Tomado de www.prodavinci.com
César Gallo
10 de febrero, 2017
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Al leer artículos, entrevistas y
escuchar declaraciones públicas se evidencia bastante coincidencia con relación
a las caracterizaciones que hacen los economistas de la actual crisis económica
que enfrenta el país, de sus causas, y sobre las medidas de ajuste que
recomiendan para salir de ella. Incluso, al abordar el tema de la dolarización
como una de las posibles salidas se percibe una suerte de acuerdo casi unánime
al opinar que tal medida no es viable, o no es conveniente, en el caso de
Venezuela. A pesar de admitir los beneficios casi inmediatos que traería la
oficialización de la dolarización completa de la economía, las desventajas que
observan privan para coincidir en manifestar que tal medida es inapropiada para
el país.
La dolarización es una propuesta que
muy probablemente apoyaría la mayoría de la población, en particular los más pobres,
quienes por lo general no han tenido acceso a divisas y son los que sufren con
mayor rigor esta crisis. Resulta difícil creer que, frente a la alta y
creciente inflación que afecta a nuestra economía y que ha dejado a nuestra
moneda prácticamente sin valor, haya ciudadanos que prefieran percibir sus
ingresos en bolívares ante la posibilidad de recibirlos en dólares, euros o
cualquier otra divisa que sea fuerte y estable. A pesar de esto, tanto los que
hoy nos gobiernan como quienes se proponen dirigir al país en la eventualidad
de un cambio de Gobierno, no aconsejan tomar una medida que contaría con la
aprobación de la gran mayoría de los ciudadanos.
Cuando existe una proporción
importante de la población en situación de hambre y miseria, mientras el resto
vive un acelerado deterioro de su calidad de vida, tratar de convencerlos de la
necesidad de conservar una moneda sin valor que lleva el nombre del Libertador
recurriendo a argumentos como la soberanía nacional, son cuando menos ofensivos
a la dignidad de los ciudadanos. No es concebible hablar de soberanía nacional
mientras se tiene a un pueblo en hambre y miseria. Para tratar de convencerlos,
o tal vez asustarlos, se recurre a ilustraciones numéricas que confunden o
espantan, mostrando lo bajo que serían sus ingresos si estos se otorgaran en
dólares o alguna otra divisa. Se recurre a ejemplos como el siguiente: para
facilitar los cálculos, asumamos que el sueldo mínimo en cifras redondas sea de
104.000 bolívares (incluido bono de alimentación), el cual transformamos en
dólares a la tasa del mercado no oficial que, digamos, se encuentre
aproximadamente en 4.000 bolívares por dólar. El sueldo mínimo pasaría a ser de
tan sólo 26 dólares al mes, la cual obviamente resulta una cifra alarmantemente
baja. Esta cifra sencillamente lo que nos muestra es lo miserable que en
realidad es ese sueldo mínimo, con el que “vive” una proporción importante de
la población, pero que dado en bolívares luce muy abultado, atractivo.
El punto es que hoy, tanto con
104.000 bolívares como con 26 dólares, se puede comprar la misma cantidad de
bienes, pero en los próximos meses con los 104.000 bolívares con seguridad
apenas se pueda comprar la mitad de lo que se compró hoy; mientras que los 26
dólares posiblemente sigan conservando su poder de compra. Optar por los
bolívares en lugar de los dólares no parecería una decisión muy racional, a
pesar del efecto visual que causa una cifra dada en cientos de miles contra
otra dada solo en decenas. Con este tipo de ejemplos se ha tratado de manipular
a la opinión pública. Pero ocurre que el ciudadano razona, ya que va a diario
al mercado, sabe cómo éste funciona, conoce el concepto del valor de los bienes
y del dinero, aunque no sepa definirlo con precisión académica, y por lo tanto
constata la pérdida de valor de su moneda. No es necesario ser economista para
entenderlo. No es aconsejable por tanto subestimar la inteligencia del
ciudadano usando tales ejemplos.
Frecuentemente se recomienda a la
ciudadanía como medida de protección de sus ingresos y ahorros, ante la alta
inflación que nos aqueja, comprar activos, entre ellos divisas. De hecho, con
seguridad quienes dan estos consejos los ponen en práctica, e incluso, estarían
dispuestos a cobrar en divisas sus servicios profesionales, lo que muchos muy
probablemente ya hacen ante la situación de dolarización no oficial que se ha
venido dando en la economía venezolana. Por esto resulta contradictorio dar el
argumento de que la dolarización oficial no es una medida conveniente para
nuestra economía, que la mejor opción es conservar la moneda nacional y tratar
de recuperar su valor a través de medidas de ajuste y disciplina fiscal que
lleven a un crecimiento económico sostenido, pero a la vez se aconseja ahorrar
en divisas y ellos prefieren cobrar sus honorarios profesionales en dólares.
El problema es que con el nivel de
inflación actual en Venezuela uno se pregunta si este consejo puede dárseles a
los más pobres, quienes gastan todo su ingreso en los pocos alimentos que
pueden encontrar en el mercado y no les quedan bolívares para comprar divisas u
otros activos para protegerse de la pérdida de valor de su moneda. La historia
será la de siempre. Los pobres dependerán de las dádivas del Gobierno, de las
transferencias que tengan a bien hacerles, de los subsidios que se implementen
y controlarles así sus vidas para tenerlos como un ejército reserva, pero de
votos, para garantizar y dar las gracias a los gobernantes por las dádivas
recibidas. ¿Será por esto que ni los políticos de oposición ven conveniente la
dolarización oficial de la economía?
Hay razones para
retomar el tema de la dolarización en el debate
El tema de la dolarización estuvo en
el debate sobre las medidas económicas urgentes que se requerían para superar
la crisis actual principalmente entre 2014 y 2015. No obstante, al tema se le
ha restado importancia recientemente en los debates, tal vez por el acuerdo
casi unánime alcanzado entre economistas y políticos sobre su inconveniencia
para el caso venezolano, aunque entre los ciudadanos ha crecido el interés
sobre esta posible salida. El problema es que muchas veces las opiniones,
intereses, preocupaciones, problemas y aspiraciones de la ciudadanía no
necesariamente coinciden con los de los políticos. Pero es necesario insistir
en que hay razones para retomar este tema en el debate.
En Venezuela el exceso de controles
en la economía, en particular para el acceso a las divisas, ha desatado la
corrupción en una magnitud sin precedentes, así como tampoco hay antecedentes
del nivel alcanzado por la inflación actual. Ambos fenómenos, en nuestro caso
estrechamente relacionados, han empobrecido al país sobre todo en los últimos
tres años, a una velocidad tal que, de continuar a este ritmo, no es de
extrañar un desenlace no deseado que ya muchos vaticinan. Según la experiencia
de otros países, oficializar la dolarización reduciría las posibilidades de la
corrupción que se da por la vía del manejo de la política monetaria y frenaría
casi de inmediato la inflación. Sólo estos dos efectos actuarían como una
suerte de muro de contención a un mayor empobrecimiento del país y generarían
condiciones favorables al crecimiento económico que permitiría luego revertir
la tendencia creciente de la pobreza.
