viernes, 7 de julio de 2023

Rafael Caldera y la Política Exterior: 50 años después

 

Rafael Caldera y la Política Exterior: 50 años después

Caldera cuando llega al gobierno la primera vez en 1969, no llega a improvisar, en las relaciones exteriores, cuenta ya con experiencia internacional, tiene roce acumulado desde los años principios de los 40      


 

JESÚS E. MAZZEI ALFONZO

06/07/2023 05:00 am



Sí hay una política pública que puede calificarse de brillante, exitosa y eficiente entre otras, es la de la política exterior de ese gran venezolano que es Rafael Caldera, en el ejercicio de sus dos períodos constitucionales (1969-1974 y 1994-1999). Pues bien, en el balance de sus gobiernos, es la política exterior una de las que más realza. Al recordarlo hoy, 50 años después, de plantear una política exterior novedosa, autónoma y realista, una gira latinoamericana que inicio el 5 de febrero y término el 13 de febrero, en la cuales visitó: Colombia, Ecuador, Chile, Argentina, Bolivia y Perú y ocho días después se entrevista con el presidente del Brasil, Emílio Garrastazu Médici, el 20 de febrero de 1973, respectivamente, accionado una diplomacia presidencial ofensiva y con claro criterio latinoamericanista, innovadora para aquel entonces la acción exterior del país y así lo manifiesto desde la toma de posesión de su gobierno y argumentó, desde su primer discurso en su investidura en 1969, lo siguiente:

“…La política internacional de Venezuela, alentada por el deseo de contribuir a la paz, a la libertad y a la amistad entre las naciones, de elevar el patrimonio cultural y tecnológico y buscar su difusión entre todos los pueblos, se orientará también decididamente hacia el impulso del comercio exterior. Veo allí una necesidad vital e impostergable. La dependencia de un solo producto tiene causas variadas, pero la falta de mercados retarda sin duda las posibilidades de desarrollo…. Iniciativas interesantes nos animan a esperar buenos frutos para una política de comercio exterior sistemática, inteligentemente orientada a lograr una economía de exportación, mediante la acción de una diplomacia cada vez más consciente de los intereses nacionales y de su propia responsabilidad. Este acicate contribuirá a mover activamente la reforma de nuestro servicio exterior…”

Y así o ratifica un año después, en su primer discurso de balance de la gestión gubernamental “…En armonía con esta política interior, se ha definido una actitud de Venezuela en el mundo. Queremos proyectar la imagen de un país amplio y cordial. Sin desconocer las razones que inspiraron una posición anterior, nos correspondió recoger un verdadero anhelo nacional: el de abrir el campo de nuestras relaciones, restableciéndolas progresivamente con aquellos países de América Latina de los que nos hallábamos infructuosamente distanciados y estableciéndolas o reanudándolas con otros países del mundo, a los cuales no podemos ignorar; sin subordinarlas a la adopción de posiciones ideológicas sino a las condiciones que garanticen plenamente nuestra seguridad e interés nacional.

Queremos que se vea a Venezuela como lo que ella ha sido y es: una Nación amante de la libertad y de la justicia, consciente de su dignidad y decoro, dispuesta a trabajar por las mejores causas al servicio de la humanidad.

Hemos sostenido con machacona fe la tesis de la justicia social internacional, en virtud de la cual los pueblos más desarrollados, más poderosos o más ricos, no tienen mayores derechos sino mayores responsabilidades y están obligados a contribuir al desarrollo de los demás pueblos en la medida necesaria para asegurar el bien común universal.

Esta tesis la hemos hecho oír por audiencias cada vez más amplias y hemos tenido la satisfacción de que haya sido recogida, en señaladas oportunidades, por voceros representativos de otros pueblos.

