Sergio Arancibia
Tomado de elmundo.com.ve
21/01/2016
La existencia de fallos del mercado justifican la
realización de cierta actividad gubernamental
Casi todos los países han creado en las últimas décadas,
dentro de su institucionalidad estatal o para estatal, agencias u organismos
especializados en la promoción de exportaciones. En América Latina algunos de
esos organismos han sido particularmente exitosos, entre los cuales se puede
mencionar a ProMéxico, a ProColombia y a ProChile, cada uno de los cuales ha
sido un apoyo importante en el proceso de internacionalización de las
respectivas empresas nacionales.
El Real Instituto Elcano, de España, en su último boletín de diciembre, publicó
un interesante artículo del Dr. E. Fanjul, en el cual se reflexiona sobre la efectividad
de las agencias de promoción de exportaciones existentes en el mundo. Gruesa
parte del artículo se basa, a su vez, en un estudio realizado al respecto en la
Universidad de Ginebra, en el cual se pasa revista a la experiencia de
aproximadamente 100 de estas agencias a nivel mundial. La idea central al cual
se llega en el estudio de la Universidad de Ginebra y en las reflexiones del
Dr. Fanjul es que las agencias de promoción de exportaciones son efectivas. En
otras palabras, que un dólar invertido en promoción de exportaciones, por la
vía de estas agencias estatales o paraestatales, tiene un efecto multiplicador
sobre las exportaciones: un dólar invertido en promoción de exportaciones se
traduce en más de 10 dólares de incremento en las aquellas exportaciones que
constituyen el universo meta de dichas agencias de promoción.
Se llega también a la conclusión de que estas agencias son más efectivas en la
medida en que su universo meta sean las empresas medianas. Es decir, no las muy
grandes ni las muy pequeñas. Las primeras tienen sus propios contactos y
relacionamientos internacionales y tienen la capacidad financiera como para
llevar adelante, con sus propios recursos, las actividades de información o de
promoción que estimen conveniente realizar. Convertir a ese tipo de empresas en
receptoras de la ayuda estatal se constituye en una subvención que no
incrementa lo que de todos modos éstas realizarían por sí mismas. Las empresas
muy pequeñas, a su vez, suelen no tener las condiciones tecnológicas ni administrativas
como para generar la competitividad propia de la internacionalización, y las
posibilidades de fracaso son muy altas. Un eventual fracaso puede incluso tener
efectos letales sobre algunas empresas pequeñas que se arriesguen en un terreno
para el cual no están cabalmente preparadas.
Otra conclusión que fluye de este artículo que comentamos es que las agencias
de promoción de exportaciones son más efectivas en la medida en que el sector
privado participa en los respectivos consejos de administración y en la medida,
también, de que el sector empresarial asume una parte significativa de los
gastos que van implícitos en las operaciones de promoción de exportaciones. La
subvención pura y simple, por parte de los organismos de promoción de exportaciones,
de todos los gastos y de todas las operaciones que se llevan adelante en ese
campo, no parece generar los incentivos suficientes como para que las empresas
involucradas hagan todos los esfuerzos que exportar implica. Así por ejemplo,
llevar empresarios a eventos feriales en el exterior, con todos los gastos
pagados, genera muchas veces una desatención de los respectivos stand y una
escasez de contactos comercialmente útiles.
El pensamiento liberal, pasado o presente, no ve con mucha simpatía la existencia
de estos organismos o agencias especializadas en la promoción e exportaciones.
Postulan que son meros mecanismos para subvencionar actividades que las
empresas pueden realizar por sí mismas y que no hay razones como para que ellas
se lleven adelante con fondos de todos los contribuyentes, en circunstancias
que la apropiación posterior de los beneficios es enteramente privada. En
realidad, la existencia de lo que los economistas llaman los fallos del
mercado, justifican plenamente la realización de ciertas actividades por la vía
de la acción gubernamental. En el campo del comercio internacional se hace
evidente que la información que se necesita para hacerse presente en un mercado
determinado no es transparente, es decir, que no está al alcance, por igual, de
todos los que eventualmente pueden necesitar de dicha información para
participar en ese mercado. Y participar sin la adecuada información es
participar con menores probabilidades de éxito. Cualquiera que sea el producto
que se analice, no hay acceso a información relevante sobre precios, ofertas,
demandas, calidades, tecnologías, permisologías y estructuras del mercado, en
cualquier parte del mundo. Y conseguir esa información, por parte de cada uno
de los posibles interesados en la misma, actuando cada uno por su cuenta,
tendría mayores costos que si la misma se consigue en forma centralizada y
compartida. Igualmente la promoción de una imagen país a nivel internacional es
una actividad que solo puede hacerse en forma centralizada. Otro ejemplo: la
participación en eventos feriales a nivel internacional se lleva adelante con
mejores resultados y con menores costos si se tiene un pabellón nacional, que
cobija a varias empresas con real capacidad competitiva, que si cada empresa
levanta y paga su propio stand.
Pero la actitud displicente con respecto a los organismos de promoción de
exportaciones no proviene solo del pensamiento liberal. En Venezuela se han
sumado tradicionalmente a esa postura todos aquellos que han visto en la
actividad petrolera una fuente inagotable de riqueza y de exportaciones para el
país, lo cual desalienta el estar asumiendo inversiones y preocupaciones
encaminadas a buscar otras actividades de exportación, cuando con el petróleo
basta y sobra. A esta altura de los tiempos ya no vale la pena estar
argumentado en contra de ese punto de vista. Luce demasiado evidente - además
de dramáticamente urgente- el promover las exportaciones no petroleras.
Sergio Arancibia
sergio-arancibia.blogspot.com
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