Coto Cerrado
Humberto
García Larralde, economista, profesor (j), Universidad Central de Venezuela, humgarl@gmail.com
Y en ejercicio de su propiedad exclusiva sobre una
nación que le han arrebatada a los venezolanos, procedieron a privatizar los
bienes públicos y a demoler toda restricción a la depredación de sus riquezas.
No sólo acabaron con las partidas de mantenimiento y de inversión de empresas e
institutos públicos, se chuparon íntegro su flujo de caja –en particular, la de
PdVSA y de las empresas básicas y de servicio--, inventando contratos con
compañías de maletín, comisiones escondidas o “por servicios”, compras
ficticias (con abultado sobreprecio), financiamientos que terminaron en sus
bolsillos --pero cargados al presupuesto nacional-- y cuantas marramucias
fueron capaces de idear. Rafael Ramírez, ahora “opositor”, presidió el mayor
saqueo de una empresa jamás visto, con terribles daños para la industria
petrolera y para el país en general. La explosión de la Refinería de Amuay en
2012, que dejó 55 muertos, más de un centenar de heridos y destruyó decenas de
casas, es apenas la expresión más visible y trágica de esta devastación. Jorge
Giordani, ministro de Planificación de Chávez durante casi toda su gestión,
reconoció en 2016 --como quien no tuviese nada que ver con ello-- que se
habrían malversado unos USD 300.000 millones durante la última década. Los
recurrentes apagones, el suministro tan esporádico de agua, la ausencia de gas
y de gasolina, que hoy constituyen el sufrimiento cotidiano de todo venezolano
que no pertenezca a la oligarquía militar y civil que se cogió al país, tienen
su causa en tal expoliación. Pero ésta, olímpicamente, culpa a las sanciones de
los EE.UU.
Luego de exprimir al máximo la “caja” del sector
público, va ahora por el capital. Con tal fin, la asamblea constituyente
fraudulenta aprobó una llamada ley “antibloqueo”; una patente de corso para
desguazar los activos del país. Claro está, “¡en defensa de los intereses del
pueblo trabajador”! Esa “ley” autoriza a los jerarcas al mando a “desaplicar”
el ordenamiento legal –incluidas las leyes viciadas que ellos mismos se
hicieron aprobar—para ofrecerle estos activos al mejor postor. Garantiza,
además, la confidencialidad (el secreto cómplice) sobre tales transacciones. No
se rendirán cuentas –la transparencia hace años que desapareció de su
diccionario—, por lo que se le extiende un manto de impunidad a los infractores
(nacionales o extranjeros) que participen en estos desfalcos. De hecho, ya
Maduro había barrido con todo requerimiento legal que impidiese ofrecerles a
sus cómplices el saqueo de las riquezas minerales de Guayana, amén de lo que
queda de PdVSA.
Los comicios amañados de diciembre, al igual que los anteriores
para la “constituyente” y la fraudulenta “reelección” de
Maduro, tienen como finalidad terminar de ponerle un candado a su propiedad.
Cual dados cargados, su diseño sólo permite que triunfe al
chavo-madurismo. Copar todas las
instituciones formales, con las trampas que sean, facilitará
seguir expoliando la nación. Ya el mafioso máximo, Diosdado Cabello, se frota
las manos anunciando, con su acostumbrado sadismo, la
persecución de los actuales diputados de la Asamblea Nacional, una vez tome
posesión la que se elija tramposamente en diciembre.
