miércoles, 6 de mayo de 2015

UN PERFIL DE ECONOMÍA POLÍTICA PARA VENEZUELA

EDUARDO ORTÍZ RAMÍREZ
Releyendo  a Phyllis Deane -destacada economista e historiadora de la economía inglesa- en su libro El Estado y el sistema económico. Una introducción a la historia de la economía política (Barcelona, Crítica. 1993) -obra por lo demás que no intenta ser ni exhaustiva ni completa sobre la temática-, pueden destacarse dos perfiles de interés que, más allá de sus restricciones temporales y entre variados que analiza la autora, presenta la economía política.
Uno primero, concierne a la importancia de los elementos sociológicos e institucionales. Como se sabe, no siempre se logra la efectiva incorporación de tales elementos en los análisis económicos. Debe aceptarse, sin embargo, que el insuficiente desarrollo institucional de los países latinoamericanos y en particular de Venezuela -donde se ha convertido en desinstitucionalización la refundación de las instituciones de la administración bolivariana-, ha llevado a que tales elementos se incorporen a la discusión y a las necesidades analíticas pugnando incluso algunos criterios que habían estado establecidos  como el de las mejores prácticas (varios trabajos de Rodrik y trabajos del BID abordan esta discusión).
Algunos procesos fundamentales como la inflación en las economías más avanzadas, han tenido determinaciones en elementos de esa naturaleza, tal cual quedó demostrado a partir de distintas discusiones que se relacionaron con la aplicación, entendimiento y limitaciones de la llamada curva de Phillips, que relaciona inflación y desempleo. En tal sentido, resalta la autora, los aportes que se han hecho del lado de la llamada nueva macroeconomía clásica o escuela de la expectativas racionales que “…postula que los agentes de las economías de mercado están fundamentalmente interesados en maximizar su propio interés personal y que los precios del mercado son barómetros e indicadores sensibles de las condiciones económicas presentes y futuras. A partir de estos supuestos, las políticas keynesianas de gestión de la demanda no pueden alterar los parámetros naturales del sistema económico establecidos por fuerzas históricas e institucionales, entre otras” (pg. 197). Estas dimensiones están considerablemente alteradas en Venezuela, con el estatismo desarrollado por la administración bolivariana y la correspondiente distorsión de los precios relativos que ha hecho que se pierda todo parámetro.
El segundo perfil atañe a la popularidad, difusión o interrelación que pueden presentar ciertas propuestas hechas desde la economía política, con la actividad de distintos agentes sociales y económicos y de manera más específica con los ubicados como políticos. Señala Deane que, estos últimos, y las élites instruidas en general, tienden a exigir a los expertos en economía criterios políticos entendibles, demostrables y aplicables. De nuestra parte acotamos que expresiones de esto se convierten en una especie de menosprecio por la teoría que termina en aquella frase cómoda de “me puedes dar un ejemplo”. Pero también, una segunda deformación derivada de esta posición de los políticos es un pragmatismo sin consecuencias para la ejecución de determinados proyectos y que se resume en aquella frase “hagámoslo, si resulta está bien y, si no resulta, igualmente está bien”.
Otro elemento dentro de este segundo perfil, es cómo se estructura la jerarquía de problemas de interés para la economía política y los economistas. Las determinaciones vienen tanto por el lado de las propias prioridades de los políticos en el sentido ya planteado, como por las prioridades que establecen los economistas académicos en sus programas de investigación. Es categórica la autora, para insistir en que, los valedores definitivos de una parte importante de los pronunciamientos derivados de la economía política contemporánea –incluso pensando después de varias décadas de aparecido el libro de referencia- y de la investigación asociada a ella, terminan siendo los políticos, empresarios, funcionarios y periodistas.
Sin embargo, varias de las discusiones tenidas en las últimas décadas del siglo XX y las propias autoevaluaciones dentro de la economía, por una parte, así como los propios avatares en lo que atañe a la gestión económica en un contexto de discusiones sobre las opciones estado-mercado, fueron llevando a distanciamientos entre las esferas mencionadas. En esto habría influido, también, el carácter cada día más especializado del propio conocimiento económico o una especie de sofisticación en los pronunciamientos, que habría generado distancias y dificultades de entendimiento -incluso- dentro de los propios economistas.
Un elemento adicional señalado por Deane, es la posibilidad de que en las gestiones de algunos gobiernos -de países desarrollados- se haya generado la necesidad de crear o expresar su propia economía espuria como vía de justificación de políticas específicas. Y pone como ejemplo, el caso de la llamada economía de oferta que habría permitido justificar políticas de recorte de impuestos buscando estimular la inversión y el empleo. Otros gobiernos, según Deane, habrían optado por lo que se ha llamado, en ciertos ambientes, la economía de andar por casa que se basaría en la intuición de los profanos, el empirismo y la teorización casual.
Es verificable que, en el caso de algunos países  América Latina, estos habrían creado su propia economía espuria a partir de los vaivenes derivados de los extremismos asociados a la dicotomía Estado-Mercado o las modas venidas o en algunos casos estimuladas –por qué no decirlo- desde el mundo anglosajón. O arribadas u originadas de la propia demagogia del populismo, de la cualidad de algún petroestado como Venezuela y, más particularmente, de su rentismo capitalista o socialista/bolivariano. Este último contexto del mismo, habría apuntalado, en el régimen que lo impulsa u usufructúa en Venezuela  su propia versión de la economía de andar por casa o más específicamente una política económica itinerante, conflictiva, alteradora de los intereses de bienestar de una porción alta de la población venezolana (alta escasez de bienes, inflación de dos dígitos altos con tendencia hacia los tres dígitos con la correspondiente desvalorización y distorsión de sueldos y salarios, inseguridad profusa y creciente, imposibilidad de viajar, entre otros aspectos), mientras sostiene beneficios y componendas ilícitas para los cercanos a las camarillas del poder central, y que se sustenta en una teorización casual/adaptativa. Una de las expresiones de esto se encuentra en varios de los cambios observados en hacedores de políticas y funcionarios que se comprometieron hasta más no decir y hoy se apartan de la misma política y los mismos dirigentes mantenidos en la administración bolivariana.
eortizramirez@gmail.com
@eortizramírez


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