Es bueno recordar que los controles
también se establecieron en gobiernos precedentes al chavista, también con
consecuencias de desmedida corrupción, inflación y pobreza, aunque nunca
llegaron a los niveles actuales. Sobre la base de la cultura rentista que nos
caracteriza y la constante corrupción presente en casi todos los gobiernos de
nuestra historia, no hay razones para pensar que está garantizado que
situaciones como la actual no se presentarán en el futuro por el sólo hecho de
que hoy se tomen unas cuantas medidas de ajuste y de disciplina que fácilmente pueden
revertirse en el futuro a conveniencia de los intereses individuales de quienes
sustenten el poder político en un momento determinado.
En vista de lo anterior y en el
contexto actual resulta relevante revisar los argumentos que se han dado con
mayor frecuencia tanto en favor como en contra de la dolarización, no sólo en
artículos sino también en declaraciones públicas en relación al tema. Antes que
todo, es importante recordar que dolarizar completamente una economía es la
sustitución total de la moneda local por una divisa extranjera, para que ésta
sea usada en todas las funciones que corresponden a la moneda en una economía
determinada. El término no es usado con exclusividad en relación al dólar como
moneda sustitutiva.
Ventajas de
dolarizar oficialmente
La mayoría de los economistas
coinciden en que al dolarizar se producirían dos efectos positivos. Uno
es la reducción relativamente rápida de la inflación, y el otro es que el
Gobierno queda imposibilitado de financiar el gasto público con dinero inorgánico.
Así, el circulante depende de las exportaciones y de los eventuales
financiamientos externos. Queda restringida la posibilidad de devaluar, lo cual
reduce la incertidumbre en relación con el tipo de cambio y a la expectativa de
que puedan ocurrir en el futuro devaluaciones inesperadas, disminuye así el
riesgo y con éste las tasas de interés.
Al verse el Gobierno forzado a manejar de manera eficiente sus finanzas
públicas y abrir la economía a la inversión extranjera crea confianza, se
estimulan ambos tipos de inversión, tanto la nacional como la extranjera, así
como también se activa el comercio internacional al reducir los costos
asociados a comerciar en diferentes monedas. Todo esto contribuiría a aumentar
la oferta local de bienes y servicios con lo que se tendería al equilibrio con
la demanda doméstica y así a una estabilización de los precios. Tan sólo estos
efectos de la dolarización tendrían un impacto positivo en los grupos de más
bajos ingresos, ya que la inflación es el peor enemigo de los pobres, quienes
no tienen activos para protegerse de sus efectos empobrecedores, debido a que
gastan prácticamente todos sus ingresos en alimentos. Es por esto que la
inflación produce un impacto regresivo en la distribución del ingreso haciendo
más pobres a los pobres.
Al aumentar la inversión productiva y diversificada, si ésta es intensiva en
trabajo, aumentaría el empleo, el que está asociado con la reducción de la
pobreza en Venezuela según he mostrado en un artículo previo. A través del
empleo aumentarían los ingresos de los más pobres, no sólo por la creación de
nuevos puestos de trabajo, sino también por una mayor productividad, sin
necesidad de recurrir a las transferencias de dinero como medida compensatoria
o a los aumentos recurrentes de sueldos y salarios por decretos del Ejecutivo,
que lo único que logran es aumentar el circulante sin el correspondiente
respaldo de producción, siendo esto lo que ha hecho crónica en Venezuela la
enfermedad de la inflación y con ella la pobreza misma.
Las “desventajas”
A pesar de esos impactos positivos
que tendría la dolarización, se destaca un conjunto de desventajas que dan base
a quienes son contrarios a la medida para concluir que ésta no es conveniente
para Venezuela. Curiosamente, al examinar los argumentos dados encuentro
que muchas de esas “desventajas” resulta difícil interpretarlas como tales. El
principal inconveniente que se destaca es la pérdida de “soberanía monetaria”.
Esto es, el Banco Central de Venezuela (BCV) renuncia a emplear la política
monetaria para planificar la economía del país, ni puede devaluar con el
supuesto objetivo de estabilizar los ciclos económicos. Se señala que la
economía venezolana es altamente dependiente de la exportación de petróleo por
lo que la dolarización incrementaría la vulnerabilidad de nuestra economía a la
caída de los precios de este producto. No sólo se hace más vulnerable a las
oscilaciones del precio del petróleo sino también a cualquier tipo de shock externo, por no disponer de la devaluación
como instrumento de política para compensar sus efectos adversos. Este
argumento simplemente deja en evidencia que no hay entonces verdadera disposición
de romper con la dependencia respecto al petróleo por parte de quienes se
proponen conducir al país, que no hay sinceridad cuando se invoca el consejo de
“sembrar el petróleo”, que realmente no hay intención de realizar los cambios
de fondo en el aparato productivo que se requieren para reorientar el
crecimiento económico hacia la diversificación.
Pareciera entonces que la intención
es continuar como estamos en materia productiva, que no hay verdadera intención
de crear fondos de reserva en los tiempos de bonanza que nos protejan de
adversidades de los shocks inesperados.
Esto es, pareciera, que se quiere seguir disponiendo de la posibilidad de
emitir dinero inorgánico para financiar el gasto público en medio de las
crisis. Hace sospechar entonces que se trata sencillamente de repetir el
“quítate tú para ponerme yo”.
Con la dolarización el Gobierno
renuncia a los ingresos por concepto de señoreaje (ganancia por emisión de
papel moneda). La emisión de dinero sin respaldo reduce al mínimo su costo de
producción lo que hace ilimitada la cantidad de dinero que se puede emitir y
esto incrementa el ingreso por señoreaje. Al no poder financiar el Gobierno sus
gastos por otras vías, recurre a la continua emisión de dinero. Por lo tanto,
la práctica de aumentar el ingreso por la vía del señoreaje es inflacionaria.
Si la dolarización impide a los gobiernos esta práctica, ¿por qué es una
desventaja? Tal vez la respuesta sea la que da White (2014) quien afirma que se
interpreta la pérdida de señoreaje como resultado de la dolarización como una
transferencia de la economía nacional hacia la Reserva Federal de los Estados
Unidos. Sin embargo, en medio de una situación en la que los ciudadanos
prefieren divisas extranjeras frente a la pérdida de valor de la moneda local,
éste no es más que un argumento proteccionista del Gobierno. Afirma White
que quienes dan este argumento actúan como consejeros técnicos del Gobierno
sobre la mejor manera de extraer recursos de los ciudadanos. Hace pensar
entonces que quienes hoy critican al Gobierno por emitir dinero sin respaldo,
siendo ésta la causa de la inflación, se contradicen al usar, a la vez, el
argumento de la pérdida de señoreaje como desventaja de la dolarización. Tal
vez desean conservar para sí esta posibilidad para cuando ellos sean Gobierno.
Ahora bien, es un hecho reconocido
que la economía venezolana se ha ido dolarizando de manera no oficial, no
solamente porque ya existen mercados que utilizan el dólar como medio de
transacción directamente, sino porque los precios en general vienen siendo
determinados progresivamente en referencia al valor del dólar en el mercado no
oficial. Siendo esta la realidad, tiene validez aquí la conclusión de Berg y
Borensztein (2000) de que mientras más se use el dólar tanto en los mercados de
bienes como los financieros se hace menor la ventaja de mantener una moneda
local, así como también los ingresos por señoreaje tienden a hacerse menores.