Nos enfrentamos a una monstruosidad impensada,
insospechada en la intensidad de su maldad y por su absoluto desprecio por los
sufrimientos de los venezolanos, como por su empeño en acentuarlos con tal de
permanecer en el poder. Tal insensibilidad y falta de humanidad para con sus
compatriotas no sólo obedece a las enormes fortunas amasadas, sus camionetotas
y demás privilegios que exhiben, ostentosamente, ante al pueblo que dicen
representar. También se refuerza con una construcción ideológica que, cual
imagen espejo, invierte la culpabilidad para hacerlos aparecer como
“revolucionarios”, víctimas del imperio. Y con esa cantinela siguen campantes,
cayéndose a embustes con supuestos planes para el futuro, como si su
permanencia en el poder fuese cosa ya dictada por la providencia. No es menester que sean creíbles los clichés que
a diario repiten. Éstos sirven
para obnubilar la mente y no tener que
enfrentar las terribles consecuencias de sus atropellos. Suprimen toda noción de culpa y disuelven, con un discurso
maniqueo, cualquier freno
moral a sus desmanes. Reiteran conspiraciones inagotables, siempre promovidas por el
imperio, como explicación de su fracaso al frente del Estado. Tal blindaje ideológico es
reforzado
por una “izquierda” internacional exquisita, que sirve de caja de resonancia a sus idioteces, en procura tremendista
de acaparar
resentimientos autóctonos. Este blindaje
explica su crueldad y su capacidad de aguante. El sufrimiento del pueblo en
absoluto es razón a considerar para
entretener posibilidades de abrirles paso a quienes
sí ofrecen
soluciones, El reciente despojo y acoso de dos ONGs -- Alimenta
la Solidaridad y Caracas Mi Convive, partícipes del Plan de
Respuesta Humanitaria de las Naciones Unidas--, que coordinan el suministro
de comida a unos 25.000 niños en 14 estados, confirma que, a la hora de las
definiciones, los necesitados están, a los ojos de Maduro, del lado enemigo.
Que no quepa la menor duda de que la prolongación del régimen
sólo acarreará mayores padecimientos a la población. La actividad económica,
que se reducirá este año a apenas la cuarta parte de la que era cuando asumió
Maduro, va a continuar con su caída libre; la hiperinflación seguirá corroyendo
la exigua capacidad adquisitiva de las mayorías; la Guardia Nacional y otros
cuerpos, esquilmando al pueblo; y los aparatos represivos ejercitando el
terrorismo de Estado, con apoyo del alto gobierno.
Von
Stauffenburg y Rommel, artífices de triunfos militares nazi –sobre todo el
segundo—, pudieron redimirse parcialmente ante la historia con el atentado
–lamentablemente fallido—contra Hitler en 1944. Que no haya habido acción
análoga en Venezuela contra Maduro y su combo, aunque deprimente, no debe
impedir que sigamos insistiendo en resquebrajar la cohesión que, hasta ahora,
mantiene ese antro.
Pero no debemos
esperar soluciones mágicas. En EE.UU., parece que nunca estuvieron todas las
opciones sobre la mesa para sacar a Maduro, a pesar de los alardes de Trump.
Debemos construir una estrategia sólida, que avance con pies de plomo, para
abrir las puertas a algún tipo de negociación para reinstaurar, cuanto antes,
la democracia. Se juega lo que hemos conocido como el país Venezuela.
Esta
negociación sólo tendrá sentido si se hace desde una posición de fuerza, capaz
de obligar al fascismo a pactar las condiciones de su salida. Las fuerzas
democráticas en Venezuela deben mostrar la fuerza y la unidad de propósitos,
para proyectarse claramente como la alternativa capaz de restablecer un régimen
democrático, respetuoso de los derechos humanos y participante activo en la
futura prosperidad de América Latina. De ahí la importancia de la consulta del
12 de diciembre, capaz de aglutinar y motivar a la población en la exigencia de
elecciones libres, creíbles y auditables, de manera de proyectar un contraste
claro con la farsa del 6 de diciembre que adelanta el fascismo.
Esperemos que
Biden, una vez presidente de EE.UU., apoye con firmeza e inteligencia, la
concreción de elecciones presidenciales en Venezuela, con las garantías
debidas. Asimismo, que ponga su peso en neutralizar las acciones de Rusia,
Irán, China y Cuba, a favor de Maduro. La carta de negociación sería el
levantamiento progresivo de las sanciones contra la verificación de pasos
concretos, por parte del fascismo, a favor de la realización de elecciones en
las condiciones deseadas. Pero es imprescindible contar con una oposición
venezolana revitalizada para fundamentar las transformaciones a emprender.
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