EDUARDO ORTIZ RAMÍREZ
He visto a algunos opinadores de la
economía, en medios de información internacional o en el escenario nacional,
recomendar la dolarización con la facilidad con la que se pela una mandarina.
El mismo credo de los neoliberales extremistas, llevado al campo monetario y
cambiario, para convencer a la administración bolivariana –que no se convence
de nada distinto a lo que ya cree-, los agentes económicos y ciudadanos del camino a la felicidad que
significa la dolarización.
Efectivamente, Venezuela tiene una dolarización informal (dada las
determinaciones del dólar paralelo/marcador sobre los variados mercados) y no
como algo sano ni recomendable. Sucede que las distorsiones de los mercados
cambiarios, monetarios y financieros de la economía venezolana, asociados y/o
ligados a un Gobierno/Estado interventor -y supuestamente socialista y revolucionario-,
han producido, junto al manejo irregular y discrecional de las divisas en un
contexto de pugna, control político y rentismo, el que los agentes económicos
busquen opciones de salvación, en un contexto de deterioro de valores y de
escasas posibilidades de inversión y, para lo cual, se enfrentan a una
administración cada día más cómoda, indiferente y confundida; mientras, la crisis económica se agudiza, pero ni ella
globalmente, ni sus hacedores de políticas, ni sus asesores o acomodados, así
lo perciben. La dolarización informal
venezolana, por tanto, no es más que resultado de un Estado interventor, en una
economía donde este ofrece la mayor cantidad de divisas y que, ante lo agudo de
la situación, es capaz de señalar posibilidades
de ventas de autos en dólares, mientras el Presidente de FEDECAMARAS, Jorge
Roig, señala con razón, varios de los peligros
e injusticias que bordearían medidas como esa. Pasar de esto a la dolarización formal no es más que
decirle al enfermo: dejemos que la
enfermedad aumente y allí abran
soluciones. Los que pescan de un lado o de otro en rio revuelto, en varios
casos no les interesa mucho lo que puede pasar con un país.
Aceptar la globalización, no tiene
por qué significar entregarse de brazos abiertos a la dolarización o a otras
derivaciones de aquella. La globalización se encuentra por todas partes. Pero,
en variadas naciones, desarrolladas o en desarrollo, no se observan las
propensiones a asumir el dólar que algunos tienen o recomiendan para países como
Venezuela.
Tres desviaciones, en nuestra
opinión, han siempre perjudicado el entendimiento económico y la elaboración de
políticas en países como Venezuela. La primera de ellas, consiste en pensar que
lo malo siempre viene del sistema internacional -fue contundente su influencia
en algunas interpretaciones sobre el desarrollo latinoamericano en los años
sesenta y setenta-. La segunda, que lo bueno, como una salvación -en este caso
la dolarización-, también puede venir del escenario internacional. En este caso,
proporcionando capitales e inversiones. Y, la tercera, la generalización
relacionada con que lo que le sucede a una, dos o tres economías, es el destino
o el desempeño del resto de las naciones de la región. Esto es, Ecuador lo
hizo, podemos hacerlo.
Venezuela no es Ecuador, más allá de
los tremendismos y coincidencias con el Presidente Correa de parte de la administración
bolivariana. El Estado venezolano, su tamaño, rentismo y distorsiones alimentadas
desde la democracia de partidos en
los 25 años anteriores a la administración bolivariana, no es el Estado
ecuatoriano. Ecuador –entre otros aspectos- es una, relativamente pequeña economía
petrolera y se ha destacado ocupando durante tiempo el puesto de principal
productor de banano en el mundo; cosa que no es igual que competir con autos,
computadores o armas, pero genera una experticia. En ecuador existe disciplina turística,
y el transporte público ha funcionado de manera que ojala lo hubiéramos tenido
en algunos de sus aspectos. Panamá es un país muy particular, con una historia
y desarrollo institucional también específicos –sui generis, por expresarlo de
alguna manera-. Ninguna de las dos naciones es expresión de un contundente o
alto desarrollo. Venezuela, acumula una aguda crisis económica, que abarca bidireccionalmente
una intensa desinstitucionalización,
un desarrollo inocultable de la corrupción y un no menos pequeño deterioro de valores
de sus ciudadanos, que buscan aceleradamente refugio en el dólar y en la conformación tenebrosa de una ideología del –para no pocos casos- exilio civil, que tiene mil cabezas,
justificaciones y no menos confusiones.
En el caso de las propuestas de
dolarización, hay influencia de las dos últimas desviaciones que señalamos más
arriba. Con la segunda es directa la relación, en las ideas sobre las mejoras a
obtener en inversiones, crecimiento, inflación y otras variables, según sus
proponentes -bastante discutibles, por lo demás-. Pero, con la tercera, hay una
curiosa derivación. Ella es atinente a que, tradicionalmente, eran las llamadas
por organismos regionales -por ejemplo- economías grandes y medianas de la
región, las que se tomaban como ilustración para generalizar, según la
desviación que hemos acotado. Hoy en día, los defensores de la dolarización nos
vuelven a poner -puesto que hace quince años también lo hacían- como ejemplo a
seguir, el caso de Panamá o Ecuador, según ya indicamos. No parece lógico
recomendar políticas para Panamá partiendo de Brasil o Venezuela o, para estas
últimas naciones, partiendo de la primera.
La dolarización es, realmente, una
entrega total por la vía monetaria-cambiaria a las fuerzas económicas que
priman en el escenario económico internacional, abandonando ciertos mecanismos
de supervisión y control sobre la moneda y otras variables económicas. A un viejo,
respetado y muy preparado profesor le escuche alguna vez decir "la moneda
lo es todo". Pero, en el caso de una moneda que no está bajo el control
nacional, sino de un Estado y fuerzas externas y que presenta gran margen de
influencia y de actuación por parte de empresas internacionales -cuyo poder es
mayor que el de muchos pequeños estados- el espacio de interrogación es amplio.
¿Quién, con sensatez, puede creer que los problemas estructurales, de producción
y crecimiento que presenta Venezuela, van a obtener solución con nuevas situaciones
donde el Bancos Central pierda parte de su sentido –por lo menos normativo-? Es claro, por lo demás, que por el hecho de
que una economía asuma el dólar esto no le va a solucionar el conjunto de
restricciones que en los mercados financieros pueda tener para accesar a los
créditos. Igualmente es claro que. quien saca la moneda al mercado se
beneficiará grandemente del llamado señoreaje
-o diferencia entre el costo de ponerla en circulación y los valores
adquiribles con ella-.
En realidad, la oposición a la
dolarización debería llevar a la oposición al uso de cualquier otra moneda con
fines y sentidos similares a los que se proponen para el dólar -sin excluir,
por supuesto, la posibilidad de que puedan surgir arreglos monetarios que, en
el perfil más factible, adquieran dimensiones regionales-. No hay que ser antiimperialista
ni antinorteamericano para esto. Lo que hay es que rescatar la autonomía para
pensar y elaborar las políticas
económicas -que ya cuenta con cierta experiencia de pérdida, dadas las condicionalidades
que estuvieron relacionadas con los planes de ajuste y estabilización en anteriores
administraciones y con las tutelas externas en el caso de la administración
bolivariana-.
@eortizramirez
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