lunes, 18 de mayo de 2015

RETROCESO EN COMPETITIVIDAD Y DESARROLLO: NI PAIS DE CLASE MEDIA, NI POTENCIA AGRÍCOLA.


EDUARDO ORTIZ RAMÍREZ
Las tres últimas décadas intensificaron la discusión internacional sobre la competitividad de las naciones. Hoy día se trata de cadenas de valor y economía verde, dentro de otros tantos aspectos. Algunos remiten a la competitividad o al cambio climático y, de todos ellos, la nación venezolana –en la figura de la administración bolivariana- pareciera no demostrar el más mínimo interés. Pasando por  M. Porter y otros autores, así como por experiencias específicas de países, siempre se evidenció que demostrar aquella es atinente a captar nuevos mercados o a mantenerlos. Con un rasero así, Venezuela se aleja cada día mas de ser una nación competitiva, a no ser por lo que deriva de aquella ventaja que le molestaba a la PDVSA tradicional escuchar, y más aun a la actual, y es que nuestra competitividad petrolera deriva mayormente de una ventaja comparativa natural que -no siendo el caso de Noruega- termina convirtiéndose en el más craso rentismo que se aprovecha de un bien o medio de producción dado por la naturaleza.
Decía el Presidente Hugo Chávez que quería ver a Venezuela convertida en un país de clase media y que -con toda seguridad con las acciones que él tomaba sobre el latifundio y otros asuntos- íbamos a ser una potencia agrícola. Palabras más palabras menos, no ha terminado esto ni en lo uno ni en lo otro. Escasez, inflación, control de cambios, agricultura de puertos, endeudamiento con precios del petróleo altos -igual que en otras administraciones-, conforman un panorama nada exitoso. El desarrollo y la competitividad alcanzada antes de la administración bolivariana en variados aspectos y grados -y aun dentro de las reservas que pudiesen tenerse- se han literalmente perdido. El optimismo más pertinaz y la mejor eficiencia de cualquier administración futura se enfrentarán a una pesada carga de reconstrucción.
En estos menesteres, interesa destacar para esta nota, lo atinente a las exportaciones no petroleras, las cuales venían siendo un elemento por lo menos de interés y gestiones  en administraciones de los ochentas e inicios de los noventas. Todavía, en los primeros años de la administración bolivariana, pudo alcanzarse algún nivel de reconocer para las mismas a pesar de que no derivaba de acciones tomadas por esta administración, sino por algún tipo de arrastre de las políticas y procesos que antes de ella se habían estructurado. Hoy día, y más aún después de 2012, encontramos un panorama real mente preocupante. Veámoslo con las mismas cifras que suministra el INE, enfocando no ya en los montos, que son considerablemente bajos -a pesar de la voluntad del instituto de ignorar deterioros o magnificar mejoramientos según los casos de distintas variables-, sino en su composición sectorial.
Viendo las series enero-octubre para 2013 y 2014, podemos acotar elementos de interés. Para el periodo enero-octubre 2013, ascendieron las exportaciones no petroleras a 1.697 millones de $ y para el mismo período de 2014 a 2.573 millones de $. En 2013, los productos Agrícolas vegetales y los Alimentos, bebidas y tabacos solo representan 2,20% del total exportado y, en 2014, 1,50%. Por su parte, los rubros Material de transporte, Maquinaria y material eléctrico junto a Metales comunes y Plástico y manufactura alcanzan a alrededor de 33% del total, representando valores realmente insignificantes dentro del comercio internacional. En el año 2014, estas cuatro partidas representaron alrededor de 20% del total exportado. No queda sino decir que Productos minerales y Productos químicos, en ambos años, representan sobre el 60% del total exportado. Las diferencias del caso, en relación al total, las abarcan la partida Resto (ver www.ine.gov.ve). No solo las magnitudes, sino la composición misma de las exportaciones referidas, están alejadas de criterios de competitividad, al expresar en varios casos bajos grados de procesamiento y contenido tecnológico.
Con este cuadro, indudablemente que la economía venezolana tiene una alta montaña que subir para poder recuperar elementos de desarrollo y competitividad que había alcanzado y que perdió tal cual se señaló. La industria del automóvil, por ejemplo, presenta una situación altamente conflictiva  con sus solamente alrededor de 20.000 unidades producidas durante 2014 (en enero de 2015 se refirió el año 2014 como el peor para la industria desde 1962; ver R Deniz 30/01/15 www.runrun.es). Otros bienes, empezando por los alimentos, han venido desarrollando una alta dependencia de las importaciones. La leche -por ejemplo- se viene importando sistemáticamente de varios lugares como, entre otros, algunos países de Centroamérica. Naciones estas que no han tenido, por cierto, algunas de ellas, ni siquiera el estancado desarrollo agrícola que presentaba Venezuela y mucho menos el industrial en los años sesenta a los ochenta –grosso modo-. Lejos están los episodios de captación de mercados por parte de grupos empresariales venezolanos que habían venido atrayendo y manteniendo espacios de mercado y hoy día no albergan sino posibilidades de gestionar divisas muy lejanas para insumos que no pueden adquirir o inversiones que no pueden realizar; afectándose con ello, las posibilidades de generar empleo y crecimiento. 
La situación muy probablemente se complicará con la especie de dolarización informal que viene avanzando en la economía venezolana. Las determinaciones de precios vía dólar paralelo no son sino eso. La expectativa creciente ante lo que sucede en cuanto al dólar, a diferencia de la desvalorización creciente de lo que era en otro tiempo el esperanzador –para la administración bolivariana- Bolívar Fuerte, no es sino eso. Más aún, se le añade hoy día, al mercado informal de transacciones en dólares, que de unos años a acá viene creciendo en la economía venezolana, la posibilidad de que empresas que no son ni pequeñas ni medianas, ni industrias nacientes –o cualquier otro término que pueda usarse-, puedan materializar compromisos de ventas en dólares. La sociedad y el mercado rentista venezolano, seguramente, más que generar contenciones a presiones y  comportamientos aviesos, tenderán -en el contexto económico e institucional existente- a apuntalar más distorsiones estructurales y de mercado, a partir de tal medida.

@eortizramirez 

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