¿HACIA DONDE VA VENEZUELA? Perspectivas del desarrollo y de las opciones políticas.
EDUARDO ORTIZ RAMÍREZ
Aunque se
puede caer en la ociosidad, no deja de ser importante mirarnos con cierta
frecuencia sobre lo distante que estamos de otros en cuanto a desarrollo.
Más aun, después de décadas y varias administraciones -de distinto color-
que sumergieron la nación en un empobrecimiento alertado y
sostenido. La situación económica y social, comparando con lo que era la
nación en el siglo pasado, no está igual, se ha deteriorado grandemente.
Nuestras
vías de comunicación y los sistemas de transporte se deterioraron y no se
mejoran, desde los años noventa del siglo XX, mientras Alemania o Francia
inventan, gestionan o instalan hoy día, sistemas de transporte colectivo sin
chofer u otros gestionan prototipos de autos que ofrecen volar. Una economía
que no tiene para pagar sus obligaciones de deuda externa o arreglar las
escaleras mecánicas de su sistema metro, no puede convertirse en una Venezuela
potencia o en una nación del primer mundo. No se puede alardear de
tecnología si no se invierte en ella y se apuntala el sistema educativo con
recursos y estrategias de apoyo a la competitividad de la nación; mientras, en
Inglaterra o los EE.UU., ya hace tiempo que la ciencia ha pasado a estudiar
sofisticaciones como por qué la mordida del tigre dientes de sable era de esa
manera y no de otra, o si las ovejas pueden ser tan inteligentes como los
perros (ver www.dw.com 9/11/17).
Pero, no es
necesario compararnos con los más desarrollados para impresionarnos. Puede
hacerse con varios países latinoamericanos que han ido modernizándose, como
algunos de la Alianza del pacifico (Chile, Colombia, México y Perú). En
el caso de México, hay que reconocer las ejecutorias del programa México
Conectado (de hace algunos años), con inversión de recursos y dando acceso
a banda ancha a la población, así como su conexión con la educación y la
posibilidad de aprovechar sus aportes para la disminución de la brecha
digital. Pero también, avances en puntos específicos en sistemas de
transportes de países de América Latina
(Argentina, Colombia[1], Perú,
Chile) nos permiten apreciar cómo nos alejamos de la modernización y el
desarrollo.
ALGO DEL ENTENDIMIENTO TEORICO.
Harrison
(Lawrence Harrison, El subdesarrollo está en la mente: el caso
latinoamericano) nos dice que el subdesarrollo esta en la mente y
altamente determinado por los valores y la cultura -en nuestro caso, la cultura
ibérica y, en declaraciones que le hemos leído asigna la culpa a los españoles-.
Este autor cita, por cierto, como expertos a Francis Fukuyama o
a Álvaro Vargas Llosa, a pesar de lo valioso que han sido y son los
análisis acumulados dentro de la economía del desarrollo y por autores
como North, Nordhaus o Rodrik[2]. Varios
factores permiten presentar alternativas a esta perspectiva culturalista. Entre
ellos, la distribución de la riqueza, las gestiones
de gobiernos tradicionales y “revolucionarios” que se han regodeado en la
inercia, comodidad petrolera, poder concentrado en el Estado, complicidad,
falta de exigencias mutuas entre Estado y ciudadanos y fijación de grandes y
grandilocuentes metas que permiten desatender la no consecución de resultados
específicos, entre otros tantos factores.
Entre los
años cincuenta y sesenta del siglo XX, fueron numerosos los planteamientos que
se hicieron en diversos ambientes sobre el origen, causas y determinantes del
subdesarrollo. Los elementos culturales e institucionales de variado tipo,
fueron de los primeros en ser señalados en los ambientes académicos y de la
sociología en el mundo anglosajón (Freyssinet. El concepto de
subdesarrollo. UCV, Ediciones de la Biblioteca, Caracas). Nada
sustancial, nuevo o -mejor aún- trascendental, hay en los planteamientos
de Harrison. Por otra parte -y más de interés de nuestro lado-, la economía
del desarrollo, aun con los traspiés tenidos, al buscar aplicar modelos que
derivaban de lo observado en las sociedades más avanzadas, suministraba ámbitos
que debían ser de interés. Uno siempre presente ha sido el de la Convergencia/Divergencia
(puede verse por ejemplo Meier y Baldwin, Economic Development, 1957) en
relación a que el crecimiento en el nivel de ingreso general y percapita es
variable fundamental. Para las naciones ya avanzadas para los años cincuenta y
sesenta del siglo XX el problema era cómo mantener el nivel de crecimiento y,
para las naciones menos adelantadas, cómo acelerar el crecimiento mismo (notables los aportes de Irma Adelman).
Se ha hecho común comparar unos y otros niveles, evaluando su cercanía o
distanciamiento y, en el último medio siglo se ha apuntalado el viejo resultado
resumido en la idea de la brecha
que se ensancha -también, se ha extendido hacia otras áreas
incluyendo el propio concepto de brecha digital que ilustramos más
arriba, entre otros-.