De cualquier forma, si la pérdida del señoreaje sigue siendo una preocupación
para los políticos, se puede considerar la recomendación de Alesina y Barro
(2001) de establecer esquemas de compensación con el país emisor de la moneda
para ubicar o compartir lo correspondiente a señoreaje.
Si se dolariza el BCV pierde otra
función que es la de auxiliar al sistema bancario en casos de crisis. ¿Es esto
una desventaja? Al no contar con esta posibilidad, los bancos tendrían que
aplicar una disciplina muy rigurosa para garantizar sobrevivir en medio de las
crisis, manejar con más responsabilidad y eficiencia su solvencia y liquidez,
garantizar éstas con la apertura de líneas de crédito con la banca
internacional y la creación de fondos de reserva (Calvo, 2001). Así la
probabilidad de crisis bancarias disminuiría, ya que además el público en
general, y en particular los negocios, aumentarían su confianza en el sistema
bancario. Por el contrario, en economías parcialmente dolarizadas el impacto de
grandes depreciaciones se esparce rápidamente por todo el sistema bancario
(Quispe-Agnoli y Whisler, 2006). Esto indudablemente aumenta el riesgo de
crisis y la desconfianza del público.
También se argumenta como
inconveniente el que una economía oficialmente dolarizada debe generar
suficientes dólares para mantener su funcionamiento y que esto no es posible
hasta tanto no se construya un aparato productivo sólido capaz de sustituir
importaciones y diversificar exportaciones. Cabe preguntarse entonces, si
estuviéramos en una situación como esa ¿para qué dolarizar? Ya el mandado
estaría hecho. El problema justamente es que hemos sido incapaces de construir
ese aparato productivo, el cual al parecer es posible construirlo sólo forzando
la situación, obligando a los gobernantes y los hacedores de políticas
económicas a reorientar el curso de la economía hacia ese objetivo. Las
expresiones de buena voluntad no son suficientes, ya no son creíbles para
pensar que los nuevos líderes que quieren asumir las riendas del país lo van a
hacer bien, por más que nos prometan que ellos sí van a aplicar políticas
racionales, que son honestos y no caerán en tentaciones de corrupción. Ya no
debemos confiar en promesas de buena voluntad, hay que obligarlos a hacerlo
bien.
En una economía oficialmente
dolarizada no queda otro camino que imponer una rígida disciplina fiscal,
ahorrar para los tiempos de crisis, diversificar y activar el aparato
productivo. Por esto me sorprenden afirmaciones como estas:
“Para hacerla viable (la
dolarización), esta medida requeriría del ahorro durante varios años de los
ingresos en divisas. Y para ello haría falta consenso nacional, así como un
mínimo conjunto de reglas que restrinjan el uso de la renta petrolera por parte
del Ejecutivo Nacional. Y esto requeriría un cambio amplio en el marco
regulatorio, algo que demandaría un mínimo de separación de poderes” (Raguá, 2015).
Hay que aclarar que no se trata de
exigirles a los actuales gobernantes que implementen la dolarización.
Está claro que ellos no van a cambiar sus reglas y seguirán en la dirección de
hacerles la vida más miserable a los venezolanos para su propio
beneficio. De lo que se trata es que esta medida sea considerada como
propuesta para otro equipo de gobierno más racional, menos egoísta, que piense
más en el país, en sus ciudadanos y menos en su beneficio personal, asumiendo
que esto sea posible para un político.
Si los inconvenientes que se
mencionan en el párrafo citado hacen inviable la dolarización, pareciera
entonces que se confirma que no hay disposición real de enderezar los entuertos
de esta economía. Esto mismo se percibe en el artículo de Kamal Romero publicado en Prodavinci en julio de 2015, en el que califica a la dolarización como una
política extremadamente rígida, ya que al estar la economía venezolana
altamente expuesta a los choques externos negativos debido a su alta dependencia
del petróleo, unido a la existencia de instituciones fiscales pro-cíclicas,
obligaría a realizar los ajustes vía la producción, el empleo y la liquidez del
sistema financiero. Mientras que, de otra manera, se puede generar cierta
inflación (deflación) que facilite los ajustes de los cambios provocados en el
gasto público por el choque externo (Romero, 2015). También una posición
muy similar ya había sido manifestada antes por Oliveros y Villamizar (2014), quienes igualmente son contrarios a la medida y entre otros argumentos
afirmaron que “la dolarización impide que se lleven a cabo devaluaciones como
mecanismos de ajuste fiscal y externo, algo de suma importancia en nuestro
país, donde más de la mitad de los ingresos fiscales provienen de una actividad
exportadora y son incrementados (en moneda nacional) a través de devaluaciones
cuando la situación lo requiere (…). La dolarización tampoco elimina por
completo el riesgo de una crisis externa, ya que los capitales extranjeros se
siguen desplazando siempre que existan diferencias en cuanto a rentabilidad y
costos entre las empresas nacionales y las extranjeras, aspecto en el cual
Venezuela pudiera estar en desventaja si se recuerda que a la tasa de cambio
oficial nuestro sueldo mínimo es uno de los más altos de Latinoamérica y que
además nuestro país ha sido uno de los menos competitivos en materia de
infraestructura, trabas institucionales y defensa de los derechos de propiedad
en los últimos años”. En otras palabras, pareciera que no hay intenciones
de corregir esas trabas, que tenemos que resignarnos a aceptar nuestra realidad
económica, política e institucional tal como está, como dada, es decir,
incambiable y por consiguiente siempre tendremos que recurrir a las sucesivas
devaluaciones como medida de ajuste.
Se muestra en esas argumentaciones
muy poca disposición a aportar para corregir los problemas de fondo de
nuestra economía. Por cierto, llama la atención que se señale en el argumento
que nuestro salario mínimo sea uno de los más altos de Latinoamérica al cambio
oficial, cuando se sabe que una buena parte los inversionistas tienen que
recurrir al mercado no oficial y a la tasa de cambio, en ese mercado, nuestro
salario mínimo es más bien uno de los más miserables del mundo.
Justo por ser la dolarización un
proceso prácticamente irreversible, que también se señala como otra de las “grandes
desventajas”, es que esta medida obligaría a ir por ese camino sin retorno, si
queremos sobrevivir como país, ser de verdad soberanos y no sólo serlo en el
discurso de los políticos. Una vez que los ciudadanos se acostumbran a recibir
sus ingresos en una divisa estable y segura de su preferencia ¿cuántos de ellos
estarían dispuestos a renunciar a este privilegio para volver a recibir sus
ingresos en bolívares “fuertes”?
Ecuador ofrece un buen ejemplo.
Definitivamente la economía de ese país, dolarizada desde el año 2000, muestra
un comportamiento muy superior al nuestro, a pesar de haber sido afectada
también por la reciente caída de los precios del petróleo, pero no en la misma
magnitud que ha afectado a Venezuela. Según las cifras del Banco Mundial (BM)
en 2013 Venezuela creció apenas al 1.3% (PIB per cápita), mientras que Ecuador
lo hizo a 4.9%. Para 2015 Venezuela decreció a 7%, mientras que Ecuador lo hizo
tan sólo a 0.2%.
