Tomado de www.prodavinci.com
Por Asdrúbal Oliveros | 10 de junio, 2016
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Durante los últimos meses el consenso entre la mayoría de los
analistas económicos cuando se hablaba de la situación en Venezuela era
caracterizarla como un país en recesión económica. Incluso, se ampliaba el
concepto a estanflación, dada la problemática inflacionaria que nos acompaña
desde hace algún tiempo. Sin embargo, dada la profundidad de los múltiples
desequilibrios, este término ya se quedó corto. Ahora lo que Venezuela
experimenta es, sin duda, una depresión económica. Comparada con 2013, la economía
venezolana habrá perdido en términos reales una cuarta parte de su tamaño al
cierre de este 2016 y el PIB medido en dólares corrientes, tendrá una
reducción de 47%. Estas cifras no tienen precedente en nuestra historia
económica contemporánea.
Desde la perspectiva social y laboral, el deterioro de la calidad de
vida de los venezolanos no tiene precedente alguno. Según las cifras del Banco
Central de Venezuela (BCV) la inflación de 2015 cerro en 180,9%. Nuestros
estimados apuntan a que la inflación acumulada durante los primeros cinco meses
del año se ubica en 83,2%. Con estos números es poco probable que los salarios
se ajusten al incremento de los precios.
Con estos datos, el año pasado los venezolanos se hicieron 14,7% más
pobres en promedio, incluso con los incrementos salariales obligatorios
decretados desde el Ejecutivo Nacional. En 2016, sin duda, esta situación va
empeorar. Asimismo, otro fenómeno que está acabando con los estándares de vida
de los venezolanos es el fuerte recorte en las importaciones, los controles de
precios y la burocracia en torno a la distribución de alimentos y medicinas.
Estos son factores que impulsan la escasez desde principio de 2014. De hecho,
los llamados bachaqueros (revendedores) han sabido usar estos desequilibrios
para generar ingresos por encima del salario mínimo y poder surfear la crisis.
El sector privado, tras años de competir con el sector público, se ha
quedado sin margen de maniobra. El monto de dólares asignados cada vez es
menor, lo cual limita la importación de materia prima. La ley laboral complica
la sinergia productiva y los controles de precio y margen de ganancia siguen
estando presentes. Por otro lado, dada la deuda que mantiene el Ejecutivo con
las empresas privadas, las empresas venezolanas no tienen acceso al crédito
internacional, lo que eleva su dependencia a las divisas provenientes del
Estado.
¿Qué ha hecho el
Gobierno?
Ante esta situación uno pensaría que el Gobierno, en conjunto con el
resto de los actores institucionales, buscaría solucionar la crisis lo antes
posible, no obstante, lo único que ha hecho es correr la arruga anunciando
medidas inconexas. Entre ellas destacan: el incremento del precio de la
gasolina, la reformulación del sistema cambiario, el incremento en los
impuestos, el impulso a los sectores productivos, entre otras, con alcance muy
limitado.
Por otro lado, el Gobierno ha decido “pasar” por encima de la Asamblea
Nacional (AN) demostrando una vez más que se juega bajo sus reglas y no con
otras. Ante esta anulación institucional, la oposición se ha visto
imposibilitada de al menos tratar de paliar la crisis. Por los momentos no
hay posibilidad de entendimiento entre factores de gobierno y de oposición que
permita superar la grave crisis económica y social que vive el país, a pesar de
esfuerzos (especialmente venidos del exterior) para sentar en una misma mesa a
los actores políticos involucrados.
En esta dinámica, los factores de oposición han ofrecido como salida la
realización de un referendo para revocar el mandato del presidente Maduro. Este
trámite tiene que cumplir varias etapas y también obstáculos, dado el control
institucional que mantiene el chavismo. La meta es que el referendo revocatorio
se realice este año, para que se pueda contar con un nuevo gobierno. Pero no es
fácil. De algo sí hay que estar claro: mientras más tiempo se espere, más
costoso será el ajuste tanto en términos económicos como sociales.