De todo
este contexto, surgieron reacciones diversas. Por un lado, la Teoría
de la Dependencia que de
alguna manera apuntaló para algunos una especie de resentimiento eterno[3]
en América Latina, y la especie de visión sistémica del
capitalismo -años sesenta y setenta-, que insistió en las iniquidades de este
último a nivel mundial y le facilitó a algunos desatenderse del estudio de las
realidades nacionales. Los neoliberales y tecnócratas del campo de la economía
de aquel tiempo llegaron, incluso, a satanizar la expresión subdesarrollo,
por considerarla no acorde con sus preocupaciones técnicas. Por otro lado, se
desarrollaron los llamados modelos de crecimiento desequilibrado que
buscaron adaptar, inventar o ajustar la modelística tradicional a las naciones
subdesarrolladas. Pero, también, las perspectivas estructuralistas de CEPAL,
satanizadas con ignorancia y voluntarismo por muchos, fueron y son de interés
en la retrospectiva y en la elaboración de nuevas propuestas. También, en
varias Universidades de Europa, desde distintas disciplinas se estructuraron
escuelas para analizar la realidad del subdesarrollo latinoamericano creyendo,
sus integrantes, muchas veces, saber más que los analistas latinoamericanos o
criollos (localmente pueden mencionarse los aportes –en años como los sesenta-
de D.F. Maza Zavala, José Antonio Mayobre o Armando Córdova y Héctor
Silva Michelena, con aquel libro de Aspectos teóricos del
subdesarrollo, los dos últimos).
Hoy día,
las instituciones y los conflictos políticos, los flujos factoriales, las
asimetrías en la economía y el comercio internacionales con un multilateralismo
con permanentes desequilibrios, los problemas generados por los planes de
ajuste y estabilización (muy presentes en algunos años de las ultimas 3 o 4
décadas) y la necesidad de pensar y elaborar estrategias de crecimiento y
desarrollo creíbles y sostenibles forman parte, entre otros elementos, de
la agenda del desarrollo.
DESARROLLO,
IGUALDAD Y CALIDAD DE VIDA
La problemática y sentido de la igualdad en sus relaciones con la
equidad, la distribución del ingreso y la calidad de vida fueron destacados
por las teorías del desarrollo y por un conjunto de planteamientos desplegados
a la luz de los problemas para impulsar este último en países como los de
América Latina, frente a la aplicación recurrente de planes de ajuste y
estabilización. Venían ya los planteamientos del desarrollo a escala
con rostro humano, cuando surgieron a finales de los ochenta sus distintos componentes,
así como también, las condiciones de las que se parte para lo atinente
al ajuste. El concepto de calidad de vida manejado por A. Sen
(Nussbaum y Sen, La calidad de vida, Ed. FCE) insiste, por su parte,
no solo en el nivel de vida sino también en los entornos para alcanzar tal
nivel de vida.
Se sabe, fundamentadamente, que los socialismos reales
fracasaron en brindarle un aumento en los niveles de vida a sus poblaciones
integrantes. Los individuos de tales naciones, no
albergaban expectativas o un proyecto temporal de vida que
implicase que percibían cambios en sus vidas futuras. Tampoco son solución para
naciones como Venezuela, los viejos planteamientos de la planificación
concertada o la cogestión. Las naciones más avanzadas, que han
desarrollado un siempre referido y particular estado del bienestar (a
pesar de las crisis de este), se enfrentan hoy a proyecciones que albergan
cambios necesarios en sus -en varios casos- muy completos sistemas de
seguridad social. Pero también en las interrelaciones entre sus propias crisis
y fuerzas económicas como el caso de la relación China EE.UU. (como
acertadamente ha resaltado Dani Rodrik[4]
en años recientes)
Dos elementos, asociado uno a la transformación económica y,
otro, a la economía política, son importantes para Venezuela.
El primero concierne a las necesidades de transformación económica
que presenta la nación venezolana. Se entiende que la sociedad venezolana,
necesita en una porción importante de resultados económicos y sociales que
repercutan en su nivel de vida y en la contención de la aguda migración que
ha afectado al país y a sus pobladores en años recientes (se expresa en la perdida de
identificación de numerosos habitantes con las ideas del oficialismo). Se trata
de la necesidad de impulsar un régimen de economía de mercado donde existan y
se respeten los derechos de propiedad, la libertad y la propiedad privada. No
se trata de buscar la plena igualdad sino de facilitar, a través del empleo, de
un régimen adecuado de seguridad social y del desarrollo de las instituciones,
un aumento regular y sostenido en el bienestar de los pobladores de Venezuela.
Pero antes de eso, existirá la inmensa tarea de recuperar el desarrollo
perdido. Esto es: los niveles de vida -o expresiones alternativas- que se
venían alcanzando desde los sesenta y los setenta del siglo pasado, o una parte
de ellos.