Recientemente el presidente Rafael
Correa justamente se quejaba de que Ecuador cometió, según él, un “suicidio
monetario” al dolarizar su economía, pero que intentar salir de ella “causaría
un caos económico, social y político”, ya que es muy difícil revertir esa
decisión. Por supuesto, ¿cuántos ecuatorianos estarían contentos hoy con volver
a recibir sus ingresos en sucres? Según Correa, habían tenido que “recurrir a
una serie de malabares” para equilibrar los desbalances de su sector
externo debido a la caída de los precios del petróleo al verse imposibilitado
de devaluar. Correa afirmó que “mucho más sencillo sería tener tipo de cambio,
que se deprecie un poco la moneda, se fomenten exportaciones, se restringen las
importaciones y se corrige el desbalance externo” (Ultimas Noticias, 9
de agosto, 2016).
Pues bien, en mi opinión es justo esa
posibilidad la que se quiere evitar con la dolarización. De lo que se trata es
de evitar esas salidas fáciles, como el mismo
Correa la califica, y cortoplacistas que tanto daño hacen a la economía en el
largo plazo. Salidas fáciles que se toman recurrentemente sólo para que el
gobernante de turno no pierda popularidad, mientras el pueblo pierde poder
adquisitivo y bienestar al devaluarle su moneda, engañándolos con la llamada
“ilusión monetaria” de disponer un mayor ingreso nominal, pero disminuido en su
capacidad de compra real.
Es el pueblo el que cede su soberanía
a los gobernantes para que ellos apliquen tales medidas fáciles, inconsultas y
arbitrarias. Es esta la soberanía que los políticos quieren conservar para sí
cuando sean Gobierno.
Tratan de convencer al público con la
advertencia de que al estar la economía dolarizada, ante una baja imprevisible
de los precios petroleros o algún otro shock financiero
externo, necesariamente caerían no sólo el ingreso nacional sino que junto con
él también los sueldos y salarios dolarizados, no habiendo forma de ajustarlos
ante esa adversidad. Tampoco habría posibilidad de mantener el nivel de los
créditos para inversiones. Mientras que por el contrario, si se mantiene la
moneda local se podría devaluar para incrementar el circulante pudiendo así
“ajustar” los sueldos y salarios. Esto es de lo que lamenta Correa no poder
hacer hoy en el caso de Ecuador. Es decir, engañar a los ciudadanos por medio
de unos salarios nominales incrementados, cuando en verdad su salario real
habría disminuido en la misma proporción, o incluso, más que si estuvieran
expresados en dólares o en cualquier otra divisa. Esto sería así porque con la
devaluación se encarecen las importaciones, tanto de bienes como de insumos,
encarecimiento que también se transmite a los bienes y servicios producidos
localmente y si no se aumenta la producción doméstica, la implicación en los
precios es aún mayor por lo que cada unidad monetaria local comprará mucho
menos. Pensar en esta posibilidad como argumento en contra de la dolarización
revela la poca disposición que se tiene para lograr diversificar nuestras
fuentes de divisas, para estructurar y fortalecer el aparato productivo, para
crear fondos de reserva y el deseo de seguir disponiendo de la “maquinita” para
imprimir dinero en caso de que sea necesario. Es a esta “soberanía” a la que no
quieren renunciar los que hoy nos gobiernan ni los que nos quieren gobernar en
un futuro.
Los efectos sobre
el empleo, la desigualdad y la pobreza
Dudas y preocupación se manifiestan
en torno a los efectos que una medida monetaria como la que aquí me ocupa pueda
tener sobre el empleo, la desigualdad y la pobreza. Por supuesto, quienes
son contrarios advierten que esos efectos serán negativos. Se ha declarado que
la dolarización funciona bien para economías pequeñas como Panamá pero que no
permite crear empleos. No obstante, si aceptan la premisa de que la tal medida
crearía confianza y atraería capitales impulsando tanto la inversión doméstica
como la extranjera en el país y estando éstas dirigidas al sector productivo
con énfasis en el trabajo, ¿qué impide la creación de empleos? Las
estadísticas de Indicadores Claves del Mercado Laboral de la Organización
Internacional de Trabajo (OIT) no parecen apoyar la visión de un efecto
negativo sobre el empleo en las economías de América Latina que han sido
dolarizadas.
En 1999, justo antes de ser
dolarizadas, tanto Ecuador como El Salvador registraron tasas de desempleo de
14% y 7%, bajando ambas tasas en 2013 a 4,2% y 5,9%, respectivamente. Por su
parte, Panamá, que fue dolarizada en 1904, registraba en 1991 una tasa de 16,1%
de desempleo, bajando a 11,8% en 1999, mientras en 2013 su registro fue
4,1%. Resulta conveniente comparar estas últimas tasas con el 7,8% registrado
por Venezuela para ese mismo año, cifra suministrada por la misma fuente, ya
que el gobierno bolivariano se ha esmerado en mostrar la reducción del
desempleo en Venezuela hasta ese nivel como uno de sus grandes logros lo que,
según ellos, “solo puede ser alcanzado en socialismo”.
Además, resulta curioso que se
planteen estas dudas sobre la capacidad de creación de empleos en una economía
dolarizada, pero sin embargo conocemos de un número considerable de venezolanos
que han emigrado a Panamá con ofertas de empleo, a otros trasladando sus
negocios a ese país por ofrecerles mayores garantías o sencillamente colocando
allí sus ahorros en dólares o en inversiones. Igualmente muchos profesionales,
en particular profesores universitarios, han buscado opciones de desarrollar
sus carreras académicas en Ecuador, ya que este país ofrece condiciones de
trabajo estables y remunerativamente atractivas en dólares. No es la
dolarización la que crearía el desempleo, sería la rigidez del mercado laboral
venezolano la que pondría obstáculos a través de las leyes y decretos
populistas actualmente vigentes, que la Asamblea Nacional debería revisar para
dinamizar a una economía dolarizada oficialmente.
¿Se incrementan la
desigualdad y la pobreza al dolarizar?
Se ha advertido también que la
dolarización acentuaría la desigualdad en la distribución del ingreso en favor
de los que han tenido hasta ese momento acceso a dólares en contra de los que
tienen acceso sólo a bolívares. Se argumenta que al momento de dolarizar los
salarios sufrirán un ajuste hacia abajo por lo que los grupos de más bajo
ingresos saldrán perdiendo mientras estarán en ventaja aquellos que ya habían
podido acumular dólares con anterioridad, lo que no sólo aumentará la
desigualdad sino que también incrementará la pobreza de ingreso. Estos
son afirmaciones que no son ciertas y que confunden porque una vez más se
utiliza el efecto visual que trasmiten los ceros a la derecha en las cifras
abultadas cuando se expresan los ingresos en bolívares en contraste con las
mismas cuando son expresadas en dólares. Si, por ejemplo, un
individuo A recibe actualmente un
salario mensual digamos de1.040.000 bolívares, mientras otro individuo B recibe el salario mínimo de 104.000 bolívares,
asumiendo un tipo de cambio parecido a la cotización actual promedio del dólar
en el mercado no oficial de Bs.4000/$, el individuo A pasará a devengar 260 dólares mensuales,
mientras B recibirá 26 dólares. Son resultados que impactan
por lo bajo de las cifras, pero que desafortunadamente tan sólo reflejan la
realidad de desvalorización que ha sufrido nuestra moneda y con ella el
empobrecimiento de la mayoría de la población. Obviamente que el cociente entre
ambos salarios es el mismo estén estos dados en dólares o en bolívares. La desigualdad
de los ingresos entre estos individuos sigue siendo la misma, porque sus
respectivas capacidades de compra son las mismas antes y después de
convertirlos a dólares. Este hecho es lo que se expresa en el cálculo de los
índices de desigualdad, bien que se use el popular y conocido coeficiente de
GINI, el índice de Theil o cualquier otro perteneciente a la familia de índices
de entropía generalizada muy usados en la literatura sobre este tema. Todos
estos índices satisfacen por su definición la propiedad de independencia de
escala.
