EDUARDO ORTÍZ RAMÍREZ
Releyendo a Phyllis Deane -destacada economista e
historiadora de la economía inglesa- en su libro El Estado y el sistema económico. Una introducción a la historia de la
economía política (Barcelona, Crítica. 1993) -obra por lo demás que no
intenta ser ni exhaustiva ni completa sobre la temática-, pueden destacarse dos
perfiles de interés que, más allá de sus restricciones temporales y entre
variados que analiza la autora, presenta la economía política.
Uno primero,
concierne a la importancia de los elementos sociológicos e institucionales.
Como se sabe, no siempre se logra la efectiva incorporación de tales elementos
en los análisis económicos. Debe aceptarse, sin embargo, que el insuficiente
desarrollo institucional de los países latinoamericanos y en particular de
Venezuela -donde se ha convertido en desinstitucionalización
la refundación de las instituciones
de la administración bolivariana-, ha llevado a que tales elementos se
incorporen a la discusión y a las necesidades analíticas pugnando incluso
algunos criterios que habían estado establecidos como el de las mejores prácticas (varios trabajos de Rodrik y trabajos del BID
abordan esta discusión).
Algunos procesos fundamentales como la
inflación en las economías más avanzadas, han tenido determinaciones en
elementos de esa naturaleza, tal cual quedó demostrado a partir de distintas
discusiones que se relacionaron con la aplicación, entendimiento y limitaciones
de la llamada curva de Phillips, que relaciona inflación y desempleo. En tal
sentido, resalta la autora, los aportes que se han hecho del lado de la llamada
nueva macroeconomía clásica o escuela de la expectativas racionales que
“…postula que los agentes de las economías de mercado están fundamentalmente
interesados en maximizar su propio interés personal y que los precios del
mercado son barómetros e indicadores sensibles de las condiciones económicas
presentes y futuras. A partir de estos supuestos, las políticas keynesianas de gestión
de la demanda no pueden alterar los parámetros naturales del sistema económico
establecidos por fuerzas históricas e institucionales, entre otras” (pg. 197).
Estas dimensiones están considerablemente alteradas en Venezuela, con el
estatismo desarrollado por la administración bolivariana y la correspondiente
distorsión de los precios relativos que ha hecho que se pierda todo parámetro.
El segundo perfil atañe a la popularidad, difusión o interrelación que pueden presentar
ciertas propuestas hechas desde la economía política, con la actividad de
distintos agentes sociales y económicos y de manera más específica con los
ubicados como políticos. Señala
Deane que, estos últimos, y las élites instruidas en general, tienden a exigir
a los expertos en economía criterios políticos entendibles, demostrables y
aplicables. De nuestra parte acotamos que expresiones de esto se convierten en
una especie de menosprecio por la teoría que termina en aquella frase cómoda de
“me puedes dar un ejemplo”. Pero
también, una segunda deformación
derivada de esta posición de los políticos
es un pragmatismo sin consecuencias para la ejecución de determinados proyectos
y que se resume en aquella frase “hagámoslo,
si resulta está bien y, si no resulta, igualmente está bien”.
Otro elemento dentro de este segundo
perfil, es cómo se estructura la jerarquía de problemas de interés para la
economía política y los economistas. Las determinaciones vienen tanto por el
lado de las propias prioridades de los políticos
en el sentido ya planteado, como por las prioridades que establecen los
economistas académicos en sus programas de investigación. Es categórica la
autora, para insistir en que, los valedores definitivos de una parte importante
de los pronunciamientos derivados de la economía política contemporánea
–incluso pensando después de varias décadas de aparecido el libro de
referencia- y de la investigación asociada a ella, terminan siendo los
políticos, empresarios, funcionarios y periodistas.
Sin embargo, varias de las
discusiones tenidas en las últimas décadas del siglo XX y las propias
autoevaluaciones dentro de la economía, por una parte, así como los propios
avatares en lo que atañe a la gestión económica en un contexto de discusiones
sobre las opciones estado-mercado, fueron llevando a distanciamientos entre las
esferas mencionadas. En esto habría influido, también, el carácter cada día más
especializado del propio conocimiento económico o una especie de sofisticación
en los pronunciamientos, que habría generado distancias y dificultades de
entendimiento -incluso- dentro de los propios economistas.
Un elemento adicional señalado por
Deane, es la posibilidad de que en las gestiones de algunos gobiernos -de
países desarrollados- se haya generado la necesidad de crear o expresar su
propia economía espuria como vía de
justificación de políticas específicas. Y pone como ejemplo, el caso de la
llamada economía de oferta que habría permitido justificar políticas de recorte
de impuestos buscando estimular la inversión y el empleo. Otros gobiernos,
según Deane, habrían optado por lo que se ha llamado, en ciertos ambientes, la economía de andar por casa que se
basaría en la intuición de los profanos,
el empirismo y la teorización casual.
Es verificable que, en el caso de
algunos países América Latina, estos
habrían creado su propia economía
espuria a partir de los vaivenes derivados de los extremismos asociados a
la dicotomía Estado-Mercado o las modas venidas o en algunos casos estimuladas
–por qué no decirlo- desde el mundo anglosajón. O arribadas u originadas de la
propia demagogia del populismo, de la cualidad de algún petroestado como Venezuela y, más particularmente, de su rentismo
capitalista o socialista/bolivariano. Este último contexto del mismo, habría
apuntalado, en el régimen que lo impulsa u usufructúa en Venezuela su propia versión de la economía de andar por casa o más específicamente una política
económica itinerante, conflictiva, alteradora de los intereses de bienestar de
una porción alta de la población venezolana (alta escasez de bienes, inflación
de dos dígitos altos con tendencia hacia los tres dígitos con la
correspondiente desvalorización y distorsión de sueldos y salarios, inseguridad
profusa y creciente, imposibilidad de viajar, entre otros aspectos), mientras
sostiene beneficios y componendas ilícitas para los cercanos a las camarillas
del poder central, y que se sustenta en una teorización casual/adaptativa. Una
de las expresiones de esto se encuentra en varios de los cambios observados en
hacedores de políticas y funcionarios que se comprometieron hasta más no decir
y hoy se apartan de la misma política y los mismos dirigentes mantenidos en la
administración bolivariana.
eortizramirez@gmail.com
@eortizramírez
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