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Se ha celebrado una nueva reunión semestral de Jefes de Estado del Mercosur (la nro. LXII) en el puerto argentino de Iguazú los días 3 y 4 de julio, y los resultados reconfirman las tendencias negativas que han prevalecido en el proceso en los últimos años, entre otras, el desinterés por los aspectos técnicos, la concentración en aspectos políticos e ideológicos, lo que ha conllevado la permanente confrontación y el estancamiento, para los más críticos, el agotamiento del proyecto de integración.
La crisis estructural del Mercosur es compleja, profunda y de largo aliento. Varios aspectos fundamentales para la consolidación de la integración requieren de revisión; empero, han sido desplazados por la diatriba política e ideológica, que logró su máxima expresión con la incorporación del gobierno bolivariano de Venezuela como miembro pleno (presentada en el 2006, confirmada en el 2012), y no se ha logrado superar, no obstante, la suspensión del gobierno venezolano en el 2017.
Entre los temas técnicos que se han archivado, afectando el funcionamiento y eficiencia del bloque, se pueden mencionar: el sistema de toma de decisiones, con una supranacionalidad discrecional contradictoria; el mecanismo de solución de diferencias carente de la automaticidad necesaria; la ausencia de mecanismos de protección temporal y de equidad, en detrimento de los países y sectores productivos más débiles.
Tampoco se han atendido temas fundamentales, como las distorsiones y contradicciones presentes, tanto en la zona de libre comercio y, con mayor rigor, en la unión aduanera. Temas cruciales como las medidas no arancelarias o para arancelarias que afectan al programa de liberación, no ha sido objeto de la negociación que requieren, lo que afecta el libre comercio y deteriora la confianza de los sectores empresariales en el mercado ampliado.
La unión aduanera, cuyo Arancel Externo Común (AEC) fue aprobado mediante la Decisión 22/94 del Consejo Mercado Común en 1994, sigue enfrentando en estos momentos las excepciones que, con carácter temporal, se adoptaron originalmente; es decir, las listas de excepciones de cada país miembro, las listas de excepciones sectoriales (bienes de capital, bienes de informática y telecomunicaciones, sector automotor y sector azucarero), casos especiales de sensibilidad (juguetes, lácteos, duraznos en almíbar, materias primas de Uruguay y Paraguay e insumos agrícolas de Paraguay); así como las normativas aduaneras especiales de cada país miembro.
Las perspectivas de la unión aduanera se presentan inciertas si consideramos que las listas antes mencionadas han debido desaparecer y fueron renovadas en el 2022 por siete años. Adicionalmente, las negociaciones encaminadas a la revisión de los niveles arancelarios vigentes, han resultado tan lentas y difíciles, que el gobierno brasileño decidió una importante reducción de niveles arancelarios de forma individual.
Está en negociación la adopción de un mecanismo más flexible para la reducción de aranceles, –recordemos que la Comunidad Andina tenía el mecanismo reducción arancelaria para los casos de producción insuficiente– pero el gobierno uruguayo lo condiciona a la aprobación de otro esquema flexible para las negociaciones comerciales con terceros países. En el contexto de la globalización el AEC no resulta un mecanismo atractivo, al respecto, la Comunidad Andina lo suspendió mediante la Decisión 805 adoptada en abril del 2015 y el Mercosur exhibe un arancel externo poco común.
Otro tema vinculado a la unión aduanera que está generando crecientes tensiones entre los países miembros, tiene que ver con las negociaciones comerciales con terceros países. Uno de los temas centrales en la reciente cumbre. Recordemos que sobre el particular la normativa vigente, la Decisión CMC 327/00, establece que las negociaciones comerciales con terceros países se deben realizar en conjunto, para lograr la estabilidad del mercado ampliado y la unión aduanera.
Ahora bien, las experiencias han demostrado que la complejidad de las negociaciones conjuntas, limita seriamente los avances; para superar tal situación, los países han adoptado, un esquema más flexible, en las negociaciones con la región, construyendo en conjunto la parte normativa de los acuerdos y los anexos, particularmente lo relativo al programa de liberación, supeditados a negociaciones individuales de cada país miembro.
Con la región latinoamericana las negociaciones comerciales han avanzado, pero no es el caso con el resto del mundo, situación que ha cuestionado el presidente Luis Lacalle Pou del Uruguay, quien aspira que Mercosur avance en una mayor apertura comercial e inserción en el contexto económico internacional y propone una agenda de negociaciones ambiciosa, que incluye a las diez economías más importantes del planeta.
La propuesta uruguaya ha generado resistencias, pero el gobierno uruguayo insiste y, en tal sentido, ha iniciado estudios técnicos para evaluar una posible negociación comercial individual con China. El presidente Lula, tratando de calmar los ánimos del Uruguay, ha destacado que también Brasil tiene interés en la negociación con China, pero que en estos momentos la atención se debería concentrar en la revisión del acuerdo negociado con laUnión Europea, proceso que tardó más de una década y que aún espera por la ratificación; y, adicionalmente, culminar las negociaciones en curso con Canadá, Corea del Sur, Singapur y el Líbano.
Debemos tener presente que en Uruguay están previstas elecciones presidenciales para el 2024, de mantenerse el partido nacional (partido blanco) en la presidencia no sería de extrañar una ruptura con el bloque. Las resistencias a la propuesta uruguaya son fuertes, al punto que el gobierno argentino se ha retirado de las negociaciones que se adelantan con Corea del Sur y Singapur.
Junto a las tensiones que está generando el tema de las negociaciones comerciales, el fantasma ideológico, que tanto daño ha generado en la región y en el Mercosur, se avizora en el panorama, con algunos potenciales proyectos del presidente Lula, quien ha asumido la presidencia del bloque por los próximos seis meses. Entre los temas que podría promover la presidencia brasileña, en el corto plazo, destacan: la conformación de la moneda única del Mercosur; empero, el gobierno argentino está promoviendo la ampliación y consolidación del actual sistema de pago con monedas nacionales al interior del Mercosur.
Otros de los proyectos que están en el portafolio del presidente Lula son acelerar la incorporación de Bolivia como miembro pleno y la reincorporación de Venezuela. Tales proyectos, que tienen una carga político ideológica importante, encuentran serias dificultades. En el caso de Bolivia, la decisión está paralizada en el Congreso de Brasil, que el Partido de los Trabajadores no ha logrado controlar.
La reincorporación de Venezuela encuentra en estos momentos el rechazo de los gobiernos de Uruguay y Paraguay y, conviene recordar que las decisiones en el Mercosur se adoptan por unanimidad; en consecuencia, un voto negativo representa un veto.
La relación de Venezuela con el Mercosur es un tema complejo que amerita una atención especial, por lo pronto se puede destacar que ha sido un proceso discrecional sin reflexión técnica, ni consulta con los sectores involucrados y directamente afectados, una decisión adoptada por criterios estrictamente ideológicos, que ha generado problemas para todos, en particular para los miembros fundadores del Mercosur. Una eventual reincorporación exige de una profunda revisión de las condiciones originales de incorporación como miembro pleno.
Félix Arellano es internacionalista y Doctor en Ciencias Políticas-UCV.
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