarismo, que estuvo
presente durante todo el siglo XX hasta 1958 a excepción del llamado trienio
1945/1948 y del inmediato y corto período de Rómulo Gallegos (menos de un año durante 1948). Los militares y
sobre todo los venidos de los andes pasaron a considerarse y difundir la idea
de un orden inspirado y sostenido por ellos, a pesar de mayores o menores
modernismos o amplitudes según los casos. En el inconsciente colectivo de los venezolanos o en expresiones de la
conciencia inmediata surgen recuerdos de la tranquilidad, paz y orden relativos
en algunos tiempos de ese período. En
general el resaltar el militarismo
busca destacar la rectitud, el orden y la disciplina, como que los militares
fuesen los únicos que en la sociedad tienen esos valores y formas de
comportamiento; realmente también los hay en organizaciones religiosas,
universidades, instituciones deportivas y empresas, entre otros ámbitos.
2. En segundo lugar, la industrialización, el impulso
de la modernización y la democracia desde finales de los cincuenta hasta
mediados de los setenta. Trabajo, orden, limpieza, posibilidades de expandir la
economía y los proyectos de inversión, estuvieron presentes en este periodo.
Autopistas, industrias, escuelas y hasta las ideas e iniciativas de crear un
Metro para Caracas, surgieron de esos años a pesar del rentismo. Pero también se ordenaron y/o regularizaron campañas de
prevención de enfermedades vía -por ejemplo- cruzadas masivas de vacunación así como
la regularización de la protección social vía Seguro Social Obligatorio. Economías
hoy día en progreso como Chile y Colombia, ente otras, tenían varias ausencias
y deficiencias y miraban a Venezuela en variados aspectos como un ejemplo de
buen avance. Pero esta parte positiva se convirtió o desarrolló dialécticamente
su contrario.
Pues la sociedad venezolana no tenía albergado
el consenso, y el resentimiento
(acumulado en alrededor de 150 años previos) así como el radicalismo político
de quienes no veían esos resultados como desarrollo
–parte de los grupos políticos e individuos relacionados con esta posición, se
encuentran hoy en el ejercicio del poder político en la Administración Bolivariana y se identificaron desde sus inicios con
ella- hicieron su parte para horadar un proyecto en curso (dejándole a la
nación y a algunas de sus instituciones cicatrices imborrables dado el
escenario de lucha armada y el
estímulo hacia populistas y demagógicas formas de funcionamiento) que encontró
su alteración definitiva en las bases más profundas de la renta petrolera, al
convertirse la gestión administrativa de la nación en un distribucionismo exacerbado, a partir de mediados de los setenta
con la primera administración de Carlos Andrés Pérez (1974/1979) en el contexto
de aumentos de precios del petróleo desde inicios de tales años. Como señaló D.F. Maza Zavala, el trabajo -en el
contexto de la Gran Venezuela de la Primera administración de CAP- fue sustituido por el dinero fácil
que, además, pasó a formar parte del impulso de la corrupción; y en un contexto
donde comenzó a manifestarse la inflación, los déficit en cuenta corriente y,
entre otras cosas, el endeudamiento externo. La gran paradoja: un petroestado, alborotado con el
incremento de precios de su commodity,
que termina endeudado y con buscadores de renta y de corrupción enriquecidos vía
corrupción.
