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Felix Arellano
Ahora, la dictadura está
concentrando el discurso en el tema del bloqueo, pero las señales de cambio y
apertura son tan débiles, que pareciera que todo el proceso de apertura se
puede ir al traste por la soberbia del comunismo y su pánico a los cambios
Desde que se anunció con bombos y
platillos el restablecimiento de relaciones entre Estados Unidos y Cuba, luego
de tantas décadas de enfrentamiento, las expectativas y el ruido que se ha generado
han sido muy grandes. Muchas visitas oficiales, incluyendo al Papa Francisco.
Con el ánimo de dinamizar el proceso el Presidente Obama ha realizado avances
importantes en temas como: remesas, viajes, visas, retirar a Cuba de listas
negras; empero, no se aprecian mayores cambios en Cuba.
Ahora, la dictadura está
concentrando el discurso en el tema del bloqueo, pero las señales de cambio y
apertura son tan débiles, que pareciera que todo el proceso de apertura se
puede ir al traste por la soberbia del comunismo y su pánico a los cambios. Un
tema que se repite insistentemente tiene que ver con las inversiones y, en
efecto, es un tema clave, para Cuba existencial.
Hace muchos años se acabaron las
dádivas soviéticas y, ahora se agotan las venezolanas. El comunismo, como es su
práctica, destruyó la economía empobreció la población y ahora necesita retomar
la senda del mercado, para generar ingresos y bienestar; pero el fanatismo
comunista y su ceguera ideológica no le permite reconocer su colosal fracaso y
tienen pánico que los necesarios cambios puedan significar el principio del fin
para la dictadura.
Para que las inversiones se
orienten a la isla se requiere de cambios profundos en múltiples aspectos
económicos, jurídicos, sociales y políticos. Los proyectos que aspira y espera
Cuba son multimillonarios, pero no ofrece la más remota señal de seguridad
jurídica. El país sigue dependiendo de un solo individuo que controla todos los
poderes y que a sus amigos otorga privilegios, pero si caes en desgracia, caminas
al infierno.
Las multimillonarias inversiones
directas, no golondrinas, que se asentarían en Cuba para aprovechar sus
condiciones naturales o el puerto de alto calado de Mariel, construido por
empresas brasileñas, exigen de condiciones locales muy claras y seguras; por
ejemplo, un poder judicial autónomo, un claro y seguro respeto a la propiedad
privada, una legislación laboral clara, unas políticas cambiarias, financieras
y fiscales estables, unos servicios públicos eficientes, una seguridad social.
Nada de esto se encuentra en Cuba, ni se observan señales de cambio. La
dictadura puede pregonar sobre su supuesta estabilidad, todo pareciera
controlado y seguro, pues con el uso y abuso de la fuerza todo se decide,
controla y destruye; empero, en esencia, la situación es muy frágil y
representa un enorme potencial de inestabilidad para las grandes inversiones.
Paradojas que vivimos, muchos
años de falso discurso comunista satanizando al mercado, las inversiones y su
cercano vecino: los Estados Unidos. Si hubiera alguna coherencia lo lógico
sería que la dictadura de la camarilla comunista propiciara el bloqueo para
mantenerse aislada e inmune del sátrapa imperialista. Pero eso es discurso de
galería, para tranquilizar a fanáticos radicales, en realidad Cuba añora, desde
hace varios años, las inversiones del imperio.
La ubicación de Raúl en el poder
generó la expectativa de un nuevo Deng Xiaoping, pero los movimientos han sido
muy tímidos, la apertura les genera pánico, es probable que la población
engañada, manipulada y amedrentada adquiera progresiva consciencia de la farsa
y de la necesidad de las transformaciones, lo que sería el fin de tantos años
de falso discurso y mucho daño, no solo para los cubanos.
A los aliados radicales del
castrismo, como al proceso bolivariano, también les preocupa los posibles
cambios en la isla, es una mala señal que debilita los falsos discursos y
evidencia que el problema no es el mercado, son las políticas equivocadas y la
corrupción.
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