Fe y ciencia: José Gregorio Hernández
Su beatificación, y el decreto
de canonización, de este pasado mes de febrero, y la ceremonia de canonización
este próximo 19 de octubre, nos recuerda que no es incompatible la fe y el
ejercicio de una profesión científica o humanista
JESÚS E. MAZZEI ALFONZO
16/10/2025 05:01 am
El próximo 19 de octubre será un día histórico para Venezuela, país que
clama por cosas y buenas noticias. Hoy a tres días de su canonización estamos
en vísperas de un acontecimiento que abarca diversas dimensiones de la vida
humana: lo religioso, lo ético, el ejemplo moral y un acontecimiento vital que
no tiene paragón.
En efecto, el pasado día 25 de febrero, los venezolanos recibimos una anhelada
y esperada noticia, desde 1939, y gracias a los diferentes arzobispos, laicos
que llevaron su causa y postulación a través de los años con tenacidad y
paciencia cristiana, la declaración por fin, de beato del Dr. José Gregorio
Hernández, como santo, ya hace cinco años éste pasó, la etapa previa previo al
santoral cristiano, el día del Sagrado Corazón de Jesús, el pasado 29 de junio
de 2025, se cumplieron 102 años, del infausto accidente que truncó su vida
terrenal, pero, lo llevo a la vida eterna, desde donde cuida de su amada
Venezuela.
Además, está la declaración de santidad también, de la hermana Carmen Rendiles,
ambos ejemplos de servicio y ejemplo cristiano en la vida de la sociedad civil.
Esperamos por otra parte, que la madre María de San José, pronto llegue también
a los altares de la santidad.
En ese sentido, y con respecto a la medicina en mi familia sobre todo por el
lado materno y paterno, tenemos ejemplos de grandes médicos desde mi tataratío
el Dr. Francisco Antonio Rísquez, (tío pancho) ex rector de la UCV y que desde
el año 1998 sus restos mortales reposan en el Panteón Nacional, quien fue su
contemporáneo, fue tío materno de mi bisabuela materna Vita Niochet Rísquez de
Martínez, están entonces, mi tío abuelo Dr. Arminio Martínez Niochet, su hijo
Edgar Martínez, y su hijo mayor también médico Dr. Edgar Martínez jr, Imelda
Campo Martínez de Asen, brillante dermatóloga quien trabajó con el Dr. Jacinto
Convit, en el Instituto de Medicina Tropical, el esposo de prima Gleydes Rubio
Martínez, que para mí fue una persona muy especial y apreciado en la familia
como un tío, el Dr. Ramón Arrivillaga, eminente oftalmólogo, el cual me vio
nacer.
Está, igualmente por otra parte, el hijo de primo hermano el Dr. Edward de Veer
Alfonzo, Frederik de Veer, en la Facultad de Medicina siguió esa tradición y es
hoy un médico en plena formación académica y formación profesional, en cirugía
general, que aspira en un futuro no lejano especializarse en el área
Cardiovascular, es pues fiel representante de las nuevas generaciones de mi
familia materna que se han dedicado a la medicina, lo cual significa que se
mantiene la tradición de buenos y serviciales médicos en la familia.
Por el lado paterno, mi padre Dr. Jesús E. Mazzei Berti y mis primos por parte
paterna, el Dr. Francisco González Berti y sus hijos el Dr. Gregorio González,
la Dra. Grecia González, y el Dr. Camilo González; y por el lado de los Mazzei,
la Dra. Silene Mazzei, médicos en diferentes especialidades hablan muy bien del
nivel alcanzado por la medicina venezolana, por ello, valoró lo importante que
es la medicina en mi familia como vocación y oficio. Y con sus matices en
diferentes épocas, se vivió la devoción a José Gregorio Hernández, como médico
y hombre de fe.
En tal sentido, José Gregorio, encarna muy positivamente la síntesis, de la fe
y la ciencia; la fe, que, según la RAE, es la primera de las virtudes
teologales: luz y conocimiento sobrenatural con que sin ver se cree en lo que
Dios dice y la iglesia propone y además, el conjunto de creencias de alguien y
ciencia, conocimiento cierto de las cosas por sus principios y causas, es un
cuerpo de doctrina metódicamente formado y ordenado, que constituye un ramo del
saber humano. Fue un hombre de fe, que la defendió con su pares, por ejemplo
con Luís Razetti, quién le practica la autopsia de ley en su fallecimiento, los
debates que tuvo con su colega y otros contemporáneos como Rafael
Villavicencio, que estaban influenciados por las corrientes positivistas tan de
boga en la Venezuela de finales del siglo XIX e inicios del XX, que influenció
las diversas ramas del saber y a las escasas elites del país en aquel entonces,
como abogados, ingenieros, entre otros, pues, bien José Gregorio se mantuvo
firme en sus creencias y convicciones y además, compatibilizarlas con un uso
solidario y cristiano del ejercicio de la medicina como docente, investigador y
médico de familia.