Dentro de esa orientación general, hemos procurado estrechar lazos cada vez más íntimos con los países a quienes nos vinculan de manera especial la historia, la cultura, la geografía, la economía o las aspiraciones comunes. La obligante invitación que el Presidente Lleras Restrepo me hiciera para compartir con él en el Campo de Boyacá la emoción de rememorar, al cabo de ciento cincuenta años, la jornada que aseguró la Independencia colombiana y que él mismo tuvo especial interés en recordar como hazaña común de nuestras dos naciones, me dio la oportunidad de dialogar en forma fraternal y abierta, no sólo con el ilustre mandatario sino con el pueblo colombiano y sus más calificados dirigentes. En declaración conjunta, reafirmamos la solidaridad de nuestras patrias y fijamos objetivos concretos a la cooperación y al entendimiento. Los principios y aspiraciones de la «Declaración de Sochagota» fueron ratificados en nuestra entrevista de Ureña, en la ocasión del Sesquicentenario de la Gran Colombia, en que fue inaugurado el Puente «Francisco de Paula Santander». Estoy convencido de que las cuestiones que surgen de la vecindad, agudizadas por diversos factores, deben y pueden tratarse con la más diáfana franqueza y resolverse a la luz de la justicia y en el mejor interés de nuestros pueblos, que reclaman la concurrencia de sus esfuerzos en la tarea de conquistar un destino mejor.

Coincidió con mi visita a Colombia con la reunión del Parlamento Latinoamericano, ante el cual renové la vocación americanista de Venezuela, la fe en el hombre latinoamericano y la confianza en que sus sistemas parlamentarios, dinámicamente renovados, corresponden a las necesidades de estos tiempos...”

En efecto, Caldera, cuando llega al gobierno la primera vez en 1969, no llega a improvisar, en las relaciones exteriores, cuenta ya con experiencia internacional, tiene roce acumulado desde los años principios de los 40, entre otras, tiene una pericia adquirida como representante de la OIT en Venezuela, como dirigente mundial de la democracia cristiana, obtenida tanto por su asistencia a las diversas reuniones de ODCA y su posterior ejerció de la organización, como de la Unión Democráta Cristiana Mundial de la cual fue su Presidente, también el ejerció de la Presidencia de la Cámara de Diputados (1959-62), le permitió establecer vínculos internacionales, además, de los diversos contactos que hizo en lo que podemos definir como los años de formación del político a lo largo de su vida, entre los años de 1933 y 1952, en entrevistas, encuentros, con políticos de primer nivel, conferencias que dictó, lo cual le permitió tener una visión, hacerse una idea, del entorno internacional y del conocimiento adquirido, por esos contactos, conversaciones con diversos líderes mundiales, jefes de estado, distintos Papas, acerca de la realidad política global y regional.

Ello unido, a una clara y robusta concepción desde el punto de vista doctrinario, que lo dió su formación política e intelectual basado en unos principios cardinales: la justicia social internacional, el pluralismo ideológico, la solidaridad pluralista y el bien común internacional, que le dio el sustrato y que complemento con los principios consagrados en la constitución nacional de 1961, en la acción del país en su primer gobierno y luego siendo un político más curtido veinte años después, lo ratificó aún más, 1994, mantuvo dichas directrices fundamentales: en la promoción de la democracia y su fortalecimiento, la no intervención y autodeterminación de los pueblos; entre otros. Unido a ello, a un claro criterio desde el punto de vista político-gerencial, en la escogencia de sus colaboradores, embajadores hombres o mujeres de su entera confianza por su experiencia diplomática o política, y la escogencia en el tren ejecutivo en materia de política exterior de dos venezolanos importantes: Arístides Calvani y Miguel Ángel Burelli Rivas, el primero, con afinidades e identificación plena con Calvani, para mi uno de los cancilleres más brillantes del siglo XX.

Por otra parte, Burelli, su adversario político, pero con una gran relación personal de respeto mutuo y político. A ambos cancilleres les unió a Caldera, la interpretación cabal de ellos como decisores políticos de lo que el Jefe de Estado deseaba del desarrollo de la política exterior y el desenvolvimiento de las relaciones internacionales, en diversos frentes bilaterales o multilaterales como: EE.UU, Colombia, Brasil, El Grupo de los Tres (en los 90), Grupo de Río, las Dos Cumbres de las Américas a las cuales Caldera asiste, Europa, EEUU, Grupo Andino, ONU, entre otros.