3. En tercer Lugar, la corrupción, el desasosiego, el autoritarismo en condiciones de
democracia, los partidos convertidos en el eje repartidor de la “democracia” y
la corrupción, con la democracia de
partidos, forman parte de un período de más o menos 20 25 años que va desde
mediados de los setenta hasta 1999, pues hay que decir que los pueblos y
naciones también desvían sus caminos, enrumbándose inadecuadamente según coyunturas, riqueza fácil e inadecuados
liderazgos. Se
trataba ahora, en este tercer y desviado
entusiasmo, de un pueblo –en no
insignificante proporción- confundido,
con cultura de campamento (como alguna vez señaló un dramaturgo) y buscador
de arreglos, según herencias, períodos e historia; y políticos y
administradores que parecieron ser más ineficientes mientras uno sustituía al
otro (Luis Herrera Campins 1979/1984,
Jaime Lusinchi 1984/1989, Carlos Andrés Pérez 1989/1993 -2da administración-,
R. J. Velázquez 1993/1994 y Rafael Caldera 1994/1999 -2da administración-)
y, una masa de aquel mismo pueblo -en su acepción amplia, abarcando también
clases medias y altas- observando en cada oportunidad electoral, la ocasión
misma para su proyecto personal o grupal, a pesar de las luces que todavía
podían irradiar en momentos algunos de los presidentes, el congreso, algunos
ministros y determinados políticos e intelectuales que podían fungir como la
reserva moral del país. Se registró en la secuencia referida, el episodio notable de un
pueblo eligiendo, con distintas esperanzas y entusiasmos, a dos presidentes por
segunda vez
(Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera),
cuyos resultados, en ambos casos, terminaron con mayores dramas y problemas
económicos y sociales que con los que comenzaron tal
segundo mandato.
En el plano de la política económica,
el mayor entusiasmo fue albergar, en algunas ocasiones, las ideas extremas del
neoliberalismo y la crítica acérrima a la sustitución de importaciones o el
acotamiento de frases cómodas y jocosas, según instituciones y ministerios, o
impulsar ideas melosas del amor por el país o de la defensa de la figura
presidencial, según el caso y momento. La cultura del extremo hizo de la suyas,
en momentos de este periodo y en las ideas y entusiasmos dominantes.
4. En cuarto lugar, el periodo de las ideas del bolivarianismo, inicialmente difundidas
por Hugo
Chávez y hoy día en las figuras de sus continuadores y de Nicolás Maduro. Esto entusiasmó a una porción alta de la población
venezolana, dadas las ofertas de crear una verdadera democracia, acabar con la
corrupción y la llamada democracia de
partidos. Honor, pulcritud, comedimiento, eficiencia en la administración
pública, oportunidades de una repartición más equitativa del ingreso, fueron
las ofertas iniciales en 1998 y 1999.
Muchos acogieron esas ideas como
suyas y les profesaron esperanzas. Transcurridos más de veinte y tres años de
administración política de la nación, los entusiasmados
son muchos menos y no todos lo que se mantienen presentan la inocencia y
honestidad que hubo en sus tiempos iniciales. La
problematización económica, social y política después de casi cinco lustros, pasó
a enfrentar a los venezolanos -ya como mayoría- ante la frustración de
esperanzas no materializadas, por un proyecto que además de las ideas señaladas
hizo renacer el militarismo, superponiendo
lo militar a lo civil, en el contexto de las democracias inestables e
insuficientes de América Latina y Venezuela en particular –tal cual se señaló-,
así como a la necesidad de construir un nuevo entusiasmo, impulso y misión
para la economía y el país, dada que la alteración y destrucción alcanzada pasó
a abarcar las dos dimensiones.
Capitalismo de estado, aumento de la
corrupción, deterioro de los servicios, profundización de la dependencia
petrolera y del rentismo, controles permanentes aumentados en áreas de la mayor
relación con la riqueza nacional y no de grupos o partidos como el manejo de
las divisas obtenidas del rentismo, destrucción de patrimonios empresariales y
familiares, clima de zozobra e inestabilidad en trámites, procedimientos y
seguridad personal y familiar, pasaron a formar parte definidamente de la nueva
frustración presente en muchos venezolanos bordeando la segunda década desde
los inicios de la administración bolivariana en 1999, a pesar de la comodidades
de algunos y las incondicionalidades de otros. Y ello es la base, por lo demás,
de la indescriptible migración de venezolanos que cada día fue arreciando más,
desde hace cerca de 10 años y que hoy día supera los 7 millones de migrantes,
conformándose como uno de los mayores movimientos migratorios a nivel mundial,
y ante el cual el Presidente NM ha
ofrecido en momentos -si lo dejasen, liberándole recursos de los retenidos internacionalmente-
poderse traer 50.000 venezolanos, mientras las cifras ya conocidas
internacionalmente ascienden a los millones señalados, con sus fundamentos en
registros internacionales.