Por lo tanto, el valor de desigualdad
que arrojen será el mismo cualquiera sea la moneda que se use para expresar
todos los ingresos, siempre y cuando se aplique el mismo tipo de cambio para
todos los perceptores de ingreso y para todos los tipos de ingreso. Lo valores
de estos índices son independientes de la unidad monetaria utilizada. Es
importante aclarar que en el cálculo de la desigualdad de ingresos no se
consideran los ahorros acumulados por los individuos, ya que estos índices se
calculan sólo sobre la base de ingresos totales mensuales y en estos están
incluidos los flujos por intereses, rentas o beneficios mensuales que pudieran
recibir los individuos de sus ahorros, propiedades o inversiones, pero no se
incluye el monto mismo del ahorro.
Por la misma razón la estimación de
la pobreza de ingreso tampoco se vería afectada por la dolarización. El número
de individuos con ingresos en bolívares inferiores a una línea de pobreza
individual, digamos, de 120.000 bolívares mensuales, es el mismo si esa línea
se expresa en dólares transformando también todos los ingresos de los
individuos con la misma tasa. Si aplicamos el mismo tipo de cambio anterior de
Bs.4000/$, esa línea se transforma en 30 dólares y entonces serán pobres todos
aquellos individuos cuyos ingresos mensuales, luego de aplicado el cambio,
resulten menor a 30 dólares, que obviamente son los mismos que tienen ingresos
menores a 120.000 bolívares. El punto es que lo que hoy se puede comprar en la
economía venezolana con 120.000 bolívares es exactamente igual a lo que se
podría comprar con el equivalente a 30 dólares. Lo que define a la pobreza es
la no satisfacción de necesidades básicas, sin importar si para satisfacerlas
hoy se paga en bolívares o en dólares. Pero lo que sí importa es que en un muy
corto plazo, tal vez en un mes, los 120.000 bolívares ya no sean suficiente
para satisfacer las necesidades básicas individuales, lo que haría de inmediato
pobre al que hoy no lo es, mientras que los 30 dólares tiene mayores
probabilidades de preservar en el futuro su valor de hoy.
Tampoco es cierta la supuesta ventaja
que tienen los que ya han acumulado dólares ante una oficialización de la
dolarización completa de la economía. Lo que generalmente ocurre es que los individuos
que han acumulado dólares los tienen en cuentas personales o inversiones en el
exterior, cuyos intereses o dividendos tienden a no ser declarados en el país.
Así que la ventaja que tendrían si se dolariza oficialmente la economía frente
a los individuos que no tienen ahorros en dólares es la misma ventaja que
actualmente tienen sin dolarizar. Por el contrario, lo que podría ocurrir es
que al lograrse un clima de estabilidad económica en el país, con baja
inflación, disciplina fiscal, baja incertidumbre y bajo riesgo, se vean
tentados a repatriar esos ahorros para ser invertidos localmente, lo cual más
bien incrementaría el empleo, con éste se reduciría la pobreza, se
incrementaría la oferta de productos y servicios en el mercado local y
mejoraría el bienestar social general.
Por otro lado, los que nunca antes
pudieron ahorrar en dólares, porque sus niveles de ingreso en bolívares no les
permitían acceder a dólares, tendrían con la dolarización oficial acceso a
ellos directamente porque sus ingresos los obtendrían en esta moneda o en
cualquier otra divisa de su preferencia. De forma que no serán sólo los
privilegiados los que podrán disfrutar de esa ventaja, como ha ocurrido hasta
ahora, sino toda la población. Vista así ésta sería una medida más bien de
equidad y justicia.
Ahora bien, podría argumentarse que,
sobre la base de esta explicación, tal vez en un momento inicial los valores de
los índices de pobreza y desigualdad no se vean afectados, pero que con el
desenvolvimiento económico posterior se podría deteriorar la distribución del
ingreso e incrementar la proporción de pobres. Esto dependería de muchos otros
factores que no son predecibles en este momento, pero en mucho las tendencias
dependerán del patrón de crecimiento económico que se adopte y de su
composición sectorial. Con base en las cifras que ofrece el BM, lo que se
observa es que las economías dolarizadas de América Latina no han registrado
tendencias de deterioro de la desigualdad ni de la pobreza en el tiempo
una vez tomada la medida.
Por el contrario, Ecuador y El
Salvador en 1999, justo antes de dolarizar sus economías, registraron valores
de GINI de 58.6 y 52.2, los cuales se redujeron a 47.3 y 43.5, respectivamente,
en 2013. En Panamá la reducción ha sido más moderada, pasando de 56.5 a 51.7
para esos mismos años. En lo que respecta a la pobreza de ingreso, el progreso
ha sido más notorio en esos países. Para 2000, año de la dolarización en
Ecuador, la pobreza general en ese país alcanzó 64.4%, reduciéndose a
25.6% en 2013 y luego a 23.3% en 2015. El Salvador no reportó al BM cifras de
pobreza para los años anteriores a 2005, pero para ese año, es decir cuatro
años después de haber dolarizado su economía, reportó que fue de 35.2%, bajando
luego esta proporción a 29.6% en 2013. Panamá no reporta cifras al BM en
toda la década anterior a 2014, pero para 2015 registra 23%. Es interesante
también contrastar las cifras de pobreza de esos países en 2013 con la de
Venezuela ese mismo año, la cual fue de 29.4%, llegando más tarde a 33.1% en 2015,
después de haber alcanzado un nivel de 53.9% en 2004. Esta reducción de
pobreza en Venezuela el gobierno bolivariano se la ha atribuido como su gran
logro, el “milagro” de su “revolución”, llegando a la exageración de alardear
de ser un caso único en América Latina. Nótese que el progreso alcanzado en
términos de pobreza de ingreso por las tres economías dolarizadas aquí
reportado, es muy superior al que el gobierno venezolano se atribuye como un
resultado sin precedentes en América Latina debido a sus “novedosas” y
“revolucionarias” políticas sociales, que sólo fueron sostenibles con el favor
de una gran bonanza petrolera y que ahora han repuntado de nuevo hacia 2015 (en
base a cifras oficiales).
Creo importante destacar que con las
cifras antes referidas sobre desigualdad y pobreza no estoy diciendo que esos
resultados son un efecto directo de la dolarización, lo que estoy es mostrando que no ha ocurrido en esas economías el
deterioro de esos indicadores que muchos pronostican que tendría lugar si se
llegara a dolarizar completamente la economía venezolana, y que por el
contrario en esos países tales índices más bien han mejorado en una proporción
incluso mayor que la del “milagro” bolivariano hasta 2013.
