miércoles, 6 de octubre de 2021

Tú no eres de aquí. En respuesta a Ignacio Echevarría

 

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RODRIGO BLANCO CALDERÓN

Tú no eres de aquí. En respuesta a Ignacio Echevarría

Rodrigo Blanco responde a las baterías de este «crítico xenófobo y sectario» contra 'Las ínsulas prometidas', el programa de entrevistas con escritores del Instituto Cervantes bajo la conducción de Juan Carlos Méndez Guédez

Rodrigo Blanco Calderón
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Cuando a un escritor se le exige ser neutral lo que se busca, en realidad, es neutralizarlo. Lo vimos hace poco en la pospandémica Feria del Libro de Madrid, cuyo país invitado fue Colombia. El embajador colombiano en España, Luis Guillermo Plata, justificó la exclusión de varios nombres fundamentales de la literatura de su país argumentando que la representación oficial debía estar conformada por escritores que fuesen políticamente neutrales. Esto con el objetivo de limpiar la dañada imagen del gobierno de Iván Duque, después de las últimas manifestaciones en su contra y de la sangrienta represión con que respondió.

Este es un gesto típico de los gobiernos autoritarios. Sin embargo, también es algo muy común entre esos comisarios intelectuales que hacen vida en la república de las letras. Incluso, o en especial, entre esos comisarios que han pasado a retiro por algún escándalo menor y que fueron despojados de su placa y su pistola. Es el caso de Ignacio Echevarría, quien ha firmado un destemplado artículo en contra del escritor venezolano Juan Carlos Méndez Guédez.

Bajo el título 'Una iniciativa esplendorosa»' Echevarría enfila sus baterías contra 'Las ínsulas prometidas', el excelente programa de entrevistas con escritores que acaba de sacar al aire el Instituto Cervantes bajo la conducción de Juan Carlos Méndez Guédez. Las críticas de Echevarría al programa, donde se ha entrevistado en sus primeras entregas a Bernardo Atxaga, Claudia Piñeiro, Leonardo Padura y Juan Gabriel Vásquez, son las esperables en estas polémicas de provincia: un cuestionamiento de los objetivos del programa y de los autores seleccionados. Hasta aquí nada nuevo. Lo verdaderamente indignante es cuando Echevarría dirige sus ataques al anfitrión, Juan Carlos Méndez Guédez.

Dice Echevarría: «Las entrevistas de ‘Las ínsulas prometidas’ las realiza el escritor venezolano Juan Carlos Méndez Guédez, del que admito no haber leído nada pero del que me consta que es un declarado y acérrimo antichavista, instalado en Madrid desde hace un porrón de años, donde predica que el presidente legítimo de su país es Juan Guaidó. Me pregunto si no se podía escoger a un tipo, si no más señalado literariamente, al menos políticamente más neutral, ya puestos».

De este párrafo, que hubiera suscrito sin dudas el embajador colombiano en Madrid, destacan dos cosas. La primera es la equivalencia que establece Echevarría entre sus lecturas y la literatura. Si Echevarría no lo ha leído, entonces Méndez Guédez (o cualquier otro autor que no haya caído en su diminuto radar) simplemente no existe. Esto, antes que poner en duda la calidad literaria del venezolano, refleja las falencias de Echevarría como crítico. Y no por no haber leído a un autor que ha publicado con editoriales tan señaladas como Alianza, Siruela y Páginas de Espuma, o que ha obtenido diversos premios dentro y fuera de España. Un autor cuyas novelas son estudiadas en universidades de Europa y los Estados Unidos. A fin de cuentas, no tenemos tiempo de leer todo lo valioso que se publica cada año. Lo insólito es que Echevarría identifique su criterio con, digamos, el universo.

Lo segundo a destacar es el cuestionamiento de la calidad del anfitrión del programa por ser «un declarado y acérrimo antichavista, instalado en Madrid desde hace un porrón de años». Esto es lo más alarmante e injusto. Si alguien se ha tomado el tiempo de ver las cuatro emisiones que hasta ahora existen de 'Las ínsulas prometidas' constatará la profesionalidad, calidez y entrega con que Juan Carlos Méndez Guédez ha llevado a cabo cada entrevista. Allí, Méndez Guédez ha hecho muestra no solo de un conocimiento riguroso de la obra de los entrevistados sino de una habilidad para construir un puente entre la trastienda literaria de los escritores y el curioso bazar de los lectores. Un espacio donde la literatura, en toda la complejidad y riqueza de la palabra, es (disculpen el lugar común) la protagonista.

Yo me pregunto si Echevarría hubiera exigido como requisito extracurricular una supuesta neutralidad política en el caso de que el anfitrión o la anfitriona de 'Las ínsulas prometidas' hubiera sido de nacionalidad española. Cuestionar las credenciales de un autor al que afirma no haber leído basándose solo en el 'argumento' de ser venezolano y además, para mayor vergüenza, un antichavista acérrimo, expele un tufillo xenófobo inocultable. Como si después de veinticinco años viviendo en España, en los que Juan Carlos Méndez Guédez se ha labrado un espacio laboral y literario a base de puro esfuerzo y talento, aún tuviera que soportar la mirada inquisidora del lugareño. De ese sheriff de pacotilla que te recuerda que tú no eres de aquí.

Y esto último es cierto. Si algo he aprendido en los pocos años que llevo fuera de Venezuela es que al emigrar uno ya no es de ningún lugar. No se puede volver al país natal y tampoco termina uno nunca de encajar en el país de acogida. A veces viene una turba de locales, como en la población de Iquique, en Chile, que quema los campamentos de refugiados venezolanos. Otras veces, como es el caso de Echevarría, son mucho más civilizados: solo te piden que te calles. Que te hagas a un lado. Otras veces, y son la mayoría, uno lo que recibe son oportunidades y afecto. Pero al voltear no está la familia ni los amigos para compartir la suerte de haber recalado en un país donde hay electricidad, agua, comida y no te matan en la calle.

Lo que demuestran episodios polémicos como el de Colombia, país invitado a la Feria de Madrid, o esta anécdota menor de un crítico xenófobo y sectario, es la urgencia de desvincular la apreciación que se tenga de la obra de los autores, de algo tan azaroso como lo es el lugar en el que nacen.

Esta fue, por cierto, una de las tantas lecciones que nos dejó ese gran escritor, migrante, gitano latinoamericano, incomprendido (en especial por sus viudos), que se llamó Roberto Bolaño.

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