Cuatro ilusiones, esperanzas, ideas y entusiasmos -vistas hasta ahora- que, en
alrededor de más de cien años nos trasladan a la Venezuela problematizada, deteriorada
y conflictiva de inicios de la tercera década del siglo XXI. Numerosos
elementos positivos podrían destacarse en el tránsito de los dos primeros períodos de entusiasmos e ilusiones señalados,
tenidos por Venezuela y sus habitantes y que abarcaron hasta mediados/finales
de los setenta (Independencia política, avance institucional, urbanización,
alfabetización, eliminación de enfermedades, crecimiento económico y grados de
desarrollo, oportunidades de avance para personas y familias, así como aumento
de la atención a los marginados y excluidos de políticas de mejoramiento
social, son solo parte de ellos). El
tercer periodo, de confusiones/desviaciones –tal cual se señaló más arriba-,
abarca desde mediados de los setenta hasta finales de los noventa, pero nunca
el daño llegó a niveles mayoritaria, significativa o extendidamente radicales.
Contrariamente, el descalabro se presenta en el cuarto periodo, esto es en la rimbombante administración
bolivariana que se ha planteado quedarse por mil años (expresión que puede
interpretarse políticamente, pero que han sido expresiones literales de sus
dirigentes) proponiéndose refundar
instituciones, crear un hombre nuevo, convertir a Venezuela en una potencia de
todo tipo, llevar a los venezolanos al disfrute de cualquier máximo de
felicidad o a cualquier meta pensable. Pero realmente, la revolución más larga
del siglo XX y XXI (o la última del siglo XX)
–en lo visto hasta ahora- se convirtió en un fracaso y en una decepción para
las mayorías –que habían acompañado previamente a los partidos de la democracia de partidos AD y COPEI-, que
alguna vez se esperanzaron en ella, con el agravante de haber transformado
negativamente o destruido la economía y la nación.
5. En quinto lugar y correspondientemente con lo presentado, es importante en esta nota resaltar la necesidad que se tuvo, y el
intento de albergar una quinta ilusión,
entusiasmo y misión que hubiera podido convertirse -en base al consenso- en un proyecto que por
distintas vías hubiese permitido unir esfuerzos en pro de combatir la anomia (observada en años posteriores a
2017, 2018 y 2019), y que todavía
existe en sectores de la población, a pesar de las expresivas y cuantiosas movilizaciones tenidas
durante el año 2017, o los
meses de enero y febrero de 2019, abarcando
hasta los nefastos sucesos de impedimento para que ingresara la ayuda
humanitaria el día 23 de febrero en los puntos conocidos y cuyo contexto atañe
a la figura del llamado Presidente
interino personificado en Juan
Guaido.
El chavismo dominante de años recientes, está controlado por el
Presidente NM y su camarilla y
existe inclinación a pensar que factores nacionales e internacionales son los
que ejecutan verdaderos controles y determinaciones sobre su figura. Grupos y
figuras alternativas a este último y su camarilla, plantean ahora por distintas
vías algo así como aprovechar o seguir desarrollando un chavismo sobreviviente, que rescataría unos supuestos elementos
puros, bien encaminados y exitosos, que habría alcanzado y ejecutado HC. Se trata de fantasía y demagogia,
pues el verdadero legado de este último, es el más fiel determinante de la
situación de debacle en que ha terminado la economía y la nación venezolana.
Con un cambio de gobierno, se suceda cuando se suceda, quedará, eso sí, el chavismo resentido, que persistirá en
señalar lo bueno que era todo durante la administración
ya conocida –hasta ahora- por más de 23 años.