Esa mejora es en realidad esperable,
ya que si la dolarización logra reducir significativamente la inflación, con
esto se le está aliviando el mayor peso que llevan sobre sus hombros los
pobres, quienes no poseen activos que se revaloricen para protegerse de la
pérdida de valor de la moneda, mientras los grupos más ricos son los que se
benefician de los procesos inflacionarios aumentando de manera importante sus
riquezas por estar en la posición de poder adquirir activos que aumentan de
valor incluyendo divisas. Por lo tanto, es lógico esperar que la reducción de
la inflación tenga un efecto inicial de disminución de las desigualdades.
Obviamente que los logros en distribución del ingreso y pobreza serán
sostenibles sólo a través de efectos combinados de diversos factores en los que
el Estado juega un papel fundamental tales como educación, salud, vivienda,
creación de infraestructura moderna, mejoramiento de la existente para
beneficio de la actividad industrial y estímulo de nuevas inversiones, orientar
estas inversiones hacia la diversificación de la economía con atención a la
composición sectorial del crecimiento, facilitar la transferencia tecnológica,
protección de nuestros recursos naturales, del ambiente, etc.
En resumen, el Estado se debe
encargar de crear todas las condiciones necesarias para que se produzca el
desarrollo.
Cabe agregar que al momento de
dolarizar, el Gobierno de turno contaría además con la posibilidad de influir
en los índices aplicando tipos de cambio diferenciados a los distintos grupos
de ingresos de forma de favorecer a los más pobres y a los que tienen menos
ahorros. De esta manera, en el momento inicial existe la posibilidad de
producir cambios favorables en los índices de desigualdad y pobreza, a la vez
que se reduciría el impacto psicológico inicial que produce la reducción de las
cifras de los más bajos ingresos al transformar las cantidades. Esta
posibilidad operaría como alternativa a la transferencia de dinero a los grupos
más pobres y a los subsidios, medidas éstas a las que con tanta frecuencia
recurren los gobiernos populistas y que incluso están aconsejando algunos
economistas como medios para contrarrestar el supuesto efecto adverso que
tendría hoy un ajuste de la economía.
La dolarización
derrota al principal enemigo de los pobres: la inflación
Lo que sugiere la evidencia empírica
es que crecimiento económico con baja inflación constituye una condición
necesaria para reducir la pobreza y mejorar el bienestar social general, aunque
no es condición suficiente La dolarización contribuye efectivamente a
establecer esa condición necesaria. Tanto El Salvador como Panamá se han
mantenido creciendo por más de una década, mientras Ecuador si bien se ha visto
afectado por la caída de los precios del petróleo, ha sido en una magnitud muy
inferior a lo que ha ocurrido en Venezuela, como antes referí. En términos de
inflación la situación es aún más optimista. A pesar del efecto negativo de la
caída de precios del petróleo en su crecimiento económico la inflación en
Ecuador se mantuvo inferior a 4% para 2015, según las estadísticas financieras
del Fondo Monetario Internacional (FMI). Por su parte, según esa fuente, para
ese mismo año, El Salvador registró inflación negativa de 0.731, mientras en
Panamá fue positiva pero de apenas 0.126. En contraste, en nuestro país el
gobierno bolivariano martiriza a sus ciudadanos, en particular a los más
pobres, manteniendo una moneda sin valor con la mayor inflación del mundo por
todos bien conocida, la que según la cifra oficial alcanzó en 2015 el 121,7%.
El efecto de la dolarización sobre la
inflación en el caso de Ecuador fue inmediato. Según las cifras del FMI
al año siguiente de haber dolarizado su economía la inflación cayó de 96% al
37.7%, para luego bajar a 12.5% en 2002, seguir bajando hasta 2.7% en 2004
alcanzando su nivel más bajo desde haber tomado esa medida en 2007 cuando
registró 2.3%. También es de destacar aquí lo ocurrido con la inflación y
el crecimiento económico en el caso de Zimbadwe, que si bien nos ubica fuera de
la región, es un ejemplo digno de mencionar por los niveles de hiperinflación
alcanzado por su economía. Por sólo señalar una cifra para dar una idea, la
inflación mensual en septiembre de 2008
en ese país llegó a 12.400% (Noko, 2011). Al final de ese año la misma se
contaba en billones, mientras para referirse a la anual no cabrían los ceros a
la derecha en una misma línea para escribirla aquí. Son cifras inimaginables,
difíciles de creer. En 2009 se toma la decisión de dolarizar oficialmente y
para diciembre de ese mismo año se registra una inflación negativa de menos
4.74% (Kwesu, 2009). Según el FMI para los años posteriores la inflación se
mantuvo inferior al 4% y para el 2015 volvió a registrar un valor negativo de
menos 2.4. El efecto en el crecimiento económico también se hizo sentir
rápidamente en Zimbadwe. El PIB había estado cayendo en menos 4.6% en 2006 y
menos 14.4% en 2008, para registrar crecimiento de 3.7% en 2009, siendo el caso
de que el sector agrícola registró ganancias de productividad de 24.3% ese
mismo año (Biti 2009).
La dolarización
no-oficial es empobrecedora
Lo que hace la situación aún peor en
el caso de Venezuela es que se ha ido dando una suerte de dolarización de
manera espontánea, lo que algunos refieren como “dolarización no-oficial”,
porque los individuos con mayores posibilidades económicas buscan protegerse de
la pérdida de valor de la moneda nacional llevando sus ahorros a dólares. Hay
un número cada vez mayor de transacciones que se realizan directamente en
dólares y aquellas que por razones legales deberían concretarse en bolívares,
esto se hace sólo de manera simbólica, siendo común la práctica de fijar los
precios en términos de la cotización del dólar en el mercado no oficial.
Obviamente los niveles de precios en bolívares fijados por esta vía alcanzan un
nivel tan alto que hacen los bienes que se transan inalcanzables para aquellos
que sólo disponen de ingresos en bolívares. Este es el caso de los mercados de
vehículos y vivienda.
La desigualdad real se hace aún mucho
mayor de lo que podría detectar el cálculo de un índice, ya que la minoría que
tiene ahorros en dólares o cualquier otra divisa usualmente venden y compran de
manera regular en el mercado no oficial generando abultados ingresos que no son
reportados en las encuestas de hogares. Este tipo de dolarización excluye a
aquellos que no tienen acceso a las divisas, normalmente los más pobres,
acentuando de manera desproporcionada la desigualdad e incrementando la
pobreza. Tan sólo por esta sencilla razón oficializar la dolarización completa
de la economía sería una medida democrática e incluyente, como se señaló antes,
sería una medida de justicia.
Coincido con quienes afirman que la
dolarización no garantiza una rígida disciplina fiscal, Panamá es un ejemplo
(Golsfajn y Olivares, 2001), pero sin duda reduce considerablemente el margen
para prácticas irresponsables forzando a un manejo más racional de la deuda.
Hugo Faría y Carlos Sabino ya en 1997 en su libro La Inflación, qué es y cómo eliminarla, sugerían
recurrir al endeudamiento externo ante bajas de los precios del petróleo para
financiar el déficit y ante las alzas utilizar el superávit para cancelar deuda
y evitar así flujos bruscos de dólares a nuestra economía que podrían provocar
cierta inflación. A esto se puede agregar la creación del fondo de reserva que
debería ser administrado con responsabilidad y racionalidad. Esto mientras se
siga dependiendo del petróleo como principal o única fuente de divisas, porque
no se debe olvidar que la mejor protección ante esos shocks es la diversificación de las exportaciones,
de forma que el incremento de exportaciones no-petroleras compense las
inesperadas caídas del precio del petróleo.
