UNA CONVERSACIÓN CON MI
HIJO EL MIGRANTE
EDUARDO ORTIZ RAMÍREZ
Esta nota no persigue descubrir nada,
sino solo revelar algo que asimilé de una conversación con mi hijo Eduardo Abel, migrante desde hace cerca
de un lustro a un país del Sur, con la inmensa alegría de reencontrarnos con él
y, aun teniendo iguales deseos para mi hija Gaby; así sale esta nota del
caso.
Después de haber pasado quizás cerca
de una cuarta parte del tiempo señalado, laborando intensamente para satisfacer
la necesidad fundamental y primigenia de
todo migrante o de la mayoría, la cual es sobrevivir, pudo ubicarse en una
empresa del caso, en el ámbito de su profesión de economista. Muy bien tratado
y muy buenos rendimientos tuvo allí por varios años, ahora transitará a otro país
del Sur, contratado por una empresa más grande, de mayor dimensión y con
mejores condiciones laborales.
Estando en la conversa con él y a
sabiendas de que se trata de un migrante,
busqué indagar sus percepciones sobre la cultura, desempeños y tratos del país
en cuestión en cuanto a los migrantes.
Sus expresiones fueron taxativas e independientes de que uno haya tenido
contacto, permanencia y desempeños en otros países. Dijo él así entonces: “eso no interesa”; “no hay tiempo para
pensar en esas cosas ni evaluarlas, pues solo hay tiempo para las presiones,
los cumplimientos, las necesidades, las molestias con unos y otros, venezolanos o del país en
cuestión -por pequeñas que sean-, la vida hogareña y la continuidad permanente
de la presión sabiendo que se han dejado cosas que se extrañan”.
Mi impresión fue mayor cuando hablando
de su caso, pues le toca mudarse con pleno interés, satisfacción y deseo a otro
país, por una mejor oferta de trabajo, hecha
por una empresa mayor, tal cual señalamos, me indicó: “…al dejar Venezuela extrañé y sigo extrañando muchas cosas, pero ahora
pasaré a extrañar a este país, en el cual he tenido varios años de vida,
experiencias, satisfacciones, logros y dificultades”. Pensé que se trata
ahora de un desarraigo ampliado a dos países, pues observé había aprendido a
querer a ese país de su primera migración. En ese momento le dije: “Has aprendido mucho, sigue adelante”.
Lo dramático es que nada de lo satisfactorio
logra, a pesar de todo, compensar los sentimientos, sufrimientos y
extrañamientos que han pasado y siguen pasando numerosas familias venezolanas,
por todo lo que ha implicado la migración de casi 8 millones de sus habitantes,
lo cual es decir más que toda la población de Noruega.
¡Adelante Eduardo!
4 de diciembre de 2023
@eortizramirez
eortizramirez@gmail.com
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