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Felix Arellano
La soberanía como toda institución social, se enfrenta con el dinamismo y la complejidad y, con el pasar del tiempo su caracterización se ha transformado, pero no todos aceptan los cambios
La soberanía es un tema complejo, cargado de tecnicismos jurídicos, pero también de sentimientos y pasiones. La soberanía se expresa en los símbolos patrios y mueve pueblos, incluso hasta entregar sus vidas por honrar esa palabra. En la soberanía se fundamenta la figura del Estado Moderno, y bien podría ser considerado como uno de los conceptos definitorios de la modernidad. Ahora bien, como toda institución social, se enfrenta con el dinamismo y la complejidad y, con el pasar del tiempo su caracterización se ha transformado, pero no todos aceptan los cambios.
En las últimas décadas apreciamos una formulación de la soberanía más flexible, permeada por dinámicas tales como: interdependencia, globalización, multilateralismo, integración, democratización, derechos humanos. Se va transformando el carácter absoluto, rígido y cerrado de la soberanía, experimentando nuevos procesos de apertura, convivencia, tolerancia, diálogo. La cruda realidad del mundo global limita la capacidad de acción independiente y autónoma propia de la visión rígida de la soberanía y, por el contrario, exige de la aceptación del diálogo, la negociación, la cooperación como herramientas de trabajo para enfrentar los retos del nuevo escenario.
La complejidad de la realidad global e interdependiente ha potenciado el multilateralismo y la integración y, la integración europea ha representado un paradigma; empero, las pasiones también actúan y la soberanía absoluta va retomando espacios. Tal visión se acompaña de autoritarismos, militarismos, exclusión. Esta es la soberanía que se identifica con un héroe o una camarilla en el poder, que rechazan libertades, democracia, crítica. La soberbia del poder que tiene “la verdad en sus manos”.
Encontramos la visión rígida de la soberanía promoviendo divisiones y separaciones como el caso de Sudan del Sur y del Norte; pero, el sentimiento crece en el mundo por ejemplo: vascos y catalanes en España, Quebec en Canadá, y ahora el triunfo del Brexit estimula las divisiones en el Reino Unido e incluso los sentimientos separatistas en Sao Paulo en Brasil.
Lo paradójico es que una vez soberanos se sentirá con mayor rigor la dificultad para enfrentar individualmente los grandes retos contemporáneos. Por ejemplo, las complejidades de la seguridad o los ilícitos internacionales (tráficos de: armas, estupefacientes, órganos o personas) estos problemas o el nuevo terrorismo exigen de mucha cooperación y coordinación de inteligencia y seguridad. También será necesario cooperar o integrarse para desarrollar los procesos productivos que conforman cadenas de agregación de valor y requiere de la activa participación de varios países. Y obviamente necesitamos cooperar e integrarnos para enfrentar los retos ecológicos del presente.
El comercio de bienes o servicios, las inversiones o las normas técnicas y de calidad también exigen cooperar en escenarios mayores, que podría ser la Organización Mundial del Comercio, pero se encuentra estancada en la Ronda Doha. Ante esa compleja realidad global una alternativa en pleno desarrollo son las mega-negociaciones, es el caso del Transpacífico o el Transatlántico.
Como se puede apreciar independientes y soberanos, los Estados necesitan cooperar e integrarse para resolver problemas fundamentales de seguridad, crecimiento económico y bienestar social. Muy pronto veremos las negociaciones del Reino Unido con la Unión Europea para regular bilateralmente la diversidad de temas que abarca la integración.
El proceso bolivariano venezolano, que admira y practica la soberanía absoluta, para impedir limites o controles desde el ámbito internacional, se retira de la Comunidad Andina, en particular del Tribunal Andino de Justicia; pero, de inmediato inició la negociación de acuerdos bilaterales para tratar de abordar por esa vía algunos de los temas fundamentales que se regulaban desde el marco de la integración, el resultado ha sido acuerdos desequilibrados y deficientes.
Otro tema de naturaleza ética se presenta con el auge del nacionalismo soberano y tiene que ver con la falta de solidaridad frente a los más débiles. En el caso del Brexit algunos de sus argumentos trasmitían arrogancia como rechazar las ayudas financieras o el trato a los inmigrantes. Se requiere profundizar en estos tema para despegar los elementos de corrupción que puedan estar presentes, pero la solidaridad y la justicia deberían ser fortalecidas ante un mundo que se deshumaniza.
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