Cada Presidencia, tuvo contextos internacionales diferentes, el primero, en un entorno de guerra fría, escasos países democráticos, el inicio de los procesos de integración latinoamericana, y una democracia venezolana estable, el segundo, en un proceso de no confrontación de bloques, el desarrollo de la última fase de la globalización, la irrupción de lo digital y el internet y una democracia precaria ocasionada por la falta de consenso de las élites a diferencia de 1958 y agrietada, por los sucesos del 27 de febrero de 1989 y los intentos fallidos de golpe militar del 4 de febrero y 27 de noviembre de 1992, respectivamente, que ameritaba como decía Caldera, en aquél entonces, armar el rompecabezas y rescatar el orgullo de ser venezolanos.

En ese sentido, todo esto está vinculado a un exitoso uso de lo que yo he denominado una Diplomacia Presidencial, asertiva, con sentido de las proporciones, que unido a la ejecución que tuvo de la cancillería, que como aparato institucional y administrativo, implantó una política exterior venezolana con sentido de estado, sin sentirse líder de un movimiento ideológico o del mal llamado tercer mundo o ungido por los dioses para tener actitudes injerencistas en otros países o subordinadas a ideologías marxistas ajenas a nuestra tradición y vinculación occidental.


Esta Diplomacia Presidencial significó, a fin de cuentas, la definición para comprender el significado y sentido, que ha cobrado la diplomacia presidencial en el mundo contemporáneo, y cito a Sergio Danese. “…asume el nombre de diplomacia presidencial: la conducción personal de asuntos de política exterior, fuera de la rutina o de las atribuciones ex-oficio por el Presidente, ó en el caso de régimen parlamentario por el jefe de gobierno…”.

En ese sentido, no es sólo la concepción de dirección de la política externa y el desarrollo de los objetivos de política externa donde hay un diseño que abarca y guía la formación de la política y la acción, le da sentido de dirección de prioridades, de coordinación política, coherencia y perspectivas, capacidad de planificar el futuro. Recibía cuenta del canciller una o dos veces a la semana en sus dos períodos, detallista estaba al tanto de lo que sucedía al seno del MRE, es también la organización y formación de un equipo encargado de las relaciones exteriores, es la administración y supervisión de la política externa, especialmente en los casos de crisis, la habilidad para construir y mantener consensos en torno a sus políticas y la realización que hay de ella.

En otras palabras, con Caldera, la diplomacia presidencial, es la conducción personal del proceso decisorio de política externa; que va de una diplomacia de doctrinas a otra de diplomacia de encuentros, que tiene 18 modalidades que van desde el viaje cuando se es candidato a Presidente, encuentros regionales, subregionales, protocolares, escalas técnicas, visitas bilaterales unitarias que reúnen tres subcategorías: Visita de Estado, visita oficial y visita de trabajo, luego están los encuentros bilaterales, a compromisos regionales o multilaterales, encuentros de fronteras Encuentros de coaliciones limitadas a coaliciones pluriregionales como por ejemplo el La Comunidad Andina, Grupo de Río. En estos diferentes escenarios Caldera, represento a Venezuela, con prestancia y majestad, no haciendo el ridículo y respetando las normas protocolares de los países visitados. Sentimos un gran orgullo como venezolano y sin subordinarse a países regionales autocráticos como Cuba.

Siguiendo a Danese, tendremos que la Diplomacia Presidencial en cuanto el Presidente, él se envuelve directamente en el proceso decisorio de determinada acción de política externa donde encontramos tres límites que la marcan: a saber: los márgenes protocolarios y rutinarios, el uso intensivo y general de este instrumento y además, la promoción interna por la acción internacional, del Jefe del Estado ó de Gobierno, lo cual muestra el grado de compromiso del jefe de estado con la acción exterior. En esto Rafael Caldera, fue un maestro de la diplomacia y las relaciones exteriores, con un claro sentido de las proporciones, como solamente lo tienen los statemanship, con sobrada auctoritas. En materia internacional, el país, estuvo bien representado con prestancia, majestad y dignidad.

 

jesusmazzei@gmail.com      

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