Verdadera soberanía
y falso patriotismo
Antes se señaló que quienes se oponen
a la medida de dolarizar de manera oficial la economía venezolana recurren a
despertar un sentimiento nacionalista en la población argumentando que al
abandonar nuestra actual moneda se está renunciando a la soberanía nacional y
terminaremos con una total dependencia de la dinámica cambiaria de la moneda de
los Estados Unidos. Hablar de dolarización no implica que se deba
utilizar el dólar de manera obligatoria en todas nuestras transacciones, sino
que se trata más bien de sustituir la moneda de curso nacional por la divisa
extranjera de mayor conveniencia en un momento determinado. No nos obliga
a estar atados al dólar americano. Se trataría más bien de establecer libertad
cambiaria de manera que los ciudadanos puedan decidir la moneda de mayor
conveniencia para realizar sus transacciones, cuando la circunstancia así lo
determine siendo esta una decisión soberana. En este sentido, Cachanosky y Ravier (2014) hacen una propuesta
interesante para Argentina de dolarización flexible que es conveniente tomar en
cuenta, justamente porque Argentina tuvo la experiencia de la Caja de
Conversión, la cual no resultó exitosa.
Por otro lado, también se recurre a
los sentimientos patrios al afirmar que se ofende la memoria del Libertador al
renunciar a la moneda que lleva su nombre. Tal como ya lo afirmaron Faría y
Sabino (1997), la peor deshonra que puede hacerse al héroe nacional es utilizar
su nombre para identificar una moneda que carece de valor. Estos autores
nos recuerdan además que pocos países utilizan el nombre de sus héroes para
denominar sus monedas. Recurrir al argumento de la necesidad de mantener una
moneda nacional con el nombre del Libertador para honrar su memoria y exaltar
nuestra nacionalidad es una actitud reprobable porque no es más que un falso
patriotismo. Ni los mismos “revolucionarios” que se autoproclaman de patriotas
y bolivarianos se atreven a mantener sus ahorros en bolívares. Por el
contrario, han sacado del país todo el ahorro que han podido convirtiéndolo a
otras divisas, teniendo muchos de ellos como destinos favoritos justamente las
economías donde el dólar es la moneda oficial de circulación. A la Patria se le
honra haciendo a los venezolanos independientes de las dádivas de gobiernos
populistas y corruptos, haciéndolos verdaderamente soberanos y libres de tomar
las decisiones que más les convengan para construir un futuro de bienestar.
¿Hay suficientes
dólares para dolarizar?
Es cierto que para dolarizar
completamente la economía el Banco Central de Venezuela debe comprar toda la
moneda nacional que se encuentre en circulación al momento de tomar tal
decisión, por lo que un aspecto que hay que considerar es el tipo de cambio que
se debe aplicar, así como también si éste debe ser diferenciado de acuerdo a
grupos de ingreso como antes se mencionó, asunto que debe ser debatido entre
los economistas si se decidiera impulsar esta medida. Para esto habría que
tomar en cuenta la liquidez monetaria y el nivel de las reservas
internacionales existentes en ese momento, cuyo cociente sugeriría el llamado
tipo de cambio implícito que podría ser usado como referencia en la decisión.
Si se escoge un tipo de cambio conveniente, tomando como referencias el
implícito y lo que esté determinando el mercado cambiario en su momento, puede
llegarse a un consenso sobre una tasa de cambio que determine la cantidad de
dólares real que hace falta para hacer la conversión. Obviamente se necesitará
un determinado nivel de las reservas que permita respaldar el proceso de
dolarización. De resultar insuficiente se pudiera recurrir a préstamos
internacionales o tal vez la venta de activos, como lo han sugerido algunos
autores en otros contextos nacionales.
En este sentido, en torno al nivel de
las reservas necesario unido al tipo de cambio al cual se pudiera dolarizar, considero
irrelevantes objeciones tales como que al dolarizar Venezuela pasaría a tener
el salario mínimo más bajo se Suramérica si bien a tasas como Cencoex o Sicad
permitirían al país tener el mejor salario mínimo de la región, así como
también que “Venezuela dolarizada pasaría de ser la quinta economía de
Latinoamérica a ser la vigésimo segunda” (Raguá, 2015). Yo me pregunto si
al ciudadano común le preocupa este tipo de rankings cuando
va al mercado y constata que sus bolívares cada día compran menos o casi nada.
Si el más pobre que tiene que hurgar en la basura para comer a diario se va a
sentir más feliz por saber que el salario mínimo, a la tasa oficial, es el
mejor de la región, aunque no le alcance para comer tres veces al día o apenas
una vez y tenga que buscar en la basura. Ya también Oliveros y Villamizar
(2014) habían hecho una observación similar sobre la “reducción” del salario
mínimo que implicaría su conversión a dólares a una tasa de cambio implícito y
de la magnitud de reservas internacionales que se requerirían si se aplica la
tasa de cambio oficial. Es curioso que para destacar lo reducido que resultaría
el salario mínimo se utilice como ejemplo el dólar implícito, pero para
determinar el alto nivel de reservas necesario se le aplica el dólar oficial.
Es decir, se usa a conveniencia de lo que se quiere destacar una u otra tasa.
Pero además resulta muy sorprendente e inapropiado que se use el tipo de cambio
oficial (el más bajo) para determinar el nivel de reservas necesario para
dolarizar, para que resulte un monto exageradamente alto e inalcanzable,
haciendo imposible tomar la medida, cuando bien se sabe que esa tasa es
completamente discrecional, reservada no se sabe para qué ni a quiénes y que la
economía real no se rige por ella.
Una medida
irreversible: su “desventaja” más atractiva
Las dificultades para revertir la
dolarización es a mi juicio justamente una de los grandes atractivos de esta
medida. La experiencia de la Caja de Conversión en Argentina nos indica que
mantener una moneda local siempre mantiene latente la posibilidad, la
tentación, de echar marcha atrás, deja abierto el camino de regreso a las
políticas que empobrecen a la mayoría en favor de los que sustentan el poder.
La dolarización oficial cierra ese camino de manera definitiva.
Venezuela y Argentina lideran desde
el 2013 al presente la lista de países según el índice de miseria (inflación,
desempleo, tasa de interés y crecimiento económico), economías que han sido
atrapadas por un populismo devastador. Mientras que los países dolarizados son
los mejores ubicados en la región latinoamericana, superando incluso a
economías como Chile, Colombia y Perú, las cuales han sido tomadas por algunos
economistas como referencias de lo que se puede lograr sin necesidad de
dolarizar. Pero cabe preguntarse cuál es la garantía que tienen estos países de
no volver a ser dirigidos por gobiernos ambiciosos e irresponsables.
Las declaraciones de buena voluntad
por parte de las autoridades monetarias de portarse bien, de ser disciplinados
y actuar con independencia del ejecutivo en sus decisiones de política
monetaria, no son argumentos convincentes. Prometer leyes que garanticen la
independencia o autonomía del Banco Central del Ejecutivo no es garantía porque
sabemos que tales leyes se pueden derogar para revertir esa “independencia” de
acuerdo a los intereses políticos de los gobiernos de turno. En Venezuela
ya se han cambiado varias veces. La Constitución de la República se ha
modificado según las ambiciones de poder que tengan los gobernantes de turno.
