martes, 17 de marzo de 2015

El poder real de Estados Unidos

Joseph S. Nye*
La ‘era americana’ no ha concluido, pero va a experimentar cambios importantes
En la historia moderna ningún país ha tenido tanto poder militar mundial como los Estados Unidos y, sin embargo, ahora algunos analistas sostienen que este país está siguiendo los pasos de Reino Unido, el último país hegemónico en el mundo que terminó decayendo. Esa analogía histórica, aunque resulta cada vez más popular, es engañosa.
Gran Bretaña nunca fue tan predominante como los EE UU en la actualidad. Desde luego, mantuvo una armada cuyo tamaño equivalía a las dos flotas siguientes combinadas y su imperio, en el que nunca se ponía el sol, gobernó a una cuarta parte de la humanidad, pero había muchas diferencias entre los recursos de poder relativos de la Gran Bretaña imperial y los de los Estados Unidos contemporáneos. Al estallar la Primera Guerra Mundial, Gran Bretaña ocupaba sólo el cuarto puesto entre las grandes potencias en cuanto a personal militar, el cuarto en PIB y el tercero en gasto militar.
El Gobierno del imperio británico dependía en gran parte de tropas locales. De los 8,6 millones de soldados británicos en la Primera Guerra Mundial, casi una tercera parte procedía del imperio de ultramar, por lo que, cuando empezaron a intensificarse los sentimientos nacionalistas, al Gobierno de Londres le resultó cada vez más difícil declarar la guerra en nombre de un imperio.
Cuando se produjo la Segunda Guerra Mundial, la protección del imperio se había vuelto más una carga que un activo. El hecho de que Reino Unido estuviera situado tan cerca de potencias como Alemania y Rusia le resultó aún más grave.
Pese a lo mucho —y poco rigurosamente— que se habla de un “imperio americano”, la realidad es que Estados Unidos no tienen colonias que deban administrar y, por tanto, dispone de una mayor libertad de maniobra que Reino Unido de entonces y, como está rodeado de dos océanos y no tiene vecinos amenazadores, le resulta mucho más fácil protegerse.
Esto último tiene relación con otro problema que plantea la analogía con un país hegemónico mundial: la confusión sobre lo que de verdad significa el término “hegemonía”. Algunos observadores equiparan ese concepto con el de imperialismo, pero EE UU es una prueba clara de que un país hegemónico no ha de tener necesariamente un imperio propiamente dicho. Otros definen la hegemonía como la capacidad para establecer las normas del sistema internacional, pero sigue sin estar claro cuánta influencia en ese proceso debe ejercer el país hegemónico respecto de otras potencias.
Otros más consideran que “hegemonía” es sinónimo de control del mayor número de recursos de poder, pero, conforme a esa definición, no se podía considerar hegemónica a la Gran Bretaña del siglo XIX, que en el apogeo de su poder en 1870 ocupaba el tercer puesto por su PIB (detrás de Estados Unidos y Rusia) y el tercero en gasto militar (detrás de Rusia y Francia), pese a su predominio naval.
De forma similar, quienes hablan de la hegemonía americana a partir de 1945 no tienen en cuenta que la Unión Soviética tuvo un poder militar equiparable al de los EE UU durante más de cuatro decenios. Aunque este último país tenía un poder económico desproporcionado, su margen de maniobra político y militar estaba limitado por el poder soviético.
Algunos analistas califican el período posterior a 1945 de orden jerárquico encabezado por Estados Unidos con características liberales, en el que los EE UU brindaban bienes públicos dentro de un sistema poco rígido de normas e instituciones multilaterales que dejaba voz y voto a otros Estados más débiles. Señalan que para muchos países puede ser racional preservar el marco institucional, aun cuando los recursos de poder de los Estados Unidos decaigan. En ese sentido, el orden internacional encabezado por Estados Unidos podría sobrevivir a la primacía americana en materia de recursos de poder, aunque muchos otros sostienen que el surgimiento de nuevas potencias augura el fin de dicho orden.
Pero, por lo que se refiere a la era de una supuesta hegemonía de los EE UU, siempre ha habido mucha ficción mezclada con la realidad. Más que un orden mundial, fue un grupo de países con una mentalidad similar, la mayoría de ellos situados en el continente americano y en la Europa occidental, que comprendía menos de la mitad del mundo y sus efectos para con los que no eran miembros de él —incluidas potencias importantes como China, India, Indonesia y el bloque soviético— no siempre fueron benignos. En vista de ello, sería más preciso llamar “semihegemonía” la posición de Estados Unidos en el mundo.
Naturalmente, este país mantuvo sin duda el predominio económico a partir de 1945: con la devastación de la Segunda Guerra Mundial en muchos países, EE UU producía la mitad del PIB mundial. Esa situación duró hasta 1970, cuando su participación en el PIB mundial bajó hasta el nivel anterior a la guerra, es decir, la cuarta parte, pero, desde un punto de vista político o militar, el mundo era bipolar, pues el poder de la Unión Soviética era equiparable al de Estados Unidos. De hecho, durante ese período hubo ocasiones en las que este último país no pudo defender sus intereses: la Unión Soviética consiguió armas nucleares, los comunistas conquistaron el poder en China, Cuba y la mitad del Vietnam, la guerra de Corea acabó en punto muerto y las rebeliones de Hungría y Checoslovaquia fueron sofocadas.
Sobre ese telón de fondo, la de primacía parece una descripción más precisa de la desproporcionada (y mensurable) parte de poder correspondiente a un país en las tres clases de recursos: el militar, el económico y el blando. Ahora la cuestión es la de si la era de la supremacía de Estados Unidos está tocando a su fin.
Dada la imprevisibilidad de la evolución de los acontecimientos mundiales, resulta imposible, naturalmente, responder a esa cuestión de forma rotunda. El ascenso de fuerzas transnacionales y actores no estatales, por no hablar de potencias en ascenso como China, indica que se perfilan grandes cambios en el horizonte, pero sigue habíendo razones para creer que, al menos en la primera mitad de este siglo, Estados Unidos conservará su primacía en materia de recursos de poder y sigue desempeñando un papel fundamental en el equilibrio mundial de poder.
En una palabra, si bien la era de la primacía de EE UU no ha concluido, va a experimentar cambios importantes. Lo que está por ver es si esos cambios aumentarán la seguridad y la prosperidad mundiales o no.
*Joseph S. Nye es profesor en la Universidad de Harvard, presidente del Consejo del Programa Mundial sobre el Futuro de la Gobernación, del Foro Económico Mundial, y autor de Is the American Century Over? (¿Se ha acabado el siglo americano?). Traducido del inglés por Carlos Manzano. © Project Syndicate, 2015. www.project-syndicate.org. En El País, 13 MAR 2015

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