EDUARDO ORTIZ RAMÍREZ
Las tres últimas décadas
intensificaron la discusión internacional sobre la competitividad de las
naciones. Hoy día se trata de cadenas de
valor y economía verde, dentro
de otros tantos aspectos. Algunos remiten a la competitividad o al cambio
climático y, de todos ellos, la nación venezolana –en la figura de la
administración bolivariana- pareciera no demostrar el más mínimo interés.
Pasando por M. Porter y otros autores, así como por experiencias específicas de
países, siempre se evidenció que demostrar aquella es atinente a captar nuevos
mercados o a mantenerlos. Con un rasero así, Venezuela se aleja cada día mas de
ser una nación competitiva, a no ser por lo que deriva de aquella ventaja que
le molestaba a la PDVSA tradicional escuchar, y más aun a la actual, y es que
nuestra competitividad petrolera deriva mayormente de una ventaja comparativa natural que -no siendo el caso de Noruega-
termina convirtiéndose en el más craso rentismo que se aprovecha de un bien o
medio de producción dado por la naturaleza.
Decía el Presidente Hugo Chávez que quería
ver a Venezuela convertida en un país de
clase media y que -con toda seguridad con las acciones que él tomaba sobre
el latifundio y otros asuntos-
íbamos a ser una potencia agrícola.
Palabras más palabras menos, no ha terminado esto ni en lo uno ni en lo otro.
Escasez, inflación, control de cambios, agricultura de puertos, endeudamiento
con precios del petróleo altos -igual que en otras administraciones-, conforman
un panorama nada exitoso. El desarrollo y la competitividad alcanzada antes de
la administración bolivariana en variados aspectos y grados -y aun dentro de las
reservas que pudiesen tenerse- se han literalmente perdido. El optimismo más pertinaz y la mejor eficiencia de
cualquier administración futura se enfrentarán a una pesada carga de
reconstrucción.
En estos menesteres, interesa
destacar para esta nota, lo atinente a las exportaciones
no petroleras, las cuales venían siendo un elemento por lo menos de interés
y gestiones en administraciones de los
ochentas e inicios de los noventas. Todavía, en los primeros años de la
administración bolivariana, pudo alcanzarse algún nivel de reconocer para las mismas
a pesar de que no derivaba de acciones tomadas por esta administración, sino
por algún tipo de arrastre de las políticas y procesos que antes de ella se
habían estructurado. Hoy día, y más aún después de 2012, encontramos un panorama
real mente preocupante. Veámoslo con las mismas cifras que suministra el INE, enfocando no ya en los montos, que
son considerablemente bajos -a pesar de la voluntad del instituto de ignorar
deterioros o magnificar mejoramientos según los casos de distintas variables-,
sino en su composición sectorial.
Viendo las series enero-octubre para
2013 y 2014, podemos acotar elementos de interés. Para el periodo enero-octubre
2013, ascendieron las exportaciones no petroleras a 1.697 millones de $ y para
el mismo período de 2014 a 2.573 millones de $. En 2013, los productos Agrícolas
vegetales y los Alimentos, bebidas y tabacos solo representan 2,20% del total
exportado y, en 2014, 1,50%. Por su parte, los rubros Material de transporte, Maquinaria
y material eléctrico junto a Metales comunes y Plástico y manufactura alcanzan
a alrededor de 33% del total, representando valores realmente insignificantes
dentro del comercio internacional. En el año 2014, estas cuatro partidas
representaron alrededor de 20% del total exportado. No queda sino decir que
Productos minerales y Productos químicos, en ambos años, representan sobre el
60% del total exportado. Las diferencias del caso, en relación al total, las
abarcan la partida Resto (ver www.ine.gov.ve).
No solo las magnitudes, sino la composición misma de las exportaciones
referidas, están alejadas de criterios de competitividad, al expresar en varios
casos bajos grados de procesamiento y contenido tecnológico.
Con este cuadro, indudablemente que
la economía venezolana tiene una alta montaña que subir para poder recuperar
elementos de desarrollo y competitividad que había alcanzado y que perdió tal cual se señaló. La industria
del automóvil, por ejemplo, presenta una situación altamente conflictiva con sus solamente alrededor de 20.000
unidades producidas durante 2014 (en enero de 2015 se refirió el año 2014 como
el peor para la industria desde 1962; ver R Deniz 30/01/15 www.runrun.es). Otros bienes, empezando por los
alimentos, han venido desarrollando una alta dependencia de las importaciones.
La leche -por ejemplo- se viene importando sistemáticamente de varios lugares como,
entre otros, algunos países de Centroamérica. Naciones estas que no han tenido,
por cierto, algunas de ellas, ni siquiera el estancado desarrollo agrícola que
presentaba Venezuela y mucho menos el industrial en los años sesenta a los
ochenta –grosso modo-. Lejos están los episodios de captación de mercados por
parte de grupos empresariales venezolanos que habían venido atrayendo y
manteniendo espacios de mercado y hoy día no albergan sino posibilidades de
gestionar divisas muy lejanas para insumos que no pueden adquirir o inversiones
que no pueden realizar; afectándose con ello, las posibilidades de generar
empleo y crecimiento.
La situación muy probablemente se
complicará con la especie de dolarización
informal que viene avanzando en la economía venezolana. Las determinaciones
de precios vía dólar paralelo no son sino eso. La expectativa creciente ante lo
que sucede en cuanto al dólar, a diferencia de la desvalorización creciente de
lo que era en otro tiempo el esperanzador –para la administración bolivariana- Bolívar Fuerte, no es sino eso. Más aún,
se le añade hoy día, al mercado informal de transacciones en dólares, que de
unos años a acá viene creciendo en la economía venezolana, la posibilidad de
que empresas que no son ni pequeñas ni medianas, ni industrias nacientes –o
cualquier otro término que pueda usarse-, puedan materializar compromisos de
ventas en dólares. La sociedad y el mercado rentista venezolano, seguramente, más
que generar contenciones a presiones y
comportamientos aviesos, tenderán -en el contexto económico e
institucional existente- a apuntalar más distorsiones estructurales y de
mercado, a partir de tal medida.
@eortizramirez
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