No hay ninguna garantía de disciplina a través de las leyes nacionales o de la
Constitución cuando los que llegan al Gobierno se enferman de poder y de ansias
por acumular fortunas.
¿Qué garantía tenemos de que los
próximos gobernantes sean inmunes a estas enfermedades? Además, las autoridades
monetarias siempre responden a algún interés político que las pudieran ligar al
ejecutivo. Si la economía de Ecuador no ha sido afectada por el shock del petróleo en la misma magnitud como lo
fue la economía venezolana no es porque el presidente Rafael Correa sea
economista y más racional que el presidente venezolano, como muchos alegan,
sino porque no ha podido revertir la
dolarización, según él mismo confiesa en sus declaraciones de agosto pasado. Los
ecuatorianos han estado protegidos de sufrir una debacle económica como la
venezolana debido a que Correa no ha podido revertir ese proceso, ni tampoco
podrán hacerlo los que le sucedan.
Los venezolanos no debemos dejar que
los políticos manejen nuestro destino a su parecer y conveniencia. No
debemos renunciar a nuestra verdadera soberanía que nos da el derecho a
controlar directamente nuestras riquezas, nuestras reservas internacionales y
proteger nuestro futuro de las posibles ambiciones que inesperadamente se
puedan despertar en quienes se encuentren gobernando en un momento determinado.
Ya tenemos bastante experiencia a lo largo de la historia con gobiernos
corruptos para seguir tropezando con la misma piedra en el camino del
desarrollo. Lamentablemente en Venezuela hay una larga tradición de corrupción
que recurrentemente nos ha llevado a situaciones de crisis. La corrupción
desgraciadamente queda casi siempre impune, lo cual estimula a los nuevos
gobernantes que llegan al poder a cometer delitos porque saben que luego no les
son cobrados. Es verdad que la dolarización oficial no es garantía de
eliminación de todas las formas posibles de corrupción, pero le cierra el paso
por una de las vías principales como es la del manejo irresponsable de la política
monetaria. No dejemos nuestro destino completamente en manos de los políticos.
Seamos parte activa en el forjamiento de nuestro bienestar futuro.
Propongo retomar este tema en el debate lo más pronto posible.
♦♦♦
Referencias:
Alesina, A y R. Barro, (2001), Dollarization, American Economic Review, Papers and
Proceedings 91: 381-85.
Berg, A. y E. Borensztein, (2000), The Pros and Cons of Full Dollarization, IMF
Working Paper, WP/00/50, International Monetary Fund, Research Department.
Biti, T., (2009), 2009 Budget Speech,
Ministry of Finance (29 January).
Calvo, G. A., (2001), Capital markets and the exchange rate with special reference to
the dollarization debate in Latin America, Journal of Money, Credit
and Banking 33, No. 2,
Faría, H.J, y C. Sabino, (1997), La inflación: Qué es y cómo
eliminarla, Ed. CEDICE-Panapo, Caracas, 1997, 64 págs.
Goldfajn, I y G. Olivares (2001), Full Dolarization: The Case of
Panama, Working Paper, Pontificia Universidade Católica, Rio de
Janeiro.
Noko, Joseph, (2011), Dollarization: The Case of Zimbabwe, Cato Journal, Vol. 31, No. 2 (Spring/Summer 2011).
Quispe-Agnoli, M. y E. Whisler, (2006), Official Dollarization and the Banking System in Ecuador and El
Salvador, Working Paper, Federal Reserve Bank of Atlanta.
White, L. H., (2014), Dollarization and Free Choice in Currency, Working
Paper No. 14-44, Department of Economics, George Mason University.
Leido y no me convence. En primer lugar, toda politica conlleva costos. Ninguna trae solo soluciones y cero costos, de lo contrario hace siglos Venezuela habira adoptado la dolarizacion pura y se habria desecho del Bolivar. En el articulo, solo se exaltan razones que la justifican, asi como casos donde la dolarizacion fue exitosa. Sin embargo, omite demasiados detalles del porque aqui no sera exitosa, al menos en la fomra como esta planteada por mas que venda opiniones favorables de analistas reconocidos.
ResponderBorrarNo toma en cuenta que Venezuela a partir de la decada de los anos ochenta, se convirtio en una caso de sostenibilidad fiscal precaria. El gasto publico se dispara cuando el precio del petroleo es alto , seguido de endeudamiento e inflacion cuando estos caen. No existen mecanismos efectivos que frenen la compulsion al endeudamiento. La hiperinflacion es una manifestacion de este fracaso institucional. De hecho el; gobierno esta reducido a financiar (hasta que punto??) un deficit de 15% del PIB con senoraje, retrasar o no cancelar pagos y a restructurar pasivos externo.Esto porque no se arropo hasta donde le llegaba la cobija, dicho en coloquial. La destruccion institucional comenzo gracias al famoso "millardito", el cual devino en el cambio de la Ley del BCV para terminar con el FONDEN a a pesar de la provision en la Constitucion prohibiendo taxativamente que el BCV financiara al ejecutivo.
Para que se pudiesra implementar un plan como la dolarizacion, hacen falta dolares y para ello es imprescindible la credibilidad en un ejecutivo renovado y para esto, es necesario salir de este regimen quien, y en hipotesis absurda, si logre aceptar acudir a este mecanismo, no podra estabilizar el deficit ni la deuda por tener en contra un crecimiento real negativo. La falta de confianza es determinante.
Por ultimo, asumamos se implemente la dolarizacion.Con que activos externos se soporta la oferta monetaria? Con los acumulados en la cuenta de Otras Inversiones (Sector Privado), superior a 200 millardos de US$? Sin embargo habria que inducir el retorno de los mismos, de modo que haya suficinte oferta montaria en dolares Para ello es imprescindible eliminar las reglas cambiarias vigentes y forzar una unificacion cambiaria a tasa de paralelo, porque como estan las cosas, nadie asume el costo de oportunidad de convertirlo a la tasa oficial semiparalela por mero gusto masoquista o por por patriotismo. Los activos netos de pasivos a nombre de la republica (Publico y Privado ) no supera los 1500 millones de US$.
Una dolarizacion impyuesta a troche y moche le resta grados de libertad al ejecutivo, al punto que no podra siguiera pagar la nomina aunque solo podria pagar una parte de la deuda publica y de PDVSA. IMplicaria un costo alto en terminos sociales iguales o peores que la actual hiperinflacion, causada por la ierresponsabildiad y mala fe de un regimen terminalmente incompetente. La dolarizacion con regimn chavista equivale a depresion brutal, porque existe un peso por la carga de la deuda publica externa y dolaizada con clausulas de indexacion, que ninguna politica fiscal complelmentaria lograria enderezar a corto plazo si no intervienen politicas de apertura franca a la inversion extranjera y a un clima pro-business acompanada de una transformacion institucional obligatoria.
Por ultimo, reconozco que es un tema apasionante y polemico, pero este articulo no el caballo frente a la carreta. La dolarizacion per se no es ni condicion necesaria ni suficiente como remedio a los problemas economico financieros del pais. El articulo es una opinion parcial que no considera la totalidad de variables que pesan para tomar una decision serena.
Mas mercadeo, que realidad.