Lo peor está por
venir…
Frente al segundo semestre de 2016 es claro que Venezuela tendrá una
profundización de la crisis económica con presiones para el cambio político. El
actual modelo es inviable y tendrá que cambiar ya sea con precios del petróleo
altos o no. No obstante, es imposible predecir la velocidad del cambio.
Asimismo, a priori no se puede saber si el cambio que vendrá es mejor o peor
que el actual escenario. La incertidumbre parece apoderarse del panorama de
mediano plazo en Venezuela.
Por el lado de la economía, mientras las distorsiones no se resuelvan,
las variables claves de ajuste —es decir, las válvulas de escape— serán: la
escasez, el incremento significativo de la inflación y el tipo de cambio no
oficial (paralelo). Adicionalmente se avizora otro riesgo en el horizonte: dado
el aumento en las presiones sociales y el incremento de la polarización
política, Venezuela podría encaminarse a una crisis de gobernabilidad con
consecuencias impredecibles.
Más allá de las medidas anunciadas, las cartas sobre el desempeño
económico de 2016 están echadas para Venezuela. Estimamos una contracción de
10,5%, una inflación de 419,5% y una contracción de las importaciones de 35,5%.
La clave está a mediano plazo. Hay que evaluar si efectivamente la situación
política tiene algún tipo de solución para pensar en mecanismos de
estabilización de la economía. La oposición apuesta por un cambio del Poder
Ejecutivo que permita un cambio de modelo para comenzar la recuperación. Por el
contrario, el chavismo apuesta llegar hasta 2017 para evitar un cambio que pase
por una solución electoral.
En 2016 los riesgos —más allá de la posibilidad de que la conflictividad
política derive en una crisis institucional— están en que la situación respecto
a la inflación derive en una crisis hiperinflacionaria. De hecho, hasta mayo,
la inflación subyacente ya escala hasta 807,2% en base interanual. En 2015, la
inflación subyacente se ubicó en 383,1%, mientras que en los cinco primeros
meses de 2016 ya escaló a 249,2%. El otro foco de tensión es el servicio de la
deuda externa. Venezuela tiene un servicio de deuda externa (incluyendo a China)
de 14.114 millones de dólares, lo que representa un 64,2% del total de los
ingresos proyectados para este año.
¿En transición?
Cuando se analiza la crisis económica, es difícil pensar que esta
situación se pueda mantener por mucho más tiempo. incluso partidos allegados al
Gobierno han sugerido realizar ajustes para tratar de minimizar los efectos
negativos de la crisis. El Gobierno sabe que medirse en el campo electoral
sería un error, especialmente cuando las próximas elecciones son para
gobernaciones y alcaldías y las zonas que más han sido afectadas por la crisis
son las del interior del país. Adicionalmente, las encuestas más serias
muestran que de realizarse un referéndum revocatorio al mandatario de Nicolás
Maduro, éste lo perdería.
Pensar en una transición de Gobierno no es descabellado, especialmente
cuando se analizan los números. Sin embargo, no se puede saber si lo que
viene será mejor o peor para el país y cuándo llegará. Lo que sí tenemos que
tener claro es que venga quien venga, el ajuste será necesario y no libre de obstáculos.
Si la oposición quiere hacerse con el poder, tendrá que saber jugar sus cartas
sobre todo si no quiere ser visto como el culpable del malestar causado por los
ajustes, en caso de hacerlos. Y el chavismo necesita reinventarse para asegurar
su sobrevivencia política en el mediano y largo plazo. Desde los políticos,
pasando por empresas, hasta los ciudadanos debemos tener presente que la
economía necesitará un conjunto de medidas, algunas con bastante grado de
complejidad, para resolver los múltiples desequilibrios. También es importante
el diseño de estrategias para operar antes, durante y después de un período
como éste. Para el sector privado será clave el manejo del flujo de caja, la
revisión de las opciones de cobertura, las decisiones respecto a los ajustes de
precios, la retención del talento y el cuidar la cuota de mercado. Frente a los
cambios, la espera ha de ser activa.
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