Se doctoró en Medicina en la Universidad Central de Venezuela el 29 de junio de
1888; en pleno ascenso del positivismo, como paradigma científico en todas las
ramas del saber en la Venezuela del siglo XIX, y en la medicina en particular,
en esos días en presencia del Rector, como era costumbre sacó dos temas o
ponencias que luego debía de desarrollar ante un jurado examinador, estos
fueron 1º) La doctrina de Laennec, que asienta la unidad del tubérculo, frente
a la escuela de Virchow, que sostiene la dualidad; y 2º) La fiebre tifoidea
típica de presentarse en Caracas, es solo excepcionalmente. Curiosamente estas
estaban relacionadas con enfermedades bacterianas, campo en el cual se verá
centrada su profesión médica ulteriormente, ya que es considerado el fundador
de la bacteriología en Venezuela y América Latina.
Al graduarse se va a su tierra natal y allí recibe el llamado de uno de sus
profesores, Calixto González, quien mucho lo distinguía y apreciaba, para que
regrese de inmediato a Caracas, pues lo había recomendado al gobierno para una
beca de estudios en Europa. El presidente Rojas Paúl, por falta de médicos
especialmente dedicados a la experimentación en 1889, decreta que, por cuenta
del gobierno, se nombre al joven médico venezolano, de buena conducta y
reconocidas aptitudes, para que se traslade a Francia, a estudiar teoría y
práctica en las especialidades de microscopia, histología normal y patológica,
bacteriología y fisiología experimental, con la asignación de seiscientos
bolívares mensuales. Trabajó en los laboratorios de Charles Richet, (Premio
Nobel 1913), fisiología experimental en la Escuela de Medicina de París que
había sido colaborador de Etienne Jules Marey y a la vez discípulo del sabio
Claude Bernard máximo exponente de la medicina experimental en Francia; con
Mathias Duval histología y embriología y con el eminente Isidor Strauss que
había sido discípulo de Emile Roux y Charles Chamberland quienes lo fueron a la
vez de Louis Pasteur, bacteriología.
Hoy en la entrada, de la Facultad de Medicina de la UCV, su escultura preside
el ingreso del Instituto de Medicina Experimental, desde 1950, gracias a la
escultura de Francisco Narváez, es considerado el último tomista como afirma mi
estimado profesor del doctorado en ciencias políticas y eminente médico Gustavo
Villasmil, en un artículo en Prodavinci que recomiendo buscar y releer.
Así como los trabajos del Dr. Rogelio Altez, también mi profesor del doctorado
en ciencias políticas, en el mismo Prodavinci, donde relata con lujo de
detalles muy interesantes el papel del trío de eminentes médicos de la época,
para tratar la gripe española, Razetti, Rísquez y Hernández, por
ejemplo “…El total de fallecidos por la influenza entre octubre de 1918 y
diciembre de 1919 en toda Venezuela fue de 23.318 personas. Sobre una población
total que se estimaba en 2.362.977 habitantes esto representa prácticamente el
1 % de ese total…” y como afirma Altez, citando a Razetti…” La Junta de
Socorros de 1918, no obstante, tenía muy clara la situación, especialmente ante
un virus que ya había demostrado su eficacia en otras latitudes. «La
experiencia ha demostrado que la profilaxia colectiva contra la gripe es
imposible y hasta ahora ningún servicio sanitario ha podido impedir la
importación de la enfermedad, ni detenerla en su marcha invasora a través de
los continentes». Aun así, las medidas tomadas apuntaban a impedir el contagio:
«El papel del higienista se limita a aconsejar la profilaxia individual, cuya
expresión más cabal es el aislamiento, porque el contagio de la gripe es
siempre inter-humano…” eso lo tenían claro los médicos. Lamentablemente, José
Gregorio no vivió la evolución y tratamiento de la pandemia, por su repentina
muerte.
Su beatificación, y el decreto de canonización, de este pasado mes de febrero,
y la ceremonia de canonización este próximo 19 de octubre, nos recuerda que no
es incompatible la fe y el ejercicio de una profesión científica o humanista,
porque en ella se refuerza y se entrelazan en valores y principios religiosos,
éticos y morales, que dan la madera, en el ejercicio de nuestras profesiones,
él fue una evidencia viviente, sincera, honesta y solidaria, de sus creencias
en el ejercicio como brillante médico y es uno, de los paradigmas hoy aún más,
en su Facultad de Medicina de la UCV y ejemplo, para los jóvenes que se gradúan
en esta noble y sacrificada profesión. Es un testimonio de fe, ciencia,
humanismo y servicio. Amén.
jesusmazzei@gmail.com
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