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Se está expandiendo en la región una creciente admiración al presidente Nayib Bukele de El Salvador, con especial énfasis en líderes políticos inclinados al radicalismo, proceso que algunos definen como el «efecto Bukele» y, en esencia refleja una actitud más ideológica que razonada, pues resalta unas capacidades en gran medida sobre dimensionadas por la narrativa mediática que estimula el propio presidente. Frente al producto que se difunde, resulta conveniente promover un análisis crítico y reflexivo, para equilibrar, entre sus potenciales aportes, con los desaciertos y amenazas que el proyecto está generando.
El presidente Bukele y sus admiradores elaboran una larga lista de éxitos, tanto de su liderazgo, como de su gestión; empero, los hechos no cuadran con las aspiraciones. No podemos negar que el presidente representa un proyecto con elementos innovadores, particularmente en el manejo de las tecnologías de las comunicaciones, parte de la generación de «los millennias»; un liderazgo que reúne carisma, hábil oratoria relajada y cercana y mucha tecnología.
En tiempos de globalización, de múltiples redes y complejas interconexiones, se va construyendo un fenómeno mediático, que por lo general conllevan un alto contenido de manipulación, el manejo de narrativas que cautivan, estimulan las pasiones; pero sin mayores efectos en el bienestar social y la convivencia ciudadana.
En lo que respecta a la gestión, el presidente Bukele exhibe como tema estrella, importantes avances en materia de seguridad ciudadana. Indicadores positivos en reducción de homicidios, secuestros y extorsión; con la detención de aproximadamente sesenta mil miembros de las pandillas, particularmente los Mara Salvatrucha y Barrio 18 (BBC mundo 21/06/2023), que llevan años destruyendo la paz del pueblo salvadoreño.
El tema de la inseguridad y la violencia está afectando a la mayoría de los países de la región; en consecuencia, el cuadro de avances que presenta la administración del presidente Bukele, le está proyectando como un gobernante efectivo, cercano a los problemas más inmediatos de su población, generando gran interés en líderes políticos de la región, lo que expande el llamado «efecto Bukele».
Los avances en materia de seguridad son importantes, fundamentales para la población más vulnerable, pero en la medida que el gobierno va controlando todas las instituciones y reduciendo los espacios de la libertad de expresión y de organización, van surgiendo dudas sobre la real dimensión de los resultados.
Adicionalmente conviene mencionar que el exitoso plan de seguridad también presenta debilidades, los críticos destacan que resulta un plan efectista, con resultados de corto plazo, a un costo humano alto; pero que no enfrenta las causas estructurales del problema social en el país y, de hecho, en la medida que avanza la tendencia autoritaria del presidente, se reduce la confianza y la seguridad jurídica, lo que inevitablemente espanta la inversión extranjera, fundamental para desarrollar proyectos productivos que permitan crecimiento económico y bienestar social.
Junto a los avances en materia de seguridad, el gobierno suma resultados positivos en infraestructura y resalta lo que define como «el eficiente manejo de la pandemia del covid-19». Logros importantes que se deben consolidar, pero que van perdiendo brillo en la medida que crece la tendencia autoritaria del presidente.
Por otra parte, en necesario observar que hasta el momento la gestión no logra sumar mayores avances en el plano económico y social. El proyecto de transformación financiera del país en torno a las criptomonedas resultó un fracaso, con el rechazo de la comunidad financiera internacional. Recordemos que China considera ilegales todas las transacciones en criptomonedas.
En el ámbito de la política exterior el presidente Bukele también está promoviendo un viraje, pero en detrimento de los valores liberales, las libertades, la democracia y los derechos humanos. Al rechazar la crítica a su administración, considera que los gobiernos e instituciones occidentales que velan por el respeto de los derechos humanos, representan una intromisión en los asuntos internos y, en consecuencia, se va distanciando de las democracias y fortaleciendo sus vinculaciones con los gobiernos autoritarios, en particular con China y Rusia.
Las expresiones del autoritarismo del presidente Bukele van creciendo, al respecto cabe destacar, entre otras, la presión sobre el poder legislativo, llegando incluso a utilizar la fuerza pública dentro del recinto; el progresivo control del poder judicial y de las fuerzas armadas, que se convierten en una institución al servicio del proyecto político del presidente; las crecientes limitaciones a los medios de comunicación, el rechazo a la disidencia; son factores que van generando las condiciones para un control personalista del país.
En ése contexto, debemos resaltar que, con el apoyo de instituciones controladas, el presidente Bukele violenta el ordenamiento constitucional que impide la reelección, y se proyecta como presidente en el largo plazo.
El joven presidente ha cuestionado sistemáticamente el modelo de la política tradicional que se aísla del pueblo, sin mayor sensibilidad social. Sobre tales debilidades construyó gran parte de la campaña que lo lleva a la presidencia, una narrativa que lo vincula con los marginados y vulnerables; empero, ya en el poder, al rechazar la libertad de expresión y la crítica, progresivamente se va distanciando del pueblo, concentrado en una burbuja de poder a la que solo acceden sus aliados y fanáticos.
Lamentablemente pareciera que los elementos innovadores del proyecto Bukele, están siendo utilizados para la construcción de un esquema personalista y autoritario. Junto al control de las instituciones nacionales, la narrativa de la antipolitica, cuestionando permanentemente a los políticos y sus organizaciones, además de erosionar las instituciones democráticas, genera polarización y conflicto en la sociedad.
Pero, paradójicamente, en estos momentos el llamado «efecto Bukele» se encuentra en la cresta de la ola, con una sólida popularidad del presidente a nivel nacional e internacional. Lo que está generando gran interés en políticos de Centroamérica y del resto de la región, que asumen el estilo Bukele como necesario en estos tiempos tan complejos. Al respecto, debemos recordar que las experiencias sociales no se pueden trasladar de forma mecánica, las condiciones de El Salvador son específicas.
Ahora bien, teniendo en cuenta la delicada situación que está enfrentando la democracia en El Salvador y reconociendo las bondades que contempla el proyecto del presidente Bukele, resulta fundamental apoyar la voz de alerta temprana, que están planteando algunos gobiernos democráticos y organizaciones internacionales. Se trata de aprovechar los beneficios, consolidar los avances y corregir los errores.
Representaría una interesante innovación, que el presidente Bukele reaccione asertivamente y aproveche su fortaleza política, supere sus debilidades personales y logre avanzar en la construcción de un país de bienestar, abierto e inclusivo, que permita superar efectivamente los flagelos de la pobreza y la delincuencia que han desolado por años al pueblo salvadoreño, sin destruir las libertades y la democracia.
Félix Arellano es internacionalista y Doctor en Ciencias Políticas-UCV.
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