El segundo elemento, de importancia para la economía política,
debería remitir a la flexibilidad que deberán presentar distintos agentes
económicos y sociales para permitir, facilitar o estimular el que los sectores
menos favorecidos en la distribución del ingreso y que se han visto acompañados
de integrantes de las antiguas clases medias, que han mirado alteradas sus
condiciones de vida por evolución del tipo de cambio, hiperinflación, escasez
de bienes y divisas, obstáculos de financiamientos y en generación de empleo.
En concreto: ¿será factible pensar para Venezuela una sociedad más equitativa
en la distribución del ingreso y que ello pueda convertirse en un
retroalimentador del propio crecimiento y desarrollo? Esto significa repartir
la torta, elaborar políticas adecuadas, canalizar bien los recursos, aplicar
una sensibilidad social que sea operativa y atender efectivamente a la
población y sus necesidades con el marco de una adecuada estrategia de
crecimiento y desarrollo. Esto no se ha logrado con las misiones, en
proceso desde 2004. Debe albergarse la posibilidad de que los sectores y
agentes económicos, así como los grupos sociales y políticos que ejercen
oposición al régimen y estilo de la administración actual, estén considerando,
con la debida fuerza, la necesidad de atender la problemática de la distribución
del ingreso. No necesita el país más populismo, ni de derecha ni de
izquierda. No necesita tampoco más revolucionarios de ideas no exitosas
o que se continuase con las mismas políticas actuales que se ha visto no han
surtido efecto para el desarrollo y recuperación de los niveles de vida otrora tenidos por los venezolanos. Pero
tampoco necesita a neoliberales extremistas que piensen que el
liberalismo extremo es la solución o que pase a ofrecerles a los venezolanos soluciones
inmediatas que no van a lograrse.
De no darse lo anterior, no solo se producirá anomia, decepción
y abstención para las posibilidades de desarrollar la democracia en Venezuela, sino
también aumentarán los impedimentos para canalizar colectivamente el esfuerzo
y entusiasmo nacional. Lo de la pobreza y su aumento, lo del deterioro del
salario real y la disminución de los niveles de vida, son problemas muy
concretos y con efectos y padecimientos que no son siempre fácilmente
percibidos por quienes no los hayan padecido, ni siquiera parcialmente, o
quienes, en funciones de gobierno, aunque se presenten como revolucionarios o
como muy técnicos en políticas económicas y amantes de la Democracia –unos u
otros-, pasan a comer y vivir muy bien. Son términos en los cuales hay que
pensar la Venezuela de hoy.
¿DE QUÉ SE
ALEJA EL PAÍS O A QUE SE ACERCA?
Venezuela se alejará más del desarrollo y la prosperidad sino se
presentan las adecuadas políticas, pero las mismas serán posibles solo en un escenario
de consenso como es visible en las experiencias internacionales del
desarrollo. La administración bolivariana desatendió una oportunidad notable para
retomar la ruta hacia el desarrollo, pero también lo hicieron, a su manera, las
administraciones entre finales de los setenta y finales de los noventa del
siglo XX. Se requerían adecuadas políticas, buenos equipos, sentido de la
oportunidad y concepciones dinámicas y de operatividad e impulso para la
economía. Se requerían y se requieren medidas de cierta urgencia y efectividad –como
las relativas a la atención de la inflación y la escasez productiva- para
evitar la erosión del país y la migración efervescente que se ha
profundizado en los últimos años, con alrededor de 8 millones de migrantes según
organismos del caso.
La acción
migrante de un pueblo sin experiencia y que no había tenido necesidad de ello,
es algo terrible. Pero, muy poco de
aquellas políticas, equipos y medidas, ha habido. Contrario a ello, con lo que
si convive cada día más la nación desde finales de los años setenta del siglo XX
–y correspondientemente es a lo que más se acerca-, es con un empobrecimiento
sostenido que, de manera fundamental, solo ha dejado de afectar a las
camarillas en distintos gobiernos y a los sectores mejor acomodados en la distribución
del ingreso, y que no es infrecuente se presenten como víctimas de trabajadores
y gobiernos.
12 de marzo 2024
@eortizramirez
[1] Eduardo
Ortiz Ramírez https://www.academia.edu/68994517/UNA_REVISTA_RAPIDA_AL_TRANSPORTE_P%C3%9ABLICO_COLOMBIANO_21_de_enero_2022.
[2]
Fue invitado Harrison a un evento organizado por la Cámara de Comercio, Cedice
y la embajada de los EE.UU. en 2001. Ramón Piñango, se refirió a sus planteamientos culturalistas señalando “…Me
irrita que gurúes tan simplistas pretendan decir cuál es el problema. En un
país como Venezuela, con una brecha tan inmensa entre clases sociales, una
visión culturalista actúa como un bálsamo en el alma de las personas, pues se
asume que el problema de la pobreza no obedece a una desigual distribución de
la riqueza, sino a patrones culturales. …¿Que esperanza podemos tener si para
progresar debemos cambiar la cultura? Mejor apagamos la luz y nos vamos…” (El
nacional día 1-7-01 H/4 y H/5)
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