jueves, 25 de agosto de 2022

LA ECONOMÍA COMO FALACIA: ¡RECOGE TU GALLO MUERTO!

LA ECONOMÍA COMO FALACIA: ¡RECOGE TU

GALLO MUERTO!

EDUARDO ORTIZ RAMÍREZ


A pesar de todos los pronósticos y  augurios, y aun a sabiendas de lo que dicen opinadores y declaradores regulares, que han  hecho de ello -y con todo derecho- un trabajo; donde organismos como CEPAL han proyectado niveles de crecimiento cercanos al 10%; la economía y sus variables han dado –como si fuesen un objeto social extraño- su dictamen por ahora: ¡recoge tu gallo muerto!  Duro es decirlo, pero más duro es vivirlo,  en el deterioro del salario real y en el no poder albergar mejoramiento en el bienestar, para un tiempo próximo cercano.

Las esperanzas han estado signadas por algunos en niveles de crecimiento, mejoramiento de los precios del petróleo y hasta en una especie de arrepentimiento conceptual que habría tenido la administración bolivariana, que, después de más de 22 años y de herencia y/o acciones de las administraciones del Presidente Chávez y del Presidente Maduro, que, por distintas vías, habrían creado, heredado, o gestionado un modelo económico social, el cual ahora, están dispuestos a modificar algunos, con la mágica palabra interpretativa u operativa: apertura o liberalización.

Hay varias vías, pero una de las que mejor ilustra el concepto en economía, es que se debe buscar un crecimiento redistributivo de baja inflación. Ninguna de las tres variables, y mucho menos su exitosa interconexión, son evidencias en la actualidad venezolana. Como siempre, hay resquicios que pueden generar esperanzas. Y, así como entre un año y otro, distintos gobiernos encuentran una disminución de los accidentes viales en los periodos vacacionales, uno observa cómo, en variados gobiernos, y en el actual, se expresan alegrías por una mayor captura de ingresos tributarios, como acaba de expresar el Presidente Nicolás Maduro.

Pero, en el lado fuerte del plato, como es sabido, Venezuela disminuyó el tamaño de su economía en alrededor de un 80%. Con tales niveles de pérdida económica, cualquier nivel de crecimiento puede ser bueno y también magnificado. Todavía no es fácil medir cuanto ha perdido Venezuela por la migración de su recurso humano y su mano de obra, pues este proceso continúa. El mayor crecimiento tiene que ser constante y perdurable y eso no se ha alcanzado ni globalmente, ni en variadas industrias y espacios económicos, sino solo en el optimismo de gobernantes y acólitos de distinto tipo.

Varios años de hiperinflación (que empezó en 2017 pero ya antes tenía expresiones), que no fue compensada o constreñida por una política antiinflacionaria que, basada en un programa hubiera atacado las variables objetivo fundamentales, no puede dejar de tener continuidad o efectos a pesar de los malabarismos aritméticos de algunos o los entusiasmos de otros. Está y continúa allí, desafiando las concepciones anticipativas y retrospectivas sobre la inflación, pues las distorsiones de precios y salarios relativos  se mantienen y se transfiguran en un agudo escenario de desorden económico, donde los más adelantados o apoyados sacan provecho. Para que señalar crecimiento y prosperidad los optimistas imprudentes, si se observa permanentemente el cierre de empresas y comercios y no es posible afirmar se trate de un proceso de destrucción creadora Schumpeteriano.

Punto nodal de la economía es la distribución/redistribución del ingreso y el correspondiente aumento del nivel y calidad  de vida de los pobladores de un país, un estado o una región. Los déficits son harto profundos en los pobladores y grupos sociales venezolanos que hoy, se aventuran y mueren en selvas o regiones frías, sin comida, sin abrigo, buscando no necesariamente muchas cosas, sino la compensación para aquellas que no tienen en comida, ropa, habitación o salud. Un salario mínimo de 30 dólares, ya en caída tumultuosa o un sector público que afecta a sus empleados de salud o educación (profesores, maestros y trabajadores diversos) con políticas inestables y de baja remuneración o algunas acciones indescriptibles, como la necesidad reciente de salir a las calles para que se pagase no fraccionado un bono diseccionado y deteriorado por variadas vías como el “Instructivo ONAPRE”[1],  no es la mejor muestra de aumentos en el bienestar. Y resulta que los niveles de empobrecimiento son mayores, ampliados y permanentes como con evidencia y fuerza demuestran los informes de la Encuesta Encovi.

¿Qué queda entonces? Un macro desorden donde varios han terminado aceptando la dolarización informal y chucuta[2], con aquella idea de que menos mal que existe el dólar. El salto reciente del dólar (sobre los 9 bolívares por $ según portales; sobre los 7 bolívares según BCV) de hace horas y pocos días, va a ser atendido por la flotación sucia imperante y por agentes económicos e institucionales diversos, estimulando o permitiendo, según sean los casos, el remarcaje y la reubicación de productos y otras tanta disfunciones que no deben existir en economías que asuman el uso del dólar o del euro, por ejemplo; que, por los demás, son pocas y de baja significación poblacional y económica en el mundo las que lo han hecho. También en este escenario los vivos, rápidos y apoyados sacan provecho. Igual sucede con los caminos verdes y la falta de regularidad, control y supervisión institucional. Es paradójico: el desorden deriva de una administración que ha igualado el Estado con el gobierno para poder establecer su modelo institucional autoritario.

Para esperanzas que se asocian al tema de esta nota, ya no puede recurrirse  a los motores que el Presidente Maduro difundió con fuerza 3 o 5 años atrás, pues los avances en ellos no han sido ni notables, ni orgánicos, ni consecutivos. Más recientemente, algunos se han entusiasmado con las Zonas Económicas Especiales. Esta propuesta y su discusión, es vieja en el mundo y en Venezuela. En los tiempos del paquete del Presidente Carlos Andrés Pérez II se trataron de impulsar las maquiladoras. No se tuvieron resultados tangibles.

Como otras propuestas en Venezuela, la euforia, la falta de organicidad y constancia, la esperanza no olvidada de cualquier aumento de precios del petróleo, con el más denodado espíritu rentista, afectan la continuidad de obras y proyectos. Lamentablemente, esto viene pasando desde avanzados los año setenta del siglo pasado. Lo que no sabíamos es que nos faltaba conocer lo peor de lo peor.

25 de agosto de 2022

@eortizramirez

eortizramirez@gmail.com

 

 

 

 



[1] Hoy 25 de agosto de 2022 se duda de su existencia, aunque los efectos han sido tangibles.

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