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El mundo ha quedado impactado con la sangrienta incursión de Hamás por aire, mar y tierra en Israel, el pasado 07 de octubre, asesinando sin misericordia. Para sus fines, ha logrado importantes objetivos; pero, a un costo absolutamente inhumano y desencadenando una brutal contraofensiva de Israel que, como ha indicado el premier Netanyahu, «apenas empieza» y, para desgracia de los palestinos, aleja o anula la posible creación del Estado de Palestina.
Ha corrido mucha sangre y seguirá corriendo y de nuevo la población civil, los más débiles y vulnerables, está asumiendo las peores consecuencias. En pocas horas una violencia impresionante está dejando unos 1300 israelíes muertos y 150 secuestrados. Por otra parte, según el Ministerio de Sanidad de Gaza, el número de palestinos fallecidos se eleva a 2.500 (swissinfo 14/10/2023).
Una barbarie que ha cambiado la agenda y la dinámica geopolítica en el medio oriente y, en principio, pareciera beneficiar a los más radicales; sin resolver nada, por el contrario, generando inestabilidad, violencia y destrucción, con inexorables consecuencias globales.
Prematuro definir consecuencias, pero uno de los golpes más fuertes para Israel, que podríamos calificar como una gran derrota, ha sido la destrucción del mito de Israel como «el país más seguro del planeta y con el sistema de inteligencia más eficiente». El salvaje ataque islamista ha evidenciado serias debilidades de la seguridad israelí.
El panorama se presenta más delicado al analizar la situación del poderoso sistema de inteligencia. Es evidente que una incursión tan ambiciosa ha sido objeto de una planificación cuidadosa, en un tiempo prudencial y, eventualmente, contando con apoyo de aliados; empero, sorprendentemente la inteligencia israelí no contaba con información, lo que representa un duro golpe.
Debemos destacar que el ataque se realiza en un contexto de progresivo debilitamiento de la institucionalidad democrática israelí, por el manejo político de Netanyahu y sus aliados ultraconservadores. Al respecto, en los últimos meses, la polarización se ha incrementado, en un clima marcado por constantes protestas sociales contra la reforma judicial, propiciada por el gobierno, para logra un mayor control institucional. Para los enemigos de Israel, que no son pocos, el deterioro de su institucionalidad y la consiguiente inestabilidad política, representan una oportunidad y el ataque de Hamás resulta ilustrativo.
La incursión ha sido brutal, el país está aturdido, pero pronto los ciudadanos tendrán que exigir respuestas y la necesaria restructuración de los órganos de seguridad e inteligencia. El premier Netanyahu hábilmente se ha concentrado en la conformación de un gobierno de unidad nacional, para enfrentar una crisis sin precedentes, pero el daño está hecho, el radicalismo de la coalición de gobierno tiene responsabilidades en los problemas que está viviendo el país.
Hamás también debe estar sumando como éxito, el golpe para la política exterior que, con respaldo bipartidista, está desarrollando Estados Unidos en el medio oriente. La crisis altera la estrategia que avanzaba lenta pero efectivamente, un proceso de pacificación concentrado en el progresivo reconocimiento del Estado de Israel por parte de los países árabes, mediante la suscripción del llamado Acuerdo de Abraham, que hasta el presente incluye a: los Emiratos Árabes Unidos, Baréin, Marruecos y Sudan. El nuevo objetivo, en plena negociación, la incorporación de Arabia Saudita, proceso que se estanca.
Para Hamás e Irán resulta inaceptable el acuerdo de Arabia con Israel; por el contrario, para la monarquía sunita de Arabia, constituye un paso estratégico, que debería fortalecer su posición en la región y no alterar las relaciones con los palestinos. Al respecto, entre sus condiciones de negociación destaca el apoyo a la creación del Estado de Palestina, tema que seguramente sale de la agenda para Israel, luego de la humillación recibida.
Las graves circunstancias también determinan un mayor acercamiento del presidente Biden con el premier Netanyahu, quien no contaba con mayor simpatía del presidente. Distancias que se incrementaron producto de las posiciones autoritarias que ha promovido la coalición ultraconservadora en el gobierno.
La sangrienta incursión en principio beneficia a los radicales, entre ellos, al propio ejecutor, Hamás (acrónimo árabe de Movimiento de Resistencia Islámica), que se proyecta como el verdadero defensor de la causa palestina, en detrimento de su enemigo Fatah (acrónimo árabe de Movimiento de Liberación Nacional Palestino), que tiene el control de Cisjordania y ha promovido la negociación como el camino para la construcción del Estado de Palestina.
Desde una mirada apasionada, Hamás se proyecta como el gran héroe y víctima, tratando de debilitar el liderazgo de Fatah, pero su estrategia sangrienta le asienta un duro golpe al objetivo de creación del nuevo Estado. Por lo pronto, tal estrategia ha logrado un Israel radicalizado y un significativo rechazo de la comunidad internacional.
También podríamos incluir entre los beneficiados a Irán, uno de los principales soportes de Hamás. Adicionalmente, conviene recordar que, con la mediación del gobierno comunista chino, Irán ha suscrito recientemente un acuerdo con Arabia Saudita para el restablecimiento de relaciones diplomáticas, logrando un mayor posicionamiento en la región.
Hamás se anota unos éxitos limitados y de corto plazo, pues las perspectivas para el pueblo palestino, particularmente en la Franja de Gaza, se presentan desoladoras.
Ahora bien, el gobierno israelí también debe tener presente que, en la medida que incremente la agresividad de su contraofensiva, afectando civiles, los resultados se revierten, agravando su expediente sobre los derechos humanos del pueblo palestino y el rechazo de la opinión pública internacional.
Cabe destacar que, entre otros, Amnistía Internacional en varios informes publicados sobre la situación del pueblo palestino ha destacado: «el permanente sistema opresivo y discriminatorio impuesto por Israel a la población palestina constituye un crimen en el derecho internacional»; llegando incluso a calificarlo como «el apartheid contra el pueblo palestino».
Frente a la grave crisis en el medio oriente, nos encontramos una vez más con la negociación como la opción inexorable, pero distante. Hacemos votos para que los esfuerzos de mediación de países como Qatar o Turquía, con acceso a todas las partes en conflicto, puedan dar frutos, logrando el cese al fuego y evitando que las estrategias sangrientas, que destruyen a los pueblos de ambas partes, se consoliden.
Félix Arellano es internacionalista y Doctor en Ciencias Políticas-UCV.
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