La nueva misión y entusiasmo en lo
que ubicamos como el quinto período
(sin que haya implicado efectos tan tangibles o registrables como los cuatro
previos), pasó a conformarse a partir de
los impulsos e iniciativas que rodearon e inspiraron las acciones políticas
desarrolladas por el presidente de la Asamblea Nacional y Presidente interino
señalado, con el cometido muy importante, como propuesta para el país, basado
en la trilogía: hacer que cesara la
usurpación, que se estableciese un gobierno de transición y se realizasen elecciones
libres. Esto resume nada más y nada
menos que la idea de que la mayoría de las que se habían realizado desde un
momento hasta la presencia reciente de la propuesta no habían sido libres, bien
organizadas y supervisadas y ello se consideraba suficiente para que las
voluntades multitudinarias se expresasen en una perspectiva que le abriría
caminos a Venezuela, para enrumbarse hacia la recuperación de la
institucionalidad y la superación de la aguda problemática económica y social.
Nada de esto se llevó a efecto y se acumularon, más bien, numerosos problemas
en el manejo de recursos, en una Presidencia
interina que nunca fue tal, a pesar del apoyo internacional que de palabra
se daba, junto a algunos gestos y reconocimientos. Trifulcas políticas, grupismo,
acciones dislocadas y manejos dudosos de recursos, dieron al fin al traste con
esta quinta oleada de entusiasmo y posibilidad
de estructurar una perspectiva de recuperación, cambio y transformación de la
sociedad y economía venezolana, con el abordaje primeramente de la
administración política.
6. En sexto lugar, se trata de La sexta ola de
ilusión y entusiasmo para los venezolanos, la cual mantiene el matiz del
necesario abordaje y cambio en la administración política del país y para ello
son fundamentales las elecciones de 2024.
Es ello lo que le da valor a las elecciones
primarias de la oposición, pero, mas que eso, nos interesa destacar otra
dimensión para esta sexta ola de entusiasmo, que de no ser masivo no será
exitoso, ante tantas limitaciones que más de 23 años administrando al país de
la manera señalada le brindan a la Administración
Bolivariana. Demos las primarias por realizables y que de allí surja una
candidata o candidato de la oposición, habiéndose podido sortear inhabilitaciones y acciones interesadas
desde el nuevo y ajustado CNE. Sabido es que en estos procesos electorales,
hay los que aparecen, hacen arreglos descarados o creen que por tener dinero o
haber tenido responsabilidades políticas previas, pueden abordar el marco de la
dirección de un país.
Realmente, el pueblo venezolano,
buscando una opción distinta a la que actualmente dirige a la nación, no
debería equivocarse con oportunistas y engañadores de oficio. Se corren grandes
peligros en estas elecciones, vistos del lado de la opción desde la oposición.
Cuando HC fue elegido era la
oposición, mas allá de sus matices políticos y de origen militar. Muchos habían
justificado o “explicado” un golpe de
Estado (1992) y, el contexto nacional brindado por la segunda administración de Rafael Caldera, junto a matices del otro
candidato, brindaron un contexto muy favorable para quienes resultaron
ganadores. Había la necesidad urgente de
que muchos tuvieran nuevas esperanzas de mejoramiento. Puede pasar lo mismo,
independientemente de matices e intensidades, hoy día, por el solo deseo de cambio que, según apreciaciones y la
observable calle, lo desean 8 de cada 10 venezolanos.
En un contexto de una democracia y
una economía de tantas debilidades y deterioros acumulados (puede apuntarse que
con decrecimiento recesivo, disminución del consumo, empobrecimiento acentuado,
junto a disminución de ingresos de exportación, entre otros elementos), puede
suceder lo mismo, pues los candidatos en elecciones, no infrecuentemente
cambian el discurso de lo que realmente van a poder o a querer ejecutar.
Correspondientemente, el electorado puede salir factiblemente decepcionado o
sin que sus expectativas puedan ser factibles de alcanzar. En una situación
económica y social como la de Venezuela, esto podría ser poco menos que dramático,
si gana un opositor en el entendido de que se logren superar tramoyas, engaños
y “fallas accidentales” que algunos seguramente prepararán. Algo que parece
inocente en política es que esto sea evitado hablando con la mayor sinceridad y
no ofreciendo lo que no se pueda satisfacer. Pues puede volver a presentarse
una decepcion y desanimo,
al no encontrar secuencia entre ofertas y realidad en políticas y resultados, como lo derivado de las elecciones de 1998.
Ya veremos.
Julio 2023
eortizramirez@gmail.com
@eortizramirez